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Alberto de Roa, ESPN Digital 8y

Sin Garnett, Kobe y Duncan... fin de una era

Pocos veranos han sido tan demoledores a la hora de obligarnos a despedirnos de leyendas de la NBA como el de 2016. En una decisión no por esperada menos dolorosa, Kevin Garnett decidió colgar para siempre las zapatillas, uniéndose a un increíble trío de jugadores recién retirados como Kobe Bryant y Tim Duncan. La NBA pierde de esta forma a tres jugadores que dieron forma a la liga durante las dos últimas décadas, dejando huérfanos a muchos aficionados que no recuerdan una competición sin iconos de esta magnitud. Para hacernos una idea, Bryant (18), Garnett y Duncan (15) son tres de los cinco jugadores con más All-Stars de la historia de la NBA, acompañados de Kareem Abdul-Jabbar y Shaquille O'Neal. Nunca la liga perdió tanto talento de golpe.

Dirk Nowitzki, Paul Pierce y Vince Carter, drafteados en 1998, quedan ahora como los jugadores con más temporadas en la NBA, cada vez más huérfana de jugadores que debutaron antes del cambio de siglo. Un relevo natural, dictado por el invicto paso del tiempo que ya convirtió años atrás a estas estrellas retiradas en jugadores secundarios, lejos de sus años de echarse a la espalda a sus equipos para luchar por el campeonato.

Pero sin Kevin Garnett, Tim Duncan y Kobe Bryant, la NBA no solo ha perdido tres extraordinarios jugadores, decisivos a ambos lados de la cancha, sino a tres personalidades únicas. La importancia de estos futuros integrantes del Salón de la Fama ha ido mucho más allá de sus actuaciones en cancha. Los tres encontraron una voz particular, con diferentes actitudes y aproximaciones a la hora de afrontar el juego, pero con una similar hambre ganadora que les llevaron a coleccionar y a competir por los mayores éxitos posibles, tanto a nivel individual como colectivo.

Concretamente, decir adiós a Kevin Garnett para la NBA supone perder a uno de los competidores más fieros y temidos que jamás haya visto este deporte, un defensor infatigable y un jugador rebosante de carisma. Solo haber caído en Minnesota y haber sido, en algún momento, excesivamente fiel a la franquicia le impidió haber llenado su mano de anillos. Solo tras formar en Boston uno de los tríos más maravillosos de la historia, aunque a la vez demasiado breve, con Paul Pierce y Ray Allen, Garnett pudo ganar en 2008 un campeonato que tardó más de lo merecido en llegar.

Una frase apócrifa atribuida generalmente a Garnett le atribuye una cierta afición a mezclar café y Gatorade por la mañana. Sea o no verdad, pocos jugadores han mostrado una intensidad similar en cancha. La fortaleza mental de un jugador se medía por cómo resolvía el reto de enfrentarse a KG, e incluso simplemente tenerlo como compañero fue una prueba complicada. Las lágrimas que Kevin Garnett hizo derramar a Glen Davis en alguna ocasión compartiendo en los Celtics dieron la vuelta al mundo como testamento de esta fiereza fraternal.

Garnett era el macho alfa de la cancha, pero también del vestuario, acostumbrado a ser pronto el líder indiscutible de Minnesota tan pronto como salió de la protección de veteranos como Sam Mitchell o su íntimo amigo Malik Sealy, cuyo fallecimiento en accidente de tráfico fue el golpe más duro de la carrera de Garnett. Sealy conducía de vuelta a casa tras celebrar el cumpleaños de KG cuando una camioneta cuyo conductor había bebido más de la cuenta chocó frontalmente con el vehículo del alero, entonces de 30 años de edad. La desgracia también aparecería más adelante en la carrera de Garnett, con la muerte de Flip Saunders, su gran mentor y artífice de su regreso a Minnesota, en octubre de 2015.

Kevin Garnett fue poco a poco recluyéndose de los medios, haciendo tan escasas como pudo sus entrevistas y manteniendo un cierto aura de misterio sobre su extrema personalidad. Pocos jugadores han sido tan temidos y respetados a la vez, por rivales y compañeros. Garnett era capaz de prometer llevar un arsenal entero a un partido de Playoffs (entrando con escalofriante precisión en el armamento concreto que iba a llevar consigo) o de responder de forma nada diplomática y con palabras no aptas para menores a la adulación de un novato Joakim Noah en su primer enfrentamiento. El pívot francés actualmente en los Knicks, por cierto, nunca se lo perdonó.

En cierto modo, Garnett tiene puntos en común con las personalidades de Kobe Bryant y Tim Duncan, a la vez muy diferentes entre ellos. Con su fiero rival en dos finales NBA durante su época en Boston y de algunas batallas en el Oeste con Minnesota, KG coincide en la importancia de la batalla mental. En su mejor época, ni Bryant ni Garnett se conformaban con ganar, sino que el objetivo final era destruir psicológicamente al rival. Incluso algunos compañeros salieron perturbados de coincidir con ambos jugadores, cuya concepción de la victoria se parecía más a la estrategia bélica de tierra quemada que a la de simplemente meter más puntos que el rival.

Con Tim Duncan, paradójicamente, Kevin Garnett coincidió en el arte de la discreción. Al contrario que con Kobe Bryant o Shaquille O'Neal, no había concesiones a la galería con Duncan o Garnett. Por supuesto, algunas de sus "interacciones" más especiales quedaron inmortalizadas, pero Garnett siempre dio la sensación de que su comportamiento era igual de agresivo ante las cámaras que como lo haría en un partido en el parque entre casados y solteros.

Pese a esta comparación con Garnett, eso sí, Tim Duncan siempre fue alguien absolutamente diferente al resto. No es que el ya exjugador de los Spurs no creyera en hacer todo lo posible para ganar (su habilidad para protestar todas y cada una de sus faltas en contra fue legendaria), pero su forma de minar la moral a los rivales era otra. Si la frase "matar con amabilidad" puede aplicarse a algún jugador, Duncan es el mejor ejemplo.

Robert Swift, el peculiar pívot que destacó en Seattle antes de ver su carrera y su vida destrozada por las drogas, también tuvo un peculiar primer encuentro con Tim Duncan, recibiendo lecciones sobre cómo defenderle en la pintura en pleno partido en boca del propio jugador. Una estrategia que el cinco veces campeón NBA, aparentemente, gustaba aplicar con otros novatos.

La maravillosa historia narrada por Steven Adams es un ejemplo. "Es una persona amable", explicaba el pívot neozelandés de Oklahoma City sobre Tim Duncan. "Ese fue mi gran error como novato. Le estaba golpeando todo el rato y le puse en problemas. Y entonces vino y me habló durante un rato. Me decía 'hola, amigo, ¿cómo estás?', y yo pensaba 'oh, qué tipo más amable'. Y desde ese momento me metió 20 puntos. Se lo expliqué a MB (Mark Bryant, asistente del equipo) y me dijo que era un truco de veterano. 'No lo hagas, no puede ser amable'".

Es imposible imaginar a Kevin Garnett o a Kobe Bryant teniendo palabras tan cordiales con jugadores, especialmente novatos. Pero, de nuevo, otro rasgo de personalidad que compartieron con Tim Duncan fue el de liderar con el ejemplo. Pocos jugadores mezclaron un talento único con una ética de trabajo tan obsesiva por ser mejores. A su lado había solo dos alternativas: seguirles o apartarse a un lado. Los que tomaron la primera opción, generalmente, se vieron recompensados con alguna pieza de joyería extra o al menos con llegar de forma consistente a Playoffs.

La peculiar relación que mantuvo durante años con Pau Gasol es un magnífico testamento de la complicación y recompensa de jugar con Kobe Bryant. El pívot español fue objetivo habitual del veneno que la Mamba Negra reservaba para los suyos. Bryant le urgió a través de los medios a ser el Cisne Negro en lugar del Cisne Blanco o a ponerse los pantalones de niño grande. Pero, a la vez, Pau Gasol ganó dos campeonatos al lado de su "hermano" Kobe Bryant en una relación bilingüe y muy especial que sobrevivió incluso a la marcha de Los Angeles del jugador catalán.

En definitiva, la NBA ha perdido en los últimos meses a tres jugadores que suman 48 All-Stars combinados (de 60 posibles), 11 anillos de campeón, 4 premios de MVP, 39 elecciones para alguno de los mejores quintetos de la liga... Kevin Garnett, Kobe Bryant y Tim Duncan dejan un espectacular legado en la cancha y actuaciones para la historia, pero será absolutamente imposible separarles de sus muy diferentes pero igualmente carismáticas presencias.

En cinco años tendremos quizás la última gran oportunidad de distinguir y apreciar sus personalidades. Si no hay nada extraño, en septiembre de 2021 veremos a KG, la Mamba Negra y al Gran Fundamental dar sus discursos de entrada al Salón de la Fama en la que quizás sea la noche más especial de la larga historia del panteón de los ilustres de Springfield.

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