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Hakeem Olajuwon, el jugador perfecto que convirtió sus sueños en realidad

The Dream. ¿Acaso alguien puede recibir un mejor apodo que ese? ¿Cuáles son las cualidades que un deportista debe reunir para justificar y cargar con tamaña calificación?...

¿Talento? Sin dudas.

¿Aptitud física? También.

¿Inteligencia? Por supuesto.

Y una buena cantidad de voluntad para aprender, evolucionar y superarse día a día tampoco puede faltar.

Sin embargo, contar con cada uno de estos ingredientes no garantiza que el producto final sea una fiel reproducción de lo que se había soñado.

Quizás encontrar la mejor manera y el orden exacto de amalgamar los elementos, sea imprescindible para lograr un resultado perfecto. Porque hasta una combinación de letras distinta puede formar una palabra totalmente diferente y con otro significado.

No es el caso de Hakeem Olajuwon. O simplemente “The Dream”, como prefieran llamarlo.

Las cinco letras que componen su apodo (en inglés) no solo eran las adecuadas, sino que se combinaron de manera perfecta para definirlo.

Si existe una buena dosis de misterio para que esta receta, fórmula o como quieran llamarle, funcione de verdad, Hakeem seguramente la sabía. Aunque tal vez haya que creer en que el Todopoderoso se inspiró en él para crear el molde de un ganador por excelencia, de un estilista sublime y de un exquisito por naturaleza.

“Llegué a los Estados Unidos con 18 años para jugar básquetbol en la Universidad de Houston. Pero mi primer tiro al aro lo había tomado un año antes. Hasta ese momento yo me consideraba un jugador de fútbol”.

La sinceridad brutal de Hakeem Olajuwon en su columna para The Players Tribune puede sorprender al más desprevenido, aunque la historia haya sido contada una y mil veces.

Nacido en Lagos, la ciudad más poblada de Nigeria, Olajuwon fue un atleta natural. Pero en el país africano, al igual que en el resto del planeta, el baloncesto no resultaba tan popular como el fútbol. Sin embargo, ello no fue obstáculo para detener la profunda transformación hasta convertirse en basquetbolista y su meteórico ascenso en la escala social de este deporte.

Fue campeón nacional con la Universidad de Houston. También la primera selección del draft de 1984, el mismo de Michael Jordan, y nadie lo discutió. En su primera temporada, los Rockets pasaron de ser el hazmereír de la NBA con apenas 29 triunfos en 82 juegos, a ser un equipo de playoffs. Y entre medio hubo 19 victorias de diferencia.

En 1986, los Rockets destronaron a los campeones defensores de la NBA, Los Angeles Lakers, para llegar a las finales y, aunque perdieron contra Boston Celtics, ya estaban establecidos como un equipo en serio.

¿Cómo no lo iban a llamar “The Dream” en Houston, si el baloncesto de esa ciudad estaba viviendo un verdadero sueño? Mejor dicho, el mayor sueño de toda su historia.

“En la Universidad, los entrenadores me recordaban siempre que jugaba de centro y que me tenía que quedar en la llave”, reconoce quien para muchos es el pívot más completo de la historia. “Yo conocía las posiciones del baloncesto, pero no era capaz de diferenciar lo que debía hacer un centro con lo que hacía un alero. Me aburría quedarme en la llave. Prefería perfeccionar mi dribbling y otras habilidades para poder jugar con un estilo diferente. Y a medida que fui formando mi identidad como jugador, los entrenadores dejaron de ponerme restricciones”.

Sus números en la NBA son impresionantes aunque a decir verdad, no le hacen justicia. Durante sus primeras 12 temporadas promedió más de 20 puntos y 10 rebotes, fue elegido jugador defensivo del año en dos ocasiones y es el único jugador en ser elegido defensor del año, más valioso de la temporada regular y de las finales en 1993-94.

Pero para que sus logros se vean más grandes, solo alcanza con mencionar los rivales a los que se enfrentó y humilló: David Robinson, Shaquille O’Neal, Patrick Ewing, por nombrar a los mejores. Y lo hizo en una época en los que los grandes dominaban la Liga.

¿Qué lo diferenciaba del resto? Sus fundamentos, su habilidad para amagar hacia un lado y salir por el otro, su rapidez, su capacidad de jugar de frente y atacar el aro con el dribbling… Pero especialmente su elegancia. Lo que para muchos era un imposible, él lo realizaba con estética y naturalidad.

¡Y ni que hablar cuando había que disputar un juego definitorio! ¿Juego 7 contra el Phoenix Suns de Charles Barkley? No hay problemas: planilla de 37 puntos, 17 rebotes, 5 asistencias y 3 tapones. ¿Finales de la NBA contra Ewing y sus New York Knicks? Tampoco se hizo drama: eclipsó a Patrick limitándolo a un 36 % de efectividad en toda la serie y anotó más puntos que su rival en cada uno de los siete juegos. ¿Cómo no recordar por ejemplo los 60 puntos a Utah en la primera ronda del 95 o cuando destrozó al Phoenix de Barkley en dos temporadas consecutivas?

Pero nadie lo sufrió más que David Robinson en las finales de Conferencia del Oeste en 1994. Tras recibir el premio al jugador más valioso, el “Almirante” tuvo que soportar 41 puntos y 16 rebotes de “The Dream”. En el juego 5 de la serie Hakeem se despachó con 42, 9 rebotes, 8 asistencias y una coreografía de movimientos que hicieron lucir a un gran defensor como si fuera un principiante. Y para cerrar la serie en el juego 6, aportó 39 puntos y 17 rebotes con 5 tapones.

El sueño era ya una realidad.

Hombre de fe y con profundas raíces religiosas musulmanas, son otras de las características salientes de Olajuwon. Es un hombre que nunca ocultó su religión y que siempre se tomó tiempo para cumplir con los preceptos que ella le indicaba.

La práctica del Ramadan, consistente en sacrificar hasta el apetito como una forma de estar más cerca de la divinidad, era sagrada para él. A tal punto que cuando en 1992 los Rockets decidieron no darle minutos de acción por ese motivo, las cosas se pusieron tan tensas que Olajuwon solicitó ser cambiado.

“Un partido tiene 48 minutos. Yo lo vi jugar 42 de ellos sin tomar siquiera un vaso de agua. Increíble”, dijo alguna vez Robert Horry, compañero suyo en los dos títulos que ganó Houston en 1994 y 1995.

Pero lo más increíble, fue que muchas veces, durante el Ramadán, sus producción aumentaba. Las estadísticas comparativas entre las temporadas 1994-95 y 1996-97, lo demuestran.

Hakeem tuvo partidos brillantes durante el período del Ramadan a lo largo de su carrera, aunque sin dudas el enfrentamiento entre Rockets y Bulls del 19 de enero de 1997, resultó el más memorable. Houston ganó 102 a 86 con 32 puntos suyos a lo que le sumó 16 rebotes, 4 asistencias, 4 robos y 5 tapones. Enfrente estaba Michael Jordan, pero este resultó opacado, ya que necesitó 42 minutos para llegar a 26 puntos, 14 rebotes y 5 asistencias.

Al término del partido, Rudy Tomjanovich, su entrenador, declaró: "Si esta actuación no acaba con las preguntas sobre si el Ramadán afecta su rendimiento, entonces no sé qué cosa podría hacerlo".


Houston Rockets y Olajuwon tomaron en la temporada 1993-94 la posta que habían dejado los Bulls ante el primer retiro de Jordan. Y por dos años fueron dominantes. Lamentablemente, estos equipos nunca pudieron enfrentarse en una final para saber qué hubiera pasado.

“La gente me pregunta si hubiéramos ganado títulos si Michael Jordan no se retiraba y yo les contesto que en todos esos años tuvimos un récord ganador contra los Bulls. Se olvidan que teníamos un tipo llamado Hakeem Olajuwon. No tenían respuesta para él. Habiendo jugado para Phil Jackson y sabiendo que no le gusta doble marcar jugadores, creo que ‘The Dream’ hubiera acabado con los Bulls. Si hoy le preguntas a MJ a quién le temía en aquellos tiempos, ese era Hakeem”.

Las palabras pertenecen a Robert Horry, un jugador que a pesar de no tener la estatura de estrella, suma un anillo más de campeón que Su Majestad.

Rudy Tomjanovich, también se anima a expresar algo similar a las palabras de Horry. “Jordan sentía que no tenían a nadie que pudiera detenerlo y siempre dijo que nosotros fuimos el equipo que más problemas les causamos. Fue una lástima no habernos podido enfrentar en una final porque hubiera sido una gran serie. Podemos imaginarla y debatir sobre quién hubiera ganado, pero nunca lo podremos saber realmente”.

Por si acaso las palabras de dos piezas importantísimas en el éxito de los Rockets no alcanzaran para dimensionar la estatura de Olajuwon como jugador, Michael Jordan se ha encargado una y mil veces de declarar que al mejor centro que ha visto jugar en su vida, lo apodaban “The Dream”.

Con ello es suficiente para que no queden dudas: hablar de Olajuwon es hablar de talento, fe, superación y títulos.

También es hablar de fundamentos, dominio y elegancia.

Es hablar de un ganador.

En definitiva, es hablar de “The Dream”, el hombre que le demostró a toda una ciudad y a una generación de fanáticos del baloncesto, que era capaz de convertir los sueños, por más salvajes que fueran, en realidad.