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Néstor García, un estudioso del básquetbol cargado de histrionismo

Néstor García, siempre activo en el banco de suplentes. Getty Images

El seleccionado argentino de básquetbol, iluminado por las estrellas de la Generación Dorada, afrontaba una tarea de peso: era anfritrión en Mar del Plata para el Torneo de las Américas que otorgaba dos cupos para los Juegos Olímpicos de Londres. El entrenador principal era Julio Lamas, quien habia regresado a la selección para su segundo ciclo. El asistente de mayor cartel, Néstor "Che" García.

Las grandes figuras como Manu Ginóbili, Luis Scola, Chapu Nocioni, Fabricio Oberto, Carlos Delfino, Pablo Prigioni y el retornado Pepe Sánchez cargaban sobre sus hombros la presión por conseguir la clasificación. En una cena antes del inicio del torneo, apareció el "Che" en una de sus facetas más reconocibles para quienes han compartido con él algún momento al margen de un partido: es un contador de anécdotas inigualable. Néstor se paró en frente de todos y sacó un clásico de su repertorio: la vez que la mascota de Halcones de Xalapa, el equipo al que dirigía en México, quiso ayudarlo en el momento cumbre de un partido ofreciéndole lo que había escuchado del entrenador rival. El histrionismo y la verborragia del Che desataron las risas del plantel y el resto del cuerpo técnico. El objetivo estaba cumplido, había logrado relajar el ambiente.

En 2012, mientras Lamas comenzaba la preparación para los Juegos Olímpicos con el equipo principal, Néstor García fue el encargado de conducir al seleccionado que participó del Campeonato Sudamericano en Chaco. Allí llevó a Leo Gutiérrez como un experimentado referente y a tres jóvenes que hicieron su debut y hoy son los tres jugadores más experimentados del plantel a partir del retiro de Scola: Facundo Campazzo, Nicolás Laprovittola y Marcos Delía.

Argentina fue campeón invicto, los jugadores revolearon al Che por los aires y la felicidad se respiró en la conjunción que hubo entre el director técnico y el plantel. Leo Gutiérrez fue el máximo anotador del equipo en el torneo con 13 puntos de promedio, pero el punto sobresaliente fue la actuación de Campazzo: 10,8 puntos por partido para empezar a ganarle a su amigo Laprovittola la carrera por quedarse con un lugar en el plantel que iría a la cita olímpica.

Luego de ese torneo, el vínculo entre el Che y el seleccionado se disolvió. Lamas llevó a Sergio Hernández como asistente a Londres y Néstor García tomó otro rumbo.

Venezuela le dio al Che la oportunidad de hacerse cargo de la selección en 2013. Y Néstor se aferró tanto a ese país que lo adoptó como su segunda patria. En 2014 fue campeón del Sudamericano en Isla Margarita. Allí venció en la final a Argentina, que una vez más había ido con un equipo alternativo.

En 2015 el desafío era mayor. El Torneo de las Américas que se disputaba en México entregaba dos boletos para Río 2016. El conjunto mexicano liderado por Gustavo Ayón, Canadá con Andrew Wiggins y otros ocho jugadores de la NBA, Argentina con Scola y Nocioni, Puerto Rico y Brasil asomaban como los candidatos. A la vinotinto del Che nadie la tenía en sus consideraciones.

Con un juego poco vistoso, pero basado en el conocimiento al detalle de cada rival, el Che llevó a Venezuela a la semifinal. Debía enfrentarse a la poderosa Canadá. ¿Difícil? Sí, muy. ¿Imposible? Para el Che, nunca.

-¿Néstor, podés venír que hacemos una nota en vivo para FIBA en la previa?

-Sí, dale, pero antes acompañame afuera a fumarme un pucho.

El Che consumió el cigarrillo a una velocidad récord y fue a hacer la entrevista instantes antes de uno de los partidos más trascendentales de su carrera.

Venezuela se mantuvo siempre en juego, a pesar de las diferencias de categoría individual de los jugadores. Néstor había logrado llevar el desarrollo del partido al terreno que deseaba: posesiones largas, defensas ásperas y excelente selección de lanzamientos.

Venezuela perdía por 7 puntos y el Che solicitó tiempo muerto. "Estamos a 3 minutos de ir a los Juegos Olímpicos", les dijo a sus dirigidos. Les dio la energía y la confianza que faltaban para dar vuelta el rumbo, para ser los protagonistas de la historia. Venezuela revirtió el marcador y dio el gran golpe.

Para coronar un torneo soñado, la vinotinto volvió a ganarle una final a Argentina. Esta vez, a la mejor versión que la albiceleste podía presentar. El Che tenía en el banco rival a su amigo y coterráneo Oveja Hernández. Néstor sabía, una vez más, todo sobre su adversario y lo demostró.

Tras la experiencia venezolana, García tuvo un nuevo desafío con un equipo nacional. Guió a República Dominicana al Mundial de 2019 y allí dio otro batacazo: se clasificó a la segunda fase dejando en el camino nada menos que a Alemania. El Che lo había hecho de nuevo.

Tras el exitoso ciclo de Sergio Hernández en el seleccionado argentino, a Néstor García le llega la oportunidad para la que se preparó y con la que soñó toda su carrera. Ya no está ninguna de las históricas estrellas de la Generación Dorada. Pero quedan jugadores de muy buen nivel, a los que el entrenador intentará llevarlos a su mejor versión como ya hizo tantas veces en cada lugar donde le tocó dirigir. Esta vez, el Che quiere ser profeta en su tierra.