Si tal como se espera los Marlins de Miami se deshacen del venezolano Martín Prado en este proceso de canjes, necesitarán una tercera base nueva para el año próximo, pues Derek Dietrich es una solución temporal, incapaz de asumir, tanto a la ofensiva, como en la defensa, la responsabilidad del juego diario.
La solución podría estar más cerca de lo que parece, aunque haya que recorrer miles de kilómetros para dar con ella.
Cerca, por la conexión inmediata que se haría con la comunidad miamense. Lejos, porque hay que buscarla en Japón.
Hablamos del cubano Alex Guerrero.
Buen bateador, siempre lo ha sido, y si sus estadísticas en Grandes Ligas no lo reflejan así, es porque los números son demasiado fríos y Dodgers de Los Angeles no supieron manejar el talento de alguien recién llegado de una cultura muy diferente, de las más profundas zonas rurales de un país de por sí profundo, aislado del mundo real.
Luego de tomar apenas 13 turnos en el 2013, tuvo un arranque explosivo en el 2014. Pocos bateadores tenían el bate tan caliente en el mes de abril.
Luego, inexplicablemente, fue relegado a la banca, con alguna que otra aparición como emergente, hasta que se enfrió por completo.
Por esas y otras razones, entre las que se incluyeron lesiones recurrentes, Guerrero se vio sin trabajo en junio del 2016, cuando los Dodgers lo despidieron, por lo que hizo las maletas y se fue a jugar a Japón.
En el lejano oriente, el cubano ha renacido con todo su brillo y a estas alturas es líder absoluto de cuadrangulares, con 27 bambinazos, en tanto fue invitado al Juego de las Estrellas que al estilo de las Mayores en Estados Unidos, enfrenta a los mejores peloteros de la Liga Central y la Liga del Pacífico.
Guerrero juega para los Dragones de Chunichi, donde también militan sus compatriotas Dayán Viciedo y Raúl Valdés, otros que tras su paso por Grandes Ligas, han resurgido en Japón.
Bateador de gran poder, el cubano ha compartido su tiempo con los Dragones entre la antesala y el jardín izquierdo, con un promedio de fildeo de .976, con cuatro errores, tres en el cuadro y uno en las praderas, en 166 oportunidades.
Si bien la defensa no es su fuerte, Guerrero compensa con su ataque. En 317 turnos con los Dragones, suma 89 imparables, para average de .281, 43 extrabases (12 dobles, tres triples y 27 vuelacercas) y slugging de .596, el más alto entre todos los peloteros de aquella liga.
Vamos por partes. La NPB es la segunda liga más fuerte de todo el mundo, sólo superada (por muchísima distancia) por la MLB.
La diferencia de nivel es tal, que solo muy pocos que han brillado en la tierra del sol naciente han conseguido hacerlo aquí.
Entre jugadores de posición, sólo Ichiro Suzuki, en grado superlativo, e Hideki Matsui, en un buen nivel, aunque no extraordinario, han conseguido imponerse en Estados Unidos.
Los demás han sido del montón, sin penas, ni glorias, sin dejar huellas, mientras que los serpentineros tampoco han sido cosa de otro planeta.
Apenas dos lanzadores, Hideo Nomo y Tomokazu Okha, consiguieron mantenerse por diez o más temporadas, el primero con algunos años muy buenos, el segundo a fuerza de corazón pero números mediocres.
Los otros, cuando más, han sido estrellas fugaces, y otros actuales como Yu Darvish y Masahiro Tanaka nunca han justificado al 100 por ciento las expectativas y el dinero que se ha pagado por ellos.
Pero eso no quiere decir que Guerrero no pueda soñar con regresar a las Grandes Ligas y hacerlo bien.
Hay precedentes y uno de ellos lo estamos viendo ahora mismo: Eric Thames es candidato seguro al premio Regreso del Año y ha sido pieza clave del buen desempeño de los Cerveceros de Milwaukee.
Thames tuvo una pasantía mediocre en Grandes Ligas entre 2011 y 2012 con los Azulejos de Toronto y los Marineros de Seattle y cuando nadie lo quiso aquí, se fue a Asia.
Ni siquiera lo hizo en Japón. Sus años de renacimiento los vivió en Corea, cuya liga tiene un nivel más bajo.
Luego de despachar 124 cuadrangulares en tres campañas en la KBO, los Cerveceros le dieron una oportunidad en las Mayores y no la desaprovechó.
El dominicano Julio Franco fue otro que, en lo que parecía el ocaso de su carrera, se fue a jugar pelota a Japón (dos veces) y a Corea.
El eterno Julio volvió a las Mayores a los 40 años y estuvo jugando hasta los 48.
Entonces, la vuelta a Guerrero, ahora con 30 años, a Estados Unidos no es una utopía. Menos con un agente como Scott Boras, el hombre que mejor sabe promocionar a sus clientes en la búsqueda de buenos contratos.
La combinación de Guerrero, Boras y Miami suena más que atractiva, sobre todo en momentos en que los Marlins están a las puertas de una sacudida monumental por la venta del equipo.
Habrá que ver cómo y dónde queda en ese terremoto el manager Don Mattingly, el hombre que dirigió a Guerrero en Los Dodgers y que de manera inexplicable, obstaculizó su desarrollo cuando apenas iniciaba un despegue prometedor.