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Mercedes, tan buenos que aburren... pero el problema es lo de los otros 18

Salvo por la arrancada, el inquieto Max Verstappen y los desfiguros de Romain Grosjean, Lance Stroll y Lando Norris, el Gran Premio de España fue todo lo que una carrera de Fórmula Uno no debe ser.

Un equipo que domina con una mano en cintura y luego un desfile de autos que parecen advertidos a no acercarse uno al otro, como si hubiera banderas amarillas permanentes.

No es que el dominio apabullante de Mercedes Benz, que ha ganado las cinco pruebas del año y además ha tenido el segundo lugar en cada una, sea ilegítimo. No se les puede demeritar. Pero por más que ellos mismos tratan de enviar falsas preocupaciones por Ferrari, en 2019 son cada vez más poderosos.

Y no sólo es la distancia entre Mercedes y Ferrari, sino la que hay sobre Red Bull, y luego la que padecen Haas, McLaren, Renault, Toro Rosso, Alfa Romeo, Racing Point ante los tres primeros, en ese orden. No ocntamos a Williams que corre su propia categoría llamada Fórmula V (de vergüenza).

Sergio Pérez levantó la voz en las prácticas del viernes al decir que no le gustaba la idea de seguir en un campeonato de constructores donde no hay una verdadera competencia de pilotos. Donde todos llegan a los Grandes Premios en pistas con Barcelona, sabiendo casi con certeza cómo les irá.

Pueden atribuirse estas palabras a la frustración de un piloto que de pelear por arrancar en tercera fila en Baku pasó a sólo ver debajo de él en la tabla de la FP1, a los Williams de Russell y Kubica.

Sí, sabe a mucha amargura el discurso del mexicano, pero a mucha verdad. Porque, con todo respeto a Lewis Hamilton y Valteri Bottas, no poner el Mercedes en primero segundo en cada parrilla sería como no clasificar a Brasil (o México) a un Mundial de futbol, es decir, sólo un inútil no lo lograría.

Y esto redunda en espectáculos tibios, a emociones de rácanas. Pero ¿cómo le dices a Mercedes que no sea tan bueno? ¿Cómo haces que el resto trabajes más que los alemanes?

La única "solución" es otro reglamento para los autos, uno que promueve la competitividad y que esta no esté 99 por ciento supeditada a la inversión en millones de euros. Pero, eso no sería la Fórmula Uno, su esencia es el uso ilimitado de recursos para ganar.

Para que termine una dinastía como la de Mercedes, el nuevo reglamento debe favorecer el nacimiento de otra "especie" más fuerte. Y las quejas de hoy por el monólogo plateado, luego serán por la fuerza irrefrenable de otros.

Lo que valió la pena... 30 segundos sublimes

Lo cierto es que, en Montmeló, tuvimos una arrancada sublime. Un baile donde la pista no tuvo un centímetro libre. Donde cada uno exhibió sus mejores 'pasos'. Un Hamilton que robó el dulce al niño Bottas que acaparó la punta todo el fin de semana. El ataque del pentacampeón y la supuesta falla en el clutch del finlandés prendieron las alarmas de fraticidio en la curva uno.

Luego, un "colado" a la fiesta, Sebastian Vettel se deslizó para meter la nariz de su Ferrari en el único momento en que el auto rojo puede oler la punta de una carrera. La presión de Leclerc también inyectó adrenalina, pero fue Verstappen quien tomó las líneas que le permitieron ser el paje de la marcha triunfal de los Mercedes.

Max es el único que, realmente y constantemente ,ha podido todo el año saltar un escalón más de lo que su auto posee como potencial. Otros lo pudieron hacer en las cuatro pistas anteriores, como el mismo Checo, pero en Barcelona, imposible.

¿Vale la pena despertarse a las 6, 8 o 9 de la mañana en domingo para ver un Gran Premio de Fórmula Uno cuando pasa esto? Sí, porque sigue Mónaco y ahí algo va a pasar, al menos, eso es lo que ruegan todos los desmañanados fanáticos del continente americano.