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Selección Mexicana: El paciente que nunca se cura

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"El equipo salió dolido, dudo que perdamos otro" (1:52)

Jaime Lozano tras la derrota de México ante Venezuela en Copa América. (1:52)

La Selección Mexicana de Futbol vive en estado crítico desde hace años, y la solución de los directivos para ‘revivirla’ ha sido aplicar la misma fórmula que ya fracasó una y otra vez.


El estado de salud de la Selección Mexicana de Futbol es crítico. Dicha condición no tiene que ver únicamente con su derrota más reciente ante Venezuela en la Copa América, son años de arrastrar una enfermedad llamada medianía.

Pasan los técnicos, pasan los directivos, pasan los jugadores y todo sigue igual. Se busca afanosamente curar a un ‘enfermo’ —el futbol mexicano— siempre con la misma medicina: promesas, ocurrencias y pésimas decisiones en la elección de los personajes arriba citados.

Dirigentes ineptos eligen a entrenadores a capricho y/o a modo para poder manipularlos y que se cuadren a sus intereses, los cuales nada tienen que ver con el aspecto deportivo como prioridad.

Dichos técnicos sucumben pronto a la presión que representa una silla como la del Tricolor y quedan exhibidos, sencillamente porque no están preparados para ocupar el cargo, mucho menos cuando el representativo nacional está inmerso en la que puede ser la peor crisis de su historia.

Diego Cocca y Jaime Lozano, los dos estrategas más recientes del conjunto azteca, son el ejemplo perfecto de pésimas decisiones tomadas por los hombres que manejan a su antojo el balompié nacional.

Uno fue impuesto por dedazo —el de Alejandro Irarragorri— para dar una muestra de “poder” en los cinco minutos que le concedieron el mando del Tri.

Al otro lo eligió Juan Carlos Rodríguez, un exdirectivo de televisión a quien le pareció buena idea que un joven inexperto y sin merecimientos podía ocupar el cargo simplemente porque tiene una relación cercana con los futbolistas. Además de que “es una buena persona”. Así les va.

El estado de emergencia de la Selección Nacional tuvo su punto de mayor gravedad tras el histórico fracaso en el Mundial de Qatar 2022; sin embargo, 19 meses después nada ha cambiado, se busca la cura empleando la misma fórmula.

Reinan las ocurrencias como sus medidas de ponerle requisitos a los extranjeros que se contraten en la Liga MX, copiando lo que hace la Premier League, como si en algo se parecieran estas competencias.

La regla del menor bajo amenaza de quitar puntos a quien no la cumpla, y una serie de absurdos que no benefician en nada, en nada al futbol mexicano.

Los cambios de raíz que deben existir simplemente no hay la mínima intención de implementarlos porque lo primero es el negocio, así que reducción de extranjeros, fin a la multipropiedad, regreso de ascenso y descenso, entre tantos otros, evidentemente no están en la agenda.

Los dirigentes se engañan a sí mismos y luego se dicen sorprendidos por los resultados en la cancha.

Claro está que los futbolistas tienen un grado importante de responsabilidad, pero a la par son víctimas de un sistema que les impide progresar, crecer y tener ambiciones mayores que la comodidad de la Liga MX.

Edson Álvarez es el único jugador mexicano que juega en una liga de élite a nivel mundial, un garbanzo de a libra de los que salen muy de vez en cuando, y esto evidentemente se ve reflejado en la Selección Mexicana.

Futbolistas como Uriel Antuna o Jorge Sánchez no serían seleccionados nacionales en ningún representativo de mediano respeto a nivel mundial. El primero es incapaz de poner un buen centro en 90 minutos, incapaz. El otro es inexplicable que juegue con la playera tricolor y sin competencia alguna en su posición.

Anoche perdieron contra Venezuela, una escuadra que ciertamente vive un buen momento porque es cuarta en las eliminatorias mundialistas de la Conmebol, con un plantel que mezcla experiencia y varios juveniles interesantes.

Pero con y sin el debido respeto, ¡es Venezuela! Un equipo de segundo escalón en América, junto con Bolivia y Perú, de los más pobres en el área.

Ese es México, el representativo que celebra no ser goleado por Brasil (3-2), que se ufana tras vencer a Jamaica (1-0) y que ante Uruguay se da el lujo de poner a suplentes. Así de caótico todo.

Y si bien es cierto que una persona, en este caso el entrenador, no va a cambiar de la noche a la mañana esta inercia de un Tricolor que camina sin rumbo y va de desastre en desastre, sí que es importante tener a un comandante en jefe capacitado, con jerarquía, experiencia y por quien hable su trabajo, no sus buenas relaciones públicas.

Ahí han tenido y tienen los dirigentes en sus narices a Guillermo Almarada, y resulta increíble que no haya una cabeza medianamente pensante que les haga ver que un entrenador de ese perfil es el idóneo para poner orden en medio de la catástrofe.

‘La Bomba’ y sus secuaces que tienen como sello una elevada ignorancia en cuanto a temas futbolísticos se refiere, viven más preocupados por los mensajes que deben mandar en redes sociales y por imponer un discurso de que todo está bien en la Federación Mexicana de Futbol y anexos, aún cuando la realidad se les estrella una y otra vez en la cara.

La más reciente de ellas, Venezuela, ¡Venezuela! Y falta lo peor: quedar fuera de Copa América a las primeras de cambio o medirse a Argentina en Cuartos de Final. Menudo panorama.