SALVADOR (Enviado especial) – Suele decirse que nunca hay que volver al lugar donde uno fue feliz. En este caso, no queda otra alternativa.
La Selección Argentina arranca un nuevo sueño en la Copa América de Brasil, donde logró el subcampeonato en el Mundial 2014. Hace pocos días, Lionel Messi reconoció que nunca disfrutó tanto como en el ciclo que terminó en la derrota frente a Alemania.
El 10 destacó la conducción de Alejandro Sabella, “un fenómeno como técnico y como persona”, y el camino recorrido en unas Eliminatorias Sudamericanas en las que se sentían imbatibles.
Llegado el momento de la verdad, el equipo se vio obligado a cambiar. El esquema de cinco defensores que planteó el entrenador solo duró los 45 minutos iniciales del debut frente a Bosnia y Herzegovina. Los jugadores dejaron claro, puertas adentro y frente a los micrófonos, que el sistema que más los representaba era el 4-3-3.
Algunos bajos niveles individuales y lesiones como las del Kun Agüero y Ángel Di María también abrieron la posibilidad de meter mano. Los ingresos de Demichelis, Biglia y Enzo Pérez provocaron un conjunto más compacto, de mayor solidez defensiva y menor frescura en ataque. Se tuvo que jugar suplementario contra Suiza en 8vos., Holanda en semis y en la definición del Maracaná.
Lionel Messi fue la bandera en la fase de grupos. Mascherano, el alma. Chiquito Romero se convirtió en el héroe del pasaje a la final. El equipo pasó a ser más importante que las partes. Todos comprometidos en la conquista de un objetivo postergado. Un sentido de pertenencia envidiable.
“Estar tan cerca del Mundial fue terrible. Nos merecíamos poder levantar esa Copa. Dios dirá si podremos volver a mirarnos de frente”, reconoció el capitán Leo. Todavía se lamentan las chances desperdiciadas aquel 13 de julio en Río de Janeiro.
Gran parte de esa camada ya no está más. La Selección se encuentra en un período de transición, con un técnico interino que estiró su estadía y un plantel repleto de caras nuevas.
Messi, Di María y Agüero vuelven a Brasil con el recuerdo fresco de lo sucedido hace cinco años. Está claro que la Copa América no tiene la importancia de una Copa del Mundo. Pero poder levantar un trofeo en el Maracaná es un sueño lo suficientemente grande como para seguir intentándolo.