El Barça necesitaba una inyección de moral así. No se trataba de romper la racha de cinco derrotas consecutivas en el Clásico ni de enlazar su quinta victoria en la LaLiga.
Se trataba de ganar, sí, pero de hacerlo a su manera. A la manera del Barça y demostrándole al Madrid y al mundo del fútbol que ha vuelto, que probablemente no le alcance ya para ganar la Liga, pero que la filosofía impuesta por Xavi Hernández no solo es la correcta, sino que es la única posible en este equipo.
El Barça bailó al Real como en los mejores tiempos, como en la época de Guardiola, cuando bajo el liderazgo de Messi convirtió cada visita en una pesadilla para la hinchada madridista, que pasó de las protestas a la desesperación y acabó, quizá lo peor, rendida a la evidencia.
"Hay que ser protagonistas", dijo Xavi en la previa. Y lo repitió en el vestuario, minutos antes de empezar el partido. Sus jugadores no solo fueron protagonistas, sino que fueron los únicos protagonistas de una noche trágica para el madridismo, hundido al contemplar no solo la derrota, sino la manera, la forma en que el Barça le destrozó sin miramientos.
Jugó Araújo de lateral derecho, jugó Dembélé arriba y Frenkie de Jong en el centro junto a Busquets y Pedri. Quiso mandar Ancelotti en el medio del campo y fue barrido, sin más y de manera concluyente. Busquets mandó, De Jong, avanzado a la media punta, desnudó a un Kroos perdido y los delanteros del Barça fueron puñales terribles a los que frenó de entrada como buenamente pudo Courtois pero que acabaron destrozándole.
Ferran por un lado y Dembélé por el otro machacaron a Carvajal y Nacho; Aubameyang falló la primera pero metió otras dos y la defensa madridista acabó tan expuesta que si cayeron cuatro goles solamente fue porque Ferran, excelente en el juego, estuvo desafortunado en el remate.
We are back.
— Gerard Piqué (@3gerardpique) March 20, 2022
No podrá excusar el Madrid su derrota en la ausencia de Benzema ni mucho menos en la labor arbitral porque el Barcelona le pasó por encima desde el primer momento y hasta el último. Con un chorreo de fútbol monumental que provoca que el barcelonismo pueda mirarse con orgullo al espejo.
El Barça, el verdadero, está de vuelta.