Luego de reaparecer tras una larga lesión, la presencia de Raphinha ha sido fundamental para contagiar al Barcelona de liderazgo y desequilibrio.
El ex del Leeds es un jugador que trasciende las estadísticas. Ante el Atlético de Madrid, el Barça dio un paso más y se mostró como aquel equipo que cuando ataca te atropella y que cuando presiona alto te ahoga. Y nada de esto se entiende sin la figura de Raphinha.
Volvió hace cuatro partidos y se ha notado su peso en cada uno de los minutos que ha disputado tras dos meses de ausencia. Un gol y una asistencia en lo estadístico, pero una influencia bestial en los intangibles.
El jefe en la presión
Para Flick la presión alta es innegociable y para ejecutarla bien es imprescindible que esté sobre el campo Raphinha. No hay jugador más concentrado, más agresivo y amenazador cuando los rivales tratan de sacar el balón desde atrás que el brasileño.
No regala un solo esfuerzo y, más importante aún, exige el 100% a cada uno de sus compañeros. “Sé que soy un pesado, pero así soy yo, exijo a las personas que sé que pueden dar mucho más”, decía Raphinha tras el partido ante el Alavés.
Pero como hacen los grandes líderes, antes de exigir a los demás se exige a sí mismo para después mostrar el camino a sus compañeros. No da una bola por perdida, no se toma ni un segundo para tomar aire. Raphinha, con o sin brazalete, lidera y ordena siempre con el ejemplo propio por delante.
Ante el Atlético, en una muestra más de su liderazgo, se enfadó con Olmo en dos ocasiones por no acompañar la presión, ordenó a Lewandowski cuál era su zona para morder y despertó a Balde de sus lamentos para mandarle de vuelta al lateral.
Una extensión de Flick en el campo
Corta y rasa, Flick dirige al equipo entre bastidores, pero Raphinha es el que coge el testigo y lo lidera en el verde. También su influencia es brutal entre sus compañeros fuera del campo, teniendo especial ascendencia sobre Lamine Yamal, al que le toca proteger y guiar para que no se salga del camino. Raphinha, cómo no, asume ese rol con orgullo y responsabilidad.
Una molestia para la defensa rival
Otro aspecto que sublima el brasileño es en la profundidad ofensiva del Barça. En un equipo donde Rashford, Lamine Yamal y Lewandowski buscan recibir la pelota casi siempre al pie y en el que Ferran Torres es el único que traza diagonales, Raphinha dinamita las defensas rivales con un desmarque tras otro al espacio.
Desde las bandas o desde el centro, no para de picar a la puerta y provocar ventajas. Porque cada defensor que Raphinha arrastra con sus desmarques es un espacio que atacar para Lamine u Olmo, o Balde si es partiendo del costado. Y si la vigilancia sobre el brasileño no está bien hecha, el castigo está asegurado.
Así sucedió ante el Atlético, cuando una descompensación en las marcas dejó a Pedri con demasiado espacio para pensar y a Raphinha con mucho campo para correr. Y, más allá de la fórmula de la CocaCola, no creo que haya muchas recetas mejores que una combinación entre canario y brasileño. Así empató el Barça el partido y así se convirtió el año pasado Raphinha en el hombre con más participaciones de gol en una edición de la Champions junto con Cristiano Ronaldo.
Un líder que inspira
No deja de ser curioso que un equipo que tiene a Pedri y Lamine Yamal necesite tanto del brasileño menos brasileño de la historia, por lo menos de la azulgrana.
Y no por su sangre, sino por romper el estereotipo: alejado de las bicicletas, las rabonas y las pistas de baile, en 2024, después de ser eliminados de la Champions por el PSG, dejó un mensaje para la posteridad que hoy sigue vigente:
“Mato y muero por cada uno de ustedes”, publicó Raphinha en Instagram.
Y si lo hace él, el líder, el capitán general, ¿cómo no van a hacerlo los que están a su lado?
