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Campeones para la historia: Grecia, el 'Maracanazo' de 2004

BARCELONA -- Portugal, en 2016, se convirtió en la décima selección distinta ganadora de la Eurocopa, un torneo que no se disputará en 2020, cuyo palmarés inauguró en 1960 la desaparecida URSS y que entre sus vencedores tiene a tres equipos absolutamente sorprendentes: La Checoslovaquia que convirtió en leyenda a Panenka en 1976, la Dinamarca que llegó al torneo de rebote en 1992… Y la Grecia que sorprendió a todo el mundo en 2004.

Entrenador milagro que condujo al Kaiserslautern a conquistar la Bundesliga en 1998, solo un año después de su ascenso, Otto Rehhagel estaba de vacaciones cuando en agosto de 2001 le contactó la federación de Grecia, derrumbada la selección y eliminada en el camino al Mundial de 2002, para asumir su banquillo, después de que Nevio Scala, Terry Venables o Marco Tardelli hubieran rechazado el ofrecimiento. Rehhagel, muy controvertido en Alemania tras su mala experiencia en el Bayern Múnich y la despedida abrupta en el Kaiserlautern, aceptó el reto de intentar llevar a Grecia a la Eurocopa de 2004. Nadie imaginaba lo que estaba a punto de comenzar.

Dos derrotas para empezar, de local ante España y en Ucrania ambas por 2-0, dieron a pensar que los helenos no tenían mucho que decir. Rehhagel, entonces, octubre de 2002, cambió de un día para otro la personalidad del equipo: retrasó líneas, condenó al banquillo a su jugador más técnico, Tsartas, y con un sistema defensivo tan ortodoxo como efectivo ganó los seis siguientes partidos, inluyendo un 0-1 en España que le dio la clasificación para la fase final de Portugal.

EL GOLPE

El objetivo estaba cumplido… Pero el sorteo de la Eurocopa dio a entender que aquella humilde Grecia no tendría más recorrido en Portugal, viéndose incluida en el mismo grupo que los anfitriones, Rusia y la España dirigida por Iñaki Sáez, con Raúl al frente… Pero contra todo pronóstico dio el golpe.

Comenzó ganando en la jornada inaugural a la Portugal del jovencísimo Cristiano Ronaldo, de Figo, Couto, Rui Costa o Deco por 1-2, siguió arrancando un empate (1-1) ante España y se clasificó en la última jornada a pesar de perder (2-1) frente a Rusia gracias a la derrota de España ante los portugueses. Logró el pase a octavos como segunda de grupo tras los anfitriones, cumpliendo ya de sobras la exigencia en el torneo.

Teniendo en cuenta que Grecia no disputaba una fase final de Eurocopa desde 1980, entrar en los cruces era un éxito. Y pensando que enfrente, en los cuartos de final, iba a enfrentarse a una Francia que defendía el título logrado en 2000 y precisaba recuperar sensaciones tras su mal papel en el Mundial de 2002 se entendía que el partido de Lisboa iba a ser el final del camino….

LOS MILAGROS

Grecia le dio el balón a los franceses. Se lo regaló para apenas sumar una posesión del 35 por ciento durante todo el encuentro, rematando cinco veces a la portería de Barthez mientras los Zidane, Henry, Trezeguet y compañía se estrellaban continuamente ante una defensa formada por Seitaridis, Dellas, Fyssas, Kapsis y Karagounis… O chocaban ante un portero llamado Nikopolidis que, de pronto, se convirtió en inaccesible.

Hasta que superada la hora de partido, un centro desde la derecha del capitán Zagorakis lo remató de cabeza, imperial, Charisteas a la red. De ahí al final el sufrimiento, la defensa a ultranza… Y la sorpresa.

Grecia en semifinales. Y enfrentada a la República Checa de Cech, Jankulovski, Smicer, Poborski, Koller o Rosicky. Un día antes Portugal había eliminado a Holanda y esperaba en la final de la fiesta nacional entendiendo que jugaría ante la subcampeona de 1996. Sin imaginar nadie que aquella rocosa Grecia aún se guardaba otra campanada.

Dominó, claro, la selección de Karel Brückner, pero resistió con solvencia el equipo heleno, entregado a un sufrimiento que fue éxtasis cuando ya en la prórroga, en la última jugada del primer tiempo, un corner botado por Tsartas al primer palo lo remató Dellas a gol. Le bastó al equipo de Rehhagel para provocar una explosión de euforia en Atenas y en todo el país. Nadie apostaba por Grecia… Y estaba en la final.

MARACANAZO EN LISBOA

El 4 de julio de 2004 se jugó la final. La Eurocopa se cerraba con el mismo partido que se había inaugurado. Portugal-Grecia y con los anfitriones decididos a no dejarse sorprender como el primer día por un rival exento de brillantez pero sobrado de ilusión.

“No juegan un fútbol bonito pero son justos campeones porque fueron más eficaces”, reconoció Figo. “Es lamentable que un equipo que solo sabe defender sea el campeón. Es lo único que han hecho durante todo el torneo” se quejó amargamente Pauleta. “”Cometimos solo un error atrás… y lo pagamos”, se apenó Deco. “Es difícil de aceptar, pero debemos felicitarles” solventó el seleccionador local Scolari al tiempo que Rehhagel, eufórico, sentenciaba que su equipo había hecho “historia. Es el fruto de tres años de duro trabajo”.

Ese trabajo que se redondeó aquella tarde en Lisboa, donde todo estaba preparado para la celebración de una Portugal que acorraló a los griegos desde el primer minuto pero no supo romper una defensa de hierro, durísima y ordenada.

Una Grecia que apenas si dio señales de vida en ataque hasta que cerca de la hora de partido, a la salida de un corner lanzado por Basinas, marcó el gol victorioso.

Remató de cabeza Charisteas. Gol. Otra vez a balón parado, jugada ensayada y dirigida por los Dioses para provocar un maracanazo en toda regla. Nadie daba crédito a lo sucedido… Pero Grecia, una simple convidada de piedra al torneo, acababa de proclamarse campeona de Europa contra toda lógica.

Para la historia siempre quedará la gesta de un equipo tan homogéneo como ausente de brillantez individual, convirtiendo en héroes a unos futbolistas que consumaron el mayor milagro de la historia de la Eurocopa. Más aún que el protagonizado doce años antes por Dinamarca. Mucho más.