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Los comienzos de Alzamendi: futbolista y policía, con una forma peculiar de gastar su primer sueldo

En entrevista con ESPN Uruguay, Antonio Alzamendi habló de su primera etapa en el fútbol, antes de llegar al profesionalismo. En la ciudad de Durazno, el Hormiga jugaba en Huracán en Baby Fútbol, y luego en Wanderers de esa ciudad, a pesar de ser hincha de Racing de Durazno. Cuando ya estaba en el primer equipo de Wanderers, ingresó a la Policía.

“Antes trabajabas o estudiabas, y uno de los grandes errores míos fue no haber seguido estudiando. Porque podía hacer las dos cosas, no por el hecho de que quería dejar de jugar al fútbol. Mi padre me dijo: ‘trabajás, m’hijo o estudiás’. ‘No, no, trabajo’, dije yo. Y tuve unos trabajos: fui repartidor de diarios, trabajé en una fábrica de caños, después en un almacén y en un momento papá me dijo: ‘mirá que te puedo poner en la Policía, pero tenés que jugar en Policial’. Me fui a jugar a Policial, jugué dos años y ahí apareció Sudamérica que fue el equipo que me llevó al profesionalismo”, contó Alzamendi.

En el equipo buzón jugó entre 1976 y 1978 y desde ahí dio el salto a Independiente de Argentina. Al primer sueldo como jugador del rojo lo pudo guardar y usarlo para comprar su primera casa, gracias al consejo de su padre.

Pero Alzamendi también recordó que su primer sueldo de policía lo gastó en “mortadela, bombachas y zapatos para mis hermanas”. “Porque mis hermanas me querían matar. Decían: ‘Antonio, ahora nos dicen las sin bombachas’ en Durazno. Yo gasté en la familia. Había kermeses en las iglesias, donde llevaban ropa y vendían; y yo vi un montón de bombachas y zapatos y los compré todos en 20 pesos o 20 reales, no me acuerdo”, contó el exfutbolista.

Otra anécdota curiosa de Alzamendi como policía fue cuando tenía que hacer guardia en los bailes y se sacaba el uniforme y se ponía a bailar. “Había un policía, el Pucho Vera, que era guardia en la puerta y yo adentro del baile. En ese tiempo andaba de bandido, vi que estaba buenazo el baile, me saqué el sombrero, el arma y me puse a bailar. Me saqué la corbata y llega el inspector de la Jefatura que hacía recorridas y caía de sorpresa. Habíamos quedado con el Pucho que me avisaba si venía uno, nos avisábamos: cuando él estaba adentro yo le avisaba a él y cuando él estaba afuera, él me tenía que avisar a mí. Y llegó el inspector y el Pucho no estaba en la puerta y me agarran bailando. Me llaman y yo buscaba al Pucho, que se había agarrado una de aquellas, se me había emborrachado en la puerta y quedamos regalados los dos. Nos pusieron como diez días a rigor”, contó el Hormiga.