BARCELONA -- "Yo odio el 'tiki-taka'. Lo odio. El tiki-taka es pasarse el balón por pasar, sin ninguna intención. Y esto no sirve para nada. No os creáis lo que dicen: ¡El Barça no tenía nada de tiki-taka! ¡Eso es un invento! ¡No hagáis caso!". Página 149 de 'Herr Pep', el libro escrito por Martí Perarnau en el que se desglosa el primer año de Pep Guardiola en el Bayern Munich.
Los medios ingleses se sobresaltaron ayer con el descubrimiento de este parlamento que ofreció el entrenador a sus jugadores el 25 de agosto de 2013. Un día antes el Bayern había derrotado al Núremberg por 2-0 y la prensa germana destacó el 81 por ciento de posesión alcanzado por el equipo de Guardiola, un record histórico en la Bundesliga. Fue cuando el catalán se vio en la necesidad de aclarar conceptos con los suyos. Y fue cuando les mostró, sin disimulo, la realidad de su ideario.
"Hay que pasar el balón, sí, pero con intención, con intencionalidad. Pasarlo para cargar un lado, para atraer y para resolver por el opuesto; atraer al contrario para que deje libre el costado débil y entonces eso, resolver por el lado opuesto. Nuestro juego debe ser eso y no el tiki-taka" resolvió Pep ante la atención de unos futbolistas que descubrieron de golpe el fondo mismo de la cuestión.
Guardiola no solo explicó aquella mañana de domingo que su equipo no tenía que ser el Barça de Munich, sino, más aún, les aclaró que el Barça que él dirigió jamás se basó en lo que se quiso conocer como el 'tiki-taka', fue algo mucho más elaborado: el juego de posición que en su día había impuesto Johan Cruyff y que se tomó, se mantiene, como dogma en el Camp Nou. Desde el primero de los equipos benjamines (niños de siete años) y hasta el equipo profesional, la cadena no se rompe. El pase, la posesión, la colocación... Todo.
Pero todo con esa intencionalidad. El balón comienza en el portero y se traslada hasta más allá del centro del campo a través de la combinación rápida, triangulaciones y pases que busquen esa basculación obligada en el rival para después 'matarlo'. Desde Xavi, Iniesta o Messi y hasta Müller, Ribéry o Robben. Distintos protagonistas, diferentes personalidades y aptitudes pero un mismo objetivo.
Europa todavía mantiene vivo el recuerdo del partido que disputaron en el Etihad Stadium el Manchester City y el Bayern a través de una jugada concreta. Ocurrió el 2 de octubre de 2013. Venció el equipo alemán por 1-3 y en la segunda parte de aquel encuentro de Champions los hombres de Guardiola enlazaron hasta 94 pases durante 3 minutos y 27 segundos que quedaron enmarcados entre lo mejor de la temporada.
No fue un simple 'tiki-taka'. Fue un rondo gigante durante el que la defensa del Manchester City persiguió de manera inútil el balón por todo el campo mientras el Bayern ofrecía una clase maestra de la excelencia de la posesión, la posición. "Si el balón lo tienes tú, ellos no pueden marcarte un gol", dijo un día, ya lejano, Johan Cruyff en una sentencia tan pasmosa como cierta y que podría tomarse como el comienzo de todo.
El holandés inició ese camino que tomó Van Gaal, perfeccionó años después Rijkaard y llevó a la perfección Guardiola en el Camp Nou antes de trasladarlo a Munich. El balón se mima a través de rápidas triangulaciones, pases supersónicos que se aprenden en los entrenamientos... Porque ser testigo de un entrenamiento del Dream Team de Cruyff fue en su día un privilegio, como lo fue después ver al equipo de Pep.
Cuando el balón traspasa el centro del campo el objetivo ya está en mirar a la portería contraria, abrir el juego a los extremos, desequilibrar con la ayuda de los interiores y buscar la superioridad en el ataque. Siempre con el apoyo de los centrocampistas que se suman a la ayuda en caso de que deba comenzar la jugada otra vez si el repliegue rival obliga a ello. Y con los centrales en el centro del campo, con un lateral de cierre en el lado opuesto al ataque y el contrincante embotellado.
¿Tiki-taka? No. Posesión y combinación. Y eso, entre otras cosas, significa no rifar el balón. Márquez, como Xavi o Piqué, como Alaba, Javi Martínez, Schweinsteiger o Xabi Alonso tenían y tienen la potestad de levantar la cabeza y buscar un lanzamiento en diagonal de 40 metros que busque la carrera de Messi, de Pedro, Villa, Robben, Götze o Ribéry. "Hay que saber romper la lógica de la defensa cuando no lo espera", descubrió un día Johan Cruyff, que tenía en Koeman y el propio Guardiola a dos adelantados a su tiempo en esa faceta. Pero son decisiones, personales del jugador (con la aquiescencia del entrenador), que significan la excepción de la regla.
La personalidad misma del Barcelona puede explicarse a través de un ejemplo cruel para los padres. La Escuela del Barça, paso previo a la cantera, suele tomar parte en torneos amistosos por España en que sus equipos menores, los de fútbol-7, se enfrentan a rivales con mayor presencia física. No es extraño que el Barça pierda algunos partidos por goleada... Pero ni perdiendo por 5-0 el entrenador cambia los cánones del juego: el portero le pasa el balón al lateral y éste tiene la obligación de buscar al central o centrocampista para iniciar la jugada. Por mucho que la presión asfixiante del rival le supere por su mayor capacidad física se cambia el sistema. Y, en ocasiones, los niños acaban con los ojos llorosos por resultados abultados que a los mismos padres les cuesta entender.
¿El resultado de ello? Eso ocurre en el fútbol-7 con los pequeños. Porque a medida que crecen, aumentan sus automatismos y ya en edad infantil se adivina sin dificultad el acierto de esa apuesta. Infantiles, cadetes, juveniles... A cada paso que se da, la calidad técnica del jugador se destaca del rival, cuya mayor capacidad física no le alcanza para robar la pelota a ese equipo que la mueve a una velocidad cada vez mayor y más precisa.
Eso, tan simple como difícil de conseguir, es lo que ofreció al mundo el Barça de Guardiola con Xavi o Iniesta, con Messi y Pedro... Eso y enseñarles a todos, desde que eran niños, que la calidad sin la intensidad no lleva a ningún sitio. Y eso es lo que ha trasladado el entrenador catalán al Bayern.
Ese "yo odio el tiki-taka" con el que sorprendió a sus jugadores en Munich aquel lejano 25 de agosto de 2013 fue un aviso, una aclaración y una declaración de intenciones de su ideario futbolístico con el que se desmarcó para siempre de una leyenda incierta a la que se le quiso atar desde su época en el Barça y que se trasladó a la mejor selección española de la historia. Porque Pep, el mejor alumno de Johan Cruyff, ama el balón y quiere que los suyos lo traten con el mimo y respeto que merece. Aunque siempre, siempre, con un objetivo claro: destrozar al rival. La paciencia es una virtud en ese fútbol pero eso no tiene nada que ver con "pasarse el balón por pasar, sin ninguna intención".
En el fútbol de Guardiola todo, absolutamente todo, tiene una razón de ser.