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La atleta Déborah Rodríguez busca la revancha en Tokio 2020 tras los Panamericanos

LIMA, Perú -- Ganar medallas de bronce en dos Panamericanos consecutivos es un hito de lo que pocos atletas uruguayos pueden presumir. Si además eres también campeona Sudamericana en los últimos dos años, plata en los juegos Iberoamericanos y has certificado tu boleto al Mundial de Catar de septiembre de este año, seguramente estés rebosante de ilusión y confianza. Es el caso actual de la atleta Déborah Rodríguez, la charrúa que se quedó apenas a dos centésimas de colgarse la plata en los 800 metros femeninos de los Juegos Panamericanos de Lima 2019. Se tuvo que conformar con la de bronce, pero estaba radiante y feliz.

Pero no siempre fue esta su realidad.

Con 23 años, en los Juegos Olímpicos de Río 2016, a la uruguaya se le vino el mundo encima. Su pobre presentación en la justa brasileña la hundió en un terrible depresión que incluso le hizo ponderar el retiro. En esos momentos tan oscuros, Déborah encontró las fuerzas necesarias para salir adelante, para patear el tablero y empezar de nuevo.

De eso, de sus aspiraciones en los próximos 12 meses y de sus inquietudes como profesional y como mujer charló la medallista con ESPN Digital en el campo de entrenamiento de la Villa Deportiva Nacional de Lima, a escasos metros de donde hace apenas unos días se colgó entre lágrimas de emoción una presea importantísima para ella y para su país.

¿Cómo has vivido estos Juegos Panamericanos 2019 en Lima?

Estoy muy feliz. Es mi primera experiencia en los Panamericanos en 800 metros y he podido competir con chicas de primer nivel, como la jamaicana Goule [Natoya] y la cubana Almanza (Rose Mary) que son de las mejores del mundo. Quede a un tantito de la medalla plata. Pero viví mi bronce como si fuera medalla de oro.

¿Cómo te preparaste para esta competencia?

Desde noviembre del año pasado cambié de entrenamiento. Había estado en la academia de IMG en Florida, un centro de alto rendimiento, pero tuve la oportunidad de ir a Philadelphia a entrenar con Derek Thompson, que es uno de los mejores del mundo, por lo que no lo dudé. Ahora tengo la posibilidad de entrenar con algunas de las mejores atletas, como son Ajee Wilson o Raevyn Rogers, entre otras. Para mí este ha sido un cambio grande, drástico y eso me asustaba un poco. Normalmente tardas un año o año y medio en acostumbrarte a los nuevos entrenamientos, pero yo me he adaptado muy rápido lo que me permitió conseguir la medalla de oro en el Sudamericano y así clasificar al Mundial de Doha.

Puedes cerrar un gran año entonces en Catar a finales de septiembre.

Si hago una reflexión de lo que fue el año, creo que ha sido excelente. Ahora tengo muchas ganas de enfocarme más en los tiempos que en las medallas. Viene el Mundial donde la presión va a ser tremenda para poder conseguir la marca de clasificación a Tokio. Vamos a luchar por una semifinal del mundo o, quién sabe, quizás hasta una final. Soy uruguaya y a nosotros nos conocen por la garra charrúa, así que me gusta soñar con lo que la gente llama imposibles.

A Río 2016 llegaste con muchas ganas de pelear por la medalla. Venías de llevarte el oro en los Iberoamericanos de Río en 400 vallas, y también oro en 400 vallas y 800 lisos en el Sudamericano de Lima de 2015. Sin embargo, en los Juegos Olímpicos quedaste sexta en tu serie, 41 de 64 corredoras, en los 800 metros. ¿Cómo recuerdas aquel mal trago?

Me emociona mucho hablar de eso. Me creé muchas expectativas que a la postre no pude cumplir. Después de los Juegos estuve muy mal, muy deprimida, llegué a pensar en dejar de correr.

Hoy, después de tres años de haber competido en Río, lo he asimilado, he vuelto a ganar en el Campeonato Sudamericano y he hecho bronce en estos Panamericanos. Mi equipo confía mucho en mí y me dicen: ‘Déborah, tienes un talento increíble. Tienes que creértelo’. Me faltaba eso antes. A menudo los resultado pueden no darse por un tema más mental que de preparación, y para mí esta medalla en los Panamericanos me da esa confianza que en un momento había perdido.

Tras tu participación en Río 2016 decidiste reinventarte a lo grande. Te mudaste a Florida para trabajar en el centro de alto rendimiento de IMG y empezaste a trabajar con un sicólogo. ¿Es tan importante el tema mental en el atletismo de alto nivel?

Ha sido importantísimo para llegar hasta acá. Llevo 14 años como profesional y hasta el día de hoy sigo lidiando con cuestiones existenciales que muchas veces no tienen nada que ver con la realidad. Es algo que a los deportistas nos cuesta. Llegamos a alguna competencia y nos ponemos mucha presión encima. Al final, puedes incluso ganar la medalla, pero te preguntas ¿lo he disfrutado? Y las más de las veces la respuesta es negativa.

¿Cómo fue de importante salir de Uruguay para llegar al siguiente nivel en tu carrera?

Venía de un país subdesarrollado en lo deportivo. Uruguay es un país maravilloso, pero también es muy futbolero y los otros deportes no tienen tanta atención. Para mí llegar a Estados Unidos a una academia tan conocida como IMG, con la infraestructura de un centro de alto rendimiento, fue espectacular. Pero me fui allí pensando en el siguiente paso. Estoy muy agradecida a la academia porque me dio la oportunidad de conocer a mi actual equipo. En Philadelphia, ahora, estoy entrenando con algunos de los mejores del mundo. Me he dado cuenta que a veces la infraestructura es importante, pero más lo es tener un buen equipo. Yo en Uruguay entrenaba sola, en IMG entrenaba sola, y ahora entreno todos los días con un gran equipo que cuenta con cinco corredoras que son mejores que yo. Eso lo valoro mucho más, aunque estemos en un parque, y que tengamos que esquivar gente, a carritos de bebé y familias, en lugar de estar en una pista y un gimnasio perfectos.

Haces también un gran sacrificio al tener que estar lejos de la familia.

Se echa de menos. Hace casi un año que no voy a Uruguay, aunque justo después de los Juegos me iré a pasar una semana. Es difícil estar lejos de los tuyos, no poder ver a mis padres, a mis hermanos, y poder compartir con ellos esta alegría de haber ganado una medalla Uno nunca se adapta a estar lejos de la familia, pero sí que te acostumbras al final.

Eres una gran defensora de que las atletas se muestren bellas y femeninas al competir.

En Río 2016 la gente se preguntaba por qué yo corría maquillada. Fue muy gracioso, pero me hizo reflexionar sobre muchas cosas. La gente se acostumbra a vernos como deportistas y quizás se olvidan que somos personas, mujeres. Yo me siento muy femenina y siempre digo que antes que atleta soy una mujer-negra-uruguaya. Para mí es algo con lo que me identifico con una fuerza increíble. Poder mostrar que puedo ser mujer, deportista y mantener mi feminidad es algo muy importante.

Y tras tu carrera como atleta, ¿te ves involucrada en el mundillo como entrenadora de otras jóvenes atletas?

He estudiado gerencia deportiva y estoy estudiando una carrera a distancia en comunicación; también estoy arrancando un grado en marketing deportivo. No me atrae para nada la educación física, porque aunque lo respeto mucho creo que hay que tener mucha paciencia, que es algo que yo no tengo (risas). Por eso me preparo para lo que vendrá después de mi carrera como atleta. Creo que es importante ayudar a cuidar y vender la imagen de los deportistas, por lo que me gustaría poder llegar a trabajar en ese área”.

Si pudieras visualizarte ya en el verano 2020, ¿qué sueño te gustaría que se te cumpliera?

Ser finalista olímpica. Me encantaría estar en esa final. Creo que tal y como me estoy entrenando es algo que puedo llegar a conseguir. Entreno con chicas que han sido medallistas mundiales y eso ha cambiado totalmente mi perspectiva. Antes me enfocaba en objetivos más pequeños, nacionales, regionales, continentales. Mi nuevo entrenador me dijo: ‘Piensa en grande, en metas mundiales, porque quiero que seas finalista olímpica’. Para mí fue como un shock, pero luego pensé: ‘si estoy con el mejor entrenador, él confía en que puedo hacerlo, y yo también confío. ¡Vamos a hacerlo!’.