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ESPNDavid Faitelson
 

  La Selección Mexicana afrontará la crucial fecha FIFA con un público experimental en las tribunas. La Federación Mexicana se ha visto obligada a buscar soluciones ante el grito homofóbico que ha generado multas y castigos de FIFA, pero el verdadero reto podría no estar en las graderías, sino en la cancha, donde el futbol y los resultados de la selección de México se descarrilaron dramáticamente en el 2021. La pregunta es: ¿hará Martino cambios en sus formaciones? ¿Se atreverá a hacerlo a esta altura de la eliminatoria? Hay algunos nombres que aparecen por ahí y que han tenido cierta notoriedad en los últimos tiempos. ¿Los llamará? ¿Llamará a otros que no han tenido ni el rendimiento ni la exposición en sus clubes? Esa la gran cuestión: ¿Habrá experimentos también en la cancha?

 

  SAN DIEGO, California.- La afición, forzosamente, será “experimental”, pero hay otra pregunta que realmente inquieta al futbol mexicano de cara a la Fecha FIFA que debe significar el boleto para el Mundial de Qatar: ¿es tiempo de hacer “experimentos” también el campo de juego?

 

   Eso de celebrar un partido con “público experimental” suena más a una prueba de laboratorio que a un juego de pasiones llamado futbol. Es una pena como nuestra falta de educación ha llegado a lastimar una de las grandes tradiciones del país: ir, en familia, al futbol a disfrutar.

 

  La Federación Mexicana de Futbol asume un nuevo reto: identificar a cada persona que ingrese al estadio. No es nada nuevo, ya lo hicieron de forma exacta, y agregaría, yo, impresionante, los organizadores del Mundial de Rusia 2018, donde en cada acceso al estadio, había una pantalla que identificaba con fotografía y datos al aficionado que iba a entrar al partido. Los rusos temían por temas de terrorismo y aquí tememos por temas de falta de educación. Sea como sea, estos son los nuevos tiempos de convivencia humana. No basta con un virus y una epidemia que nos tiene a todos amenazados y coartados. También, en el caso del futbol mexicano, se le agrega una cuota de majadería, insolencia, e insisto, falta de educación, para saber comportarse en una tribuna.

 

 

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Getty ImagesGerardo Martino deberá "experimentar" con la alineación de la Selección Mexicana en la próxima fecha FIFA.

 

   En el plano meramente deportivo (futbolístico), no es lo mismo, obviamente, jugar con estadio lleno y rebosante en pasión. El Estadio Azteca es un escenario que impon,  y luego, siempre está la altitud de la Ciudad de México que, en general o mayormente, “juega” a favor del local, pero, al final del día, lo que valdrá es el futbol. Y si México no tiene el futbol para vencer a Costa Rica y a Panamá en casa, entonces, no tiene nada que hacer en Qatar 2022.

 

   Ahora, aquí viene realmente lo  trascedente. Gerardo ‘El Tata’ Martino tiene una gran disyuntiva ante la crucial fecha FIFA que se aproxima para México: ¿Buscar? ¿Cambiar? ¿Experimentar? ¿Probar otros futbolistas y otras formas? ¿O, quedarse con lo que ya conoce y que, sin duda, entregó malos resultados el año pasado? Los riesgos son menores y también mayores. Para eso le pagan.

 

   Hay algunos nombres que podrían ser llamativos en la lista de la selección mayor que viajará a Kingston y que luego recibirá a costarricenses y panameños. Estos son algunos de ellos: Javier Hernández (oficialmente no está vetado) , Santiago Giménez, Erik Lira, Rodolfo Cota, Gerardo Arteaga, Salvador Reyes, Fernando Navarro, Osvaldo Rodríguez, Alfonso González, Aldo Rocha, Rodolfo Pizarro, Diego Lainez, JJ Macías y hasta el juvenil del Arsenal, Marcelo Flores, quien tuvo algunos minutos en un amistoso con Chile a finales del 2021 podrían ser algunos de los nombres que Martino utilizaría para hacer cambios a un equipo que terminado descarrilado en resultados y en funcionamiento en el 2021.

 

   México debe clasificarse al Mundial basado en su mayor nivel futbolístico y no en si el Azteca está lleno, medio vacío o tiene una “afición experimental”. Porqué de nada sirve obtener el boleto mundialista basado en tus condiciones de local si no eres capaz de competir en noviembre, en territorio catarí, ante lo mejor del futbol internacional.

 

   @Faitelson_ESPN

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Tigres alcanza a rescatar el empate con gol de Carlos Salcedo
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LOS ÁNGELES -- La ansiedad estaba sobre Sebastián Córdova, los reflectores terminaron sobre Carlos Salcedo. De nuevo, al rescate de Tigres. 1-1 en la Comarca, ante Santos. En “la casa del dolor ajeno”, la aflicción fue propia.

Se ha vuelto una adicción para Salcedo sentenciar a Santos. Y hacerlo además en los tiempos del drama, del desmayo, de lo improbable.

Viñeta Rafa Ramos

Este miércoles por la noche fue al minuto 93, cuando Tigres ya apestaba a fiambre. Un servicio de Córdova desde el rincón derecho, con el último zapatazo, con el último jadeo, a una pelota perdida. Salcedo controla en el área, la pelota se eleva y la prende de derecha. El balón se estrella en Ronaldo Prieto y le tuerce el rumbo, y le retuerce el giro al balón. Carlos Acevedo había atajado todo, menos esa caricia de Judas.

El estadio entero, frustrado, decepcionado, luctuoso, pensó lo mismo de Carlos Salcedo que lo que escupió festivo, eufórico, Miguel Herrera: “Eres un hijo de p...”. Apenas segundos antes, El Piojo quería retocar su piojosa suerte y lo había mandado al ataque. “Tantos siglos, tantos mundos, tanto espacio, y coincidir”, habría tarareado Pablo Milanés.

“Unos segundos antes le había comentado que se fuera de ‘9’ para ayudar con un remate y justo le cae la pelota y anota, por eso lo festejamos”, explicó Miguel Herrera en conferencia de prensa sobre la peculiar celebración tras el empate.

Incluso, en su cuenta de Twitter, Salcedo muestra una imagen del momento exacto en que Herrera le pide que se clave en el área, donde aún merodeaban, sin reposo entre la implacable marca del adversario, André-Pierre Gignac y Carlos González.

Santos es el mártir favorito de Salcedo. En los Cuartos de Final del Apertura 2021, al ‘81, con un zapatazo de zurda, mete a Tigres a Semifinales. En el mismo torneo, en la Fecha 3, al ’88, había encajado el 1-1. La Comarca y El Piojo coinciden en esas cinco palabras, esas, las de “eres un hijo de p...” . Unos desde la tumba, y otro desde el festejo. “Y coincidir...”.

Cierto, Carlos Salcedo acusa a veces inestabilidad. A veces, enorgullece el apodo de Titán, a veces es más un émulo del comediante “Tin-Tan”. A veces colecciona tarjetas como premio a sus absurdos, y a veces endereza la nave que zozobra. Tal y como ya lo ha hecho tres veces ante Santos.

Son sus cromosomas. Un día se ciñe una guirnalda y otro día se consume en la frustración. Un día garabatea su nombre en la historia de Tigres, y otro día escupe a su mismísima sombra.

Es así, un tipo hecho energía y violencia pura, casi irracional, pero al que la mano de Miguel Herrera le ha templado la brida de su temperamento. El Piojo lo sabe: un día será su Almirante y otro día el más desprolijo de sus grumetes. Pero, hace más por él que sus anteriores entrenadores.

La redención de Carlos Salcedo es ya, estrictamente, misión entre laica y franciscana de Miguel Herrera.

Ese temperamento arrebatado, le valió el veto en la Selección Mexicana. Contravino al presunto hijo putativo de Gerardo Martino. Y el Tata es tata, primero, de sus paisanos y protegidos, especialmente de su caballerango Jorge Theiler, con quien tuvo la fricción el defensa de Tigres.

Un día Titán, otro día Tin-Tan. Y quedó fuera de convocatorias de la Selección Mexicana. Hoy, tiene más vetados Gerardo Martino que puntos en el Octagonal Final de la Concacaf, en el que marcha tercero y apenas arriba de Panamá, por mínima diferencia de goles.

¿Los dos goles a Santos en minutos críticos, en Cuartos de Final y este miércoles, rescatarán a Carlos Salcedo de esa fosa común de vetados por las decisiones viscerales de Martino? El Tata ha sido siempre así, y parece que sus fracasos en los vestidores de Argentina y Barcelona, no le educan aún a los 59 años.

Después de aquel zafarrancho verbal con Jorge Theiler, el defensa de Tigres sabía que había caído de la gracia del búnker argentino. Trató de remediarlo. El mea culpa no bastó.

“¡Yo la ca...é! Y he aprendido a no hacer eso y a controlarme. Aprendí de ese roce que tuve en la Selección. Hablé con Jorge (Thieler), hablamos muy tranquilos y me dijo ‘para mí quedó ahí’. Ya las represalias que yo tenga, las tomo, y no tomo nada contra mí porque yo sé que la regué. Yo sabía que no me iban a hablar y lo acepto”, expresó a MultiMedios.

¿Lo perdonará Gerardo Martino después de vetarlo en dos convocatorias? ¿O el argentino asume que no tiene la autoridad ni el impacto que tiene Miguel Herrera en Carlos Salcedo, para sacarle mejor provecho? Escondrijos de la impotencia, pues.

Por lo pronto, no hay ya tregua para Salcedo si quiere regresar a la Selección Mexicana. Se viene un ciclo crítico para el Tri: Jamaica, Costa Rica y Panamá, y él, ante Puebla y Pumas jugará sus últimas cartas. Para ello, deberá prevalecer el Titán y embalsamar a ese indeseable “Tin-Tan”.

El caso de Sebastián Córdova es punto aparte. Hay un desbalance fascinante en el saldo del juego ante Santos. Fue el jugador que más balones perdió, con un total de 23... pero fue el artífice del servicio para el gol de Salcedo, según el reporte de @Statiskicks.

Sí: 23 errores y un monumental acierto. 23 desaciertos que debieron hacer sonreír maliciosamente a Santiago Solari, y un acierto que le amargó la noche. ¿Cómo juzgar a Córdova?

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LOS ÁNGELES -- 2021, un año azaroso para Gerardo Martino. Un año para el olvido, pero un año para nunca olvidarlo. Las desgracias se olvidan, pero de ellas se aprende.

Estas navidades, el Grinch tomó forma de funesta ironía en casa del Tata: tres tundas de Estados Unidos, y patina en la resbaladiza cornisa de la repesca. Apenas un par de goles lo pone encima de Panamá.

¿Y futbol?, ni hablar. Un equipo de espasmos, casi de afortunadas alegorías individuales, más que de un proyecto sólido, vigente, promisorio.

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Imago7Gerardo Martino

Además, se le ha escapado un bono de casi un millón de dólares. Lo conseguiría si lograba meter a México como cabeza de serie para el Mundial de Catar. En el zaguán del sitio 14 de la Clasificación de FIFA, parece ya imposible.

En la antepuerta del 2022, el técnico de la Selección Mexicana debe mirarse ante el espejo. De frente y de perfil. Modelando, debe estar, calzones rojos (pasión), amarillos (abundancia), verdes (esperanza), blancos (salud) y azules (éxito).

Ya se sabe, el color de las trusas en el Año Viejo es un anhelo para el Año Nuevo. Sí, fatalismos; sí, supersticiones. Pero cuando el trabajo no prospera, uno descuelga sus amuletos y fetiches. “Cuando de nada nos sirve rezar...”.

Rojos, Tata, rojos deben ser tus calzones para despedir 2021 y atisbar el 2022. Rojos, sin duda, porque tú mismo, Gerardo Martino, lo fuiste reclamando a lo largo de este año. Rojos, sí, rojos.

Reiteradamente, pasando de la arenga a la súplica, de la increpación a la recriminación, Gerardo Martino fue usando, hasta el desgaste, una palabra que encierra un universo dentro del futbol: intensidad.

“Nos faltó intensidad”. “Perdimos intensidad”. “Se necesitaba más intensidad”. Esa era la jaculatoria de Gerardo Martino cuando tropezaba con Estados Unidos o Canadá, o cuando recibía el sopapo inesperado de un empate.

“Intensidad”. Pasión, pues. Calzones rojos, pues.

Alguna vez, el escritor catalán Manuel Vázquez Montalbán escribió: “El baloncesto español necesita héroes con carne de cromo coleccionable”. Sí, de esos mismos necesita Gerardo Martino. Espartanos, pues. Calzones rojos, pues.

“Intensidad”. La palabra condensa toda esa implacable reflexión de Vázquez Montalbán. “Héroes con carne de cromo coleccionable”. ¡Poderosísimo!

Intensidad, como la de Estados Unidos en la Final de la Liga de las Naciones. O como en la Final de la Copa Oro. O como en la eliminatoria mundialista. O como Canadá en Edmonton.

Vayamos a terreno doméstico. Once jugadores de medio pelo, poco apetitosos en un tianguis de piernas como ocurre en el futbol mexicano, hicieron campeón al Atlas. Fue, en medio de sus carencia, de su escasez, un prodigio de intensidad. Hasta cuando falló su penalti, Aldo Rocha, el capitán, el referente, fue una descarga de intensidad.

Por eso, se entiende la súplica de Gerardo Martino. Por eso, Tata, rojos, que sean rojos los calzones para despedir 2021 y abrir la puerta, con sigilo, al 2022.

Porque, entendamos, tal vez a Gerardo Martino le ha hecho falta también esa intensidad para generar esa otra intensidad en sus dirigidos.

Ojo: no es su culpa. El Tata supone que a seleccionados nacionales no hay que latiguearlos con el discurso motivacional del #MasSiOsare. Deberían haberse mamado ya la maravillosa responsabilidad y el privilegio de estar ahí.

Gerardo Martino supone como Sven-Göran Eriksson que el jugador mexicano no necesita de “verdadazos”, para salir a la cancha. “Son profesionales, no tengo que explicarles que juegan por México”, dijo el técnico sueco alguna vez dirigiendo al Tri. Sí, equivocado.

Martino supone, como supuso Juan Carlos Osorio, antes del juego de Cuartos de Final ante Brazil en Rusia 2018, que sus futbolistas sabían que era “el juego más importante de su vida”. Osorio recibió silencio entonces, ese silencio que mastica miedo. Hoy, semejante escena, provocaría una fuga histérica en el vestidor mexicano.

“Intensidad”. Tal vez el Tata espere una epifanía. Que el Espíritu Santo o la Virgencita de Guadalupe (como el legendario Ratón Macías), baje al vestidor a ungir de intensidad a sus jugadores.

No, Tata. Y no bastan los calzones rojos. Hay que entender a tus dirigidos. Si el futbolista en sí, es ya un animal diferente en el concierto de la humanidad, el futbolista mexicano es aún más atípico. Reflejo de un mestizaje, a estas alturas, multiétnico.

De intensidad saben algunos tipos: Miguel Herrera, Javier Aguirre, Manuel Lapuente y Miguel Mejía Barón. Primero se posesionan, primero se apropian del tipo frágil que hay dentro del futbolista, y después asumen el control del futbolista. Y aún así, les ha alcanzado para muy poco.

¿Qué es intensidad? ¿Qué es ese maldito conjuro que tanto bendice Martino? Es un todo: concentración, disciplina, compromiso, diligencia, hambre, personalidad, furia, rabia, sacrificio, hambre, fe y pasión por el futbol mismo.

La intensidad, queda claro, convierte a un jugador vulgar, corrientón, un palurdo del futbol, en un jugador tan o más importante que los exquisitos y los genios. El que tenga las dos cosas, claro, es de otro universo.

Johan Cruyff ejemplificaba: “El estilo del Barcelona (sí, del otrora Barcelona), sólo funciona a máxima intensidad”. Agregaba: “Es fantástico cuando se realiza al 100 por ciento”.

Lo respaldaba Eusebio Sacristán: “Nosotros necesitamos una intensidad máxima para hacer nuestro juego: presión, ritmo alto, velocidad de balón... Cuando perdemos intensidad, perdemos”, reflexionaba ante El País.

Claro, la intensidad necesita de ritmo. Intensidad a alta velocidad pero también intensidad con el freno puesto. Jorge Valdano lo puntualizaba: “Sería como pensar que un reloj es el mejor sólo porque avanza más rápido que los demás”, escribió, al defender que la intensidad no cohabita con la precisión.

Un ejemplo más puntual. La intensidad del Chelsea es distinta a la intensidad del Manchester City. Y, por eso, a veces, Thomas Tuchel inclina a Pep Guardiola, un maestro de la intensidad.

Tal vez la glorificación de la intensidad pertenezca a Marcelo Bielsa y su “MurderBall”, su balón asesino. No hay entrenador más intenso que el argentino ni equipo tan disfrutable como su Leeds United.

Un día a la semana, Bielsa ordena “MurderBall”. Sus jugadores tiemblan. Algunos de ellos en el Leeds han reconocido que esa sesión es más agotadora, ¡intensa!, que un partido mismo. Se reduce la cancha y no hay pausas. No se pierde tiempo en saques de banda, tiros de esquina o festejos, o reclamos, o teatralidades, o faltas.

“El ‘MurderBall’ es 10 veces más intenso y duro que un partido de la Liga Premier”, revela Patrick Bamford, delantero del Leeds, a TalkSport. “Pero, estamos en el mejor momento de nuestra carrera”.

Son seis segmentos de trabajo de cinco minutos cada uno. Y en el “MurderBall” nadie para. Presionan, piden la pelota, conducen, se mueven, despliegan, marcan.

Y claro, el mismo Bielsa grita, apura, castiga, orienta, ordena, aunque todo lo hace en español, pero su mímica es más poderosa que la palabra. “A veces no escuchaba lo que me decía, pero sabía que si no hacía lo que me decía, la iba a pasar mal”, recordaba sonriente Pável Pardo, sobre sus días con el Loco en el Atlas.

Intensidad. Tal vez Martino deberá agregar un “MurderBall” a sus sesiones. No sólo por los beneficios, sino para saber quiénes están hechos para semejante exigencia. Los supervivientes, esos sí, le darán la intensidad constante que busca.

Entonces, Gerardo Martino, que sean rojos tus calzones de Año Viejo y de Año Nuevo. Que sean rojos, de puritita pasión. Para que invoquen puritita intensidad.

Pero, también vístete uno sobre otro del resto de los colores. Sí: rojos (pasión), amarillos (abundancia), verdes (esperanza), blancos (salud) y azules (éxito). Con ese animal tan distinto del resto, que es el jugador mexicano, los vas a necesitar.

Y aún es tiempo, mándales unos calzones, unos taparrabos, rojos por supuesto, a cada uno de los seleccionables. Por si acaso. Porque necesitas, citando a Vázquez Montalbán: “Héroes con carne de cromo coleccionable”.

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LOS ÁNGELES -- No han recibido –aún—el ultimátum, pero saben que ya ha sido expedido. Santiago Solari (América), Miguel Herrera (Tigres) y Javier Aguirre (Monterrey), llevan a cuestas la mayor exigencia para el Clausura 2022: ser campeones.

No están solos en esa pasarela inquieta y tambaleante que conduce al patíbulo. Debe agregarse ahí a Juan Reynoso. Su línea de crédito prevalece. La épica de titular a Cruz Azul goza de un periodo de gracia.

La lista de esos Diez del Patíbulo la complementan entrenadores sin más riesgo que la jugarreta de un fracaso: el campeón Diego Cocca (Atlas); la repatriación de Nacho Ambriz (Toluca) y Pedro Caixinha (Santos), e inevitablemente, bajo cuestionamientos, los proyectos de Andrés Lillini (Pumas), Nicolás Larcamón (Puebla), hasta aguardar que Ariel Holan (León) dé el salto desde el inconsolable consuelo del subcampeonato.

¿Y Chivas? ¿Y Marcelo Michel Leaño? Ellos deambulan en un torneo aparte: el del autoengaño. El Piojo Alvarado no es un revulsivo.

A excepción de su feligresía, la de los #ChivaHermanos, la más grande –y la más desesperada--, en México y Estados Unidos, nadie espera de ellos ese milagro. Su técnico, recuerde usted, se graduó como tal en la azarosa misión de ser el Morgan Freeman de Driving Miss Daisy, para no incomodar las siestas de César Luis Menotti, mientras lo trasladaba en Guadalajara.

Para los emplazados (Solari, Reynoso, Herrera y Aguirre), se vienen complicaciones que ya deben tener bajo su cálculo. Es año mundialista, con el proceso eliminatorio aún inconcluso, y deberán ceder jugadores en Fecha FIFA, aunque el menos preocupado por ello es El PIojo, quien a lo sumo, deberá prestar un par de hombres.

Recuérdese que la selección mexicana zozobra en un estado de histeria. En 2021, sufrió tres humillaciones de Estados Unidos, además de castigos de la FIFA por #ElGrito, y sin soslayar, por supuesto, que la lista de jugadores vetados por Gerardo Martino y Yon de Luisa, crece, crece y crece.

1.- LA TRIBU…

El Indiecito Solari encabeza la lista. Tuvo un año satisfactorio, pero sólo en la fase regular de los dos torneos cortos. En la Liguilla, fue un fiasco. Lo golean y eliminan Pachuca y Pumas, dos equipos despreciados especialmente por el América.

Además, echó de El Nido al mimado de la afición: Sebastián Córdova, al que, además, le habían entregado la armadura sagrada de la institución: el “10”. El destierro de Córdova obliga a Solari a entregar mejores cuentas en la Liguilla. El #ÓdiameMás suele ser un perro rabioso capaz de morder a los de casa.

Solari se pertrecha. Lleva a uno de los mejores mediocampistas disponible: Diego Valdés. Tiene una media cancha envidiable en el continente, con tres titulares de selecciones sudamericanas: Pedro Aquino, Richard Sánchez y el mismo Valdés.

Aún necesita de un defensa central al menos (¿Víctor Guzmán?), y de un verdadero asesino del área (¿Joaquín Montecinos?), porque Roger Martínez, Federico Viñas y Henry Martín, asustan menos que acólitos de funeraria.

El reclamo para El Indiecito es más extenso. América juega muy bien de acuerdo a su librito, pero feo, aburrido, y eso afecta los ratings de su televisora, y la asistencia a los estadios. Ese ultimátum que aún no recibe, le exige respetar el sello de espectacularidad que es ADN de las Águilas.

¿Jonathan dos Santos? Llega por un sentimentalismo del dueño, como un homenaje a Zizinho, el padre del jugador. No estaba ni en el radar de Solari, ni en el del departamento de “desinteligencia” deportiva que encabezan Santiago Baños y Joaquín Balcárcel.

¿Rumores? Mateus Doria, Montecinos, Víctor Guzmán, Raúl Ruidíaz.

2.- A RAYARSE…

Javier Aguirre está en deuda, hasta en explicaciones: “Somos una plantilla corta”, dijo tras ser eliminado por Cruz Azul. Es tan cierto como imperdonable que un tipo tan culto e inteligente, erre en su discurso, como sin duda erró en la administración de sus jugadores.

Razón no le falta. Entre ocho y nueve jugadores, fatigados o lesionados, fueron el saldo de la enfermería y de la Fecha FIFA. Después explicaría más puntualmente eso de “plantilla corta”, pero era tarde. Tenía el plantel más caro de la Liga y el segundo, después de Cruz Azul, con mejores relevos y alternativas.

Ojo: Solari sufrió también con similares bajas por convocatorias, pero supo sobrellevarlas, hasta que en Perú lo desoyeron y le reventaron a Pedro Aquino antes de la Liguilla. Lo mismo ocurrió con Cruz Azul, que elimina a Monterrey en el Repechaje.

Pero, Rayados respalda totalmente a Aguirre, al tratar de negociar a Alexis Vega y Luis Romo. Rodolfo Pizarro también se postula, pero en su anterior etapa, dejó malas sensaciones y salarialmente en San Nicolás no quieren darle los millonarios arrumacos del Ínter Miami.

Por otro lado, para angustia del Vasco, ya fue notificado que el Tri tendrá prioridad sobre el Mundial de Clubes en el que abrirá ante el Al-Ahly, así que Javier Aguirre deberá acudir al torneo sin Héctor Moreno, César Montes, Jesús Gallardo, Erick Aguirre, Charly Rodríguez y Rogelio Funes Mori, y después enfrentar la resaca de esa Fecha FIFA en enero y febrero.

Rayados está negociando con la FMF para que Gerardo Martino libere a sus jugadores después del partido con Costa Rica, se ausenten ante Panamá, y puedan incorporarse a la competencia FIFA en Catar. De pasar la primera ronda, se mediría al Palmeiras de Brasil.

¿Rumores? Carlos Vela, Giovani dos Santos, Rodolfo Pizarro.

3.- DESPIOJARSE…

Miguel Herrera no cumplió sus promesas. Ni Tigres fue protagonista, ni André Pierre Gignac hizo “un chingo de goles”, ni el equipo mantuvo el rostro de espectacularidad. Entendió los boquetes en el plantel que le heredó Ricardo Ferretti y debió cargar con “el eterno diamante en bruto”, como llaman en Francia a Florián Thuvain.

Como con el Tuca, Tigres no escatima. Ya llega Jesús Angulo, a poner un tapón en el mermado dique defensivo. Además, en un costoso capricho, le arriman a Sebastián Córdova, desterrado de Coapa, pero que en Zuzazua, El Piojo planea quitarse esa mentalidad piojosa que chocó con El Indiecito Solari.

A pesar de no sufrir por ser esquilmado en Fechas FIFA, El Piojo tuvo problemas para consolidar al equipo, especialmente porque en los cimientos aún aparecían chapopoteados los fantasmas de Ferretti, y un estilo de juego diametralmente opuesto. Además, sufrió para hacer rendir medianamente a Diego Reyes y a Carlos Salcedo.

Herrera sigue insistiendo en un central. Mateus Doria era la prioridad, y después Unai Bilbao. En horas se sabrá exactamente si es alguno de ellos.

¿Rumores? William Tesillo, Mathías Laborda, Lisandro López, Bruno Valdez.

4.- EL SHINKANSEN…

Juan Reynoso tiene inmunidad. Después de sacar a Cruz Azul del panteón de las desgracias prolongadas, goza de crédito. Tuvo en 2021 el plantel más sólido y competitivo. Pero, víctima del #SíndromeOsorio, las rotaciones que funcionaron en el Clausura 2021 se le revirtieron en el Apertura 2021.

Para este Clausura 2022, el trabuco parece desarmarse. Luis Romo y Roberto Alvarado están en el aparador. Se han ido Orbelín Pineda, Roberto Alvarado, Yoshimar Yotún y Walter Montoya. Están abiertos a ofertas por Jonathan Rodríguez (MLS) y Pol González.

Sin embargo, la llegada de Christian Tabó, un jugador que encaja perfectamente dentro de la obsesión de variantes de Reynoso, es una poderosa señal de que pretende que La Máquina se meta de nuevo en la pelea, en complicidad con El Cabecita, Brian Ángulo y Christian Giménez.

Lo más alentador, es la lista de canteranos. Reynoso estaría tratando de consolidar entre ocho y diez futbolistas de cosecha propia, algo que en La Noria tienen decenios sin poder llevar a cabo.

Se verá afectado por las Fechas FIFA, pero de incorporarse finalmente Uriel Antuna y Alejandro Mayorga, gozará de nuevo de un plantel sólido, y el mismo Reynoso deberá haber aprendido del exceso de rotaciones que casi llegó a manoseo innecesario en el torneo anterior.

¿Rumores? Uriel Antuna, Alejandro Mayorga, Charlie Rodríguez y Erick Aguirre.

5.- LOS RESTANTES…

Nacho Ambriz entra en la marquesina con Toluca. Tras su campeonato con León, y una manifestación de futbol generoso, regresa luego de su traspiés en España. Su mejor apuesta está en dos hombres con mucho oficio ofensivo como Leo Fernández y Camilo Sanvezzo. ¿Rumores? Busca un defensa en Colombia (Yéimar Gómez y/o Frank Fabra).

Diego Cocca se ganó una estatua afuera del Estadio Jalisco. Desempolvó la sala de trofeos del Atlas, luego de 70 años de herrumbre. Ahora debe mantener el protagonismo. Ha perdido a

Jesús Angulo (Tigres), y Luis Reyes podría ir a Santos. Regresan Ismael Govea e Ignacio Jeraldino, lo cual no es una buena noticia. Pero, la columna vertebral, es intocable: Camilo Vargas, Martín Nervo, Anderson Santamaría, Jeremy Márquez, Aldo Rocha y Julio Furch. ¿Rumores? Silencio.

Ariel Holan debió ya ser apercibido de que así como existe la #Campeonitis en el futbol mexicano, priva también la #Subcampeonitis. Por lo pronto suma a Federico Martínez en el ataque y tiene apalabrado a Byron Castillo para la trinchera. Ya deberán estar a plenitud dos ausentes desde el campeonato con Nacho Ambriz: Luis Montes y Fernando Navarro.

Pedro Caixinha regresa a Santos. Lo hizo campeón, fracasó en Cruz Azul, pero conoce bien la Liga Mx y es indudable su actualización en conceptos y tecnología. Tras el respaldo total a Atlas, el Grupo Orlegi ahora se enfocará en fortalecer a Santos.

Andrés Lillini reventó la tranquilidad de la Liguilla al eliminar con goleada al América. El técnico argentino sigue con bajo presupuesto, y aun con dudas sobre la conformación de su plantel. La prioridad que le han marcado, es fortalecer el equipo con la cantera. ¿Rumores? Ninguno.

Nicolás Larcamón ante una nueva gesta con Puebla. Otra vez le desarman al equipo. Perder a Christian Tabó le daña el aparato ofensivo. Sin embargo, con base en el colectivo, lo ha echado a andar en los dos anteriores torneos. Ganará en oficio y equilibrio con la llegada de Federico Mancuello y se fortalece con Kevin Ramírez.

Estos deberían verse como los Diez del Patíbulo, con más elevadas exigencias que los otros ocho equipos marginales, suburbiales de la gloria, más habituados a la mediocridad, y aparecen medidas desesperadas como la llegada de Guillermo Almada al Pachuca, desde el frente opositor del Grupo Orlegi. Además, Pablo Guede y sus supersticiones, se instalan en Necaxa.

Será pues un largo camino en un torneo corto, más corto que nunca por peripecias mundialistas, para Miguel Herrera, Javier Aguirre, El Indiecito Solari y Juan Reynoso. Ser campeones para sobrevivir.

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LOS ÁNGELES -- Uriel Antuna y sus aires de conquistador: “Prefiero jugar en Europa que ser campeón con Chivas”.

Rodolfo Pizarro y sus afanes de colonizador: “(David) Beckham me ha prometido llevarme a Europa”.

Sebastián Córdova y sus afanes de Marco Polo: “Mi fichaje a Europa llegará… y de la mejor forma”.

José Juan Macías y su brújula descompuesta: “Ser campeón con Chivas y después a Europa”

Son unos pocos ejemplos. Obvio, hay más, pululan, pero, de poca monta. Al final, para ir a Europa, con o sin pandemia, con o sin cubre bocas, el cual debieron usar antes de hablar, hay paquetes vacacionales que pueden costearse con sus generosos salarios.

No se trata de ir, sino de permanecer, de triunfar, de dejar una huella por los que lleguen detrás. El camino no es camino, sino trampa, si te lleva a un callejón sin salida.

El 2021 los colocó más cerca de la sima que de la cima; más cerca del abismo que de la cumbre. ¿Europa? Está más cerca en su retrovisor que en su horizonte. Mientras más cerca creen estar, más se alejan.

1. URIEL ANTUNA

Hoy, no alcanza ni como moneda de pago. Para ser un cheque válido, valioso y valedero, tiene que cargar con Alejandro Mayorga como aval, para que llegue Roberto Alvarado a Chivas. Él sólo, no llena los botines de otro jugador, también intermitente, como El Piojo. Prensar que estuvo en los archivos del Manchester City.

¿Europa? ¿Qué tal Polonia? Al menos encontrará el mejor vodka del mundo (Konik’s Tail), aunque ahí no lo pervierten con sabores a tamarindo.

2. RODOLFO PIZARRO

Inter Miami tiene las puertas abiertas. No recibió lo que esperaba, como tampoco ocurrió con Monterrey, y en Chivas fue un efecto óptico del trabajo del equipo. El club de Beckham dispuesto a negociar, pero no a ser esquilmado. El Guadalajara quiere que los miamenses paguen porcentaje del sueldo.

¿Europa? Seguramente David Beckham está más interesado en que se le honre como “Sir” por la realeza, que por el destino de Pizarro. Beckham fue marginado de ese honor debido a problemas fiscales, según reportes de The Sun y The Daily Mirror, pese incluso a ser uno de los más generosos y reconocidos filántropos y altruistas de la UNICEF. El piloto Lewis Hamilton ya recibió tal investidura hace una semana.

3. SEBASTIÁN CÓRDOVA

Él ya recibió el nombramiento de “Sir” en el América. Le entregaron el “10”, la camiseta sagrada, la de Cuauhtémoc Blanco. Y a partir de entonces, semejante armadura le pesó demasiado. Santiago Solari tiene sus motivos. En la Tribu del Indiecito, sólo hay un jefe: él. Indisciplinas, dentro y fuera de la cancha, orillaron al desencuentro. Pudo recalar en Chivas, que a pesar de prescindir de los dos salarios más elevados (Oribe Peralta y Uriel Antuna), no hizo contraoferta. ¿Tigres? Visto así, no cumple un sueño, escapa de una pesadilla.

¿Europa? En este momento, al igual que Antuna y Pizarro, ni siquiera tiene visa a Catar. No tienen reservación en la Troupé de Tata Martino. Y es, al igual que Uriel, uno de los huérfanos y damnificados del bronce en los Olímpicos de Tokio.

4. J.J. MACÍAS

Él esperaba una caravana llorosa y mortificada cuando emigrara a Europa, y la nación rojiblanca tristeando por su partida. Sólo recibió un portazo. No hubo pañuelos blancos en el andén, a no ser por el silencio del desdén. Denegó ir a Tokio, huyó de Chivas, y en el Getafe terminó en la lista de inventario de Quique Sánchez Flores, un técnico que podría rescatarlo por su apego al ser humano antes que al futbolista. Sin embargo, lo mejor de Macías es ser anécdota con el León de Nacho Ambriz en 2019.

¿Europa? Ya aterrizó. Y ha alineado, sin jugar. El documental de Chivas en Amazon Prime revela mucho sobre la emboscada que vivió en el Rebaño, montada, involuntariamente –es de suponerse--, por Amaury Vergara y Ricardo Peláez. Irónico: hoy, en redes sociales, se cotiza más entre la afición americanista que entre la rojiblanca.

Algo tienen en común estos cuatro jugadores: tremenda calidad. Incluso, por momentos, han demostrado esa personalidad que debería impedirles que se ahoguen en el pantano de la medianía. Ciertamente, los cuatro, y otros más, podrían consolidarse en Europa, claro, sin llegar a los escenarios sublimes de Hugo Sánchez y Rafa Márquez. No están hechos, ninguno, de esa arcilla.

Sería facilón y comodino decir que han sido notables futbolistas con técnicos equivocados. Los grandes jugadores rebasan, a veces, a sus propios entrenadores y sus esquemas, pero, ojo, sin rebelarse a ellos.

Sin embargo, aquí hay casos que requieren de un psiquiatra. Antuna y Macías culpan a Vucetich; Córdova puede quejarse de Solari, y Pizarro también navega bajo el trauma de sentirse incomprendido, no sólo por sus mentores, sino por sus directivos.

Ciertamente hay otros responsables: promotores farsantes. Engatusan al jugador, a la familia, a los directivos, y esos futbolistas que supuestamente serían reclutados por alguno de los grandes de Europa, terminan en el reverso de la hoja de convocatorias semana a semana.

Y claro, otros jugadores, que terminan encandilados, y al final, terminan como costal de cambio, en el tristón tianguis futbolero de México.

Ira L. Black - Corbis/Getty Images

Obvio, sin tomar en cuenta a los dos únicos referentes, Hugo y Rafa Márquez, desde la intempestiva y sorpresiva contratación de Javier Hernández con el Manchester United, ¿qué otro jugador mexicano ha tomado por asalto las candilejas europeas? ¿Raúl Jiménez con el Atlético de Madrid? Sin embargo, su explosión como goleador llegó en el Wolverhampton.

Hay, ciertamente, una desesperación por irse. Y de eso hay ejemplos. Edson Álvarez, después del aciago Mundial en Rusia, aterrizó en el Ajax, donde hoy es parte medular de uno de los equipos que mejor juega –como casi siempre--, al futbol. ¿Diego Láinez? Precipitadamente llegó al Real Betis, donde aún sigue en gestación, con pocos minutos, y eventuales goles como al Talavera en la Copa del Rey.

En esa ansiedad, esa obsesión, esa desesperación casi histérica por integrarse al mejor futbol del mundo, el europeo, ocurre que varios jugadores terminan sacrificando madurez, mentalidad, educación deportiva, cultura futbolística, y llegan desnudos al gran reto.

Porque, al final, no se trata de ser sólo buenos futbolistas, sino de una preparación absoluta, integral, para ir y permanecer.

¿Recuerda la anécdota de ese jugador mexicano que estuvo en Inglaterra y duró semanas almorzando sólo en lugares de comida rápida pidiendo “combo number two” o “combo number three”, y así hasta que reciclaba el menú? ¿O el que sólo podía hablar con su entrenador con su propio promotor como traductor?

Totalmente entendible que Europa, para el futbolista, sea el atalaya de sus sueños. Pero debe evitar que sea un salto que puede terminar en violenta caída. A cambio, el jugador debe entender que es un largo proceso, lamentablemente, en un terreno agreste, infestado de carroñeros.

¿Antuna, Córdova y Macías están más cerca de la pesadilla que del ensueño? Este 2022 será el parteaguas, no solo para cumplir un anhelo, sino porque, lo saben, el Mundial de Catar está también de por medio.

Con su delicioso cinismo, Óscar Wilde enunciaba que “nos prometieron que los sueños podrían volverse realidad. Pero, se les olvido mencionar que las pesadillas también son sueños”. Y ambos, sueños y pesadillas, andan el mismo camino.

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LOS ÁNGELES -- El éxito suele gangrenar al futbolista mexicano joven. Había sido evidente con las generaciones campeonas de Mundiales Sub-17. Y ocurrió con los medallistas de oro en los Juegos Olímpicos de Londres.

En estos casos ocurre que el fracaso posterior ha sido más espléndido que toda la generosidad de la victoria.

Y ha ocurrido de nuevo con el bronce en Tokio. Detrás del colguije olímpico, la devastación. La mayoría de esos jugadores mexicanos no sobrevivieron a la sirenas del podio.

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GettyUrial Antuna, Sebastán Córdova y Luis Romo, jugadores de Chivas, América y Cruz Azul respectivamente que han jugado juntos muy bien en el Tri olímpico.

Tarde debió llegarles a las víctimas la consideración de Sun Tzu: “La victoria está reservada para aquellos dispuestos a pagar su precio”.

Anales y anaqueles se han atiborrado de obituarios de los héroes Sub 17. Cada 2 de octubre, las reminiscencias saben más a lamento que a rancia festividad, al revivir la gesta de Perú.

¿Londres 2012? Pocos sobrevivieron hasta establecerse. El Chatón Enríquez jugó esa Final ante Brasil con una rodilla gimiendo, en un acto de valor extremo. ¿Y después? ¿Marco Fabián de la Mora? El mismo Giovani dos Santos. ¿Diego Reyes? ¿Javier Cortés? ¿Javier Aquino? De pléyades a plebeyos de la cancha.

El Premio Nobel Octavio Paz, la conciencia despiadada del mexicano, establece que “toda victoria es relativa y toda derrota es transitoria”.

¿Qué se vino después para los medallistas de bronce en Tokio? Marasmo.

1.- Luis Romo, el mejor jugador de la Liga Mx en el Clausura 2021, despareció en el Apertura 2021. Eligió las fantasías europeas, por encima de su realidad urgente en Cruz Azul.

2.- Sebastián Córdova, la gran joya del América. En meses, terminó de ser el mimado de Santiago Solari a ser el repudiado de El Nido. El Indiecito lo echó de su Tribu.

3.- Los alegres compadres: Alexis Vega y Uriel Antuna. Candiles olímpicos, penumbra en la Liga Mx. Ahora beberán vodka con tamarindo, por separado. Antuna está en subasta.

4.- Piojo Alvarado. Regresó a dar destellos. A corroborar su potencial, pero con una dolosa y dolorosa intermitencia.

Y como estos casos, hay más. Ese bronce de la raza de bronce sembró felicidad y cosechó estragos. No volvieron a ser los mismos. Sume: Fernando Beltrán, Jorge Sánchez, Eduardo Aguirre, Carlos Rodríguez y César Montes, aunque hay excepciones como Jesús Angulo y Johan Vásquez, éste incluso acomodándose en Italia en el Genoa. ¿Diego Lainez? En el limbo, soslayando el gol al Talavera en la Copa del Rey.

Sin embargo, al final, duelen al futbol mexicano más los damnificados, que lo que pueda alebrestarle la alegría de los supervivientes.

Se esperaba que con el bronce refulgiendo en el pecho, los citados llegaran a posesionarse del protagonismo del torneo. No ocurrió.

La realidad está escrita en Repechaje y Liguilla del Apertura 2021. El equipo campeón, el Atlas, sólo tuvo un olímpico: Jesus Angulo, notable en la coronación rojinegra. ¿Por el León? Ninguno.

¿Y los que se quedaron en Repechaje y en primeras instancias? Chivas tuvo cuatro convocados. Cruz Azul tuvo tres. Monterrey, tres. América, tres. Bueno, hasta Tigres, con sus emisarios en Francia: Andre-Pierre Gignac y Florian Thauvin, mal en Tokio, peor en la Liga.

Ojo, que este fenómeno lamentable no se cierne sólo sobre los jugadores. Jimmy Lozano, del que se hablaba que tenía numerosas ofertas, sigue esperando una de verdad y no cien de mentiras.

¿Y dónde están los entrenadores de las Sub 17 y de Londres 2012? Por muy diversos motivos, relegados en el futbol mexicano. Causas ajenas a su evidente capacidad, y atribuibles sólo a esos procedimientos mafiosos del balompié.

Sin embargo, El Potro Gutiérrez, en su primera incursión, está ya en la Final de la Liga de Honduras con el Real España ante el Olimpia. ¿Luis Fernando Tena? Se aísla en un proyecto nuevo con la selección de Guatemala, tras numerosos tropiezos en México. ¿Chucho Ramírez? En contubernio de promotores, forzaron su salida de Pumas.

Retomando a Octavio Paz, sostenía que “el mexicano le teme más a la victoria que a la derrota”, y en una adaptación modernista, Guillermo Sheridan asegura que “México descubrió el éxito del fracaso y lo convirtió en una forma institucional de funcionamiento”.

Por lo pronto, de cara al Clausura 2022, el desafío de los broncistas en Tokio es salir de su propio Purgatorio, algunos de ellos, apostados en horizontes nuevos con vicios viejos.

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LOS ÁNGELES -- “Si te lo explico, no lo entenderías”. Reflexiona así Andrés Guardado ante la cámara del Real Betis. El atuendo lo depura todo: enfundado en una camiseta del Atlas, habla de esas sensaciones estremecedoras, vividas en la madrugada del lunes en España, viendo a su equipo madre e incubadora emerger a la gloria luego de 70 años en el limbo.

“Si te lo explico, no lo entenderías”, ratifica Guardado, en la firma final de ese video. Es la mejor explicación de lo inexplicable de ser Rojinegro.

Atlas, Andrés Guardado
@RealBetis

La maravillosa resaca de este Atlas campeón ha llenado las redes sociales de poderosas manifestaciones. Un universo narcotizado por 70 años de fracasos. 22 años sin asomarse, sin husmear al menos en el paraíso de una Final de la Liga Mx.

Desfilan videos tan fascinantes como emotivos. Personas que estuvieron in situ en el primer campeonato del Atlas. Que atiborraron ese 22 de abril de 1951 el Parque Martínez Sandoval. Seres que hoy, en esa confabulación despiadada de la vejez, transpiran, jadean, sufren, para asociar movimientos e ideas.

Familiares que les repiten, unos musitando y otros a gritos, que el Atlas es campeón. Algunos de esos tercos rojinegros esclavizados a sillas de ruedas; otros, postrados en cama, y otros más con un vigor sorprendente, reciben una carta llena de amor y de épica, con 70 años de retraso, porque anduvo rebotando en buzones de clubes ajenos.

Al menos, en la vida de esos octogenarios y nonagenarios, como en el libro de James Cain, “el cartero siempre llama –al menos–, dos veces”, con la epístola legendaria de que el Atlas es campeón.

Si el mismo Andrés Guardado se lo confesó a Héctor Huerta –“de rojinegro a rojinegro”– en charla para ESPN, ¿qué dirán esos atlistas con las arrugas de 70 años en el reclusorio de la espera, la abstinencia y la vigilia? “Ya me puedo morir en paz”, reflexionó el jugador, quien revela que a los seis años entró en busca de un sueño, y permaneció en el Atlas hasta ser transferido en 2007 al Deportivo La Coruña.

Hay un asombro general por el Tsunami Rojinegro que embistió Guadalajara. Estaban ahí, en su personal y –llamémosle así– delicioso martirio. El cautiverio de la fe. La exclamación de Ney Blanco de Oliveira era ese amparo, ese ritual, ese bálsamo de paciencia y abnegación, y también de esperanza: “Le voy al Atlas hasta cuando gana”.

Era, el del Atlas, un fanatismo paciente, abnegado. No hay mal que dure 70 años, pero sí hay cuerpos que lo resisten. La parentela, la prole de sangre rojinegra, es de esa estirpe.

Personajes mediáticos en medios de comunicación desempolvaron su filiación atlista, además del mismo Héctor Huerta, quien muchas veces debió pagar su boleto de entrada para cubrir los juegos del Atlas, porque Clubes Unidos de Jalisco lo vetó y le negó la acreditación. “Porque amores que matan nunca mueren”, explicaría Joaquín Sabina.

Y en esa pasarela de sublimación y sublevación de sentimientos, David Medrano recibe el privilegio de narrar el penalti letal de Julio Furch, quien se encarama así al escueto Olimpo del Atlas, donde despacha el tico Edwin Cubero. Enrique Bermúdez y Pedro Antonio Flores aparecen desgañitándose en ese fervor por La Furia, desde su palco de transmisiones en el Estadio Jalisco, en esa emancipación de la feligresía del septuagenario vía crucis rojinegro.

Y no hay fiesta sin festín. La gula colapsó negocios. Tipos atrevidos que prometieron dar de comer gratis si el Atlas era campeón, vieron cómo sus negocios se llenaron de parroquianos, mientras se vaciaban sus bodegas. Irónico que hasta seguidores de Chivas comieran bajo el cobijo del triunfo del enemigo. En México es un dogma: “A la gorra (gratis), no hay quien corra”.

Andrés Guardado asegura que “si te lo explico, no lo entenderías”. Tal vez él mismo no lo entiende. #LaAflicción del Atlas no entra en los parámetros del fanatismo. Tal vez escape incluso a sociólogos y a psicólogos. Para Freud y Jung sería como un Cubo de Rubik.

Sin paralelismos reales, pero el mismo Sabina, irredimible colchonero, da una pista a Andrés Guardado de ese sentimiento: “Para entender lo que pasa/ Hay que haber llorado dentro/Del Calderón, que es mi casa/O del Metropolitano/Donde lloraba mi abuelo/Con mi papá de la mano...”.

¿Cómo puede alguien explicar que niños y adolescentes, hasta antes de este tan Guadalupano 12 de diciembre de 2021, podían reclutarse fiel y abnegadamente en un equipo cuyos padres y abuelos, no habían visto besar el cáliz de la Liga MX? Los sibaritas del estoicismo futbolero.

En la niñez, en la adolescencia, se buscan superhéroes, invencibles de ficción, con capa escarlata o en forma de alas de quiróptero y que trepan por las paredes o lanzan un escudo multicolor. Pero no se elige a un perdedor. Ni los perdedores eligen al perdedor. Y Atlas, durante 70 años, era el epítome de la derrota.

Y sin embargo, este domingo en el Estadio Jalisco, la coreografía de la tribuna tenía la identidad más maravillosa que invoca el futbol: la familia. Niños, adolescentes, adultos, ancianos. Y no es que ellos eligieran al Atlas por perdedor, sino que eligieron al Atlas irreductible, al guerrero, al combatiente, al testarudo, al soñador, al desamparado. Son como un ejército de salvación. Humanistas del futbol.

Al final, pues, debe quedar claro para Andrés Guardado y todos los rojinegros, y tantos rojinegros, que esa pasión insalubremente maravillosa por el Atlas, existe para estremecerse con ella, para sentirla, para colapsarse cada 70 años.

En términos de García Márquez, la devoción por el Atlas hay que “vivir para contarla”, y no necesariamente para explicarla.

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LOS ÁNGELES -- ¡A lo Atlas...! Sólo podía ser así. En la frontera del drama, entre el agobio de la tragedia y la caricia de la gloria. 70 años de espera, de vigilia, de abnegación. Finalmente, el Atlas ha vuelto a ser campeón.

Una épica estrujada, intensa, guerreada por más de tres horas. Hasta que ahí, desde el manchón siniestro, desde los doce pasos, en ese círculo donde cohabitan el fracaso y el éxito, ahí, en el pesebre bendito de las hazañas, ahí, Atlas ha vuelto a ser campeón.

Un global de 3-3 obligó a colocar el epicentro del desenlace en ese mancha de pintura blanca y de negros augurios. Los espectros del '99 revoloteaban como arpías.

Llegó hasta ahí el Atlas, percudido por la polémica. Aldo Rocha hizo el 1-0, que hacía erupción en el 3-3, con un remate de cabeza precedido de fuera de lugar. El árbitro, El Gato Ortiz, se acurrucó en el pánico y quiso dejar la decisión en el VAR. Y fue. Y observó. Y lo dio por bueno.

Indudable, inexplicable, reprochable, pero, con una injusticia arbitral se le hacía justicia deportiva al que era el mejor equipo en la cancha: el Atlas. Las tomas eran insuficientes. Sólo una verificaba, y con refunfuños y alegatos, el fuera de lugar. De nuevo, el arbitraje decide equivocarse a favor del Atlas.

Pero, antes y después de esa pifia, el Atlas se había adueñado de toda la escenografía: cancha, balón, ritmo de juego, conducta y sobre todo, pareció beberse, atragantarse de ese poderoso, multidecibélico, ensordecedor, embriagante elíxir de esperanza, que escanciaba a borbotones, el cáliz inmenso de brindis que era el Estadio Jalisco.

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Imago7Atlas conquistó el título del Apertura 2021 de la Liga MX.

Antes y después de ese cabezazo de Aldo Rocha, el Atlas se aterraba al ver sus disparos que se estrellaban en los postes, que sacaban escalofríos con memorias de 70 años al larguero, mientras Rodolfo Cota levantaba un cerco modelo Jericó, sin permitir que un gol puro, sin cuestionamientos, se consumara; hasta pareció lanzar un hechizo cuando Zaldívar, sólo, ante la portería desguarnecida, decide entregarle el cabezazo al arquero del León.

Parecía una confabulación perversa. Atlas hacía reverencia al arco, pero la pelota huía de ese concubinato natural con la red. No podían, ni el mismo Rocha, ni Furch, ni Trejo, ni nadie, romper el magnífico dique esmeralda.

Y claro, en la tribuna había delirio, conmoción, asombro, desconsuelo, fe. Porque más de 50 mil aficionados habían roto protocolos, marcado sobrecupos, y habían levantado en armas de la esperanza, la convicción ciega de que sí, de que era el fin, de que 70 años de ayuno, de esclavitud, de frustración, de abnegación, de resignación, eran demasiados.

No lo sabía esa turba rojinegra, ni cuando el gol de Rocha, ni cuando la expulsión tonta de Gigliotti, ni cuando sus jugadores caían víctimas de calambres, no, no lo sabía esa muchedumbre atlista, que la emancipación de los grilletes del sadismo, requerirían aún de muchos minutos.

Más de tres horas bajo tensión. Porque sí, porque para romper los atavismos, los tabúes, las maldiciones, las herencias perniciosas, era necesario que fuera de una sola manera: ¡A lo Atlas...! Porque sí, porque si no era a lo Atlas, no debía ocurrir.

Y con el asterisco en el marcador, con esa duda amputada e imputada a la justicia arbitral, con ese gol cuestionado, con el 3-3 global, se alargaba a los tiempos extras, cuando los equipos parecían alegrarse de ir al conjuro de ese punto de fusilamiento.

Porque la fantasía y el exorcismo, obligaban a ir de los tiempos extras, al drama. Y éste, con la ruindad del sadismo, maquinó y montó el teatro perverso, pérfido, de que el telón cayera bajo el conjuro delicioso de las odiseas. Sí, como debía ser: ¡A lo Atlas!

Y el futbol, elige a sus héroes de entre sus escombros, de entre las más oscuras de sus jornadas. Camilo Vargas, sacrificado por errores ante Pumas y en la Ida ante el León, se agiganta en los cobros desde el manchón. El arquero colombiano impidió otra c-Atlás-trofe.

Y en esos renglones torcidos de la crueldad, dos símbolos del León, Fernando Navarro y Luis Montes, terminan bebiendo de la pileta amarga del error.

Julio Furch merecía ser el héroe secundario, detrás del redimido Camilo. Su primer torneo lo vivió entre el quirófano y la rehabilitación. Este Apertura 2021, en el último cobro, pasa a la historia, para sentarse ahí, en el Olimpo famélico del Atlas, al lado del Tico Edwin Cubero, el hombre que también desde el manchón, dio el primer título a los Rojinegros, aquel 22 de abril de 1951.

La Fiel, dejó de ser La Aflicción. Una lealtad suprema, que se resume en esa frase que coleteaba con resignación cada torneo: "¡Le voy al Atlas hasta cuando gana!". Y en su euforia, una exclamación festiva sin más onomatopeyas que la risa y el llanto, deberá reinventarse. No es fácil saltar, en una noche, del nunca jamás, al siempre infinito.

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LOS ÁNGELES -- Su esperanza sólo tiene una cláusula de 90 minutos. Sin duda, hoy, el Atlas parece estar tan lejos del título como en los últimos 70 años.

El 3-2 de este jueves por la noche, con reflectores esmeraldas, no apaciguará la crueldad propia del León, pese a la autoridad de Zorros en su cancha. El Estadio Jalisco anhela volver a ser escenario de una Vuelta Olímpica. La más reciente ocurrió el primero de junio de 1997, después de que Chivas corta orejas y rabo a Toros Neza. 24 años de ovaciones silenciadas… y contando.

Primer capítulo de una Final intensa, rabiosa, envenenada, con la sangre bullendo. Y al Atlas, se les desmoronaron sus próceres: Aldo Rocha, en la peor de sus noches, y Camilo Vargas, como ante Pumas, vuelve a rechazar balones, envueltos para regalo.

Y mientras en la Liguilla, Camilo pierde sus poderes, emerge poderoso Ángel Mena, marcando dos goles este jueves, y sumando seis en la gesta del León. El delantero ecuatoriano había desaparecido en sus anteriores Liguillas con el León, pero ésta, es el verdugo exquisito de sus adversarios.

Los Esmeraldas se apropian de la noche, del marcador, de la Final. León y su persistencia. Dos veces abajo en el marcador, pero se levantó de su tumba. La furia de jugadores que han besado títulos, sobre La Furia de una descendencia con 70 años de penumbras.

Los goles del primer tiempo son una descripción del ánima y del ánimo de ambos equipos. Atlas a músculo y transpiración. León a descaro e inspiración. Dos esencias que no comulgan, pero tampoco se repelen.

Luis Reyes caza un balón timorato de rebotes y sin dueño. Le pega de lleno, sin titubeos. Con la pata de palo, pero como bastón de Tiger Woods. La pelota surfea sobre el pasto. Rodolfo Cota ornamenta con su impotencia el 0-1.

El del León, es de esos goles con la cara sucia y fascinante del barrio. Omar Fernández trompica y prolonga. Ángel Mena y Jean Meneses sacan el costurero de la genialidad. La pelota se insinúa a Víctor Dávila. El zurdazo es una centella, al ángulo derecho. Camilo Vargas se lanza como un festival de Birdman.

Lo mismo ocurre cuando el Atlas toma ventaja. Un traspiés de Barreiro le permite a Julio Furch plantarse con las condiciones impecables del gol. Y no perdona. De nuevo, un titubeo, un dislate del León, y el Zorro hace honor a los genes de su astucia para el 1-2.

Y el hombre que levantó muros, que levó puentes, que cerró los portones de la ilusión en el torneo regular, esta vez, dejó la puerta trasera abierta. Disparo de Meneses, rechace de Camilo Vargas. El Ángel de la Muerte no perdona. Mena fusila, 2-2.

Atlas se desordena. Se desconcierta. Ya no es la garita sólida, refunfuñona, atenta, que cortaba los caminos del León. Comete el error de empezar a perseguir al rival, en lugar de montar sólidas trincheras.

Aldo Rocha, el gendarme predilecto del Atlas, atenaza por la cintura a Víctor Dávila, quien dramatiza. Luis Enrique Santander orienta su brújula hacia el manchón penal. De Nuevo, impecable e implacable, Mena aniquila el lance de Vargas. 3-2.

Los Zorros ya no pudieron replantearse en la cancha. Estaban desconcertados, como pocas veces en el torneo. A Diego Cocca le aterra la sensación de fracaso. Ya no hay indicaciones. Él ha claudicado. Los jugadores intentan, más por desesperación que por idea.

León cambia las órdenes del juego. Ahora se acomoda para especular con la desesperación de los Rojinegros. Ariel Holan no renuncia, pero tampoco compromete. Ajusta para hacer respetar el marcador.

Sin embargo, nada está escrito. El 3-2 puede ser tan frágil, pero también tan infranqueable. El suspenso aún se pavonea enigmático encuadernando 90 páginas en blanco para el desenlace en el Estadio Jalisco. Atlas y los estremecimientos heredados: 70 años en el Limbo. León, en tanto, sabe que el 3-2 es un marcador que no tiene palabra de honor, porque el domingo le aguarda una emboscada.

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LOS ÁNGELES -- ¿Será? ¿70 años después? ¿Será? ¿Siete decenios o siete décadas (que no es lo mismo), o 14 lustros después?

¿Cuántos testigos de aquel penalti, historia grabada en oro por el tico Edwin Cubero el 22 de abril de 1951 estarán lúcidos el próximo domingo --con escala este jueves--, ansiosos de ver de nuevo campeón al Atlas? ¿Será? ¿Finalmente?

Estuvo cerca ya. Aquel Atlas fascinante de Ricardo La Volpe. Junio 6 de 1999. Muerte súbita en definición por penales. Jerry Estrada jura que “le pegué con toda el alma”. Pero, falla: fue el escribano involuntario de un nuevo capítulo de fracaso. Hernán Cristante, con apellido evangélico que significa “Con Cristo”, era, literalmente, cancerbero del Infierno. Intuyó, adivinó, atajó. Toluca campeón.

70 años de espera, en la antesala de lo improbable. Porque no hay certeza. Porque el León tiene voz y voto. Y porque La Fiera tiene futbol.

70 años de vigilia, el ayuno ascético. Anorexia involuntaria. El peso histórico de la ansiedad es el peso histórico del fracaso. Un castigo, una condena. “El tiempo es más pesado que la más pesada carga que pueda cargar el hombre”, de puño y letra de Juan Rulfo, quien jugaba al futbol con Pedro Páramo y sus fantasmas en Comala, y aunque nacido en Apulco, Jalisco, era aficionado de Pumas.

¿Será el purgatorio eterno de su nombre? Atlas, en la mitología griega, encabezó la Titanomaquia, la rebelión de los titanes contra los dioses, por el control del Olimpo. Fue condenado a cargar el mundo en sus espaldas para la eternidad. ¿Será que la eternidad es tan efímera como estos 70 años?

Irónico, perverso y cruel el karma. Los atlistas de los 50s, bautizaron con el “ya merito” a un Chivas pujante y frustrado que no podía ser campeón. El “ya merito” cambió perversamente de camiseta, y de rojiblanco pasó a rojinegro.

70 años sin título y sin embargo, el Atlas existe, crece, se multiplica y no muere. Es pasión que duerme, pero no agoniza. Sólo el calvario atlista y Chabelo resisten tantos años. Un calendario con 70 hojas en blanco. El himno del silencio.

Un ex gerente del Atlas, Enrique Aceves, hizo un estudio para su tesis sobre el comportamiento de la afición rojinegra. Insólito: sus mejores entradas en el Estadio Jalisco ocurrían cuando el equipo peligraba por descender, antes que por liderar el torneo. Más propensión al funeral que al carnaval.

Ser atlista es un pacto de sangre enfermo de hemofilia. Pasión insana. Pasión de crisis. Pasión por el sufrimiento. Pasión en la incertidumbre. Pasión que al minuto 90 crispa los nervios y el hígado. ¡A lo Atlas!

“Le voy al Atlas hasta cuando gana”, inmortalizó Ney Blanco de Oliveira, compadre y amigo de Pelé, de horas venturosas con América y Toluca, pero que se vistió de estoicismo con un jorongo rojinegro, un cigarrillo jubilando al otro, y un café eterno, como la bendición del vino en las Bodas de Caná en Galilea.

Algo hay oculto. Envenena. Se mete en la sangre. Inocula. Posee. Sólo aprensiva y aprehensivamente, se es del Atlas. La esperanza, esa de 70 años ya, es el elíxir de la eterna juventud. “¿La ilusión? Eso cuesta caro. A mí me costó vivir más de lo debido”, confiesa Pedro Páramo bajo la caligrafía de Rulfo.

Algunos tendrán un balcón entre las estrellas para apagar su sed. Ramón Cano, el más fiel de La #AflicciónRojinegra, creador del grito aquel de “¡mil veces arriba el Atlas!”, falleció a los 84 años, un 25 de octubre de 2011. Si ocurre el milagro, será el primero en besar el trofeo, esté donde esté.

Y la estampa simbólica, emblemática, inigualable de Mingo (Martín Domingo Morales Rangel) el de la gigantesca bandera, que a cada gol rojinegro ha recorrido la periferia de la Zona A del Estadio Jalisco.

El Maratón de la fe. Todo empezó en la Temporada 1980-81. Atlas tenía 11 partidos sin anotar. Hasta que Héctor Pitarch (‘65) rompió el maleficio ese 11 de abril de 1980, ante el Tampico Madero. Mingo tomó el estandarte rojinegro y corrió frenético por el pasillo central de la tribuna. Se convirtió en un ritual. Una profesión de ilusión, de esperanza, frente a alatares vacíos.

Irle al Atlas es vivir bajo el franciscano ritual del sufrimiento. Acudir al Estadio Jalisco es anhelar la victoria, pero cargar con los estremecimientos, los pataleos epilépticos de la duda, que se agigantan cuando el final del partido se acerca. La gloria y el infierno aguardan, embozados de misterio, más allá del minuto 90.

Porque el atlista hace un voto solemne de lealtad. “Hasta que la muerte nos separe”. Del Atlas nadie se divorcia, ni lo ornamenta con las astas de la infidelidad. Este tálamo futbolero es inquebrantable.

Tal vez es más mexicanísimo ser del Atlas que de Chivas. Por esa obsesión tan mexicana como deliciosa de que la desgracia se convierta en un pregón que busca cobijo ajeno. Los decibeles de la calamidad ajena salpullen con más furia que la felicidad propia. La adversidad es un credo sadomasoquista en los hijos de Tenochtitlan, que si no se comparte, no se saborea.

El bullying encuentra una carnada apetitosa en cada aficionado rojinegro. ¿Qué se siente nacer, crecer, reproducirse y morir sin ver a tu equipo campeón? La lealtad en el Atlas tiene algo de pagano, de irreverente, de satánico, es como besar una cruz invertida. El milagro no ocurre, se escabulle.

Irónicamente, entre los jesuitas, hay una devoción oculta detrás de ese inmenso santoral. Despuecito nomás, de los 7 mil santos que contempla el Martirologio Romano, los jesuitas hacen del Atlas el santo sin canonizar. Sí, el 7,001.

El padre Gonzalo García Verea, a quien su cardiólogo le prohibió ir al Estadio Jalisco, ver o escuchar los partidos en directo, confesó una vez en Radio Universidad de Guadalajara: "El Octavo Pecado Capital es irle al Atlas… y es el único que yo practico, con el perdón y el permiso

de Nuestro Señor. A Jesucristo sólo le faltó sufrir siendo del Atlas. Su vía crucis habría sido demasiado despiadado", comentaba con su gran sentido de humor, asegurando que un gran número de jesuitas seguía al equipo de El Paradero.

Como su atuendo, rojo y negro, la historia del Atlas está llena de contrastes. Cuando buscó su primer albergue, creyó que en El Paradero montaría un desarrollo con poderosa plusvalía. No fue así, el equipo de los aristócratas tapatíos quedó montado en una zona de pobreza. Irónicamente, el Guadalajara, pretendió ubicarse en una zona de baja plusvalía, pero la Colonia Providencia terminó siendo un oasis de multimillonarios.

Este jueves por la noche, Atlas buscará subir del primer escalón al podio supremo. Cierto, su futbol se parece muy poco al embeleso histórico de su sangre pura. Esta versión del Grupo Orlegi, es el espectro tenebroso de #LaAcademia, #LosNiñosCatedráticos o #LosAmigosDelBalón.

El Atlas seducía en aquellos tiempos. Enamorarse de su futbol era como un guiño con una sonrisa misteriosa de Elsa Aguirre o María Félix. Había exquisitez en la cancha.

Revise: Felipe Zetter, Edwin Cubero, Dumbo López, Eduardo Valdatti, Jesús del Muro, Campeón Hernández, Chapetes Gómez, Pepe Delgado, Berna García, Ricardo Chavarín, Pistache Torres, Magdaleno Mercado, José Luis Real, Gamaliel Ramírez, hasta la generación dorada producto de la herencia de Marcelo Bielsa, con Oswaldo Sánchez, Rafa Márquez, Pável Pardo, Andrés Guardado y Jared Borgetti.

Pero, bajo el irrefutable enunciado de que el fin justifica los medios y los miedos, Atlas tiene derecho a apelar a él. Pasó con Cruz Azul este mismo 2021. Lejos de comportarse con la espectacularidad diamantina de sus mejores tiempos, para reventar el yugo de las #Cruzazuleadas, debió traicionar su propia sangre.

¿Quién puede culpar al Atlas por renegar de su ADN, de traicionar sus genes futboleros, para poner fin a 70 años de suplicio?

Vestirse de la gala rojinegra es ese apareamiento con el sadomasoquismo, un matrimonio en el que la Luna de Miel se ha aplazado 70 años. ¿Ocurrirá, finalmente, 70 años después? Debería ser, para que Ney Blanco, y tantos miles más, se desgañiten: “Le voy al Atlas, hasta cuando gana”.

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