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¿Merecido el boleto a la Final de la Liga MX para Atlas y León?
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LOS ÁNGELES -- Un duelo perfumada de nostalgia. León y Atlas definirán al campeón del Apertura 2021, pero no se engañe. No es una Final que despierte pasiones.

Hace años, muchos, por cierto, estos juegos bufaban frenetismo y un futbol exquisito. Esta versión, la versión en tiempos de post-pandemia, no goza de aquellos aromas de rivalidad y pureza futbolística, pero más allá del desarraigo demográfico, la mejor expresión de este León y la mejor expresión de este Atlas deberán alcanzar para desatar expectativas y expectación.

Insoslayable es la tirria entre sus propietarios. Jesús Martínez, con su hijo como albacea, ha sido casi desterrado del futbol por algunos movimientos tras bambalinas de Alejandro Irarragorri. Pública y poco elegantemente se han escupido el desprecio mutuo. Grupo Pachuca versus Grupo Orlegi.

Ojo. Si estos milicianos del odio y de formas poco ortodoxas en busca del control del futbol mexicano se unieran –lo cual es imposible--, mucho podrían hacer juntos por la causa que dicen defender y en verdad aniquilan. El balompié nacional ha sido un damnificado de su disputa.

Con Ángel Mena como su arcángel de la guarda, León deberá llevar el gasto de la propuesta en esta Final de la Liga MX. Atlas se siente más cómodo con el recato como forma de juego, pero si el adversario concede ventajas o cede terreno, lo lacerará, como amenazó con hacerlo en el primer tiempo de este domingo ante unos Pumas desconocidos.

Los Zorros están de fiesta. Setenta años de ayuno y vigilia. Hoy, con una versión casi apócrifa de lo que fueron sus venturosas y fascinantes épocas de los #NiñosCatedráticos, #LaAcademia y #LosAmigosDelBalón, presenta un cuadro práctico, pragmático, muchas veces soso, pero efectivo.

Entiéndase que lejos de justificar su forma de juego y dos pasajes bochornosos de Diego Cocca, “El Guardiola de América”, cuando fue presa de pánico ante el América y ante Chivas, a pesar de tener esa vez dos hombres más, lejos de ellos, se comprenden los momentos.

Ocurrió con Cruz Azul. Eligió poner fin a su ayuno, renunciando al espectáculo, a aquella propuesta ofensiva tan generosa de sus años luminosos. Hoy, el Atlas se ampara con el mismo mantra de la desesperación: tratar de ser campeón como sea, con todos los recursos o artilugios que se pueda.

Está dicho y los tiempos lo confirman: el fin justifica todos los medios y todos los miedos.

Si para romper una agonía de 24 años era válido, imagínese usted para poner fin a una jornada luctuosa de 70 años.

¿El arbitraje de Pérez Durán y sus auxiliares del VAR sentenciaron a Pumas? Ciertamente cabía una sanción por la acción de Anderson Santamaría, pero el único que sabe si había intención de deformarle la nariz a Dinenno es el propio zaguero peruano y sus habilidades primitivas para realizar una rinoplastia sin anestesia.

Se mencionaba en Twitter que habrá mal pensados que gesten un complot por el hecho de que José Riestra sea presidente del Atlas y su hermano, Íñigo, secretario general de la FMF, y ambos apadrinados por la desinteresada amistad –llamémosle así-- entre Alejandro Irarragorri y Emilio Azcárraga Jean. No se ría, por favor.

La Final tiene cierto guiño de justicia deportiva. La jugarán el segundo y el tercero de la Tabla. Ciertamente, gran parte de la demografía futbolera de México y de Estados Unidos buscará otras alternativas de distracción.

Desaparecidos los equipos más populares y los patriarcas del morbo (América y Chivas), terminará por ser un desenlace que sólo incita por particulares sensaciones: el futbol agradable del León y ese sentimiento casi maternal, por ver al paria de 70 años poner fin a su esclavitud de fracasos.

Ojo. No es que sea una Final mata pasiones, porque para quien disfruta el futbol por su esencia y no por el momento climático de una camiseta, encontrará atractivos suficientes, especialmente, obvio, en el juego de vuelta cuando sea bajo la ley de la selva, a matar y morir.

¿Y el arbitraje? Ya se sabe: tradicionalmente visten de negro porque saben que habrá un crimen y luto en la cancha y si no ocurre por la naturaleza del juego, ellos son bastante creativos.

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LOS ÁNGELES -- Una Liguilla que es un Purgatorio. Algunos ganan su salvación (Ángel Mena, Alan Mozo, Carlos Salcedo), otros confirman su condena (Miguel Herrera).

León, el primer finalista. Porque tuvo un Ángel en Mena. Tigres, al anecdotario del fracaso. Porque regresaron, lamentablemente, los demonios de Miguel Herrera.

León 3-3 Tigres, en el global. El reglamento y un punto de diferencia en la Tabla, son los jueces supremos. La Fiera aguarda por Atlas o Pumas.

Otro juego intenso, vibrante, estremecedor. Un aquelarre: patadas, codazos, provocaciones, zangoloteos, bronca, pero con la redención de los goles.

Y sí, de nuevo, la pestilencia arbitral de César R. Palazuelos, o “Porlossuelos”, como lo indica la vox pópuli. Ya saldrá bobaliconamente Arturo Brizio a indultarlo. A su torpeza, queda claro, Cesarín le agrega su personal encono contra El Piojo.

Hay un prócer en León. Había estado escondido, incluso cuando León fue campeón con Nacho Ambriz. Ángel Mena no aparecía en la vorágine de Liguillas. Era luz del torneo y tinieblas en la fase final, ya fuera por abulia, por temores, o por peculiares lesiones.

Esta vez, ha sido distinto. El ecuatoriano suma cuatro goles y una asistencia. Trepó a la guillotina al Puebla y a Tigres. La afición esmeralda tenía ese recelo, ese resquemor. ¿Se venía otra Liguilla con Ángel Mena, pero sin Ángel Mena?

No ha sido así. La noche del sábado, al minuto 8 y al ’85, vulneró a Nahuel Guzmán. En alas celestiales, las de este Ángel, las de este Mena, el León voló a la Final. ¿Atlas o Pumas? Si el goleador sigue así, poco importa.

La afición esmeralda implorará esta semana ante los altares de la Catedral Basílica de La Madre Santísima de la Luz en la ciudad de León: “Ángel de mi guarda, mi dulce compañía, no me desampares en la Final de esta Liguilla”.

Lo de este sábado por la noche, fue una batalla. Genuinamente. Comenzaron mordiendo sin límites anatómicos. Un zape en la mollera, el intento de patada a la yugular, o la guadaña sobre el tobillo. César R. Palazuelos hacía pucheros a cada silbatazo.

Ya con los nervios de punta, Ángel Mena fusila a Guzmán apenas al minuto 8. Rebotes y una torpeza de Javier Aquino generan la jugada. El ecuatoriano golpea abajo, cruzado, potente. Nahuel es una plasta roja de impotencia.

Y hablando de resucitados, de muertos que anduvieron paseando sus momificadas carreras por Europa, y parasitando a Tigres, finalmente, al ’16, aparece Diego Reyes. Un centro frontal, talladito, flotante, juguetón. En el área, ante la desorbitada mirada de Rodolfo Cota, con una exquisitez inusual en semejante palurdo, Reyes remata sintiéndose Zlatan o Cristiano. Tigres de nuevo se asomaba al coliseo de la Final. 1-1, 3-2 en el global.

La intensidad seguía. Tigres buscaba el tiro de gracia y León pujaba por la salvación. ¿Cesarín? En estado de pánico, propenso siempre más al error, y haciendo del acierto un accidente.

El segundo tiempo no mostró tregua. León, azuzado por el reloj, agobiaba, pero Tigres se mantenía sólido. Con pierna fuerte en el fondo, y buscando la aventura emergente con Gignac o alguno de sus acólitos.

Pero, mientras había furia en la cancha, el terror se metió en el espinazo de Miguel Herrera. O su mensaje no llegó claro a sus jugadores. El León arrinconó a Tigres. El Piojo saca incluso a Gignac, cuando el francés, en una pierna, impone más que Fulgencia con dosis extra de cafeína.

No fue Ariel Holan, sino Miguel Herrera quien ordenó el gallardo redoble del Toque 3 de Diana, para el ataque del León. Y como una banda de guerra, La Fiera fue al frente. La salida de Gignac, y El Piojo debía saberlo, es un acto de provocación y estímulo para el adversario.

Herrera moriría víctima de sus temores. Montó la trinchera precipitadamente. León lo sitió. Al ’85, llegaría el premio. Doble atajada, espectacular, de Nahuel, y el balón se abre por izquierda. Jean Meneses a fondo y su servicio es una golosina. Un balón de viaje alto y lento. Al segundo poste. Con alas de Ángel, Mena vuela y emboca: 2-1, 3-3 en el global.

Y tras la sentencia, el zafarrancho. El arcángel Mena y sus querubines le gritan el gol a la banca de Tigres. Empujones entre las bancas, en la cancha. ¿Cesarín? ¡Aterrorizado! Minutos de jaloneo, zarandeos, patadas traicioneras, puñetazos fallidos, arañazos. Y el árbitro sólo expulsa a dos que estaban ya en la banca: Luis Quiñones y Oswaldo Rodríguez. Alguien de ultratumba, le ordenó no echar ni a entrenadores ni a protagonistas en la cancha.

Miguel Herrera, en el maremágnum, tira un par de golpes. Hace menos de un año, otra zacapela similar le costó la chamba en el América, después de una denigrante exhibición el 19 de diciembre de 2020, ante el LAFC. Dijo que había cambiado, que había aprendido, que ya controlaba su ira. Menos de un año después, el basilisco vestido de Armani, reaparece.

Tigres, ya sin garras ni dientes, intentaría maniobras desesperadas de rescate. Lo mejor fue la aparición de David Ayala, una apuesta segura de El Piojo para el próximo torneo. Desde su ingreso al ’75, por Juan Pablo Vigón, ratificó que futbol, tiene, aunque esta vez no alcanzó, como no alcanzó una barrida del Cocoliso González, solo, a dos metros del gol, al ‘94. Al paraguayo le faltó casta, bravura, en ese lance.

Con el 3-3, León vivió bajo acoso los minutos finales. Pero estaba entero. En la cancha tenía ya al más enfadoso, peligroso y fascinante de los gnomos: Fernando Navarro, quien confirma su total recuperación.

Así, teniendo en Ángel su arcángel, León es finalista, y con mucha complicidad de Miguel Herrera, aunque él, en su discurso final, endosó la responsabilidad de replegarse a sus jugadores: “Dejamos de buscar el arco, nos metimos muy atrás, no teníamos que estar atrás, los rebotes eran fuera o dentro de nuestra área, le regalamos oportunidades al rival”, dijo.

Pero mientras Tigres rumia y brama su eliminación, el León confirma su aureola de favorito. Mucho de este León, debe, todavía, y merecidamente, arrancar una sonrisa a Nacho Ambriz.

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LOS ÁNGELES -- Se viene el exterminio en el América. Esta vez no es un rumor fecundado en el fracaso. Esta vez hay un comunicado enérgico. Y prolijamente redactado. Despecho y amenaza, en cada párrafo. De puño y letra del patrón.

Tres semanas, dice, para replantear un proyecto a corto y mediano plazo. Ya no hay tiempo para un ultimátum. Éste, caducó cuando Pumas humilló al América en su propia trinchera.

Nadie está a salvo. Un plantel sobrevalorado, sin duda. Farsantes que han sido rémoras, parásitos del equipo. Nico Benedetti, Roger Martínez, Andrés Ibargüen y Renato Ibarra, por ejemplo.

¿Cuántos jugadores serían cotizables en la Liga Mx, porque a algunos de los extranjeros, ni en sus países los quieren de vuelta? Sólo Pedro Aquino, Richard Sánchez y Guillermo Ochoa. No más. Acaso, porque siempre se necesitan actores de reparto, agregar a Salvador Reyes y Mauro Lainez.

La fecha de caducidad alcanzó a Henry Martín, Jorge Sánchez, Miguel Layún, Sebastián Córdova, Federico Viñas, Bruno Valdez, Emanuel Aguilera y Sebastián Cáceres. ¿Álvaro Fidalgo? Por su precio de ganga, desquita con sudor, pero no con calidad.

Esta vez no se trata de una cirugía mayor. En El Nido no necesitan a un cirujano, sino a un carnicero. No hay que sanar y suturar, hay que extirpar. Protocolo drástico ante agentes cancerígenos.

¿Santiago Solari? El ‘Indiecito’ apela a su contrato, para una nueva oportunidad. Le han prometido tres refuerzos. De esos, de los que él quiere, de los venidos de Europa. Tal vez, ojalá y no, versiones similares a Fidalgo, rescatado del moho de la banca del Castellón de la Segunda División.

Sin embargo, el #ÓdiameMás arrastra tres estigmas con Solari: aburre, insulta el paladar futbolero americanista, y desfallece en las Liguillas. Transformó a las Águilas en avechuchos carroñeros.

Cierto, convirtió a El Nido de Coapa en el mejor equipo de 2021, al menos en las estadísticas. Pero, los números alimentan los archivos, no los museos ni las salas de trofeos. La soberbia americanista muere de inanición si sólo le das de tragar cifras.

¿Santiago Baños? Cometió errores en las contrataciones. Empobreció al club aprobando las firmas de Benedetti y Nico Castillo, y despilfarró en compras de pánico. Permitió que Roger Martínez se burlara del club.

Después, reclutó obreros eficientes que quiso vestir de frac. Todo indica que salió de la lista de regalos de su jefe Joaquín Balcárcel y de su patrón, Emilio Azcárraga.

El problema del comunicado cocinado al vapor por parte del América, es que es un juramento expedido desde el Salón Oval de Televisa. No debe ser palabrería. Ni debe pretender ser un consuelo lastimero a una afición herida. Esa comedia, esa bufonada, ya la habían hecho los mismísimos Solari y Baños.

Menos palabrerías, y más hechos. Debió ser así desde hace más de un año. Pero, un ciego guiando a otro ciego, mantuvo en penumbras al América. La purga en El Nido lleva casi dos años de retraso. Una tolerancia excesiva, debilucha, acobardada.

Lamentablemente, los primeros escarceos no son prometedores. ¿Cambiar a Sebastián Córdova por Uriel Antuna? Si el América es inteligente, debería retacarles a ambos a Chivas, así como le injertó un virus terriblemente avejentado llamado Oribe Peralta. Ambos señoritos, Córdova y Antuna, claudicaron ya como futbolistas.

Cierto, es imposible fumigar, expurgar y espulgar totalmente a El Nido. Pero, los bichos más perniciosos, los más costosos e improductivos, deben encabezar la caravana ignominiosa y deshonrosa, de esa operación laxante del América.

Pero, Emilio Azcárraga debe saber que para el gran salto de equipo protagonista a equipo campeón, necesita abrir la chequera. De otra manera, el equipo sólo dará maromas, revolcándose en nuevos y estercolados fracasos.

1.- Exigirle a Santiago Solari que no sólo sume puntos para lustrar su currículo, sino que sume títulos, para lustrar a El Nido de Coapa. Y por supuesto, que el América que salte a la cancha, no aburra, no afee, no insulte la noble cuna del americanismo a pesar de su innoble estandarte del #ÓdiameMás.

2.- ¿Estará Santiago Baños capacitado para saber elegir refuerzos? ¿Existe en verdad el departamento de inteligencia deportiva? Ya se equivocó con tantos, y con un quebranto multimillonario del bolsillo de su patrón, que no puede errar de nuevo. Baños engendró tres bancarrotas: la de su credibilidad, y la deportiva y la financiera del equipo.

3.- Habida cuenta que deberá retener a uno que otro palurdo futbolero, llegará el momento de marcar objetivos a los jugadores. Desde minutos de juego, hasta rendimientos tangibles y productivos. Los haraganes deben empacar su polilla.

De otra manera, insisto, ese juramento, esa manifestación pública de que todo cambiará en el América, a partir de ayer, quedará como otra gastada y desgastante farsa típica de directivos mediocres y facinerosos.

Sí, si no cumple al pie de la letra con su epístola de remordimiento, simplemente, Emilio Azcárraga Jean empezaría a parecerse tanto a otro que da dedazos de atole a una muchedumbre en luto constante, como lo es Amaury Vergara.

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LOS ÁNGELES -- Una Liguilla que nació muriéndose. Una Liguilla que murió naciendo.

No se trata sólo de quiénes son los semifinalistas. Se trata de la miseria futbolística. Acaso Pumas se escabulle, acaso se salva, acaso merece una segunda oportunidad.

Atlas contra Pumas y Tigres contra León. Así la cartelera. Nada que enerve ni que excite. Nada que cautive ni seduzca.

Más de la mitad de la demografía futbolera mexicana se encuentra rumiando y bramando las desdichas de sus equipos. Chivas, América, Cruz Azul y hasta Rayados, recibieron la esquela maloliente de su ominoso fracaso. Y, obvio, indiferente al desenlace.

¿Habrá peor muerte que morirse de nada? Porque, esos cuatro se murieron de nada. Terminaron, pusilánimemente, reclamando la eutanasia.

Cierto, hay detonantes en estas Semifinales del Apertura 2021. Hay cierto morbo. Hay expectación. Inesperadas expectativas. Al menos las cuatro ciudades más futboleras de México tienen un representante. Y hay sólo un técnico mexicano, Miguel Herrera, entre tres argentinos.

Pumas paciente moribundo rescató Mejía Barón diván
Getty ImagesPumas respetó su identidad y le dio una lección al América

1.- Hay un Atlas que arrastra los espíritus chocarreros de 70 años sin asear su sala de trofeos. Hoy, con Diego Cocca, se parece poco a su estirpe. Fue un equipo de futbol educado, entre la magia del barrio y la elegancia de la Academia. Hoy garabatea con la pizarra de pánico de su técnico.

2.- Y el resucitado Pumas. Un equipo rico en historia. Alguna vez una mina de diamantes: Hugo Sánchez, Manuel Negrete, Luis Flores, Luis García, Enrique Borja, y algunos más. Estaba en un sarcófago lapidado a escupitajos de desprecio. Pero, llegó un odontólogo con dotes de psicólogo. Miguel Mejía Barón le dio pasiflora al nervioso técnico y cafeína a sus jugadores. Eliminó al América. La Bestia Negra viste de azul y oro.

3.- Una revolución se armó en Monterrey. Atragantarse de rabia, de revancha, genera proezas. Eso es Tigres. Miguel Herrera, cual pelícano, guarda en el buche su rencor por la forma en que lo echó el América. Y los jugadores de Tigres, tristeando casi dos años, mientras el vecino, Rayados, se pavonea en Mundiales de Clubes, tragan ellos amargo, de ese verde viscoso de la frustración.

4.- Este León no es como el que pintó Nacho Ambriz. Hoy, hace más futbol a pujidos, a escarceos, a pataletas, que con el júbilo y la generosidad de la gestión de Ambriz. Se entiende: Ariel Holan apenas conoce el medio, y dos colosos de otros torneos, como Luis Montes y Fernando Navarro, han arrastrado lesiones. Pero, ha aparecido como figura, el lastre de otros tiempos: el diabólico Ángel Mena, quien aniquiló este domingo a los angelopolitanos de Puebla.

Ciertamente, estos semifinalistas, no son equipos que se apoderen de portadas. No sólo por su bajo impacto en la demografía futbolera mexicana, sino porque este torneo, han surfeado en un oleaje de especulación, de futbol pragmático, de aburrimiento, estigmas, a los que sólo escapa un equipo, por lo hecho en las últimas semanas: los Pumas.

Por otra parte, si algo dejó de fascinante la fase de Cuartos de Final, fue a esos héroes inesperados, accidentales casi. Hagamos la cuenta.

1.- Alan Mozo. Estuvo a punto de ser echado de Pumas. Noches de copas, baja de juego, indisciplinas, lo tenían a punto del despido. Ante América, confirmó porqué alguna vez el tarot de las especulaciones lo colocaba en Europa.

2.- Carlos Salcedo. Vetado en la selección mexicana, salvaguarda a los Tigres. Tipo de carácter violento, encarna más a Míster Hyde que al Doctor Jekyll. Pero, a veces, cuando quiere, aparece al rescate de los felinos. Gol de crack, con recepción, recorte y bazucazo, le salva la vida al Piojo Herrera.

3.- Ángel Mena. Está en deuda con León. Este domingo, en la vuelta ante Puebla, exorcizó sus propios demonios, venció sus propios temores. Marca en jugada y de penalti, tal y como había errado frecuentemente en torneos anteriores.

Así, sin el resplandor suficiente para apoderarse de toda la geografía futbolera de México, ni de un sector importante en Estados Unidos, estas Semifinales espolvorean ingredientes para involucrarse en los partidos, que posiblemente se conviertan en forcejeos densos, más que en vibrantes enfrentamientos

Pero, júrelo, Pumas exigirá a Atlas hacer un mejor futbol que la parsimonia asustadiza de Diego Cocca, y los Tigres tienen en común con el León, que si juegan a defenderse, en el acta de defunción deberá escribirse suicidio como la causal.

Sin embargo, es innegable. Esta Liguilla nació muriéndose. Esta Liguilla murió al nacer.

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LOS ÁNGELES -- Sin saberlo, el 9 de septiembre, Pumas empezó a gestar el milagro. Buscaba una cura, encontró una hazaña. Y consumó, milagro y proeza, este sábado: ganó, goleó y gustó, humillando 3-1 al América.

Ese día, ese 9 de septiembre, ya sin la zalea gastada de Tigres, Miguel Mejía Barón fue presentado como Vicepresidente Deportivo de Pumas. A partir de entonces, todo cambió y todos cambiaron. Hoy, es semifinalista, y hoy se diseñó el penacho de guerra con el plumaje más odiado y deseado de la Liga Mx, el de las Águilas.

Pumas, ese 9 de septiembre, ocupaba el puesto 15 de la Tabla de Posiciones. Agonizaba, y Andrés Lillini no encontraba una pócima vigorizante. Mejía Barón llegaba sin una ya oxidada pizarra de entrenador, pero con el verbo doméstico de su experiencia.

“En este momento no han llegado las victorias como la afición añora, pero uno tiene que pedir paciencia; (ojalá que) el hecho de que llegue yo les dé esperanza a los aficionados (y creo), que así va a ser. Vamos a tener trabajo y unidad de pensamiento, el Club Universidad está integrado por mucha gente que fue jugador, y que sabe lo que significa el escudo y los colores”, dijo Mejía Barón.

Ya hace unos días, se citaron las cifras de Pumas a partir de su llegada. Fue jugador, auxiliar técnico, secretario técnico, director técnico, y en cada una de esas etapas se coronó campeón. Como jugador contrastaba con su profesión. Era un carnicero en fin de semana, y un exquisito y preciso odontólogo entre semana.

Desde el comienzo de su gestión, Pumas suma dos derrotas, cuatro empates y seis victorias, incluyendo la de la Repesca ante Toluca y la de este sábado ante el América.

Ampara su cabildeo, una cifra irrefutable, que ya se había explicado en este espacio, más vacío de lectores, que de defensas eficientes en la zaga del América.

Con la misma delicadeza que en una endodoncia, y sin el trámite del dolor, Mejía Barón ayudó a un registro impresionante: Pumas ganó 76 por ciento de los puntos desde que se tomó el primer café con el técnico, y tumbó en el diván a los trémulos, inseguros, huidizos y deambulantes jugadores.

“Lo primero que hizo fue hablar con Lillini (Andrés, el técnico). Le dejó en claro que no quería su puesto, ni le interesaba volver a entrenar, que llegaba a respaldarlo”, revela una fuente cercana a Pumas.

Después, con el diagnóstico en mano, charló con los jugadores. Uno a uno; uno por uno; uno tras otro, y al final con todos juntos. Asaltó con tersura de psicólogo, las cabecitas y los espíritus vencidos de jugadores que eran victimizados, sentenciados y ajusticiados, de manera implacable.

Este sábado, a dos meses y medio de su presentación, los cambios fueron más que evidentes. “Al que más tiempo le dedicaba era a Alan Mozo. Hoy, es el jugador más disciplinado de todo el plantel”, revela el mismo vocero de Pumas.

Alan Mozo fue el Leónidas de Pumas ante el América. Cierto, despedazó una ya resquebrajada defensa del América, pero además, se convirtió, en esa alteración de posiciones que le permitían, en un falso enganche –y poco natural--, del equipo.

Andrés Lillini percibió el cambio de actitud y de aptitud. Tenía jugadores con las hormonas y las neuronas a su servicio. Eran los mismos jugadores, pero sin los mismos hábitos perniciosos que bullían y escaldaban sus cabecitas frágiles, en detrimento de sus habilidades futbolísticas.

Y, entonces, lo de Lillini ha pasado a ser espectacular. Le plantó cara al mejor equipo del torneo. Le abrió boquetes en su media cancha y tomó por asalto el área, donde el otro resucitado, Washington Corozo se encargó de detonar la cabeza nuclear de dos de los envíos de Mozo.

Además, Lillini se tragó al Indiecito. Y lo hizo lentamente, sin prisas, con la misma paciencia y sangre fría, que en aquella Semifinal en la que elimina a Cruz Azul.

Santiago Solari, más allá de lo mermado de su plantel, hizo una apuesta inicial casi suicida. La suerte y el arbitraje, no estuvieron de su lado, más allá del dudoso penalti que convierte Emanuel Aguilera. Le anulan un gol legítimo, por esas incoherencias de la regla del fuera de lugar, y le perdonan una roja merecidísima a Efraín Velarde.

En sus labores de cartógrafo, Solari se equivoca, pero exclusivamente, al esperar más de sus jugadores. Sus intenciones eran optimistas, pero demasiado para un plantel tan de medio pelo como el que sufre. ¿Y ahora qué viene? El Indiecito, hoy, es intocable. Se irá, sólo si él quiere.

Este sábado, terminó quemando a Richard Sánchez y a Álvaro Fidalgo, mientras que Fernando Madrigal siempre quedaba en desventaja, especialmente cuando se juntaban Leo López, Erik Lira y Favio Álvarez, además de las incursiones de Mozo, a quien Mauro Láinez y Salvador Reyes sólo le veían la placa del Maserati que transitaba por su zona.

Dos balones en los travesaños y dos cabriolas circenses de Guillermo Ochoa, impidieron que la goleada pasara a humillación y rozara la masacre. Sólo Toluca y Rayados habían despedazado aa El Nido.

Solari tuvo tal vez ideas para tapar los boquetes de su Titanic, pero, era claro, sus repuestos estaban defectuosos, al grado que implorara un milagro con dos balas perdidas, como Sebastián Córdova y Nico Benedetti, que dicho sea de paso, ¡qué fraude de futbolista es!

Ahora, Pumas espera adversario. Es la Bestia Negra de la Liguilla. Se clasificó en el sitio 11, y termina tumbando al primero. Vive sus mejores momentos. Lillini ya no tiene qué preocuparse por las telarañas mentales de sus jugadores, y ahora puede dedicarse a tejerles telarañas a sus adversarios.

Ojo: en este segundo encuentro ante América, hizo cinco movimientos estratégicos de jugadores en la cancha, mientras que a Solari no le alcanzaba ni para hacer cinco cambios de jugadores confiables.

Y seguramente, Miguel Mejía Barón seguirá en lo suyo. Alejado del pizarrón de Lillini, pero cerca de las criaturas sensibles que son los futbolistas, especialmente cuando corren el riesgo de desbocarse en los momentos de buena fortuna.

Y también, ejemplificar esta Odisea Puma, con el viejo proverbio indio: “Es más temible una manada de ciervos dirigida por un león, que una manada de leones dirigida por un ciervo”

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Rafael Ramos Villagrana

LOS ÁNGELES -- Tras el abominable tsunami de bostezos del miércoles, la vehemencia del futbol regresó este jueves a la Liguilla del Apertura 2021.

Esto demuestra que el cambio en el reglamento de desempate no es tóxico, sino que lo tóxico es la viciosa mezquindad de algunos equipos.

Puebla y Santos vistieron con la gala del futbol el overol de su testosterona. Sin noquear, sin embalsamar, sin aniquilar a sus adversarios, al menos respiran, sin jadeos. Todo lo contrario de sus víctimas, León y Tigres.

La Franja somete a La Fiera. 2-1 el veredicto, que no es sentencia. Aún restan 90 minutos en el Estadio León. La ventaja es escuálida, pero Puebla tiene el oficio para poder explotar los estertores de unos Panzas Verdes desesperados.

Santos reinauguró, por así decirlo, La Casa del Dolor Ajeno. Dos escopetazos a los Tigres y amenaza con sepultar boca abajo, las promesas ilusas e ilusionistas de Miguel Herrera. Cuando Fernando Gorriarán y Diego Valdés se asocian para el crimen, son funestos.

Cierto: no hay nada escrito. Las actas de defunción de las dos fieras, aún están sin el sello del taxidermista. Ni León ni Tigres apestan a fiambre, pero, en su cubil, ambos felinos, deberán mostrar su mejor versión, una versión superior a todas las que han desplegado en este Apertura 2021.

Sin embargo, los diagnósticos no son los mejores para León y Tigres. Sus adversarios ratificaron esa esencia de los equipos que aceptan el camino tortuoso de rehabilitarse, y que fortalecen el espíritu en el martirio prolongado de su propia reconstrucción.

El trabajo de Nicolás Larcamón reedificando a un equipo saqueado, alcanzó para meterlo al Repechaje, séptimo en la tabla, sin ningún privilegio, pero, con la solidez colectiva, y lo más respetable, sin traicionar su doctrina de jugar de manera agradable al futbol.

Mientras tanto, con la herrumbre amarga de la #Subcampeonitis, el destino de Santos parecía incierto a la mitad del torneo. Era capaz de titubear y perder ante Tijuana, y pasar problemas para vencer a un Juárez con diez hombres, y que lo superaba mientras estaba completo.

Establecido ya que los marcadores tienen poco de epitafios, porque, por el contrario, parecen frágiles para los Juegos de Vuelta de la Liguilla, toda vez que tanto La Fiera como Los Felinos, tienen la oportunidad de, finalmente, en este torneo, hacer pesar su condición de local.

León salió con una amargura plural de Puebla. Un penalti que no le marcan, serios errores defensivos, y la forma en que el equipo fue maniatado, y superado, en agresividad y futbol por La Franja. El error arbitral, sólo el queda lamentarlo a Ariel Holan, en una queja que ha enarbolado durante el torneo. Pero, merece más su atención la capacidad, la idea y la inteligencia para terminar las jugadas.

Tigres, en tanto, tiene avenidas en su zona defensiva. La ausencia de Guido Pizarro, dejó a Miguel Herrera chimuelo. Cuando la trinchera queda en las cabecitas torpes de Hugo Ayala, Sánchez Purata y encima Carlos Salcedo, corres con tacones por la cornisa del rascacielos. Es un coqueteo con el suicidio.

Tras las calamidades defensivas del primer tiempo, perforados por los goles de Diego Valdés y El Mudo Aguirre, Tigres sacó resuello en el segundo tiempo. El Piojo manda a Leo Fernández por el Diente López y a Carlos González por Hugo Ayala, buscando ese gol que les ponía en el respirador artificial.

Y se dio la ecuación de circunstancias: Santos eligió, equivocadamente, jugar a lo que no sabe: pertrecharse y contragolpear, mientras que Tigres empezó a incursionar con más frecuencia e idea. El 2-1 que aviva la esperanza, es un escopetazo despiadado de André Pierre Gignac, a los 74, justo después de un desperdicio ridículo de Juan Otero.

2-1, pues los marcadores parciales, y quedando de manifiesto que ni Tigres ni León, están aún en la lista del taxidermista, como tampoco Santos y Puebla cotizan anticipadamente en Semifinales del Apertura 2021.

Y aún con el sabor a centavo oxidado que dejaron los juegos del miércoles, con sus detestables empates a cero, tanto esas llaves, como las de este jueves, están totalmente abiertas.

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LOS ÁNGELES -- Al América le ofrecieron un paraguas y Santiago Solari lo transformó en un búnker. Inexpugnable. Guerra avisada, no mata soldado. 0-0, el luminoso y tristón bostezo en la pizarra de Ciudad Universitaria.

El Nido sale del cubil de Pumas, tal y como le gusta al mismo Solari: goleando y ganando 0-0, con la firma autorizada del reglamento de competencia. La posición en la tabla es el juez supremo. Tal vez no imparte justicia, pero imparte la ley.

En el futbol, generalmente, el 0-0 es un fin que justifica los medios… ¡Y los miedos! En este caso, los de Solari. No quiere morir de audacia como en la Liguilla anterior, sino vivir, sin remilgos, al amparo de sus múltiples cerrojos. Un fortín ambulante.

Y la sabiduría popular es vehemente e irrefutable: la culpa no la tiene El Indiecito, sino el que se lo hace compadre. Hay diferentes caminos al título, y él ha escogido el más escabroso, el más áspero, el más tacaño, el más huraño con el futbol.

Cierto, el América narra su grandeza con historias de terror o de ficción. Pero no defraudaba, no aburría. Cosechaba ovaciones, donde hoy, sus hipnotizados aficionados, apenas bostezan.

Para someter al miedo, hay que abrazarse al peligro. Pero, Solari, para someter el peligro, decide abrazarse al miedo. Eso no es el América legendario, pero, tampoco tiene jugadores legendarios, apenas correloncitos de medio pelo.

Ojo: no sorprende ni debe ir al paredón por ello. El Indiecito ajustó a su tribu ante la ausencia de su mejor guerrero, Pedro Aquino. Nadie extrañó al peruano, porque el colectivo hizo tanto, que el trabajo defensivo lo hizo mejor que él mismo.

El técnico eligió mover todo su rompecabezas. En los ajustes, las licencias de que goza Aquino en la cancha, Solari se las asignó al paraguayo Richard Sánchez, el hombre que mejor pisó el área contraria por el América y que irrumpía en las escasas zonas libres que dejaban los incansables Pumas.

¿Defensivo el América? Sin duda. ¿Represivo? A su estilo. Porque exaspera, porque desgasta, porque abruma, porque fastidia, porque confunde. Y claro, aburre, afea el futbol.

El Nido no concede tiempo para pensar, para maquinar. Se dedica a maquilar puntos, y en este caso a maquilar tiempo, para que el reglamento le dé la bendición papal del liderato general el próximo domingo en el Estadio Azteca.

No es fácil descifrar a las Águilas. Esa artimaña americanista de hacerle creer al rival que es el dueño del balón y del partido, alborotó las ilusiones de Pumas, hasta que los universitarios entendieron que los cambios que iba orquestando Solari, tenían una emboscada agregada.

No tuvo suerte el América, pero el gran peligro no era Federico Viñas, ni Henry Martin, ni Roger Martínez. Los peligros embozados, eran eventualmente las apariciones de Richard Sánchez y de Miguel Layún, mientras Álvaro Fidalgo era el escudero que secundaba o terciaba, en la marca sobre Pumas.

Por eso Alfredo Talavera tragaba amargo cuando la segunda línea aparecía a las espaldas descuidadas de su defensa. Y perdona una vez Layún y otra más Richard Sánchez.

Nada qué asombre ni azore. Ese es el dogma de este América de Solari. No es su culpa. Tiene uno de los planteles más lastimeros y lastimados del futbol mexicano. Un equipo hecho de músculo y hormonas, porque los que cobran como talentosos, han decidido arruinar su carrera, como Sebastián Córdova.

¿Pumas? Hizo todo el gasto. Absolutamente. Intentó generar futbol, se plantó ante Guillermo Ochoa, le sacó soponcios, le sacó hipo, le sacó rezos y jaculatorias, pero no lo obligó a sacar el balón de su arco.

Fue tan gallarda la exhibición de Pumas, que fue el equipo que terminó más agotado y agobiado. Entendía plenamente que necesitaba de la victoria para que la encerrona en el Estadio Azteca, el próximo sábado, no sea de nuevo un martirio táctico.

Porque si Pumas deslumbró recientemente ante Toluca y Cruz Azul, su empuje y compromiso fue superior este miércoles por la noche. Pero, le faltó el único argumento legítimo para sentenciar al América: el gol.

Entre las oportunidades que generó, alguna incluso en la casualidad de los rebotes, tal vez sólo terminó encandilado, en esa cinco posibilidades de gol, por el moméntum del juego mismo, y porque, en su turno, Diogo, Dinenno y Meritao, llegaban exigidos y azuzados.

Al final, ante la frustración de Pumas, el América abandona con la sonrisa torcida de la misión cumplida: gana y golea 0-0. El reglamento sonríe, y la justicia frunce el ceño. El fin, sabido está, justifica los medios… ¡Y los miedos!

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LOS ÁNGELES -- Tras el crespón luctuoso del fracaso, Cruz Azul tiene un consuelo: el Campeón murió a manos de otro Campeón. Le puso fin a su agonía de 17 jornadas y un Repechaje, el Campeón de la Concachampions: Monterrey.

La duda: ¿hasta dentro de 24 años, Cruz Azul? La pedante terquedad de Juan Reynoso recibió un escandaloso varapalo. Aprenderá, seguramente.

El reparto final de la Liguilla tiene rostros y contrincantes. De antemano, hay promesas, hay ilusiones, hay expectación y hay expectativas. Claro, y también hay el riesgo de que la mezquindad desde los banquillos, arruine la fiesta.

América ante Pumas, con toda esa rivalidad que a veces mengua y a veces se engríe; que a veces sofoca y a veces exalta. El amo del torneo, ante el polizón del Repechaje.

Atlas contra Rayados. Un Monterrey que ratificó este domingo lo implacable y fascinante que puede ser, ante unos Rojinegros sin palabra de honor.

León frente a Puebla, dos equipos que cerraron sumando. La Fiera y La Franja tienen en común esa intensidad progresiva en cada juego.

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Imago7Cruz Azul contó con opciones para dañar la meta de Rayados, pero no logró concretar.

Tigres contra Santos, siendo oportunos y también con problemas de lesiones y bajas de juego, pero finalmente reclamando un sitio en la Fiesta Final.

Ido el campeón, Cruz Azul, bajo un sello de amargura, víctima de una paternidad absoluta ante Monterrey este semestre, la Liguilla girará en torno a un epicentro único: el América, obligado por esa fatuidad con la que se yergue desde la proclama del #ÓdiameMás.

Al final, por la densa rivalidad en algunos juegos, se pondrán a prueba otros escenarios. Especialmente la capacidad para evitar bochornos y sobresaltos fuera de la cancha, tomando en cuenta algunos zafarranchos en la periferia de los estadios.

Víctima de una depresión en segundo plano, por el impresentable nivel de la selección mexicana, la afición buscará en esta Liguilla, al menos alguna gratificación futbolística, incluso entre aquellos que quedaron marginados, en la fosa común de la miseria competitiva, encabezada por el fracaso estruendoso de Chivas, y, en este caso, del mismo Cruz Azul.

Afortunadamente, algunos equipos, muestran alguna cordura y respeto por el futbol. Javier Aguirre y Miguel Herrera han confirmado que pueden, si quieren, si saben, hacer jugar gratamente a sus equipos.

Lo mismo puede aseverarse del León y Santos. Atlas, se sabe, juega bien a secas, pero su estigma es cómo palidece ante las Águilas, y aquel segundo tiempo tiritando ante unas Chivas con dos hombres menos.

América, ya se ha dicho, juega feo, aburrido, pero, completo su magro plantel, es el que juega con más orden, con más sincronía por un objetivo puntual que es ganar, de preferencia, goleando 1-0.

Mención aparte para Pumas. La sabiduría de Miguel Mejía Barón ha reconstituido a los universitarios. Las encerronas grupales, esas terapias colectivas, además de su forma para moldear temperamentos, le permitió transformar, para fortuna de Andrés Lillini a un grupo de palurdos en calzoncillos, en guerreros convencidos de ver más allá de sus narices.

De los cuatro en la Zona VIP, el más lastimado es el América. Pedro Aquino, cercando por caprichos de la selección peruana, a sabiendas de que podía recaer severamente, lo tiene fuera. Sin el mediocampista inca, América sufre en el pertrecho de una defensiva frágil, y, además, en el desabasto ofensivo, por las variantes que regularmente ofrece Aquino.

Después del bache que representó para los clubes la Fecha FIFA de noviembre, hay un contraste entre los equipos. Los sobrevivientes del Repechaje regresaron antes al ritmo competitivo, pero los cuatro clasificados directamente, dispusieron de unos días más, para hacer ajustes internos y para recuperar a jugadores cedidos a selecciones nacionales.

En la cartelera, insisto, hay promesa de intensidad, pero no garantía de las intenciones. Se ha visto, en otras Liguillas, cómo el miedo a perder condiciona la ambición de ganar. El único que no miente en su poco sofisticada maniobra futbolística, es el América. De los otros puede esperarse todo, desde la decepción, hasta una satisfacción extrema.

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LOS ÁNGELES -- Refunfuñando, que es siempre un acto de impotencia, de descontento sometido, pero los dueños de equipos del futbol mexicano ya saben que Gerardo Martino seguirá al frente del Tri hasta el Mundial de Catar.

Claro, si clasifica, en un territorio agreste, con la dosis de belicosidad mediocre que corresponde a la zona futboleramente tercermundista que es la Concacaf. Estados Unidos y Canadá le bajaron ya los humos al pedante del arrabal.

Sin embargo, la #YuntaDeDueños, como inmortalizó Sven-Göran Eriksson (ese apodo accidental fue lo único bueno que dejó en México), a la Asamblea de Propietarios de Equipos, pide sólo una cosa: que en esa reunión del 6 de diciembre esté presente Gerardo Martino.

Viñeta Rafa Ramos

Recordemos, el #TuzoGate fue la amenaza sumaria contra todos los dueños de equipos. O se callan, o salen sus trapitos al sol. A Jesús Martínez le advirtieron que el #PanzaVerdeGate estaba listo para difundirse en horario estelar. Y su hijo, evidentemente, terminaría embarrado con el León.

El miedo es la más poderosa de las mordazas. Ya se sabe, los dueños de equipos en México ejercen aquello de “vicios privados, virtudes públicas”.

Y donde hay un #TuzoGate y un #PanzaVerdeGate, cabe un #ChivasGate o un #CruzAzulGate o un #XolosGate, y hasta un #PumasGate, sin dejar fuera a los fajados y bragados (¡léase con sarcasmo!) del Norte.

¡Épale! ¡Ponga freno a su imaginación! ¡No desbarre! Claro, lo que nunca habrá será un #CoapaGate o un #AtlasGate o un #Santos Gate. El amo sí cría cuervos, pero les corta las alas, el pico y la lengua, para salud de sus ojos.

Por lo pronto, insisto, los dueños imploran la presencia de Gerardo Martino en esa asamblea del 6 de diciembre. Sí, imploran, suplican, porque hace tiempo que les castraron su capacidad de exigir.

En México ocurre la aberración mayor del futbol como empresa: tiene una Federación rica, millonaria, y unos clubes pobretones, miserables, infelices, pordioseros. Y encima, son humillados, sometidos, esclavizados.

Los equipos son, constitutivamente, los dueños de la Selección Mexicana. Sin embargo, hace años se las expropiaron. Compungidos, abnegados, trémulos, se encogieron de hombros y se colocaron en posición fetal.

Le han hecho saber a Yon de Luisa, presidente de la FMF, que les gustaría cuestionar a Gerardo Martino en esa sesión del 6 de diciembre. Al final, tienen el derecho de saber si El Tata tiene una brújula, o en medio de este tsunami conkakafkiano (dixit Guillermo Chao), el Tri-tanic va a la deriva.

Reitero lo de hace semanas, meses: el técnico de México no tiene quién lo arroje al banquillo y lo interpele. No hay quien lo confronte ni lo cuestione. No hay nadie capaz de hacerlo. De Luisa no sabe de futbol, y Gerardo Torrado, de aquella bravura de jugador, pasó a ser un dócil corderito encorbatado. ¿Nacho Hierro? Es el #UberEats de la FMF.

Martino necesita ser interrogado e increpado. Claro, no espero que los sesudos y duchos dueños de equipos sepan una pizca de futbol. Pero, en su entorno, tienen gente capacidad para entregarles un acordeón, un listado de preguntas, desde las obvias hasta las puntualmente inquietantes.

¿Por qué Yon de Luisa no quiere que Gerardo Martino sea sometido a un juicio público por sus patrones? Piensa él, que además, quedaría expuesto en su propia incapacidad para controlar a su subordinado.

Además, el mismo Tata no es un personaje que se preste para ser expuesto a la comidilla de un tiroteo, ni a ser interpelado por personajes con quienes tal vez jamás se crucen en su vida, aunque firmen sus cheques.

¿Renunciaría el técnico argentino antes que aceptar ser sometido a ese litigio sobre su capacidad?

Ese es otro de los terrores de Yon de Luisa. Él sale perdiendo de cualquier manera. Si Martino se niega a ir, él se verá debilitado públicamente. Si consigue que Martino acuda, y ante las presiones, renuncia, igualmente se verá debilitado.

Ese es el panorama amenazante pata Yon de Luisa ante esta petición de que El Tata acuda: perder-perder.

El presidente de la FMF tiene una coartada perfecta: México enfrenta a Chile, en Austin, el 8 de diciembre, en un partido amistoso, al que sólo los villamelones de la zona acudirán, porque el Tri no dispondrá de jugadores europeos ni de los equipos involucrados en la Final.

Es obvio que ante la total intrascendencia de este juego, además, arruinado ya por los bochornos tricolores ante Estados Unidos y Canadá, Gerardo Martino puede posponer su viaje para el lunes por la noche o el martes por la mañana.

¿O alguien espera que El Tata, con un arrejuntado al vapor pueda parar un equipo más digno que el esperpento que ha comparecido en el Octagonal Final de Concacaf? No se ría, es una pregunta seria.

Lamentablemente, la #YuntadeDueños (dixit Eriksson) ha perdido autoridad, respeto, jerarquía, dignidad. Desde su camastro de eunucos, los propietarios de equipos ya no alzan la voz. Jesús

Martínez fue exiliado ya del futbol, y el otro personaje capaz de sublevarse, Jorge Vergara, descansa en paz, lejos de estos ridículos y grotescos zafarranchos.

Ya alguna vez hubo una revuelta. Sí, inútil por supuesto. Jesús Martínez y Andrés Fassi anunciaron que presentarían un pliego con 14 peticiones a Juan Carlos Osorio, para ayudarlo a reorientar a la entonces zozobrante selección mexicana.

Fassi y Martínez querían que el técnico colombiano estuviera presente. Decio de María recibió la orden de recibirlos, pero ningunearlos. No se presentó Osorio, y ante el Grupo Pachuca, el entonces servil presidente de la FMF, hizo lo que su patrón le pidió: "Gracias por tu preocupación, ahí déjamelos (los 14 puntos) y luego te aviso qué decidimos...". Acto seguido, tiró el expediente a la basura.

Mientras tanto, empezó a fraguarse, a urdirse, a cuajarse el tema del #TuzoGate. Ojo, un documental periodísticamente impecable. Pero, propulsado como una represalia, como un acto de retaliación.

¿Debe acudir Gerardo Martino ante la #YuntaDeDueños (recontra dixit Eriksson) este 6 de diciembre? Sin duda.

Es más, en un mundo ideal, él mismo, en un inusitado ataque de dignidad, debería postularse como invitado. O ser llevado de una oreja por Yon de Luisa.

Pero, como estableció alguna vez Ghandi: “Lo más atroz de las cosas malas de la gente mala, es el silencio de la gente buena”.

Aunque, ¿hay algún bueno en esta película de villanos y de canalladas?

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LOS ÁNGELES -- Sólo el pánico es más frío que el iglú de Edmonton. Ya lo sabe Gerardo Martino, quien eligió el suicidio lento, y Guillermo Ochoa le hizo dos nudos a la soga y se la pone de corbata. Canadá somete a México 2-1, con un final de histeria y delirio, y el arquero Milan Borjan como el héroe.

#FueraTata retintineó hasta la madrugada en Twitter. Pero, Yon de Luisa ya dejó en claro ante TUDN, que ante la reincidente tragedia él reacciona como los tres monos japoneses: Mizaru (“no oigo”), Kikazaru (“no veo”) e Iwazaru (“no hablo”).

El 2-1 alborota conciencias. “Gran reacción”, las voces del amo. “Perdieron, pero pelearon”, los conformistas. “Perder, es fracaso y fracaso es perder”, los tremendistas. La realidad es que los minutos finales de emoción, sólo maquillan peligrosamente la derrota. El 2-1 es una mentira de patas cortas.

De la cima a la sima. México alardeaba en el liderato antes de la Fecha FIFA. Hoy, despacha desde el tercer puesto, con los mismos 14 puntos que Panamá. Canadá al mando y Estados Unidos como lugarteniente.

Tata Martino comete una torpeza: juega con línea de cinco, pero no al escalonamiento, sino al amontonamiento. Y México se enredó con su propia maraña. Para ese ejercicio táctico, necesitaba dos maratonistas pensantes y verticales, y dos carrileros explosivos, pero los dos que tiene, son implosivos.

Mexico coach Gerardo
Jason Franson/The Canadian Press via AP

Para el cambio drástico de línea de cuatro a línea de cinco, es imprescindible el trabajo, la repetición, el oficio, y la convicción. Preciso trabajar en pizarrón y en cancha, y a falta de cancha por nevada, en la enorme área de convenciones del hotel. Nada se hizo. Martino hizo de su charla táctica, una sesión de Plaza Sésamo.

El Tata no debió ser claro, porque lo único que generó fue un dique confuso y confundido frente a su área. Y ni aun así, su equipo reducía espacios, ni hacía relevos. Entre sus propios defensas, había titubeos, desorden, sobre la marca y las coberturas. Caos, con el sello del Tata.

¿Un modelo de cómo jugar en línea de cinco, que el cuerpo técnico revise el video y observe algunos momentos de Canadá?

Encima, su hombre más robusto, se colapsó. Guillermo Ochoa se viste con la Piel de Judas. En el primer gol, el disparo lo rechaza en corto, por error técnico al ir sobre la pelota, y fusila Cyle Larin. En el 2-0, titubea, se petrifica, permite el viaje del balón, le flota en las narices, y Cyle Larin, nuevamente, empuja.

Cierto, en los dos goles un defensa central, y no una comparsa como Néstor Araujo, habría hecho algo más, muchísimo más. Pero entre sus neuronas, sus hormonas y sus músculos, tiene un retraso electromagnético letal. Apoplejía neuronal.

Finalmente, Gerardo Martino entendió la torpeza de recurrir a línea de cinco en el fondo, luego de haber instaurado, patentado, el 4-3-3 como forma de juego. Hizo cambios, tarde, como siempre. Hizo modificaciones tácticas, tarde, como siempre.

Y se vino un panorama engañoso. México hizo creer que dominaba, cuando Canadá, absurdamente, decide replegarse a su trinchera, encender las antorchas y sacar palas y picos, cuando tenía el control del juego y mucho tiempo por delante. No mandaba el Tri, se agazapaba el rival.

En la algidez de los últimos 15 minutos, se gestaron oportunidades y emociones. Fue entonces cuando Borjan se erigió como el guardián de lo imposible, con vuelos circenses, como trapecista de la hazaña, en una coreografía del rescate. ¿A qué le puede temer un sobreviviente de la guerra y de la Operación Tormenta de 1995 en territorio serbio-croata?

Tarde entendió Canadá su equivocación. Ya con coherencia en la cancha, tras los primeros 45 minutos de delirium tremens de Martino, la selección mexicana encontró a un contrito y arrepentido Tecatito Corona, convertido en la catapulta de frágiles esperanzas, pero los remates de Alvarado y Jiménez salían desviados.

Perseverancia, y esa intensidad que lloriqueó El Tata ante Estados Unidos y en otros juegos, finalmente apareció. El heraldo de la fortuna llega al ’90, de nuevo Corona, el extraviado ante Estados Unidos, dispuesto a redimirse, mete un servicio exacto a la llegada, inusitada, oportuna, casi accidental y accidentada de Héctor Herrera, al minuto 90, para acercar al 2-1.

Taquicardias. Soponcios. Balones que mueren en la línea de gol. Gargantas ateridas y atragantadas de drama y de frío. Histeria congestionada de éxtasis. México da lengüetazos a la gloria, pero sin poseerla. El prodigioso Borjan, esta noche de martes, habría rescatado hasta al Titanic con todo y la orquesta. Por eso, con sus acrobacias y amuletos, terminó hundiendo al Tri-tanic.

2-1, el desenlace. La derrota cala, hiere, lacera, escuece. Habrá quien relama la herida ponderando y elogiando los minutos finales. El conformismo cobija a los mediocres. Lo cierto, es que México agitaba la bandera de Concacaf antes de la Fecha FIFA, y hoy apenas se acerca el asta.

#FueraTata retumba, reverbera, resuena, palpita. Pero, Mizaru (“no oigo”), Kikazaru (“no veo”) e Iwazaru (“no hablo”), adornan el contentillo de Yon de Luisa.

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