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¿Cuál es la calificación del 'Tri' en su gira por EUA?
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LOS ÁNGELES -- El mejor narrador mexicano, Ángel Fernández, era una incubadora prolífica y genial de expresiones para momentos especiales en los partidos de futbol. "Muertos, heridos y desaparecidos... los niños y las mujeres primero", exclamaba en la algidez del juego.

Encaja perfectamente con el dedazo de atole, que dio la Selección Mexicana en el 0-0 ante Ecuador este domingo en Chicago. Dedazo de atole, porque apacigua las tempestades, y baja del patíbulo, provisionalmente, al ya cíclico, frecuente e impopularmente popular inquilino, Gerardo Martino.

Hubo, este domingo, muertos que ya no resucitan como Héctor Herrera. Y heridos (Tecatito Corona, Fernando Beltrán), a causa de ponerse con Sansón a las patadas, tomando en cuenta el biotipo del jugador ecuatoriano. Y desaparecidos en la cancha, como Andrés Guardado, Alexis Vega, Jesús Gallardo y Héctor Moreno, y ahí puede Usted agregar a Uriel Antuna. "Muertos, heridos y desaparecidos...".

Hay una ociosidad inevitable en las comparaciones, que es como un subterfugio de escapismo, de evasión, el 0-0 ante Ecuador es linimento y consuelo --para algunos, para muchos--, tras el 3-0 ante Uruguay. El credo ese que supura conformismo: "no se mejora, pero tampoco se empeora".

Este domingo, Gerardo Martino trató de enviar a la cancha la versión más cercana con la que espera sacarle sustos y meterle taquicardias a Polonia, y a una Argentina que fascinó ante Italia, y que después se fue de recreo ante Estonia (5-0). El gran ausente es Edson Álvarez, un figurón en el Ajax, un pendenciero cualquiera en el Tri.

Y este México, de aspiraciones épicas, pero exclusivamente en la cabecita delirante y demencial de Tata Martino, pudo haber sido arrollado por Ecuador, que es un equipo que debe fascinar a su técnico Gustavo Alfaro, porque es bohemio, alegre, frontal, brusco, hábil, desparpajado, a veces desordenado, pero que pretende hacer una fiesta en la cancha.

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Imago7México empató sin goles con Ecuador en Chicago.

La diferencia salvadora, redentora, para México, vuelve a ser Guillermo Ochoa. Siempre él. El que suscita estremecimientos en el América, pero que es una certeza infranqueable en el Tri, como molusco heroico, más allá de los conocidos accidentes, como el 7-0 ante Chile.

¿Mejoró tanto México? No. Ecuador es un equipo desbocado, que ofrece zonas vulnerables, frágiles, pero México, tuvo ayer tres aproximaciones, arruinadas por Tecatito Corona, Alexis Vega, y Raúl Jiménez, quien hoy yerra las que eran de trámite, antes del asalto brutal de David Luiz.

Uruguay le hurtó todo. Cancha, balón, dignidad, espíritu, e insisto, le hizo tres, pero no le hizo seis más, sólo por un impensable gesto de compasión y condolencia anticipadas, a esta errante, taciturna y destemplada versión de México. Los charrúas sólo necesitaban alguien que les quitara el freno de mano impuesto por Washington Tabárez. Y mire usted, pudo hacerlo hasta Diego Alonso, de sonoros fracasos en Monterrey, y hasta en la MLS, con un costosísimo Ínter Miami.

Si ante Ecuador, Martino envió a aquellos jugadores que en los devaneos de sus neuronas, considera los mejores para arrancar la Copa del Mundo, este grupo regresará a tiempo a México para actividades que le son --aparentemente--, más importantes: las Posadas, cargar los peregrinos, y tomarse el etílico y hedonista puente Guadalupe-Los Reyes.

Sin duda hay una enorme responsabilidad de los jugadores. Cuando la referencia post-mortem en la Selección Mexicana es que el único órgano sano para trasplante es Guillermo Ochoa, queda claro, que el resto de los órganos vitales, no serían aceptados ni en una veterinaria.

¿Pueden rendir más? Es evidente que sí. Pero, Gerardo Martino no es el hombre para contagiarlos, arengarlos y transformarlos. Y no es totalmente su responsabilidad. Es un pasaje similar al de Sven-Goran Eriksson y Juan Carlos Osorio.

Con el sueco, creador del término #YuntaDeDueños, se hacía un trabajo táctico ordenado, detallado. Todo funcionaba en los entrenamientos. Y él se iba a dormir o simplemente a prolongar las noches con buenísimas amistades que hizo entre las féminas en su estadía en México.

Eriksson asumía, que si sus convocados eran jugadores profesionales, muy bien pagados, y que presuntamente entendían lo que era vestir la camiseta de la selección nacional, no necesitaban nada más. La ecuación estaba completa. Sólo debían salir a hacer lo que debían y ganar. ¡Caramba, es la Concacaf!

Eriksson creyó que en los genes del compromiso, la devoción y la pasión por el futbol, los mexicanos eran iguales a tantos dilectos europeos que él había dirigido. Se equivocó. No estaba ahí, para desengañarlo, el doctor en psicología Octavio Rivas (QEPD), con su diagnóstico: "'Pérate, son mexicanos, están programados al revés". O Manolo Lapuente, para advertirle que con el seleccionado "hay que hablar cada día, todo el día, todos los días, para que comprendan que juegan con la selección".

Martino no sabe o no quiere entender eso, que necesitan, según el jugador en turno, que les soben el lomo, que les endulcen el oído, que les hablen fuerte, que los amenacen, o que les mienten la madre. Porque simplemente "están programados al revés", o porque necesitan una pilmama o una madrastra, "cada día, todo el día, todos los días".

Recuérdese la revelación de Juan Carlos Osorio. Minutos antes de enfrentar a Brasil en El Samara Arena. Les preguntó si estaban listos para el juego de sus vidas, y pasar a la tierra prohibida del Quinto Partido. Sólo hubo un silencioso ominoso, penoso, estrujante. Cierto, antes el grupo había sido despedazado por revueltas internas encabezadas por Javier Hernández. Pero, ninguno respondió.

Ojo: si esa misma pregunta y esa misma respuesta ocurren dentro de los momentos y égidas de Miguel Herrera, Javier Aguirre, Manolo Lapuente, Miguel Mejía Barón, y hasta el mismo Ricardo LaVolpe, habría ocurrido un genocidio en ese vestuario. Osorio se sorprendió, se asustó, se inhibió, se cohibió... y perdió.

Ahí es donde Gerardo Martino está perdiendo la batalla. Podrá ser un dechado de ingeniería táctica, pero si no es capaz de soliviantar a sus soldaditos de plomo, los resultados no cambiarán.

Dígame Usted, por ejemplo, si hay congruencia entre las declaraciones de Héctor Herrera el sábado ("estanos a muerte con el Tata, y nos vamos a matar en la cancha por él"), y su actuación --paupérrima--, ante Ecuador.

Pero, ese 0-0, al final, es un dedazo de atole. Apacigua las turbulentas, turbias y revoltosas aguas que hacen zozobrar mediáticamente a este Tri-tanic.

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Con el tiempo recortándose de forma dramática para el Mundial, la selección mexicana parece totalmente extraviada de un nivel competitivo que pueda garantizarle una buena participación en Qatar 2022. En el plano individual, los futbolistas, tanto los que actúan en el extranjero como los que proceden de la Liga MX, están muy debajo de lo que se espera de ellos. Y el entrenador, Gerardo Martino, es parte de la confusión en lugar de ser el camino a la solución. El panorama mexicano es sombrío de cara a una primera fase mundialista que incluye a Argentina y a Polonia como principales rivales… Hoy, México no parece tener ninguna oportunidad…

PHOENIX, Arizona.- Algunos dicen que se trata de contundencia; otros afirman que es un asunto de concentración; hay quienes creen que el entrenador se ha equivocado en la parte táctica y existen aquellos que aseguran que es una situación de nivel y calidad futbolística. Sea la explicación que sea, la realidad es que con el Mundial a la vuelta de la esquina, la selección mexicana es un desastre.

Imago7Selección Mexicana

Noventa minutos ante Uruguay han sido suficientes para corroborar que “El Tri” que comanda Gerardo Martino sigue “extraviado”. Los futbolistas que vienen de Europa muestran un escaso nivel competitivo y no marcan diferencia en la cancha. Los que proceden de México son la evidencia clara del pobre nivel por el que atraviesa el futbolista mexicano en la Liga MX. Y el entrenador parece contrariado, muchas veces, incapaz de tomar las decisiones acertadas y sin un claro concepto de lo que quiere y busca en la cancha.

Individualmente, hay futbolistas que están muy por debajo de su nivel: Raúl Jiménez no es el jugador que marcaba diferencia antes del incidente con David Luiz; “El Tecatito” Corona empequeñece cuando se viste con la camiseta de la selección; “El Chucky” Lozano está lesionado y cuando ha estado para jugar luce acelerado y ansioso. Martino no ha encontrado un sistema defensivo que le brinde seguridad al equipo. El jueves, aquí, probó con una línea de 5 que terminó siendo un caos ante los uruguayos. A México le anotan goles con mucha facilidad, como el primero de la noche, que resultó de un tiro de esquina, un balón a media altura que remató Cavani y que generó el gol.

Aunado a todas esas carencias, esta selección parece ausente en cuanto a futbolistas de personalidad y gran presencia en la cancha. Cuando no están Ochoa, Guardado y Herrera, como sucedió de inicio ante Uruguay, no hay quien pegue un grito o ponga orden en el momento apremiante. Creo que se trata de una generación sobrevalorada que no es tan buena como muchos aseguran.

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Imago7Tata Martino en la derrota de México ante Uruguay.

Echar a Martino, como algunos sugieren, no parece una idea plausible cuando el tiempo para el Mundial se acorta dramáticamente. Tampoco parece ser una solución clara a los problemas que tiene de fondo este equipo.

México va al Mundial porque tiene la bendición --o la maldición-- de clasificarse a través de la Concacaf, pero hoy no se le ven armas --ni futbol, ni personalidad-- para creer que puede competirle a Argentina y a Polonia y salvar la clasificación a los octavos de final, sitio al que no ha fallado en los mundiales desde hace más de 30 años.

Puede que se trate, como ha sido casi siempre, de un asunto de calidad. Habría que ver la clara y extensa diferencia que prevalecía en el campo de Glendale en la comparación con la nómina uruguaya, que cuenta con futbolistas regados por las principales ligas del mundo. Pero, México siempre --o casi siempre--se las había arreglado para esconder sus defectos y resaltar sus virtudes más allá de los contrastes y presentar un cuadro que sabía y podía competir. Hoy, no puede.

Cómo, cuándo y por qué se extravió esta selección y alcanzó el desastre es todo un misterio. Cómo solucionarlo, es, aún más enigmático…

@Faitelson_ESPN

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LOS ÁNGELES -- ¡Gracias, Uruguay! Por desnudar las mentiras, las farsas, los embustes, por desenmascarar a los de la cancha, los de la banca, los del vestidor y los del escritorio. ¡Gracias, Uruguay!

¡Gracias, Uruguay! Por alargarle las orejas y la nariz al tipo que vendió cuentitas de vidrio en la semana, por festejar 20 minutos ante Nigeria, y jurar que en diez días ya tenía a la mejor Selección Mexicana posible, y sus corifeos le vitorearon de pie.

Sí. ¡Gracias, Uruguay! Por ridiculizar al tipo que se le exigía se pusiera serio y trabajara, a Gerardo Martino, experto en endulzar las meninges desgastadas de palurdos que juramentaban que era lo mejor que le había pasado a México.

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Imago7Tata Martino en la derrota de México ante Uruguay.

Sí. ¡Gracias, Uruguay! Por estamparle en la cara al mismo Martino, la soberbia vomitiva de sus palabras: “parecería que no hemos hecho nada en tres años”. No Tata, no has hecho nada en tres años. ¿Te enteraste ya, que tú no clasificaste a México al Mundial, sino que todo fue obra del nivel paupérrimo de Costa Rica, Panamá, Honduras, El Salvador y Jamaica?

Sí. ¡Gracias, Uruguay! Por exhibir al protagonista de los estruendosos fracasos con Argentina y Barcelona, con Messi incluido en ambos equipos, y ratificar que su nivel está en la puerilidad de retos pequeñitos, y no para ser el artesano del colosal milagro de sacar de su fangosa y sempiterna mediocridad al futbol mexicano.

Sí. ¡Gracias, Uruguay! Por ratificar la mezquindad con que se maneja al Tri, desde la trinchera veleidosa y propia de su ciclotimia, con la que Martino y su clan de paisanos ejercen vetos, amenazas, discriminaciones y segregaciones sobre jugadores que no son de su agrado. El futbol le dio una segunda oportunidad al Tata, tras sus descomunales naufragios en Cataluña y Argentina, pero él y su Maquiavelo de pacotilla, Jorge Theiler, se los niegan a otros.

Sí. ¡Gracias, Uruguay! Por confirmar el analfabetismo táctico de Tata Martino. No se trata de elegir entre el 4-3-3 y el 3-4-3 o el 5-3-2, se trata de saber entenderlos, explicarlos, manejarlos, elegir a los jugadores correctos y al rival correcto. La estrategia es un Cubo de Rubik, un trabalenguas para la descarriada mollera del argentino.

Sí. ¡Gracias, Uruguay! Por dejar en claro en la cancha y en el marcador, cómo Yon de Luisa, presidente de la FMF, tiene una discapacidad hormonal y neuronal, cojeando de autoridad, conocimiento, valor, liderazgo y cacumen, para tomar decisiones. Gerardo Martino debió irse tras las cuatro humillaciones ante Estados Unidos, y ante Canadá.

Sí. ¡Gracias, Uruguay! Por hacer ver a los ciegos que Néstor Araujo es el enemigo infiltrado, dentro de su bobalicona restricción para jugar y pensar (¡Ah, pero juega en el Celta de Vigo!), y ratificar que el Raúl Jiménez que se robó David Luiz, en aquella colisión de cabezas, es irrecuperable. Y claro, Martino elige futbolistas con las vísceras, las suyas y las íntimas del tal Theiler.

Sí. ¡Gracias, Uruguay! Porque has sacado del sopor hedonista al dueño del negocio, Emilio Azcárraga Jean, que entiende poquitito de futbol, pero mucho de centavos. No le importa el 3-0. Tal vez ni vio el juego. Pero cuando los contadores le despierten en medio de la histeria, lanzará un ultimátum a Yon de Luisa. Ya se dijo, si no hay Quinto Partido en Qatar 2022, su sustituto aguarda, tomándose selfis con los dos trofeos del Atlas.

Sí. ¡Gracias, Uruguay! Por el dramón que se viene encima. A comprar botana para que trague el morbo. Cuando se ordene un cambio emergente, urgente, se vendrá una pelea clandestina, oculta. Yon de Luisa encadenado a Miguel Herrera para que tome el mando del Tri, y Alejandro Irarragorri puliendo el currículo de Diego Cocca y su Bicampeonato.

Sí. ¡Gracias, Uruguay! Gracias por la humillación absoluta (“Estuvimos parejos medio tiempo”, suelta el cómico de kermés, Martino). Porque tal vez, y sólo tal vez, la #YuntaDeDueños (dixit Sven-Göran Eriksson), se atreva a levantar la voz. Sí, tal vez los dueños de equipos, castrados durante años, eunucos del poder, se atrevan a salir de su madriguera, pestilente al almizcle del pánico, a reclamar por un producto que les pertenece. Sí, por definición constitucional de la FMF, la Selección Mexicana pertenece a los clubes, no a quien es capaz de extorsionarlos, de intimidarlos, de azorrillarlos, por ejemplo, con el #TuzoGate.

Sí. ¡Gracias, Uruguay! Porque quedó claro que si en la banca, en el vestuario, en la pizarra, se trasmite el tufo a orines, el jugador mexicano, lejos de rebelarse y revelarse, de salir de la pusilanimidad, se contagia y entonces acumula dos miedos, el suyo y el de su entrenador. Que nunca caduque Octavio Paz: “El mexicano le teme más a la victoria que a la derrota”.

Sí. ¡Gracias, Uruguay! Porque los incondicionales y asalariados mediáticos por el Tri han sido recusados y obligados a hacerse cómplices. Porque detrás del temor a la verdad, siempre podrán cobijarse en el útero de la mentira. El autoengaño es privilegio de los lacayos. “Perdimos 7-0 con Chile, pero luego le ganamos a Alemania”. Sí, la peor Alemania de la historia. Los espejismos maquillan, pero no ocultan la verdad.

Sí. ¡Gracias, Uruguay! Especialmente por la advertencia, porque si los charrúas, con un equipo honesto y guerrero, pero armado al vapor, le hizo tres a la más enclenque y bulímica expresión futbolística de México, en el Mundial de Qatar, la Argentina que vimos ante Italia, le hará diez el próximo 26 de noviembre en el Estadio Lusail.

¿Qué viene ahora? Ya no hay tiempo para un ultimátum. Es tiempo de decisiones. Tiempos borrascosos, pues, en el que los muertos de miedo, los dueños de equipos, se subleven, aunque sus eventuales hechos delincuenciales, salgan a la luz. Tiempos en los que Yon de Luisa deje de esconderse tras las faldas trémulas de Gerardo Torrado y confrontar que el Waterloo de Martino es también su propio Waterloo y, claro, el enésimo Waterloo de la Selección Mexicana.

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Tata... ¡Ponte serio!

FECHA
02/06
2022
por Rafael Ramos Villagrana

LOS ÁNGELES -- Es tiempo de ensayos, pero ya no de experimentos. Es tiempo de organizar, pero ya no de improvisar. Es tiempo de soluciones, pero ya no de justificaciones. El Tri ante su Himalaya mundialista.

Para Gerardo Martino llegó el momento de ponerse serio y de tomarse en serio la ruta, final y crítica, de la Selección Mexicana hacia la Copa del Mundo Qatar 2022.

En el peor de los casos, a México aún le restan ocho partidos antes de confrontar a Polonia en su debut mundialista. Entre oficiales y amistosos, enfrenta este jueves a Uruguay, y después desfilarían Ecuador, Surinam, Jamaica, Paraguay, Perú, y posiblemente Suiza y Braail, más otro par que piensan amarrar ya en tierras qataríes.

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Imago 7Gerardo Martino atendió a los medios, previo al duelo amistoso frente a Uruguay.

Gerardo Martino ya eligió al batallón. Una lista provisional de 38, con espacios abiertos, por ejemplo, para los lesionados Carlos Rodríguez y Rogelio Funes Mori. Una lista cuestionada, por aberraciones evidentes como Rodolfo Pizarro, Jesús Gallardo, Sebastián Córdova y Luis Romo, todos con un lamentable nivel de juego, no sólo en este 2022, sino desde el segundo semestre de 2021.

Ha marginado a jugadores del Atlas Bicampeón, como el capitán Aldo Rocha y el Hueso Reyes, y a regañadientes debió convocar a los juveniles de Pachuca. Claro, en el caso de Javier Hernández, los mensajes han sido claros: le insinúa que sí, pero decide que no. Atole con el dedo a Chicharito y sus #ChichaFans.

Este miércoles se le preguntó sobre las ausencias de Rocha y Reyes. Y Gerardo Martino se puso poco serio, muy poco serio. Vestido con el atuendo de Ronald de McDonald’s, su bufonada habría despertado, tal vez, una sonrisa forzada y algunos memes.

“Llama la atención que un equipo que ganó los dos últimos torneos no tenga futbolistas en selección, también el Atlas tiene muchos jugadores extranjeros, sobre todo la columna vertebral es de extranjeros”, respondió el Tata.

De verdad, ¡ponte serio, Tata! Nadie le arguyó a semejante respuesta. Resulta que los “europeos” no juegan –obviamente–, en equipos con una columna vertebral de mexicanos. Ni los de América. Ni los mimados suyos y de su representante, que juegan en Rayados. Ninguno, excepto los de Chivas y Pachuca.

Y hay más para exigir eso de “Tata, ¡ponte serio!”. A su explicación, hecha guasa, hecha pitorreo, de por qué no llama jugadores de Atlas, agregó: “No puede haber una convocatoria masiva de jugadores que no estuvieron, porque parecería que no hicimos nada en tres años”.

Entérate, Tata, ¡no has hecho nada en tres años! Un poco de retrospectiva, Tata, un poquito de autocrítica. Voltea, sin soberbia, hacia el espejo retrovisor. Hay más tumbas que monumentos.

La versión de la Selección Mexicana en 2021 y el arranque de 2022 fue un auténtico mamotreto, que clasificó al Mundial por las bondades y bendiciones de la zona. En Concacaf hay que ser muy malo para no ir al Mundial. El cachivache Tricolor que ha presentado en la cancha durante casi dos años aburre, decepciona, aterra, y cuando enfrentó a los dos equipos más serios del área, Estados Unidos y Canadá, lo humillaron.

Por eso, soslayando el juego de desperdicio, la pachanga ante Nigeria versión “B”, a partir de esta noche de jueves, ante Uruguay, debe empezar un proceso ascendente de la Selección Mexicana. Insisto: ensayos sí, experimentos, no. No hay tiempo.

Si el Tata decidió morirse con la suya y con los suyos, Uruguay debe ser la primera demostración de que sabe lo que está haciendo, y de que en verdad a ese plantel tan cuestionado le puede sacar provecho para la Copa del Mundo, entendiéndose, por supuesto, que la fascinante utopía del Quinto Partido se mantendrá aún como la tierra prohibida para el Tri una vez más.

Decepciona, sin embargo, que Martino se atreva a decir que ante Nigeria, el equipo alcanzó durante 20 minutos el nivel que alguna vez a él le pareció convincente durante 2019 y algunos juegos de 2020. Entiéndase, era una Nigeria abúlica, arrejuntada de última hora, víctima del jet lag, y con una anoréxica representación de sus mejores épocas.

Por eso, ante tan poca seriedad, en ese aire de triunfalismo, es que se le pide ya, a Gerardo Martino, que se ponga serio. Ya no hay tiempo para excusas, engaños, bufonadas ni viejos pretextos.

El Tata debe recordar el predicamento en que llega a esta ruta, insisto, crítica y final, antes de la Copa del Mundo. 2021 fue desastroso, y en la afición mexicana quedan las estampas vívidas de los cuatro ridículos ante Estados Unidos, y claro, ante Canadá. Clasificó segundo, cierto, pero como resultado de la fragilidad moral, anímica y futbolístico del resto de los integrantes del Octagonal de Concacaf.

No más excusas como “perdimos intensidad”, o “nos faltó intensidad”, o “fuimos superiores, pero nos faltó el gol”, y otra serie de pretextos que apestan a excusas y escapismos, y hiede a toda la herejía de una mentira, que se agrava en momentos de caos, un caos, que él nunca quiso reconocer.

Tiene a sus mimados, claro, los mismos que lo dejaron colgado de la brocha en la mismísima eliminatoria mundialista: Guillermo Ochoa, Néstor Araujo, Héctor Moreno, Andrés Guardado, Héctor Herrera, Edson Álvarez, Alexis Vega y Raúl Jiménez, por mencionar a los más evidentes.

La consigna inmediata es no perder. Ninguno de los juegos. Gerardo Martino entiende perfectamente que eventuales derrotas ante Uruguay este jueves, y ante Ecuador el domingo, lo pondrían de nuevo en la picota, sólo que esta vez ya no aparecería Miguel Herrera como el candidato a sucederlo. Ha sido borrado de la lista definitivamente.

Por eso, según las versiones en la concentración del Tri, es que el mismo Tata apretará tuercas con su plantel base para estos encuentros ante charrúas y ecuatorianos. Son juegos de preparación o amistosos, pero al interior del Tri, Martino ha puesto tales términos en desuso.

Según versiones de Gibrán Araige, de TUDN, México saltará esta noche con línea de cinco, entendiendo que, finalmente, Martino se dio cuenta de la obsolescencia de “su” particular interpretación del 4-3-3. Ojo, así lo intentó ante Canadá, y aquello fue una desgracia.

Y claro, las aseveraciones desde Phoenix incluyen que el técnico argentino exigirá las mejores versiones de sus jugadores. De hecho, cero tolerancias, especialmente a quienes deben asumir el liderazgo futbolístico y emocional. Si algo ha inquietado al entrenador son esas lagunas en las que México pierde compromiso y cae en el desdén.

Si bien para los partidos ante Surinam y Jamaica, en la Liga de las Naciones, pondrá a prueba a los jugadores jóvenes y con menos recorrido; también espera que la presencia de estos sirva de presión sobre esos supuestos consolidados, que, insisto, quedaron en deuda durante el Octagonal, y fueron cuestionados severamente por la afición.

Por eso, sí, para el Tata Martino ha llegado el momento de ponerse serio, y pensar en funcionamiento y resultados a partir de este jueves por la noche. Y no más intentos fallidos de sentirse cómico frustrado, comediante de carpa, o guasón de feria, como al explicar las ausencias de Rocha y del Hueso, y peor aún, al esgrimir eso de “parecería que no hicimos nada en tres años”, sin darse cuenta que no ha hecho nada, absolutamente nada, en tres años.

Insisto, Martino no clasificó a México al Mundial, lo clasificó, casi en automático, el paupérrimo nivel de la zona y de sus contendientes en el Octagonal.

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LOS ÁNGELES — Javier Hernández ha reiterado su fragilidad emocional en diversas entrevistas. Se le oye, pero no se le escucha.

Es su culpa: su alboroto mediático, su estruendo en redes, transfiguran sus lamentos en aparentes falacias. La metamorfosis pública de una negación privada.

Un psiquiatra diría que implora ayuda; un “chichafan” lo tildará de espartano, y un “hater” le llamará payaso. Al final, lo oyen, pero no lo escuchan. Él mismo devalúa la dimensión de su crisis.

Chicharito ha mostrado las muescas de los grilletes que lo esclavizan. “Me llegó la depresión porque me cansé de no ser yo”. La crisis y la redención, según él, llegan a través de sus hijos. “Ellos vinieron a darme el tiro de gracia en la depresión”. Ya él debe saberlo: la depresión no se cura ni con fármacos, ni con divanes. Permanece, ahí, agazapada, voraz, al acecho.

Y ha dicho: “Toqué fondo (…) y no asumí la responsabilidad”. Y se queja, como los armadillos: “No es fácil estar escuchando todo el día que el Chichatronco, que el Chicha esto, que el Chicha lo otro, que hasta si mis hijos no son míos”.

Este domingo, Javier Hernández rompió una racha sin gol en la MLS ante el Austin. Ya el miércoles había sentenciado en la Copa ante el LAFC. Han sido, ambos goles, un refunfuño más emocional que futbolístico. Un acto de escapismo de esa fragilidad emocional. No hay heroísmo, pero sí regeneración.

Este domingo, también, marca otro gol, que le anulan por un roce de la mano con el balón, y yerra un penalti, con un disparo insulso, bobo, débil, a media altura, antes de salir de cambio.

Quede claro, los tres goles, los dos válidos y el anulado, no los hubiera consumado el decrépito Hernández de 2019 y 2020, imposible. ¿El penalti? El manchón es un lugar sagrado. Si no cree en leyendas, menos en mitos.

En la semana, saltó la versión de un armisticio entre el delantero del Galaxy y el técnico del Tri, Gerardo Martino. La tregua concertada por una llamada, por un cabildeo o por una carambola de intereses y de advenedizos interesados.

Antes de los goles de esta semana, Javier Hernández había estado en sequía absoluta. Su anterior llaga perpetrada a un adversario, había sido el 9 de abril contra el LAFC. Sumaba por entonces cinco goles. Y ante la miseria de los atacantes de la selección mexicana, la Voz del Pueblo quiso jugar a ser la Voz de Dios. Raúl Jiménez, Henry Martín y Funes Mori tienen la brújula rota, torcida, apuntando estrictamente al caos.

Sin embargo, ante el vítor popular y mediático por Chicharito, el 12 de abril, Gerardo Martino, técnico del Tri, sofocó las llamas del jugador galáctico de manera brutal, en conferencia de prensa. Verso matapasiones.

“Javier Hernández no está (en el Tri) porque el entrenador (o sea, él mismo) en turno no lo ha elegido en estos últimos dos años y casi tres, pero dicho esto quiero decir que no hay nada que yo tenga que compartir con los medios. Toda cuestión que sucede dentro del ámbito de la Selección Nacional se resuelve dentro de la Selección Nacional”, dijo lapidario.

Las veladoras pujantes de Javier Hernández en busca de un milagro se apagaron abruptamente. Dejaron su paso a los cirios fúnebres y tóxicos del desengaño.

Allegados de Chicharito lo revelan. “Esa declaración aplastó a Javier. Sintió que todo lo que ha trabajado para que se le dé una oportunidad, para ir al Mundial de Qatar, había sido inútil”. Desde noviembre de 2020, ya con su esposa y sus hijos en fuga, contrito, tragando sus propias cenizas, comenzó su rehabilitación física, atlética, futbolística, nutricional y mental.

Al interior del Galaxy se percibía el efecto de las palabras sepultureras del Tata. Le habían robado el mes de abril, en términos de Sabina. El veredicto de Martino había sido tan franco, tan frontal, tan cruel, tan sincero, que recluyó de nuevo a Chicharito en la depresión. “Quiere ir al Mundial no sólo por la selección, por él, sino también por sus hijos. Lo dejó devastado esa decisión del Tata”, explica un vocero.

Ahora, sin embargo, explica la fuente de información, “que se hayan abierto pláticas, le cambió el ánimo, lo volvió a la vida. El equipo lo vio de inmediato, y ha marcado goles (LAFC y Austin) ante dos de los equipos con las mejores defensivas del torneo”.

Hace diez días, iniciaron los contactos a través de terceros. El cómo, es un misterio aún. Se le pregunta al mismo informante por detalles y la respuesta es: “No comments (sin comentarios)”.

En el festín morboso, precipitado, desesperado, salpican las versiones en redes, textos y micrófonos.

1.- “El primero en llamar fue el representante de Javier”. (“No comments”, la respuesta).

2.- “Hay dos patrocinadores que quieren a Chicharito en el Mundial”. (“No comments”).

3.- “SUM y la MLS abogaron por Javier ante la Federación Mexicana de Futbol”. (“No comments”).

4.- “Chicharito habló con los referentes del Tri (Guardado, Ochoa, Herrera y Raúl), se disculpó, y pidió su apoyo”. (“No comments”).

Gerardo Martino y Javier Hernández han hablado del tema en diferentes conferencias de prensa. El jugador reconoce los acercamientos. El Tata también, pero suelta ácido corrosivo en su respuesta: “Que yo tenga una reunión con él (Chicharito) no significa ningún tipo de compromiso (para convocarlo)”.

El 10 de junio de 2021, habíamos expuesto aquí que Javier Hernández estaba a sólo 15 dígitos y tres palabras

(https://espndeportes.espn.com/futbol/selecciones/nota/_/id/8759797/chicharito-javier-hernandez-regreso-tri-seleccion-mexicana-gerardo-martino), para recibir el indulto de Martino y de Yon de Luisa, el principal afectado, en temas familiares, por la indisciplina orquestada por el jugador desde el mismísimo periplo por el brunch en Nueva York y unas botineras de escotes largos y faldas cortas, de gustos caros y escrúpulos baratos.

Sin embargo, Javier no quiso o no supo o no pudo reaccionar a tiempo. En el camposanto de sus errores, había ya demasiado sepulcros, que justificaban su destierro del Tri, y además, la soberbia de no marcar el teléfono de Martino y De Luisa, ratificaba a ambos, que ese silencio altanero y veleidoso dejaba en claro que no debía ser convocado, por la salud emocional, grupal y disciplinaria del grupo.

En menos de diez días, Javier Hernández ha visto transfigurado el panorama. Él marca goles y en la FMF hay luz verde para que el conciliábulo tenga lugar. Chicharito se aferra emocionalmente a un quizás, que se gangrena dramáticamente en un nunca.

El problema es que tras los juegos amistoso de junio ante Uruguay y Ecuador, y los oficiales en la Liga de las Naciones, contra Surinam y Jamaica, quedará poco espacio para que Chicharito sea puesto a prueba, en todos los aspectos.

De ser convocado, obviamente, sería observado, escudriñado, azuzado, provocado, exigido. ¿Qué tan genuinamente Javier Hernández ha recluido a Chicharito, qué tan genuinamente el doctor Jekyll somete a míster Hyde? Resta un juego de ensayo ante Paraguay, se tambalea el amistoso con Brasil, y sólo quedarían uno de preparación ante Perú, y el de despedida en el Estadio Azteca, antes de partir rumbo a Qatar.

Porque Gerardo Martino podrá charlar con Javier y escuchar nuevamente sus viejas promesas, pero él ya cerró filas con Anaxágoras: “Si me engañas una vez, tuya es la culpa; si me engañas dos, es mía”. Además, el Tata ha encendido también sus propias veladoras. Y ha agregado a otro paisano a su retablo: Julio Furch.

Quede claro pues, que los dos goles recientemente marcados por Chicharito no lo acercan a Qatar más de lo que lo alejó aquella calenturienta jornada en Nueva York y San Antonio.

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LOS ÁNGELES -- Parecen tiempos de bonanza para Gerardo Martino. Recupera la sonrisa. Recupera la vista en su ojo derecho. Recupera la calma. Y recupera un proyecto que se le escurría de entre las manos. Qatar 2022 ya no colinda con la utopía.

Pero, ¿recuperará la Selección Mexicana el nivel de futbol que alguna vez, por momentos, al menos, mostró? O, por el contrario, ¿es ésta la versión más fidedigna del Tri, ésta que asomó lastimosa y lastimeramente en el Octagonal de la Concacaf y en los cuatro bochornos ante Estados Unidos?

Al menos hay confianza, algo que, por los antecedentes inmediatos, no basta y no garantiza absolutamente nada. Confianza externada por el mismo Martino y su “presi”, como llamó a Yon de Luisa en la conferencia de prensa de este martes, al anunciarse los juegos de preparación de cara al Mundial: Guatemala, Nigeria, Uruguay, Ecuador y Paraguay. Sí, dos mundialistas y tres exiliados al limbo.

Ciertamente, Martino ha gozado y gozará de muchas bendiciones en su periplo premundialista. Ningún técnico del Tri disfrutó anteriormente de tres giras por Europa, posiblemente diez juegos de preparación en el mismísimo año mundialista, y hasta se dio el lujo de recetarse casi un “año sabático”, cuando en el año apocalíptico de la pandemia, 2020, se apoltronó en su natal Argentina, negándose a viajar a México.

A la lista de cinco amistosos, se agregan al menos dos de la Liga de las Naciones, ante Jamaica y Surinam, y en septiembre, después del juego ante Paraguay, se pretende invitar al ganador de la Repesca entre Perú y Australia.

Por otro lado, más allá de que Martino aseguró que no habrá partido de despedida mundialista en el Estadio Azteca, podría celebrarse sin europeos algún encuentro en Estados Unidos, además de que trabajan alguna encerrona ya en tierras qataríes, con lo que podría disponer de una decena de juegos de preparación en pleno año mundialista.

Sin duda, con tanta actividad por delante, Gerardo Martino dispondrá de tiempo efectivo en cancha para tratar de hacer una serie de ajustes a una Selección Mexicana que sufre de tantas anomalías, que ha permitido abaratar el concepto de que “no juega a nada”.

El listado de deficiencias del Tri lo tiene muy claro Gerardo Martino por lo expuesto en la conferencia de prensa citada. Reconoció que el equipo no responde a las expectativas propias, pero, superado el trámite obligatorio de clasificar, cree que podrá sembrar en la calma, tras las tormentas incesantes en pleno agobio del Octagonal de la Concacaf.

1.- Una defensa frágil en todos sentidos. Con desventaja en el juego aéreo, en el mano a mano, y en la coordinación en coberturas y relevos, especialmente, con sus hombres en la media cancha. Lejos de organizarse, disfrutan el caos.

2.- Una baja asombrosa de juego de los futbolistas mexicanos que militan en Europa. Los nombres han saltado a la vista: Héctor Herrera, Chucky Lozano, Raúl Jiménez, Edson Álvarez, Tecatito Corona. De estos, por cierto, Herrera se refugia en la MLS, con el Houston Dynamo, así que de los pastizales de la Champions se remitirá al fragor de la Concachampions.

3.- Una constante queja de Martino ha sido la falta de intensidad o la pérdida de intensidad, especialmente, ante los rivales más poderoso del área, como Estados Unidos y Canadá. Entre su aparente incapacidad para poder determinar si es desidia, negligencia, temor, enfado o rebeldía, El Tata deberá abocarse a despertar la asosegada testosterona de sus jugadores.

4.- Y una urgente capacidad de autocrítica. Resolver qué espera aún de jugadores como Héctor Moreno, Néstor Araujo, Jesús Gallardo. Andrés Guardado, Rodolfo Pizarro y Funes Mori, quienes, evidentemente, terminaron por convertirse en lastres del Tri en momentos clave del Octagonal. Dispone de material de recambio, pero parece obsesionado con jugadores en decadencia.

5.- Entonces, ahora, llegará además el momento de establecer el cambio generacional. Johan Vásquez, Gerardo Arteaga, Julián Araujo, Luis Chávez, Kevin Álvarez, Christian Giménez, Alan Mozo, Israel Reyes, Arturo 'Palermo' Ortiz, Víctor Guzmán y varios más. Ha sido reticente Martino a atreverse a iniciar el proceso de transición. Ante Guatemala, el 27 de abril, pretende citar a algunos de estos, e incluso a Marcelo Flores, si el Arsenal lo permite.

6.- Idea de juego. Partiendo de la comodidad del 4-3-3, pero con una extraña y extrema rigidez, la evolución y desarrollo de futbol del equipo mexicano parece enfangarse desde la salida y llega a espesarse conforme intenta arrimarse al área contraria. Más allá de la carencia de explosión, creatividad y liderazgo individual, queda la sensación de si se realiza el trabajo necesario, previo al partido, o si el jugador no entiende las indicaciones. En la cancha, durante 2021 y 2022, México ha sido una Torre de Babel, en la que todos hablan un idioma distinto y pobre de futbol.

7.- Por lo pronto, queda claro, que su lista de marginados está más propensa a engordar que a aligerarse. Del tema de Chicharito y su negativa a convocarlo, fue, tal vez, más severo y contundente que nunca. Lo dijo con la certeza de quien ya está en Qatar y ha recuperado el control del proyecto.

Javier Hernández no está porque el entrenador en turno no lo ha elegido en estos últimos dos años y casi tres, pero dicho esto, quiero decir que no hay nada que yo tenga que compartir con los medios. Toda cuestión que sucede dentro del ámbito de la Selección Nacional se resuelve dentro de la Selección Nacional”, puntualizó Martino.

Así pues, El Tata tendrá semanas y partidos suficientes, además de la tranquilidad necesaria para dedicarse de lleno a la resurrección de un equipo que se le murió en las canchas de Concacaf entre 2021 y 2022. Ya recuperó la sonrisa, la vista, la chamba, el proyecto, entonces, ahora, deberá recuperar las bases de un supuesto equipo competitivo que prometió que sería capaz de asomarse al paraíso prohibido del Quinto Partido.

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LOS ÁNGELES -- Javier Hernández ha marcado de nuevo. De a dos, ante Portland. Y la Guerra Civil de las legiones itinerantes de amor y de odio se recrudece. Chicharito sembró vientos negros en la prosperidad, hoy cosecha tormentas negras en su intento de redención. La resurrección, al tercer día, es sólo un anecdotario de las Sagradas Escrituras.

Marca, nuevamente, a su estilo: el acecho, la sorpresa, la repentización, el amague. Y, claro, esa letalidad que había perdido, durante 2019 y 2020, entre la adiposidad obscena de unos kilos de más, la negligencia atlética, y el herrumbre espiritual y ético del que entrena menos de lo que cobra.

Ya no es el Chaplin del Gol. Javier Hernández ya no empuja el balón con la accidentalidad de la mollera, el cogote, la nalga, o con el músculo estapedio del oído derecho. Hoy lo hace como un goleador educado. Por años, fue un anotador silvestre, rústico, con algunos chiripazos de 30 metros, de esos que el futbol concede hasta a los más burdos de sus más pujantes y limitados feligreses, como una ocasional bonificación a su transpiración. Medallas con el brillo efímero de 90 minutos.

Bob Levey/Getty ImagesEl mexicano recibió su primera distinción de la temporada 2022 de la MLS.

Chicharito maquilaba goles a punterazos o con el esternón. Lo suyo no era la elegancia. Él cobraba en el marcador con la gracia de un polichinela, y había un doble motivo para festejar: la anotación por sí misma, y la actuación de ese Pierrot en contubernio con el marcador. Porque hacían tanta gracia sus goles de saltimbanqui que él era feliz, sin preocuparse por ser, algún día, futbolista.

Un día, todo se colapsó. Microsismos y macrosismos trepidatorios, lo dejaron solo, entre sus ruinas. Su esposa huyó con sus hijos; su tótem espiritual, su abuelo Tomás Balcázar, se quedó sólo en el relicario eterno de sus afectos. El LA Galaxy estaba decepcionado. La MLS preparaba un altar y al final mandó pedir una mortaja. Javier Hernández, sin querer aceptarlo, era sólo escombros, un jugador anquilosado. Ruina entre las ruinas.

En noviembre de 2020, finalmente pudo verse ante el espejo. Dorian Grey había huido de ahí. En términos de Sabina, su “caballo volvió solo a casa, ¿qué fue de John Wayne?”. Y empezó la reconstrucción. Fue doloroso, penoso. Había que pagar la factura de años de negligencia profesional. Lo confesaría a Los Angeles Times: “Toqué fondo. Viví cosas que normalmente se viven en cinco, 10 años. No es una excusa. Es la realidad. Y la realidad es que no asumí la responsabilidad. No pude manejar todo eso”.

Se rodeó de especialistas. Mientras el resto de la MLS descansaba, él empezaba a limpiar el cascote, las ruinas de su carrera. Nutriólogo, kinesiólogo, preparador físico, reumatólogos, traumatólogo, reflexólogo, y todas las vertientes relacionados con el afán de convertir esa maquinaria oxidada en un atleta dedicado al futbol. Entendió que había besado la cima con el Manchester United y estaba revolcándose en la sima con el Galaxy.

Como si buscara desesperadamente un confesionario público, empezó a relatar su calvario en historias de Instagram. Sí, irónico, pero, finalmente, aprendió sobre su aparato locomotriz y psicomotor. Aprendió a pegarle al balón, desde el punto de apoyo, hasta la flexión del pie de golpeo. Insisto: fue un jugador que creció a lo silvestre. Si hacía goles, para qué educarlo, pensaron en Chivas. Empezó, literalmente, a saber cómo usar músculos que ni sabía que existían.

Pero, ya había atiborrado el camposanto con todos sus errores. Habían sido demasiados. Demasiados y condenatorios. Su hogar, lleno de bulla infantil, dejó de serlo, para convertirse en una casona silente, apagada, sombría. La Selección Mexicana le había cerrado sus puertas. El Galaxy lo miraba con recelo. Sus escándalos rebasaban sus buenas intenciones. Su apodo, legado paterno, dejó de ser asociado con el gol, para enfangarse en el aquelarre del chismorreo.

La soledad es un purgatorio del que sólo se escapa al Cielo o al Infierno. Y Javier Hernández vive aún esa condena. Recluido en Las Siete Gradas del Purgatorio de Dante (soberbia, envidia, pereza, gula, etcétera), intentó en 2021 escapar a través del único salvoconducto que le ofrece el futbol: la cancha y el gol. No fue fácil. De hecho, en la desesperación por expiar sus pecados, las lesiones truncaron el camino. Recurrió a una de sus frases favoritas, para no rendirse: “Dios le da sus peores batallas a sus mejores guerreros”. Pero ya no era cuestión de teología, sino de autenticidad.

Este 2022, Javier Hernández ha encontrado su mejor manifestación como futbolista. En 2021 terminaba los juegos con calambres y sofocado. Hoy, los termina fresco, pujante. Los goles que ha marcado este año y el anterior, le habría sido imposible anotarlos en 2019 y 2020, cuando su cuerpo ya no respondía a las proezas que pretendía ejecutar en la cancha. Hoy remata con más potencia y su forma física le permite elegir el remate correcto. Es, guardando las abismales distancias, como Tom Brady dando el movimiento entero a su brazo, o Rafael Nadal alargando la raqueta desde su cuerpo, para que el impacto ocurra con la fuerza y precisión necesarias.

Hoy es mejor futbolista. Ya no es sólo un cazador furtivo, ingenioso, pertinaz, ávido de balones en el área contraria. Desde 2021 descubrió otros terrenos. Es solidario en la marca, genera, alarga su rendimiento en la cancha. Recupera y organiza, colabora. En la reconstrucción ha mejorado su técnica, el golpeo, y mantiene la visión certera que le significaba adivinar opciones de juego, pero que ahora extendió a otras zonas del campo.

Cierto, juega en una Liga de menor exigencia en defensa. En la MLS se privilegian y se ponderan los grandes rematadores y se desestima a los grandes defensores. Los goles generan boletaje, los defensas lo ahuyentan. Aun así, a Chicharito han aprendido a complicarle la ruta al gol. No sólo con el dos a uno, sino abortando la línea de abastecimiento de balones al área.

Sin embargo, ante las urgencias de gol que tiene la Selección Mexicana, se encuentra en mejor momento que un Raúl Jiménez que arrastra las secuelas del brutal choque de cabezas con David Luiz. Y sí, es innegable que rebasa, con mucho, el momento de la sequía de Rogelio Funes Mori y de Henry Martín. Hoy, más allá de la desestimación hacia la MLS, Chicharito es mejor que los tres.

Pero su expediente está en el archivo oscuro del futbol mexicano. Sus pecados, insisto, rebasan sus buenas intenciones. Gerardo Martino le ofreció el ministerio del liderazgo en el Tri. Se comprometió, pero, lo traicionó. Una sola jornada de concupiscencia y libertinaje, acabó con todo. Aquel septiembre de 2019, en un brunch en Nueva York, CH14 comenzó el naufragio de la traición a su propia carrera.

Él lideró la excursión. Nunca se imaginó que ahí, en esas seis horas, dentro de un tugurio en Manhattan, comenzaría la peor de sus pesadillas. Conocieron a unas botineras. La mexicana Keyla Caputo y la argentina María del Mar Molar terminaron siendo damas de compañía del Tri con rumbo a San Antonio, Texas. Pero, en el traslado, Chicharito multiplicó el engaño, el chantaje, la traición.

Andrés Mateos, empleado de logística de la FMF, subió a las señoritas en cuestión al vuelo del Tri, dejando en tierras neoyorquinas a personas muy allegadas a Yon de Luisa. Keyla Caputo y María del Mar Molar fueron hospedadas en el mismo hotel de la selección en San Antonio. La FMF investigó. Javier pudo rescatar a Mateos, pero lo abandonó. El empleado le pidió que aclarara los hechos, pero fue desoído. Sería despedido.

Martino, De Luisa, jugadores, empleados, se sintieron traicionados. Javier Hernández había abusado de ese escasísimo poder condicionado que le habían otorgado. Hasta hoy, él se lava las manos, pero su nombre sigue ensuciado en la mente y las entrañas de todos los afectados.

Recuérdese que tras el zafarrancho organizado en el seno del Tri durante el Mundial de Rusia, en aquella rebelión de las “Divas Rubias”, advenedizas, tras el triunfo sobre Alemania, Chicharito había recibido un asterisco condenatorio, No debería regresar al Tri. Era la metáfora de la manzana podrida. Martino quiso arrancar con hojas en blanco. Creyó que podría apoyarse en Javier, al interceder por él.

¿Se ha redimido totalmente? En la cancha, sin duda. Pero, aún, hay derecho al escepticismo, el resquemor, la desconfianza. Cuando anota, festeja, pero, casi de inmediato, invoca a una celebración colectiva, especialmente felicitando al tipo que genera el pase para el gol. ¿Es genuino o es actuado? No se olvide que, cuando había medios presentes, Chicharito era el primero en acercarse a aficionados con capacidades especiales, en silla de ruedas, a tomarse la foto y firmar autógrafos. ¿No había medios que atestiguaran su generosidad? Ni volteaba a ver a los ansiosos seguidores.

¿Cómo saber si ha cambiado y hasta dónde ha cambiado? Él tiene su versión. "Estoy tratando de hacerlo de la mejor manera como me enseñó mi abuelo y mi padre para poder ser elegible, para hacerlo de la mejor manera”, dijo después del juego ante Portland Timbers.

Hay una sola posibilidad. En la Liga de las Naciones, el sorteo sospechoso de Concacaf, puso a México ante una Jamaica en reconstrucción y frente a Surinam. Parece el momento adecuado. Gerardo Martino, si continúa en el cargo, podría dar un poderoso golpe mediático y de autoridad. Citar a Javier Hernández. Encerrarlo con el cuerpo técnico, directivos y los líderes del grupo. Y charlar. Y confrontarlo. Y observarlo. Y ponerlo a prueba. Y hurgar en sus verdaderas intenciones. Y si hace goles en esos dos juegos, pero aún hay incertidumbre sobre lo genuino que pudieran ser sus comportamientos, entonces, ya nadie podrá recriminar al Tata que lo segregue de la Selección Mexicana.

Hoy, la Selección Mexicana necesita del futbolista, de la nueva versión del futbolista. Sin embargo, hoy, no puede darse el lujo de convocar a la vieja versión del ser humano.

Es simple: las nuevas virtudes de Chicharito serán bienvenidas, pero los viejos vicios de Javier Hernández deben mantenerse en el destierro.

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LOS ÁNGELES — México compró un circo para Qatar 2022. Pero, le crecieron los enanos y la mujer barbuda sufre de alopecia. Así el infortunio de su fortuna en el Sorteo de la Copa del Mundo este viernes.

Y en el circo mediático de las blancas niñas regordetas, que guardan en su vientre el fatalismo, México encontró el desamparo. Las pelotitas blancas, con intenciones negras. Tardó más el Tri en sufrir pagando abonitos de sufrimiento para llegar a Qatar, que el Mundial en mostrarle la puerta de salida. ¡Ah, Dios!, y adiós.

No sólo se trata de sus tres adversarios (Argentina, Polonia y Arabia Saudita), sino también de su momento futbolístico, que en año y medio ha empeorado. Su presunto trinche europeo, quedó claro, es menos peligroso que una cucharita para el té. Y la lista de vetados de Gerardo Martino cada vez engorda más. El rencor es un lastre que asesina primero al que lo carga.

¿Que Gerardo Martino tiene por delante hasta ocho meses de embarazosa y embarazada gestación, y al menos ocho partidos de preparación antes de la primera encerrona en el Grupo C ante la Polonia de Robert Lewandowski? Es muy cierto. Pero, si en año y medio el Tri-tanic se dedicó a zozobrar, quién garantiza que, de aquí al 22 de noviembre, lo lleve al puerto invisible del Quinto Partido.

¿Son tan temibles sus adversarios de grupo? Le aguarda La Bestia, uno de los favoritos, Argentina con la última gran oportunidad para Lionel Messi. Le acecha un depredador como Robert Lewandowski con Polonia (22 de noviembre). Y, al final, desde el Bombo 4, un equipo en resurrección absoluta como Arabia Saudita.

Para Gerardo Martino habrá una sensación especial al enfrentar a Argentina (26 de noviembre) en la Copa del Mundo. El rompimiento dirigiendo a la albiceleste se dio con divorcios en varias plataformas: en el vestidor con Lionel Messi, en diferencia de ideas con los directivos, y directamente con los aficionados. Una nueva revancha colectiva, para el Tri y su entrenador.

La siguiente aduana, de sobrevivir a la fase de grupos, es menos generosa. Podría medirse al campeón del mundo vigente, Francia. O la otra posibilidad sería Dinamarca, éste, un equipo con una fortaleza emocional y física, con un Cid Campeador resucitado y disponible, como Christian Erikssen. La historia del entrenador, Kasper Hjulmand es otra referencia, y la forma en que amenazaron a Inglaterra en las semifinales de la Euro, hasta que un penalti al minuto 103, lleno de dudas, bendijo misteriosamente, con la indiferencia del VAR, a los súbditos de la Reina.

Que quede claro. No es este el Grupo de la Muerte, pero México exuda ese tufo de ser el muerto de su grupo. Reitero, no sólo por sus adversarios, sino por el nivel paupérrimo que arrastró en el Octagonal de Concacaf. ¿Igualó en puntos a Canadá y superó a Estados Unidos? Sin duda. Pero, lo que no muestra la generosidad facinerosa de la Tabla, es que en sus enfrentamientos directos el Tri fue menos que sus dos vecinos norteamericanos.

Además, Gerardo Martino ha entrado en una cuarentena. Una cirugía láser el jueves, la tercera en siete meses, le sanó el desprendimiento de la retina derecha. Los médicos le recomiendan que no viaje a Orlando, Florida, donde el 27 de marzo, debe enfrentar a Guatemala en amistoso, y mucho menos a Europa, con una más prolongada permanencia expuesto a la presurización del avión. Además, le han recomendado que abandone la Ciudad de México en su rehabilitación, debido a su altitud de 2,250 metros.

De momento, Yon de Luisa, debe empezar a dar muestras de su habilidad como negociador. Contempla al menos ocho partidos antes del Mundial. Ha exigido a SUM adversarios poderosos. Argentina está apalabrada para septiembre, pero, por reglamento, debería suspenderse este partido al ser adversarios directos en Qatar 2022, pero, siempre hay recovecos y fugas en las normatividades de FIFA.

Además, contemplan un campamento en Europa con los seleccionados en ese continente, y cierra la lista un pedido de al menos dos partidos en escenarios qataríes, que ya la avanzada mexicana al sorteo, debieron de cerrar. ¿Se puede confiar en Gerardo Torrado?

Por lo pronto, horas de juego y apoyo logístico tendrá Gerardo Martino, quien ha sido respaldado por Yon de Luisa, sí, y solo sí, quede claro, su salud lo permite. Y ese margen tan amplio sobre la salud del Tata, ojo, no depende sólo del médico ni del directivo, ni del entrenador, sino también de esos innegables y oscuros intereses que hay entre la FMF y sus patrocinadores.

Por lo pronto, la realidad es esa: México compró un circo para Qatar 2022, pero, le crecieron los enanos y la mujer barbuda sufre de alopecia.

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LOS ÁNGELES —  El Salvador arrojó la toalla, antes siquiera del primer campanazo, antes incluso de subir al ring. Y México se cebó sobre la víctima propiciatoria. No tuvo clemencia del adversario arrodillado competitivamente, ante un Estadio Azteca semivacío por abandono, por desprecio.

México clasifica a Qatar 2022 como segundo en el Octagonal. Pero, en sensaciones, en promesas, en ofrendas de futbol, muy lejos del líder Canadá, e incluso del tercero, Estados Unidos, que en cuatro ocasiones fue siempre superior al Tri en futbol. Los conformistas se ampararán en la parlanchinería de la aritmética, pero los realistas sopesarán la miseria futbolística.

El Tri, al final, ganó, gustó, pero, no goleó: 2-0 a los descafeinados y destetados cuscatlecos, dando un dedazo de atole espurio y reconciliador a esa eterna y abnegada Penélope Tricolor: su afición, lista ya para que luego de cuatro años de tejer fantasías, en sólo cuatro partidos desteja a jirones de frustración sus utopías ante el umbral del Quinto Partido.

Ampararse comodinamente en el marcador llevaría a disparates en lugar de elogios. Enfrente, México tuvo a un equipo que había claudicado al pasar migración en el aeropuerto. Lejos, muy lejos de aquella versión de El Salvador que en el segundo tiempo en la Copa Oro, puso al Tri a encender veladoras y a acelerar los cronómetros.

En semejante y anticipada rendición, quien mejor aprovechó la prebenda y las bondades fue Uriel Antuna. En el primer tiempo encara, desborda, genera y marca, además, el 1-0, en un rechace de un estoico y casi heroico arquero Mario González, quien realizó al menos cuatro atajadas circenses. El mismo Brujo, ante las complacencias de la visita, provocó el penalti que firmó Raúl Jiménez.

El Tri se acercó de manera insistente, aprovechando las avenidas organizadas por los mismos salvadoreños. Pero falló y falló. Erraron Raúl Jiménez, Charly Rodriguez, Alexis Vega, Uriel Antuna, Henry Martin, Edson Álvarez, y lo peor, que los pocos rezongos de El Salvador se dieron por equivocaciones en la salida… como ayer, como hoy y como siempre. Los cuscatlecos no hicieron un solo disparo a portería en todo el juego.

¿Fue ésta la mejor versión de México en el Octagonal Final de la Concacaf? Ciertamente, pero no se pueden soslayar las condiciones del partido. El Salvador aceptaba su sacrificio, pero sólo suplicaba para que fuera lo menos indecoroso y menos ultrajante posible.

Se puede entender la decisión del técnico Hugo Pérez. Inicia una nueva gestión pensando en 2026 y lo que menos convenía era encerrarse en la jaula de un tigre desdentado, pero desesperado por arrancar, por primera vez en esta eliminatoria, aplausos en la tribuna. Pérez evitó, pues, un trauma brutal a una generación en gestación, más allá de los veteranos que tocan a las puertas del asilo.

Aquellos bobalicones que pretendan dibujar, gestionar, inventar, recrear un modelo de juego de México ante El Salvador, sólo hará el ridículo, queriendo engatusar a su auditorio. De nuevo, el Tri jugó a lo que puede, porque saber, queda claro, sabe muy poco.

Quede claro, esta vez el Tri no enfrentó una marca asfixiante. Ni sufrió de la rudeza, ni de los choques atléticos, en los cuales fue superado por Estados Unidos y Canadá. No le mordieron los tobillos como sus otros rivales. El Salvador ni siquiera puso un candado al cancel de su trinchera. Se defendió bajo la frugalidad y pobreza del amontonamiento de jugadores.

Rudimentario, burdo, temeroso, El Salvador terminó implorando clemencia de la manera más digna, persiguiendo a los adversarios, barriendo balones divididos, y de vez en cuando, por inercia, más que por deseo y convicción, se encontró con la inesperada oportunidad y obligación de irse al ataque, sin intención de atacar. Ya se dijo: Guillermo Ochoa ni siquiera ensució los guanteletes.

Con esta victoria, con semejante dedazo de atole, tosco, rústico, amargo, la Penélope Tricolor ya se siente en la fiesta mundialista. Como la mitológica reina griega, esta Penélope tan autóctonamente mexicana, se dedica a tejer durante cuatro años, con la frágil madeja de los sueños mundialistas, a sabiendas, claro, que cuando llegue el certamen, las palpitaciones de cuatro años tendrán su catarsis suprema en sólo cuatro partidos, a lo sumo, como consolación.

Pero, esta misma Penélope, esta misma afición mexicana, adicta a la felicidad frágil del autoengaño, sabe que este Octagonal, lejos de avivarle esperanzas, le apagó sus expectativas. El nivel de México hasta el momento inspira más funerales que carnavales.

Ha sido una clasificación calamitosa, raspada, agobiante, llena de lamentos. Y, además, reiterativa, en la incapacidad de Gerardo Martino para encontrar una ruta de escape hacia la mejoría. El Tata no levanta puentes, construye socavones.

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LOS ÁNGELES — Este miércoles, México cierra la puerta del Octagonal y abre la puerta de la incertidumbre hacia Catar 2022. Sale del Purgatorio Conkakafkiano y entra al Infierno del desasosiego. De la mano del Dante.

Saliendo a la cancha del Estadio Azteca como favorito ante El Salvador, México se instala en un viejo escenario, cíclico, repetido, repetitivo. Ahí, entre la Utopía por el Quinto Partido y la distopía por una nueva decepción. El desamparo aguarda en el Sorteo Mundialista de Catar el próximo viernes.

Con Gerardo Martino haciendo casting para su propio funeral, y en un escenario en el que México puede terminar segundo, tercero o ir de excursión ante Nueva Zelanda en juego único en Cataren junio, el Tri arrastra la vacilación sobre su futuro: juega tan poco, tan feo y tan mal. Las musas de la esperanza han sido engullidas por cuervos de su propia crianza.

A los hacendosos alcahuetes de la selección mexicana, eficientes en su prostitución, ciertamente no les desencantaría ir al Repechaje. Una limosnita más de sus patrocinadores siempre es bienvenida en el cepo voraz de las televisoras.

Pero, este miércoles, aún cuando su fortaleza histórica, el Azteca, pasó de leyenda soberana a mito de barriada, y cuando el extraño enemigo profana con su planta su suelo con tanta frecuencia, es de suponerse que Gerardo Martino, metafóricamente, eche un ojo al gato europeo y otro ojo al garabato de la Liga Mx.

Insisto, hoy a Gerardo Martino le sobran camisetas y le faltan hombres para llenarlas.

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EPA-EFELa Selección Mexicana solo necesita sumar un punto en el Estadio Azteca ante El Salvador para sellar su boleto a Qatar 2022.

Más allá del adictivo y mezquino oficio de la FMF para culipandearse, para recular, y aseverar que el Tata ya cumple con creces si arrastra a México a Catar 2022, la afición no olvida la promesa inicial hecha el 7 de enero de 2019 con Yon de Luisa.

“Su experiencia (de Martino) en clubes y como seleccionador nacional nos da garantía del funcionamiento en equipo que buscamos para la selección de México para el reto Catar 2022. México ha sido consistente dentro de las mejores 16 selecciones en los mundiales y esperamos superar eso en este proceso”, dijo el presidente de la FMF, que en este momento ya se encuentra en Catar para el sorteo mundialista. Claro, de ser Repechaje el destino del Tri, su viaje habrá sido inútil.

De hecho, en su presentación, Martino no prometió llegar al Quinto Partido. Sólo garantizó pisar el eterno cementerio mundialista del Tri: el cuarto juego, tras pasar la fase de grupos, es decir los Octavos de Final.

“Sé cuál es la inquietud del pueblo respecto a dónde debería llegar, pero no quiero dejar de mencionar, porque me ha pasado en otros lugares, de no valorar el jugar finales, y acá no podemos dejar de valorar el jugar sistemáticamente los Octavos de Final, más allá de que lo que todos queremos es jugar el famoso Quinto Partido”, dijo entonces El Tata en una cátedra de conformismo.

Aquello de trascender. De sorprender. De hazañas. Épicas. Historia. Milagros. Cumplir quimeras. No, de eso, nada. Gerardo Martino no prometió lo improbable, mucho menos lo imposible. Prometió tan poco, aunque hoy, su equipo, el Tri, ofrece menos que eso.

1.- Cierto. Sus alfiles europeos, terminaron siendo peones de la decepción. Sus “rockstars” europeos amenizan cada juego como banda de pueblo. Héctor Herrera, Tecatito Corona, Raúl Jiménez, Chucky Lozano y Edson Álvarez flotan, pero no gravitan.

2.- Gerardo Martino no reacciona, no aprende, no mejora, no madura. Lo basureó Estados Unidos tres veces en 2021 en partidos oficiales. Y no entendió nada, no asimiló nada. Enfrenta una vez más, una cuarta vez a EEUU, ahora en el Estadio Azteca, y vuelve a equivocarse, vuelve

a jugarle de la misma manera, con los mismos hombres. No perdió sólo porque Guillermo Ochoa se sublimó… de nuevo.

3.- El Tata, como abuelo bonachón que refleja su apodo, sigue siendo consentidor con sus convocados. Se ha quejado y se ha justificado reiteradamente con el tema de “la intensidad”. No miente. Esta selección mexicana difiere de otras, por su actitud apocada, pusilánime, timorata. Son eunucos jugando a un deporte en el que las gónadas no pueden quedarse en el casillero, sino que hay que llevarlas a la cancha. ¿Falta intensidad? Martino es el principal responsable.

4.- Y entre las listas de vetados, ninguneados y marginados, el mismo Martino reduce sus opciones. Tiene poco de donde elegir. Apenas se atrevió a dar oportunidades a Johan Vásquez y Gerardo Arteaga, y ambos cumplieron. No fue su decisión, fue una orden tajante que recibió.

En noviembre les hablábamos del #PlanB. Hoy, como hace cuatro meses, sigue siendo el único salvavidas que tiene a la mano Yon de Luisa. Se le había advertido que se mantuviera ecuánime, prudente, pero a Miguel Herrera lo rebasa su alter ego, El Piojo. El personaje arrabalero se traga al tipo vestido de Ermenegildo Zenga, y de exitoso trabajo como entrenador. Burlarse, hacer apología de la enfermedad de Martino (desprendimiento de la retina derecha) en declaraciones a ESPN, y pedirle públicamente su renuncia, poco ayudó a su causa.

Ya se sabe que los grupos opositores quieren tener el control de la selección a través de sus entrenadores. Por eso, Grupo Pachuca unta manos y conciencias, sugiriendo a través de sus vocingleros que se tome en cuenta a Guillermo Almada, y desde TV Azteca apuestan por Nicolás Larcamón.

Pero, mientras ellos juegan a la guerrilla, Emilio Azcárraga Jean dispone de armas nucleares. ¿Quién estuvo detrás del #TuzoGate, y no sólo tiene lista la segunda parte, sino también el #PanzaVerdeGate? ¿Quién filtró detalles de algunas situaciones financieras y fiscales de Salinas Pliego? Recuérdese que en el Salón Oval de Emilio, y antes con su padre y su abuelo, se han impuesto presidentes.

Mientras tanto, Gerardo Martino ahora sí se acerca a su Último Tango en el Estadio Azteca. Podría ganar, gustar y golear, pero su destino está en otras manos, en otras cabezas, y en otros intereses. Recuérdese que él no aceptó promocionar mundiales con un perico en el hombro, y para dirigir al Tri, a veces, también se necesitan bufones, excelentes técnicos, sin duda, pero también bufones.

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