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No se dejen engañar por las sonrisas de los Warriors

CLEVELAND -- Los Golden State Warriors no son tu típico equipo de la NBA. Sus protagonistas no están plagados de tatuajes y su principal estrella "tiene la cara de un niño de 12 años" en las palabras de su entrenador Steve Kerr.

Debido a que vivimos en una sociedad llena de prejuicios que tristemente disfruta de las etiquetas, automáticamente se piensa que los Warriors son "suaves".

Nada más lejos de la verdad a la hora de colocarle un adjetivo, que no alcanza, al equipo de Golden State.

Ya nos habían mostrado toda su entereza en el sexto juego de la serie ante el Thunder, y lo volvieron a hacer en territorio hostil este viernes en Cleveland.

A la mente se les vendrán a la mayoría los "Splash Brothers". No es para menos, teniendo en cuenta que tanto Steph Curry, quien anotó 38 tantos, como Klay Thompson, tuvieron por lejos sus mejores partidos de las Finales.

Aunque todo comenzó con Draymond Green, un hombre del cual ustedes podrán pensar lo que quieran, pero que tiene una voluntad para ganar admirable, y al cual quiero en mi equipo siempre.

Su constante energía es contagiosa, tiene la habilidad para meterse dentro de la piel de sus rivales, y hasta sacó de quicio a LeBron James en el último período, algo que no ocurre muy seguido.

Esencialmente los Warriors recibieron el golpe más fuerte de los Cavs, y no se cayeron, entre otras cosas porque la quijada de Green es fuerte.

Es que la primera mitad le perteneció a los Cavaliers en el Juego 4. Con un Kyrie Irving que se mantuvo en modo ataque, y un Tristan Thompson que dominó los tableros, y además se las ingenió para hacer un buen trabajo ante Steph Curry en el perímetro cuando quedó aislado en defensa.

Hubo algunas llamadas cuestionables, como sucede en todos los partidos antes de que empiecen con sus teorías conspirativas, pero ni eso quebró la voluntad de los Warriors.

Steve Kerr entendió en el complemento que las alineaciones grandes no le estaban dando resultados, y por eso sentó rápido a Andrew Bogut, que apenas jugó nueve minutos en el encuentro.

Siendo justos, el brasileño Anderson Varejão le dio buenos minutos en ese tercer cuarto, aunque fue principalmente la defensa y la actividad en los tableros de Green que terminaron siendo la antesala del festival de triples de los Warriors.

Golden State tuvo 14 puntos en segundas oportunidades, luego de tener apenas cinco en la primera mitad, y la defensiva se transformó en ofensiva; todas las transiciones de los Warriors parecieron terminar en triples.

A tal punto que los dirigidos por Steve Kerr batieron un nuevo récord de la NBA en Finales con 17 triples el viernes.

Era cuestión de tiempo antes de que Curry y Thompson enderezaran la brújula, y considero que finalmente tuvieron la agresividad necesaria para entrar en ritmo. El volumen de lanzamientos es fundamental para jugadores que pueden encenderse en un abrir y cerrar de ojos.

No obstante, los Warriors apenas estaban arriba nueve puntos faltando cinco minutos para que terminara el partido. En términos de baloncesto, eso es una eternidad, y se acercaba el momento de la verdad.

Lo cual nos lleva al cruce físico entre Green y James. LeBron quebró la regla no escrita de la NBA entre jugadores al pasar por encima cuando están en el piso, tal como hiciese en su momento Allen Iverson a nada más y nada menos que Tyronne Lue.

En el lenguaje de los jugadores, eso es una falta de respeto. Acto seguido Green golpeó a James en la zona media --resta por verse si Green será suspendido aunque no lo creo-- y fue LeBron el que terminó perdiendo la compostura.

Ese es territorio de Green, un suelo fangoso al cual James no está acostumbrado y se notó. De hecho, esa falta de calma se terminó reflejando en los Cavaliers.

Honestamente LeBron estaba tan enojado, que pensé que comenzaría a dominar el juego, dado que muchas estrellas tocan otro nivel cuando la rabia se apodera de ellos.

Sin embargo, en la siguiente jugada James penetró y Green le metió una tapa impresionante que fue más que una mera estadística sino más bien un mensaje claro que indicaba que los Warriors no tenían miedo.

De allí en adelante, los Cavaliers comenzaron a conformarse con plegarias desesperadas a distancia en lugar de seguir atacando la pintura, que es lo que les ha dado éxito en las Finales.

Perdieron la compostura, perdieron el partido, y probablemente perdieron el tren que los llevaba a su primer anillo en la historia de la franquicia.

Todos los jugadores no llamados James ni Irving apenas efectuaron cinco lanzamientos en la segunda mitad, y es difícil así ante un equipo que hasta le dio minutos a James McAdoo por primera vez en estas Finales.

La defensa de los Warriors apretó tuercas, y la ofensiva hizo lo que mejor sabe hacer.

Un oyente nos decía ayer que Golden State es como el atardecer, uno los disfruta hasta que repentinamente se viene la noche.

No se dejen engañar por las caras sonrientes, los Warriors tienen el temple del campeón.