El periodo de agencia libre en la NBA es una experiencia diferente a la de la inmensa mayoría de competiciones profesionales, incluyendo otras ligas profesionales mayores estadounidenses. Su tope salarial, especialmente estricto desde la firma del último convenio colectivo en 2011, obligaba a tener una calculadora a mano para entender muchos movimientos en el mercado.
Conceptos como excepciones salariales, "sign-and-trades" o contratos a expirar eran imprescindibles para analizar con un mínimo criterio la forma en la que algunos equipos reforzaban su plantilla. Este verano, no obstante, cualquier esquema que hayamos utilizado en años anteriores para prever y analizar la agencia libre ha quedado obsoleto. A partir del 1 de julio, las normas del juego han cambiado.
Administrando la abundancia
El motivo fundamental de la selva en la que se va a convertir el mercado es fundamentalmente económico. La buena marcha de la NBA ha permitido a la liga poder negociar un lucrativo nuevo contrato televisivo, pasando de generar $930 millones anuales con el anterior acuerdo, iniciado en 2007, a $2.6 billones a partir de la temporada 2016-17, prácticamente triplicando sus ingresos. Por el último convenio colectivo, la suma de los salarios garantizados para los jugadores es de aproximadamente el 50% de cualquier ingreso relacionado con el baloncesto de la NBA, lo cual incluye los logrados gracias a la venta de sus derechos televisivos. En resumen: los sueldos de los jugadores deben dispararse gracias a este nuevo acuerdo, y la forma más de hacerlo es aumentando el tope salarial, que en 2015-16 fue de $70 millones por equipo.
La liga no publicará los números definitivos hasta la primera semana de julio, pero el tope salarial aproximado con el que los equipos están ya trabajando es de $94 millones. Hasta la fecha, el aumento más drástico de una temporada a otra había sido de poco más de $7 millones (de $15,96 a $24 entre 1994-95 y 1995-96). Es decir, los $24 millones de diferencia entre la pasada temporada y la próxima triplicaría el mayor salto jamás vivido desde la existencia del tope salarial.
Para colmo, esta cifra se disparará aún más antes de la temporada 2017-18, tras el primer año de nuevo contrato televisivo. El tope salarial previsto para el siguiente verano sobrepasaría los $110 millones. Es decir, $40 millones de diferencia respecto a la temporada 2015-16 que acaba de terminar. En definitiva, la liga y sus equipos tendrán que aprender a orientarse en un terreno absolutamente inédito.
Los "Millones de Brewster"
En 1985, estrenó una película que se llamó "Brewster's Millions". En Latinoamérica su título fue traducido a "Lluvia de dólares" y en España a "El gran despilfarro". En ella, el añorado Richard Pryor se veía obligado a gastar $30 millones en 30 días para poder heredar $300 millones, para darse cuenta de que no es tan fácil como parece. Un buen puñado de equipos NBA van a encontrarse en una situación similar este verano.
El reparto de los beneficios entre liga y jugadores no serviría de nada si las franquicias se pusieran de acuerdo para no invertir más de la cuenta en fichajes. Para ello existe el "suelo salarial", una cantidad mínima que cada equipo tiene que invertir de forma obligatoria en jugadores. Si la suma de sus salarios no llega a esta cantidad, la diferencia se reparte de forma equitativa entre los miembros de su plantilla. Por tanto, los equipos se ven generalmente empujados a invertir en el mercado sabiendo que, igualmente, su contabilidad no va a cambiar de forma significativa.
En 2016-17, según los cálculos de la NBA, este suelo salarial será de $84,6 millones, una cifra a la que 21 de los 30 equipos no llegaron en 2015-16. Es decir, para la mayoría de franquicias gastar dinero no solo será aconsejable para seguir siendo competitivos, sino que será prácticamente obligatorio. Algo importante a recordar para evitar echarnos las manos a la cabeza en el momento en el que los primeros fichajes se vayan anunciando por cifras aparentemente disparatadas, al menos teniendo en cuenta precedentes de otras temporadas.
La paradoja del máximo
Establecido que gastar dinero ha dejado de ser solo un derecho para convertirse en una responsabilidad, los contratos máximos entran en escena. Este tipo de acuerdos, generalmente reservados para las grandes estrellas, van a tener una presencia más democrática que nunca. Más allá de los LeBron James o Kevin Durant de turno, cualquier subasta que arranque entre equipos con espacio salarial de sobra por un jugador cuyo nivel apenas supere el de titular competente puede acabar con una oferta de contrato máximo para el afortunado.
Bueno recordar que el valor de un contrato por el máximo salarial depende de los años de experiencia en la NBA. Para un jugador con 6 años o menos en la liga, el valor del primer año de contrato es del 25% del tope salarial, para un jugador con entre 7 y 9 es del 30%, y para un jugador con 10 años o más es del 35%.
Por tanto, con tanto espacio salarial por llenar este verano, para muchos equipos no será un drama firmar a un jugador por el máximo. Por poner un ejemplo, el máximo salarial de Kevin Durant (en la NBA desde 2007) y Nicolas Batum (desde 2008) será el mismo. El alero francés no será tan codiciado como el MVP de hace dos temporadas, pero la posibilidad de que acaben cobrando el mismo salario en 2016-17 es muy alta. Con toda seguridad, habrá quien considere que Batum estará sobrepagado. En otros años quizás sería verdad. En este verano, sencillamente estuvo en el lugar adecuado y, sobretodo, en el momento perfecto.
La teoría de la relatividad de los contratos
Durante años, un valor importante a la hora de acordar traspasos eran los contratos a expirar. Es decir, jugadores a punto de terminar su contrato y cuyo salario se eliminaría de los libros de contabilidad a final de temporada. En épocas de tope salarial más estricto, cambiar jugadores con contrato a larga duración por otros a punto de salir al mercado era útil. Ahora será todo lo contrario.
Pongamos un caso práctico. En verano de 2015, Draymond Green firmó una renovación con los Warriors por $82 millones y 5 años. En 2015-16, el ala-pívot cobró $14,3 millones, lo cual supone algo más del 20% del tope salarial. Su salario para 2016-17 aumenta un 7,5% para convertirse en $15,3 millones, pero a la vez desciende a un 16,3% del tope salarial previsto. Aún peor (o mejor si lo miramos desde el punto de vista de Golden State), sus $16,4 millones en 2017-18 apuntan a quedarse por debajo del 15% del tope. Es decir, mientras el salario de Green sube año tras años, su peso en la estructura salarial del equipo desciende.
Vayamos ahora a Serge Ibaka. El ala-pívot, cuyo contrato termina en 2017, fue traspasado durante la noche del draft a Orlando. Para ello, su nuevo equipo tuvo que enviar a Oklahoma City a Victor Oladipo, Ersan Ilyasova y los derechos de Domantas Sabonis. Aparte del riesgo de que Ibaka decida dejar su nuevo equipo como agente libre a final de temporada, el Magic tendrá también que preparar una sustancial oferta si quisiera retenerle. Con una valoración seguramente similar a la de Green en 2015, siendo ambos jugadores aún en teórico crecimiento ligeramente por debajo de la categoría de All-Star, invertir un 20% del tope salarial (estimado ya en al menos $110 millones) para renovar a Ibaka en 2017 implicaría pagarle más de $22 millones en su primer año. Draymond Green, en esa temporada, cobrará casi $6 millones menos.
Resumiendo la ensalada de números, los acuerdos firmados anteriormente al escandaloso aumento del tope salarial que empezará este verano van a ser increíblemente valiosos para los equipos NBA. Los contratos de Marc Gasol, Kyrie Irving o Jimmy Butler, quienes firmaron por el máximo salarial hasta 2019, serán auténticas baratijas durante los próximos años salvo desplome evidente de nivel. Por el contrario, cada equipo tendrá que pensárselo varias veces a la hora de buscar traspasos por jugadores que terminarán contrato en los próximos uno o dos años. Sus demandas económicas, con todo el derecho del mundo, se dispararán de la misma forma en la que lo hará el tope salarial.
Invasión europea
El "síndrome Brewster" tendrá efectos más allá de las fronteras de Estados Unidos y Canadá. La cantidad de jugadores capaz de marcar las diferencias en la NBA, incluso desde la segunda unidad, es limitado. Y un caladero de talento está en Europa. La conexión transatlántica ha traído buenos fichajes como agentes libres en los últimos años, pero este verano puede ser especial.
Los mejores jugadores del Viejo Continente disfrutan de contratos a veces multimillonarios y acostumbran a tener consideración de estrellas en los equipos que luchan por los campeonatos. Para bastantes de ellos, la perspectiva de ir a la NBA con un sueldo similar, pero como jugador de rotación o en equipos cuya ambición no pasa de entrar en Playoffs es poco atractiva. Pero si en otros veranos sus demandas económicas para cruzar el Atlántico eran complicadas de satisfacer, no lo será a partir de ahora.
El ruso Alexey Shved, ex jugador de Timberwolves y Knicks y actualmente en el Khimki de su país, fue en 2015-16 el mejor pagado en Europa cobrando 3,4 millones de euros netos (alrededor de $3,75 millones al cambio). Durante su etapa NBA, Shved fue un buen jugador de rotación, pero sin la condición de líder de la que goza ahora en Rusia. Un caso similar al de jugadores como Sergio Rodríguez, Nick Calathes, Gustavo Ayón o Jan Vesely, por poner otros ejemplos. A similares condiciones económicas, quedarse en el confort de Europa era la decisión habitual, pero el aumento del tope salarial provoca que esa igualdad se pueda romper este año a favor de la NBA.
Algunos equipos están ya preparados para echar sus redes en Europa. El caso paradigmático son los Nets. La franquicia de Brooklyn contrató a una ex estrella del baloncesto europeo, Trajan Langdon, como asistente de su General Manager Sean Marks. Sin rondas de draft propias hasta 2019, atractivo para agentes libres o demasiados activos valiosos para traspaso, una forma diferente de reforzarse será mirando al mercado internacional. Con espacio salarial de sobra, nadie debería sorprenderse si varias estrellas europeas llegan al condado neoyorkino.
El nuevo campo de batalla
El mercado de agentes libres que se abrirá el viernes será diferente respecto al de otros años. Nunca antes había tanto espacio salarial y, consecuentemente, tanto dinero para firmar jugadores. Nunca había habido tanta flexibilidad para fichar, traspasar, cortar o moldear la plantilla al gusto de cada franquicia. Nunca los jugadores y sus agentes se habían encontrado con una NBA tan dispuesta a gastar millones y millones de dólares.
Pero, a la larga, los objetivos no han cambiado. Aun con diferentes ambiciones, los 30 equipos competirán entre ellos para completar el mejor grupo posible de jugadores. Si en otras temporadas esta batalla de despachos era siempre fascinante, este año será aún más especial. Bienvenidos a la ley de la selva.