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Campazzo no se rinde

Getty Images

"Mi proridad uno, dos y tres es seguir en la NBA", dice Facundo Campazzo. Lo dice convencido de que algo faltó. De que todavía no pudo ser lo que quiso ser cuando decidió ir a la mejor liga del mundo. Es una batalla de todos los días, seguir dando pelea para ser la mejor versión de uno mismo. Esa que se alcanza centímetro a centímetro, entrenamiento a entrenamiento y que nadie, ni siquiera él, sabe cuál es el límite.

Campazzo ahora persigue rivales en el clima gélido de Buenos Aires. Ahí está, de nuevo, el líder de la Selección Argentina, el que navegó entre sueños hace meses con el pico y pala cerca de la tierra. Pone el pecho, sacrifica el físico, enseña que para recuperar fulgor se necesita primero el esfuerzo. Defender para que luego exista ese pase oblicuo en forma de destello para que caliente la mañana. El medio es el mensaje, y Campazzo está ahí, de nuevo, para demostrarlo. Vuelve para volver a ser. No se trata de ganar ritmo, sino de recuperar color. Inflarse de básquetbol para empaparse de pasión. Para sonreír, porque si hay alguien que juega como vive, ese es Facundo Campazzo.

Y ahora dice que quiere regresar a la NBA. Que busca otra chance. Que no importa dónde, pero sí cuando, como y porqué. En esas palabras descansa su convicción. Su espíritu de superación, eso que lo ha guiado a lo largo de su carrera para destacarse, siendo un muchacho de estatura promedio, en un deporte de gigantes elásticos.

"Tirando así, no puede jugar en la NBA", dicen los especialistas. Y tienen razón. Es una dificultad clara, evidente, en una liga que exige precisión y certeza a velocidad de Fórmula Uno. Un jugador de su tamaño, portabalón, tiene que ser más confiable con el lanzamiento exterior. Y para eso contrató a Mariano Sánchez en la mejora de técnica individual, el mismo coach que entrenó a Luis Scola previo al Mundial de China 2019.

Muchos colegas han pasado por lo que le toca hoy a Campazzo. Llegó siendo el mejor base de Europa y se redujo su apellido a cenizas. Le quitaron todas las medallas posibles y lo regresaron al llano. Lo hicieron correr por un andarivel imaginario durante una temporada entera, limitaron sus minutos, tuvo chances a cuentagotas y cuando le tocó jugar de Campazzo había tanta presión a cuestas que se hizo imposible. Al más mínimo error, al banco. Jugar con cadenas en los pies nunca fue parte de la ideología Campazzo. Transformaron un cerebro multicolor en un joven obediente y disciplinado.

El 99% de los atletas elite optaría por la salida. Sucumbir a la tentación inevitable de transmitir frustración con compañeros, cuerpo técnico, directiva. ¿Para qué me trajeron si no estaban convencidos? ¿Qué estoy haciendo acá?

Campazzo podría tomar un camino más sencillo y nadie lo discutiría. El inevitable trayecto de la aceptación. Transitar la ruta de rosas de regreso al viejo continente. Eso le garantizaría dinero, estabilidad emocional y minutos de juego, algo que no tuvo en el último tramo de la temporada con Denver Nuggets a las órdenes de Mike Malone.

Pero no. Campazzo, una vez más, tiene una lectura diferente sobre las cosas. En vez de pensar que la NBA está equivocada, considera primero que el que está en falta es él. Aprender requiere estos baños de humildad y no todos están en condiciones de poder hacerlo.

Ah, el ego, ese collar de toneladas que la mayoría acaricia y no se atreve a quitar.

Mucho antes de Campazzo, existió Facundo. Y mucho antes de los abrazos, del champagne y los autógrafos, existió un chico que tenía que ponerse en puntas de pie para las fotos. Escalar centímetros como sea para aparecer en el lente. Un muchacho por el que ningún scout tomó notas serias a la edad en la que los prospectos despegan. Un joven al que todos le dijeron, le susurraron, le afirmaron, que no podía conseguir metas ambiciosas.

Sin embargo, aquí estamos. Una vez más.

Volver a intentarlo. Sumergirse una vez más en las aguas de la incertidumbre, arriesgar de nuevo dinero y prestigio para medirse con los mejores. Un round más, solo eso pido. ¿Quién es Facundo Campazzo? Un cabeza dura que no se conforma. Un tipo hecho con una madera extraña, absurda para los tiempos que corren. Que sabe lo que es caerse, pero mucho lo que es levantarse. Un potrillo salvaje con espíritu revolucionario. Lo critican, lo empujan, lo agreden, pero sin embargo, el tipo va. Parece que no, pero sí. Avanza, y si hay una pared la escala, la esquiva o la derriba. Como en Peñarol, como en Murcia, como en Real Madrid.

"Tirando así, no puede jugar en la NBA".

Cumple sus sueños quien resiste. Con Campazzo, nunca, pero nunca, digas nunca.

Están todos avisados.