Desde que tenía 6 años, el base de los Oklahoma City Thunder sueña con convertirse en el mejor jugador de la NBA. Su madre siempre se aseguró de que lo pareciera y esta temporada finalmente luce la parte.
FALTANDO 6:56 del tercer cuarto en lo que debía ser un partido de rutina a principios de marzo, Shai Gilgeous-Alexander convirtió una cesta a 18 pies de distancia para darle al Thunder lo que debería ser una ventaja segura por marcador 84-60 sobre Kevin Durant y los Phoenix Suns. Oklahoma City, como ha sido el caso durante toda la temporada, se imponía cómodamente.
Veinticuatro horas antes, el Thunder había sellado su sitial como primer sembrado de la Conferencia Oeste, impulsado por su tridente de grandes estrellas conformado por Gilgeous-Alexander, Chet Holmgren y Jalen Williams. Los Suns, también amparado en su trío de figuras, estaba empatado en el sexto puesto, a un juego de quedar en el torneo play-in. Dos equipos con trayectorias opuestas: uno lucha por desempeñar el papel de contendiente en la NBA. El otro peleaba para mantenerse con vida.
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Luego, con la temporada pendiendo de un hilo, Durant, exganador del Premio al Más Valioso y bicampeón de la NBA, respondió con un triple. Cuarenta y seis segundos después, Grayson Allen agregó otro. Posesión tras posesión, la embestida de los Suns siguió sin cesar. Durante cinco minutos, el Thunder no respondía, no podía responder. Al final del tercer cuarto, Oklahoma City tenía ventaja de cuatro puntos.
Al minuto de empezar el cuarto periodo, se había ido por completo. Era el tipo de partido que pierden los equipos jóvenes como el Thunder.
Con su equipo con cinco puntos de desventaja, Gilgeous-Alexander reingresó al encuentro faltando 8:27 del cuarto periodo y tomó las riendas de la acción con tranquilidad, impulsando un rally 18-5 para llevar al Thunder a conquistar la victoria por marca 118-110. Permitió a OKC a quedar en la punta de la tabla de la Conferencia Oeste por segundo día en esta temporada. Precisamente, dos días más de lo que cualquiera pudo haber pronosticado para el segundo equipo más joven de la liga.
El Thunder se ha convertido en contendiente esta campaña, superando hasta las predicciones más optimistas porque su base de 25 años y candidato al Jugador Más Valioso sigue desafiando todas las expectativas imaginables… excepto las propias.
Este partido y el rally que selló su destino no son más que un ejemplo de una improbable trayectoria de 20 años que comenzó en Hamilton, suburbio de Toronto, Ontario (Canadá), se extendió hasta el azul césped de Kentucky y prosiguió en la NBA, liga en la cual Gilgeous-Alexander ha intentado, planificado y hecho audiciones para convertirse en el mejor jugador de básquetbol del planeta.
“Ha sido la historia de mi vida”, indica Gilgeous-Alexander. “Siempre he mejorado”.
No quedó en el primer equipo de su secundaria en su año de novato. No fue titular hasta mediados de su segundo año de universidad y le pasó algo similar en la NBA. El Thunder ni siquiera creía que alcanzaría semejante nivel cuando lo recibieron en 2019 por la vía del canje como parte de la operación en la cual Paul George llegó a los LA Clippers para iniciar lo que se ha convertido en un proceso de rápida reconstrucción.
Esta temporada, Gilgeous-Alexander ha mejorado en prácticamente todos los aspectos: la anotación (30.4 puntos por partido, tercer mejor registro de la NBA), defensiva (2.1 robos por encuentro, líder de la liga en la categoría) y aprender a controlar y ganar partidos como aquel contra los Suns, en el que anotó 11 de sus 35 puntos (mejor marca del cotejo) en los seis minutos finales.
“Es una mentalidad”, expresa Gilgeous-Alexander. “Me limito a trabajar las habilidades. Pero lo que hace a un gran jugador es cómo logra trasladarlas a la cancha. Cómo controlan los cuartos periodos y ganan partidos”.
“LeBron (James) es LeBron por los veintitantos años que lleva controlando los partidos”.
Gilgeous-Alexander no fue ungido para conquistar la grandeza como James, que fue exaltado como “El Elegido” por la revista Sports Illustrated a la edad de 15 años.
Sin embargo, afirma que siempre ha creído que la alcanzaría un día. Su madre se encargó de ello.
EL JUGADOR QUE más ha servido de ejemplo para Shai Gilgeous-Alexander, y que ha causado mayor impacto en su vida, es alguien con quien jugó por apenas 17 meses.
Casi inmediatamente después de su llegada a Oklahoma City, Chris Paul vio en el entonces joven de 21 años diversas cualidades y valores idénticas a la suya: la intransigente devoción a la rutina, el ojo prácticamente compulsivo para notar los detalles, la habilidad para ver el panorama más amplio.
Gilgeous-Alexander fue visitante constante del apartamento de Paul en aquel año, intentando asimilar la mayor cantidad de conocimientos posibles impartidos por uno de los bases más grandes de todos los tiempos. Entrenaron juntos. Desayunaron y cenaron juntos. Fueron juntos a partidos de la G League y pasaban horas hablando de básquet.
“Shai es un adicto al básquetbol”, comenta Paul a ESPN. “Incluso ahora, podemos estar en el teléfono viendo partidos, comentando lo que vemos”.
Mientras Paul se dispone a seguir describiendo a un jugador que ahora considera como un miembro de su familia, toma una pausa.
“No puedes escribir este artículo sin conversar con su mamá”, indica. “Espera un segundo. La llamaré”.
La madre de Gilgeous-Alexander entra a la conversación.
“¿Estás bien?”, le pregunta a Paul, pensando que solo le llamaría durante la temporada si le ocurría algo malo.
Se han hecho muy amigos a través de los años. Al punto de que ella asiste todos los años a los partidos de Paul en Toronto, sin importar el equipo con el que juega.
Paul le asegura que todo está bien. Solo quiere asegurarse de que entendamos plenamente el papel que su progenitora desempeñó en la crianza de su hijo. Charmaine Gilgeous se presenta como “corredora”. De hecho, practicó el atletismo: compitió en los 400 metros en los Juegos Olímpicos de Verano de Barcelona en 1992, defendiendo la causa de Antigua y Barbuda.
Sin embargo, Charmaine se refiere a su mentalidad, no solo a su resumen curricular.
“Nunca corrí distancias más allá de los 400 metros”, señaló. “Eso significa que sé dónde está la meta y no hago nada hasta llegar ahí. Esa es mi orientación. Y sabía que necesitaba que mis hijos fueran así. Tuve que criarlos así”.
Según expresa Charmaine, nunca ganó mucho dinero en su empleo como trabajadora social. La familia tenía que mudarse a menudo. La presión era constante.
“No importa qué tan horrible era la situación. Si tenía que llorar y gritar, esperaba hasta que se fueran a dormir”, recuerda. “Nunca me vieron sudar. Nunca me vieron frustrada”.
Así fue cómo Gilgeous-Alexander aprendió su disciplina, según expresa el propio jugador. Por eso se muestra tan imperturbable en la cancha.
“Si conoces a su mamá”, expresa Paul, “lo conoces a él”.
DESDE SU INAUGURACIÓN en 1979 con una fastuosa fiesta por la que se cobró $75 por entrar, la tienda Holt Renfrew ubicada en la calle Bloor de Toronto ha sido el sitio obligado para quienes quieren vestir sus mejores galas. Es un establecimiento gigantesco. Cuatro niveles, una lujosa chocolatería, pisos de mármol, cientos de diseñadores y marcas de lujo.
Charmaine Gilgeous solía llevar a sus hijos Shai y Thomasi para ver vidrieras, pasar las tardes de ocio soñando con la vida que querían vivir un día, si trabajaban duro y no permitían que nada se interpusiera entre ellos y sus metas.
En aquel entonces, Charmaine pensaba en criar a sus hijos para que lograran estudiar en la universidad y así obtener empleos estables. Pero tampoco quería desinflar sus ambiciosos sueños de convertirse en el próximo Kobe Bryant, Cristiano Ronaldo o Kevin Durant.
Por eso, Gilgeous los llevaba a ver vidrieras los sábados. Era su rutina. Cuarenta y cinco minutos de cada trayecto, ida o vuelta, en el subterráneo.
Vestían camisetas polo y pantalones de vestir, miraban todos los Gucci y Versace, comían algo en un restaurante de la llamada Milla de Visón de la ciudad y volvían a Hamilton.
Como madre soltera, Gilgeous tenía algunas normas no negociables para sus hijos. Los deberes escolares eran lo primero. Solo comida sana. Y siempre tenían que vestirse bien, sin importar lo que pasara en sus vidas.
“Tu aspecto no es cuestión de juego conmigo”, indicó. “Puede que mis hijos se volvieran locos en la casa, pero cuando salían por la puerta, más les valía que, como decimos, ‘se arreglaran’”.
“Mejor que te arregles”.
“Mientras me criaban, siempre intentábamos vestirnos bien y tener el aspecto adecuado”, recuerda Gilgeous-Alexander. “Era muy importante. Cuando salíamos de casa, nos asegurábamos de que el cuello estaba abajo, que la camisa no estuviera arrugada. Sin mocos en la nariz. Sin nada en los ojos”.
Se trataba de establecer una visión, más allá de la vanidad. Verse bien, aunque no se pudieran costear las mejores ropas. Establecer rutinas, hábitos, visión de futuro.
Vestirse para la vida que quieres tener, no la que tienes hoy.
“Sales de la casa, te vistes bien. Representas a la familia”, afirma Gilgeous-Alexander. “Y eso se trasladó a lo que tenemos hoy”.
Lo que hoy tenemos en frente es lo que Gilgeous-Alexander siempre creyó que podía ser: Que un día fuera candidato al Jugador Más Valioso de la NBA.
Gilgeous-Alexander ha indicado que sueña con alzar el Más Valioso desde que tenía 6 años. En la secundaria, él y su primo Nickell Alexander-Walker, que actualmente juega como base de los Minnesota Timberwolves, conversaban sobre sus sueños en la NBA a altas horas de la noche.
“Pasábamos horas despiertos hablando sobre lo que queríamos lograr, adónde queríamos ir”, indica Alexander-Walker. “Recuerdo haberlo oído entonces”.
AL GERENTE GENERAL DEL THUNDER, Sam Presti, le gusta contar una historia sobre una llamada y una visita que tuvo con Jerry Krause, el arquitecto de los Chicago Bulls de Michael Jordan.
Krause era mayor y no gozaba de buena salud, pero quería conocer a Presti y hablar con él sobre su filosofía. Presti aceptó la invitación.
“Este tipo también era un escucha de béisbol”, dijo Presti en 2023.”Se lo tomó muy en serio, y hablaba de estos, los llamó ‘momentos eléctricos’ cuando estás evaluando a un jugador y ves algo. Es un destello de algo, y te levantas, miras a tu alrededor y dices: 'Espero que nadie más haya visto eso’”.
Para Presti, el "momento eléctrico" con Gilgeous-Alexander llegó durante esa temporada 2019-20 cuando lo vio jugar contra Paul durante una práctica. Había algo en la forma en que Gilgeous-Alexander estaba compitiendo, dijo Presti, algo en la forma en que terminaba las canastas que le hizo pensar que había encontrado la próxima cara de su franquicia.
Presti había experimentado ese sentimiento antes. Había seleccionado y desarrollado a Durant, Russell Westbrook y James Harden una década y media antes y estaba en el comienzo de lo que esperaba que fuera una reconstrucción similar en torno a Gilgeous-Alexander.
Sin embargo, reconocer esos “momentos eléctricos” es sólo una parte del proceso. Crear el entorno adecuado para que los grandes jugadores prosperen es aún más importante.
“Creo que eso es algo que a veces falta en la liga actual", afirmó Presti en 2023. “La gente no es desafiante. Una relación no puede construirse sobre la base del apaciguamiento, al menos ninguna relación que yo haya visto exitosa de esa manera... Hay que desafiar y elevar continuamente el listón”.
La declaración pasó inadvertida en su momento. Gilgeous-Alexander y el Thunder acababan de concluir su temporada con una derrota ante los Timberwolves en el torneo de entrada. El resto de la liga se centró en los playoffs.
Pero los cimientos del gran salto que Gilgeous-Alexander y el Thunder estaban a punto de dar estaban ahí para que todos los vieran.
Ya era hora de dejar de mirar escaparates. Había pasado bastante tiempo buscando el papel. Ya era hora de desarrollarlo.
CUANDO EL ENTRENADOR DE Oklahoma City, Mark Daigneault, visitó a su jugador estrella en su ciudad natal hace dos veranos, fue como si lo hubiera invitado un director de proyecto que quería mostrarle a su colega cómo había optimizado cada parte de su día.
Cada mañana, Gilgeous-Alexander enviaba mensajes de texto a sus amigos, diciéndoles cuándo pasaría a recogerlos. Alrededor de las 9 a.m. llegaban al gimnasio de una iglesia local para jugar. Después de eso regresaban a su casa y levantaban pesas durante horas. No tenía mucho equipo y era difícil conseguir algo nuevo en el país en ese momento, así que hacía flexiones (push-ups), dominadas (pull-ups) y cualquier otra cosa que pudiera con bandas de resistencia.
“Están todos sincronizados entre sí”, dijo Daigneault. “Él aparece y todos los reboteadores están allí. Conocen los ejercicios. Luego conduce hasta la casa y los entrenadores están allí. La puerta del garaje se abre y comienzan a entrenar. Luego se van a casa y el chef está allí preparando su almuerzo. y el perro corre hacia la puerta”.
Comenzó esta rutina en 2020, dijo Gilgeous-Alexander, después de que la temporada se detuviera durante cuatro meses debido a la pandemia de COVID-19.
“No había nada que hacer, así que traté de ser lo más estricto y organizado posible”, dijo. “Traté de estar en horarios más programados”.
El Thunder quedó atónito ante la transformación de su cuerpo cuando el equipo se reunió nuevamente en la burbuja en Orlando, Florida, en julio.
“Estaba en una misión”, dijo Daigneault. “Tuvimos tres semanas de práctica antes de empezar a jugar. Yo era entrenador asistente en ese momento y estuvimos jugando uno contra el otro durante mucho tiempo. Dennis Schroder y Chris Paul estaban en un equipo y él en el otro. Y esa fue la primera vez que uno dijo: 'Vaya'.
"Tenía el balón un poco más y no estaba tratando de encajar tanto con esos muchachos. Simplemente estaba balanceándose, y también fue después de todo ese trabajo. Entonces, la convergencia de esas dos cosas ... Todos reconocieron que tal vez haya otro engranaje aquí.
"No era tan bueno cuando lo cambiamos. Se ha convertido en este jugador".
Gilgeous dijo que su hijo siempre ha tenido sus rutinas. Si la hora de acostarse fuera a las 9 p. m., no respondería un FaceTime a las 8:45 porque alteraría su horario. Él siempre ha prosperado, dijo, con la estructura y el orden y no tuvo problemas para adherirse a ellos.
Su letra es excepcionalmente clara. Su ropa siempre es vanguardista y elegante. Conduce un Tesla Cybertruck por la ciudad y siempre está limpio.
Sus compañeros de equipo notan pequeñas cosas como la manzana roja que come antes de cada juego y las rutinas previas al juego que sigue religiosamente. Pero nadie ve todos los detalles. Y Gilgeous-Alexander no está dispuesto a llamar la atención. Así no lo crió su madre.
“No me gustan los niños exagerados. No soporto a la gente engreída”, dijo ella. “Crio gente segura de sí misma. No crío gente engreída o ruidosa. Los ruidosos, ustedes están haciendo demasiado. Tienen demasiada inseguridad. Las personas seguras y privadas, saben que son buenas, pero simplemente no necesitas el crédito de nadie más”.
Daigneault se maravilla ante la coherencia de Gilgeous-Alexander.
“Nada de esto es complicado”, dijo Daigneault. “Es la diligencia y el compromiso con el que lo hace. Eso es lo que lo hace excepcional”.
Y es excepcional.
Considera las estadísticas de esta temporada: Gilgeous-Alexander ocupa el segundo lugar en el equipo en millas recorridas por juego, pero tiene la segunda velocidad promedio más lenta al hacerlo, cada movimiento tiene un propósito y es deliberado. Ha anotado entre 30 y 34 puntos en 34 partidos, la mayor cantidad en una temporada en la historia de la NBA. Lidera la liga en penetraciones por partido con 23.7, el cuarto total más alto desde que comenzó el seguimiento en 2013-14. ¿El único jugador al que sigue? Él mismo, en tres temporadas anteriores. Lidera la liga en eficiencia de aislamiento, anotando 1.24 puntos por posesión de aislamiento, la cifra más alta entre los jugadores que han realizado 250 o más jugadas de este tipo desde que comenzó el seguimiento.
Y está en camino de ser el tercer jugador en promediar 30 puntos por juego, dos robos por juego y 50% de tiros de campo en una temporada desde 1973-74, uniéndose a Stephen Curry y Michael Jordan.
Gilgeous-Alexander está recibiendo todo tipo de atención y crédito por el éxito del Thunder esta temporada. Pero no hay duda de que ya ha pensado en cómo recalibrarse para optimizar su desempeño ante los desafíos que vendrán.
Esa mentalidad ha estado presente cada noche que entra a la cancha este año. Finalmente está desempeñando el papel que soñó hace tantos años: caminando por las elegantes grandes tiendas por departamento.
“Es como si fuera adicto a la sensación de mejorar”, dijo Gilgeous-Alexander. “He llegado hasta aquí. He trabajado tan duro. Y sólo puedo hacerlo durante 10 años más si tengo suerte.
“Entonces, ¿por qué no darles todo lo que tengo en los próximos 10 años y ver lo que puedo ser?”.