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Los herederos de la Generación Dorada

Getty Images

Cuando Manu Ginóbili y Andrés Nocioni se fundieron en un abrazo en Brasil, tras la derrota ante el Team USA en los Juegos Olímpicos de Río 2016, el epílogo de la historia más importante del básquetbol argentino había llegado a su fin. Sin embargo, por primera vez en el deporte argentino grupal, el éxito deportivo que alcanzó su epicentro en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004, pero que nació en el Preolímpico de Neuquén 2001, permitió construir una cultura deportiva y obligó a los recién llegados a escuchar, entender y asimilar conceptos hasta entonces inexistentes en una Selección nacional.

En el país de los atajos y de la ausencia de proyectos a largo plazo, una generación única edificó un mensaje que logró trascender en el tiempo: nadie es mejor que todos juntos.

Con los mandamientos grabados en la piedra, Argentina tuvo en Luis Scola, hoy con 39 años pero con un pasado determinante en la historia de la Selección Argentina, a su profeta más destacado. Luifa fue, a todas luces, el eslabón perfecto para enlazar conceptualmente dos generaciones, la de los que se iban y la de los que llegaron. Con paciencia y dedicación, Scola se encargó de abrazar uno por uno a los jóvenes valores en alza. Y en ese paso de antorcha, fue Facundo Campazzo, hoy base de Real Madrid, el jugador que logró transformarse en líder primero y retransmitir conceptos después.

Trabajo, dedicación, humildad y convicción. Cuatro pilares que, en la Selección Argentina de básquetbol, encontraron su punto máximo en la era de la televisión por cable y sobreviven hoy en la de redes sociales, sin egos ni apellidos ilustres en el medio. En definitiva, las leyendas albicelestes siempre pregonaron lo mismo: hay una sola manera de hacer las cosas y es hacerlas bien.

Se cumplieron el miércoles 15 años de la conquista del oro olímpico en Atenas y quizás lo más importante para ese racimo de jugadores no fue ese mágico triunfo, el subcampeonato mundial de Indianápolis 2002 ni las dos victorias maravillosas ante el Dream Team. Lo más relevante, fue la edificación de conceptos que permitió alcanzar la mejor versión posible de un equipo con la materia prima existente. En un mundo posmoderno que acostumbra a ver a las estrellas brillar en sus clubes o franquicias, y no dar la talla en el combinado nacional, Argentina, en básquetbol, logró exactamente lo inverso: el mejor rendimiento de cada pieza se da con la celeste y blanca sobre la piel. Eso es mérito de aquel maravilloso equipo y de la impronta entregada por Rubén Magnano y su cuerpo técnico a cada una de las partes.

Aquella semilla utópica germinó, pero, a decir verdad, nada parece indicar que en el Mundial de China 2019 se logre construir un éxito deportivo surrealista. La Generación Dorada, integrada por hijos nacidos de la Liga Nacional que soñó, creó y vivió el mítico entrenador León Najnudel, poseía más de dos jugadores de elite por posición, algo que no volvió a suceder jamás.

Y el presente no es excepción.

Ya no están Ginóbili, Nocioni, Fabricio Oberto ni Carlos Delfino. Queda, a cuentagotas, lo que puede hacer un Scola en el cierre de su carrera, como único sobreviviente de aquel equipo de los sueños. De cara al inicio del Mundial, Argentina, como grupo y también desde lo individual, posee una fisonomía totalmente distinta a sus versiones anteriores, con un perímetro nutrido pero con una pintura que lejos está de sus años más bellos.

El nuevo dueño de la antorcha albiceleste es Campazzo, secundado por Nicolás Laprovíttola, Gabriel Deck, Patricio Garino, Nicolás Brussino y Luca Vildoza, todos ellos talentos que juegan en la Liga Endesa de España pero que tienen talento suficiente para estar en la NBA. De hecho, Laprovíttola, Garino y Brussino tuvieron su oportunidad. Juntos comandan la nueva armada y Argentina llegará tan lejos en el torneo como resistan las piernas de sus pequeños genios. De nuevo: abundancia detrás del arco, escasez entre los gigantes.

La nueva generación albiceleste tiene corazón, agallas y entrega, atributos que heredó de los gladiadores de Atenas. La cultura deportiva de la Selección está más encendida que nunca, pero a eso hay que acompañarlo con juego, y hoy, el equipo, está apenas por encima del promedio en un certamen de elite. Para ser competitivos contra los mejores, deberán ser intensos en defensa, cuidar el balón en cada posesión y ser agresivos en la carga rebotera.

"Ya estamos todos cansados de hablar de la Generación Dorada. Los admiramos, los queremos, son ejemplos a seguir para nosotros. Estamos acá por haberlos escuchado y seguido sus pasos, pero ya es historia. Nosotros no queremos comparaciones con nadie", dijo Sergio Hernández, actual entrenador de Argentina, en la previa del debut frente a Corea del Sur.

La flamante Selección Argentina buscará edificar, en China, su propio camino a fuerza de sacrificio, ritmo y convicción. Sin embargo, la Generación Dorada vivirá siempre en la retina de los seguidores del básquetbol internacional.

Los tiempos cambian, pero las leyendas nunca mueren. Con el pasado como espejo, entonces, una nueva historia empieza a escribirse.