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Lakers es favorito, Miami lo merece más

Dwyane Wade no lo sabía en ese momento, pero mientras vivía una de las peores temporadas de su carrera en Chicago en el 2017, estaba construyendo la última torre del castillo que tiene como legado en Miami, la eventual llegada de su nuevo jugador franquicia, Jimmy Butler.

La historia tardó 2 años en revelarse, pero las pistas siempre estuvieron ahí: primero Butler fue usado como moneda de cambio por los Bulls, luego exigió salir de Minnesota porque "odiaba perder" y por último los 76ers apostaron por Tobias Harris en su lugar. En paralelo, se abría espacio salarial al sur de Florida.

Lo que pasó después es casi un secreto fuera del entorno del Heat. Wade recomendó a Pat Riley contratar a Butler para construir un equipo ganador a su alrededor, convencido de que el atleta que conoció a 2 mil kilómetros de distancia calzaba perfecto con la ideología de la franquicia, que privilegia la cultura del trabajo sobre el talento.

Porque de eso se trata el número 22, de trabajo duro. A lo largo de su vida, Butler ha sido descartado (su madre lo corrió de casa a los 13), menospreciado y estigmatizado de no poder liderar a un equipo ganador. Pero todo eso le dio razones para llamar hogar a las playas del Caribe.

Miami no sólo tomó los 140 millones de dólares de su contrato, sino que lo hizo la cara de la organización y echó por la borda la fama de su temperamento volátil. Así, él se enamoró del equipo como nunca antes le había pasado y lo demostró reportándose a las cinco de la mañana a sus primeros entrenamientos para trabajar horas extras con los jugadores más jóvenes, entre ellos, Duncan Robinson.

A partir de entonces, el consejo de Wade tuvo tanto sentido, que las piezas embonaron de forma natural. Goran Dragic, una súper estrella en Europa que no es tratada de la misma manera en Estados Unidos, hizo clic; Kendrick Nunn y Robinson, que no fueron seleccionados en su draft, hicieron clic; Tyler Herro, que fue subestimado por 12 equipos, hizo clic; Bam Adebayo, que nadie creía titular este año, hizo clic; como también lo hicieron Crowder y Olynyk al vencer a su ex equipo en la ronda anterior e Iguodala al ser rescatado del semi retiro.

A diferencia de los Lakers, que competirán en Las Finales para igualar la marca de más títulos en la historia de la NBA y de LeBron James, que buscará agregar una nota más a su incuestionable legado, el Heat de Butler trabaja desde el día uno para demostrarle al mundo que valen la pena, que pertenecen, que el esfuerzo silencioso paga, que un súper equipo no sólo se define por su nómina y que no necesitan que nadie apueste por ellos, más que ellos mismos.

Seguramente muchos de ustedes habrán visto las fotografías de cómo Erik Spoelstra llegó al puesto de entrenador en jefe después de comenzar como asistente de vídeo, pues ese es el broche que une a la constelación de forajidos que conforman al Heat, un bicampeón al que se le quita mérito porque tenía una tercia de Aces en su mano, pero que, dicho esta semana por el propio LeBron, "es uno de los más grandes porque prepara cada partido como si fuera el último de su vida".

No está en duda que los Lakers tienen una cultura más firme y arraigada que su rival, la cultura de ganar, que este año viene con talento superior y una inspiración extremadamente emotiva, pero hombre por hombre, la de Miami es una mejor historia para contar.