El equipo enfrenta una de las agencias libres más importantes de su historia reciente, con la soltura económica necesaria para realizar movimientos de impacto.
En términos generales, la temporada 2025 de las Grandes Ligas fue un paso en la dirección correcta para Boston Red Sox. El equipo logró su primera clasificación a la postemporada en cuatro años, tuvo la oportunidad de ver a varios prospectos que serán parte del futuro de la franquicia e incluso aseguró a Roman Anthony y Kristian Campbell con extensiones contractuales.
Sin embargo, no todo fueron brisas ligeras para los Red Sox. Tras meses de disputas con Rafael Devers, visto como el rostro de la organización, el equipo decidió cambiarlo hacia los San Francisco Giants. Aunque el conjunto se mantuvo competitivo después del movimiento, una vez llegaron los playoffs, y con la lesión sufrida por Anthony, fue evidente que un bate de poder como el del dominicano les hizo falta para evitar una eliminación temprana, como finalmente ocurrió.
El cambio de Devers envió un mensaje claro hacia lo interno del equipo sobre el rumbo de la organización, pero al mismo tiempo, tras liberar más de 250 millones de dólares, envía un mensaje igual de contundente hacia la fanaticada: Boston tiene espacio de sobra para gastar y ser agresivo en la agencia libre que inició tras el final de la campaña.
Con una nómina saneada, los Red Sox rondan el decimoprimer puesto en dinero comprometido para 2026, con poco más de 135.9 millones de dólares en salarios hasta este momento, de acuerdo con el portal de finanzas deportivas Spotrac.
En los últimos años, Boston ha sido frío a la hora de perseguir agentes libres de alto perfil y asumir el costo que implica firmarlos, salvo excepciones muy particulares como el caso de Alex Bregman, a quien tendrán que perseguir nuevamente este año, luego de que el antesalista optara por salirse de su contrato.
Con más de 250 millones de dólares liberados para la próxima década tras el cambio de Devers, ahora Boston debe demostrar que ese movimiento fue el correcto, invirtiendo ese dinero de manera inteligente y atacando necesidades claras. Bates de impacto, lanzadores que estabilicen la rotación y brazos que refuercen el relevo son algunas de las urgencias que el equipo presenta con claridad y en las que deberá invertir si quiere competir.
No sumar talento de impacto que impulse las aspiraciones del equipo sería un error mayúsculo, uno que chocaría de frente con las expectativas de una fanaticada que durante años ha cuestionado las decisiones de la oficina. Craig Breslow, como director de operaciones de béisbol, está obligado a demostrar que aprobar el cambio del bateador de mayor impacto del equipo fue una decisión que conviene estratégicamente. De no hacerlo, Boston podría enfrentarse una vez más al ruido de fanáticos descontentos con el rumbo del conjunto.
Si Breslow podrá o no atraer talento de estrella a Boston está por verse, pero de no lograrlo, podría marcar el destino de su paso por las oficinas de operaciones como otro de los fracasos recientes de los Red Sox.
