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"Pecozá" Ortiz ha sido más que una simple fuente

Los últimos días han sido muy difíciles para las familias dominicanas Ortiz y Arias. Para mí, han sido un poco confusos.

El pasado domingo 8 de junio fue herido de bala el ex pelotero David Ortiz en un centro de diversión en la parte oriental de Santo Domingo, la capital de República Dominicana. La noticia corrió como pólvora esa noche, pero no fue hasta que hablé por teléfono con su padre, Leo Ortiz, quien me confirmó el atentado, que pude reportar la noticia en ESPN.

Mientras el legendario "Big Papi" se debatía entre la vida y la muerte en una cama de operación en la clínica Abel González de Santo Domingo-- la bala que entró por la espalda y salió por el abdomen afectó sus intestinos, colon e hígado--, en Orlando yo hacía llamadas a familiares y amigos del ex jugador, a algunos colegas míos y a la policía nacional, recabando detalles para mejorar y aclarar el reporte inicial.

Al mismo tiempo, armaba un vuelo de urgencia a República Dominicana para seguir cubriendo la noticia en el lugar de los hechos, lo que hice entre lunes y jueves sin ninguna novedad mayor y sin permitir que el corazón afectara la razón. Después de todo, es algo que he hecho por la mayor parte de las últimas cuatro décadas. Gajes del oficio. Pan comido. Parte de la rutina de este sacerdocio llamado periodismo. Excepto porque no era una noticia rutinaria y la víctima del atentado vicioso no era un simple conocido ocasional o "una fuente" como llamamos los periodistas a las personas e instituciones que cubrimos con regularidad.

¡Cielo santo! Conozco a David Ortiz desde que él era un niño de 17 años y yo, apenas un poco mayor, comenzaba a establecerme como reportero y comentarista de béisbol en República Dominicana y, por razones de nuestros trabajos, hemos seguido rutas paralelas y cercanas. Quisiera decir que Ortiz es una fuente como cualquier otra y que lo que le ocurrió es algo normal, pero no lo es. Lo siento.

Se supone, que como los médicos, abogados, policías, bomberos y otros profesionales, los periodistas estamos forrados de una coraza que nos convierte en seres apáticos, fríos, insensibles y desalmados para no dejarnos involucrar emocionalmente en las historias que cubrimos. La realidad es que eso es una verdad a media.

En el caso de Ortiz, conozco su familia, sus hijos, sus amigos y colaboradores, cubrí su carrera completa desde que trituraba pelotas en la improvisada instalación de entrenamientos que usaban los Seattle Mariners en el estadio 'Los Trinitarios' de la zona oriental de Santo Domingo a mediados de la década de 1990 hasta que salió a dar un adiós definitivo a los fanáticos que estaban en Fenway Park la noche del 10 de octubre del 2016, minutos después de que los Boston Red Sox fueran barridos por los Cleveland Indians en las Series Divisionales de la Liga Americana.

"Tengo un zurdo que va a dar muchos palos dentro de poco tiempo en las Grandes Ligas", me dijo en 1993 el ex lanzador convertido en buscatalento de los Mariners, Ramón "Pintacora" de los Santos (fallecido). "Pintacora" se refería a David Arias, un primera base y bateador zurdo de 17 años que había firmado en noviembre de 1992.

Los otros muchachitos le apodaban 'Pecozá', un sinónimo urbano de bofetada/cachetada/pescozón, por el sonido seco que producía el bate cuando Ortiz salvajemente golpeaba la pelota, tanto en prácticas como en partidos.

Mucho antes de que aclarara al mundo que su nombre correcto era David Ortiz Arias (los norteamericanos confundieron el primer apellido con un segundo nombre como sucedía antes con casi todos nosotros los latinos en Estados Unidos antes de que por motivo se seguridad se obligara a todo el mundo a usar todos los nombres y todos los apellidos en los documentos de identidad) o le apodaran "Big Papi", Ortiz era simplemente "Pecozá", el hijo de Leo Ortiz y Angela "La Niña" Arias.

Cubrí a David Ortiz cuando se reportó por primera vez a los Leones del Escogido de la liga dominicana en el invierno de 1994-95, una temporada en la que tuvo de compañero en el equipo rojo a otro novato de los Mariners llamado Alex Rodríguez y comenzó una gran amistad con el torpedero y capitán del equipo, Neifi Pérez.

Yo era reportero de Associated Press (AP) en la Serie del Caribe de 1999 en San Juan, Puerto Rico, que Ortiz decidió con un batazo de dos carreras por la raya del jardín izquierdo en la entrada #12 de un partido extra entre los Tigres del Licey de República Dominicana y los Indios de Mayagüez puertorriqueños. Ortiz, quien también bateó un cuadrangular, fue el héroe de la noche, pero Pérez resultó electo el Jugador Más Valioso del torneo por segundo año seguido.

Fue Pérez quien me levantó la mañana del 2 de enero del 2002 para informarme que "La Niña", la madre de Ortiz, había fallecido la tarde anterior, en el día de año nuevo, en un accidente automovilístico, cuando el taxista que la regresaba a casa chocó con un vehículo pesado que estaba mal estacionado.

Pérez no solamente me dio la dirección de la funeraria donde estaban velando a la madre de Ortiz, sino que también quien me facilitó una foto de la fallecida para que ilustrara la noticia que publiqué en el periódico Ultima Hora, el desaparecido vespertino del grupo Listín Diario donde laboré entre 1994-98 y luego del 2001 al 2004.

Mientras Ortiz lloraba la partida de su mamá, Pérez, quien ya era un jugador establecido en MLB, se encargó de todos los detalles, incluyendo el pago de la funeraria.

Al año siguiente, los Minnesota Twins, que adquirieron a Ortiz como el jugador a ser nombrado más tarde en un cambio con Seattle, decidieron no extender contra la primera base y bateador designado, dejando que se convirtiera en agente libre. Ahí fue que entró en acción Pedro Martínez, quien casi tuvo que rogar a Boston para que le diera el contrato sin garantías que extendió la gerencia a Ortiz y que marcó el inicio de la leyenda del Big Papi con los Red Sox.

Cubrí algunos de los grandes y malos momentos de Boston por los siguientes 16 años, ya sea para los periódicos Hoy y Ultima Hora y algunos programas de radio y televisión de República Dominicana, la agencia AP y, desde el 2005, para ESPN. Podría parecer una exageración, pero no recuerdo un solo momento en que Ortiz no estuviera disponible.

Durante nuestras carreras paralelas he cubierto a Ortiz en cientos de partidos de Grandes Ligas y la liga dominicana, cinco Series del Caribe (1999, 2000, 2001, 2003 y 2004), tres Series Mundiales (2004, 2007 y 2012), las primeras dos ediciones del Clásico Mundial de Béisbol (2006 y 2009) y varias versiones del Clásico de Golf de celebridades que organiza Ortiz cada diciembre para recaudar fondos para operar a niños pobres con enfermedades del corazón.

Durante los 12 años de celebración del golf de Big Papi se han recaudado cerca de siete millones de dólares y han sido operados más de 800 niños de bajo recursos.

Estuve en la conferencia de prensa del sábado 8 de agosto del 2009 en el Yankee Stadium cuando el periódico New York Times reportó que supuestamente Ortiz era parte de una lista de 103 jugadores que arrojaron positivo en las pruebas anónimas que condujo Grandes Ligas entre los peloteros en el 2003 para determinar si era necesario un programa antidopaje.

Mientras el mismo New York Times y otros medios especularon sobre otros supuestos miembros de una lista que, por acuerdo entre la Asociación de Peloteros y la oficina del comisionado, debería ser secreta de por vida, Ortiz fue el único pelotero enlodado ante la opinión pública que fue defendido por el comisionado, el sindicato y su equipo.

En las últimas tres décadas, Ortiz nos abrió a mí y a todos los medios en los que laborado durante ese tiempo, la puerta de su casa y su intimidad y siempre ha estado disponible para discutir las noticias, incluso cuando han sido negativas. Para nosotros los periodistas, eso tiene un gran valor. Lo llamamos responsabilidad.

Por todas esas razones y muchas otras que no vienen al caso, es que se hace muy difícil entender que alguien pudiera intentar quitarle la vida a Ortiz en su propio país. Por otro lado, para mí, ese atentado no es una noticia común y corriente y la víctima no es una fuente cualquiera.