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River y un festejo para arrancar con confianza la serie

El 17 de mayo de 2000 marcó la fecha de un duelo más que especial por los cuartos de final de la Copa Libertadores. Boca y River se enfrentaron por el certamen continental luego de nueve años. El último superclásico copero entre los dos grandes de la Argentina se había dado en 1991.

En esa ocasión se midieron por la fase de grupos. El xeneize se impuso en los dos encuentros que jugaron, primero 4 a 3 en La Bombonera, en el que para muchos fue el comienzo de la paternidad sobre el clásico rival, y 2 a 0 en el Monumental. Finalmente, el conjunto del Maestro Tábarez pasó a octavos de final y fue eliminado en semifinales por Colo Colo, que luego se consagraría campeón.

Pero esa ya era historia pasada. Y la nueva realidad tenía a los dos equipos en un buen momento. Boca llegaba tras el bicampeonato obtenido de la mano de Carlos Bianchi, y buscaba volver a levantar la Copa luego de 22 años. Los millonarios habían sido campeones en el Apertura de 1999, con Ramón Díaz como entrenador. Pero el Pelado, desgastado con la dirigencia, había dejado su cargo y en su lugar asumió Américo Rubén Gallego, el mismo con el que los de Núñez ya habían festejado el Apertura 1994.

River se había clasificado primero del Grupo 4 (lo compartió con Atlas, Universidad de Chile y Atlético Nacional), con 9 puntos, producto de dos triunfos, tres empates y una derrota. Boca terminó primero en el Grupo 2 (Blooming, Peñarol y Universidad Católica), con 13 puntos (cuatro victorias, un empate y una derrota).

Ya en octavos, ambos avanzaron sin sufrir demasiadas complicaciones. River despachó a Cerro Porteño (4 a 0 y 1 a 0) mientras que Boca superó a El Nacional (0 a 0 y 5 a 3).

Los planteles eran de primer nivel. Como repaso, alcanza con ver las formaciones de esa jornada: River salió a la cancha con: Roberto Bonano; Gustavo Lombardi, Roberto Trotta, Mario Yepes, Diego Placente; Hernán Díaz, Cristian Ledesma, Leonel Gancedo; Pablo Aimar; Javier Saviola y Juan Pablo Ángel.

Boca, por su parte, lo hizo así: Oscar Córdoba; Hugo Ibarra, Jorge Bermúdez, Walter Samuel, Rodolfo Arruabarrena; José Basualdo, Cristian Traverso, Gustavo Barros Schelotto; Juan Román Riquelme, Marcelo y Alfredo Moreno.

Dos equipazos. Un lujo. Como era de imaginarse la serie arrancó muy pareja. Pero fue River el que golpeó primero. A los 14 minutos de juego, Aimar y Angel tocaron la pelota cerca del área, y el colombiano habilitó a Hernán Díaz por la banda derecha. El lateral mandó un centro venenoso al área que Córdoba rechazó con el puño de manera defectuosa. El balón quedó casi en el punto de penal para el oportunismo de Angel, quien definió sin el arquero y puso el 1 a 0 inicial.

Faltaba mucho todavía. Y Boca fue por la igualdad. Una infracción de Lombardi contra Arruabarrena al borde del área, sobre el sector izquierdo del ataque, provocó un tiro libre que fue una invitación para la pegada de Riquelme. El 10 se dio el gusto de realizar una ejecución magistral. El remate, a los 30 minutos, se clavó en el palo izquierdo de Bonano, quien se quedó clavado en el piso sin nada para hacer. El marcador estaba 1 a 1, todo empezaba de vuelta.

Fue el primer gol de Román ante el clásico rival, el que abrió el camino para una serie de festejos que luego dejarían imágenes para el recuerdo.

En el segundo tiempo fue otra vez River el que se puso arriba. Y de arranque. Apenas se jugaba el primer minuto del complemento cuando Saviola tomó la pelota en campo rival, llegó en diagonal hasta el borde del área a pura velocidad y sacó un remate imparable para Córdoba, quien voló pero no pudo hacer nada. El partido se puso 2 a 1 con mucho por delante todavía.

Sin embargo, el resultado ya no iba a modificarse. Fue un partido duro, con pierna fuerte y como todo clásico, muy disputado. Tanto, que el árbitro Claudio Martín sacó 10 tarjetas amarillas, aunque no hubo ningún expulsado.

El resultado dejó más que conforme a River. Lo festejaron los jugadores en la cancha y los hinchas en las tribunas. Se sabe que ganar de local en las definiciones mano a mano siempre es importante. La misma alegría que se vivió en el campo y en el estadio la mostró el entrenador, Gallego: “Lo principal es que se ganó de local, no vamos a ir a especular (a La Bombonera), pero este resultado arriba nos favorece mucho a nosotros”. Eran tiempos, además, donde el gol de visitante no era determinante a la hora de la definición de una serie. Es decir que el golazo de Riquelme en el Monumental no resultaba una ventaja extra.

Unos días antes, en La Bombonera, los dos equipos se habían enfrentado por el torneo Clausura de ese año, que más tarde ganaría River, en lo que fue el comienzo de la “trilogía superclásica”. Los Millonarios se llevaron un punto valioso de la cancha de Boca. El choque había terminado empatado 1 a 1, con goles de Guillermo Barros Schelotto y Nelson Cuevas.

River había logrado contrarrestar el ataque xeneize en su estadio, y consiguió empatar el partido que comenzó perdiendo. De esa serie de tres, jugados dos encuentros, los dirigidos por Gallego estaban invictos. Por eso en el plantel millonario había optimismo sobre el futuro de la llave: sabiendo que Boca debería ir a buscar el resultado, la chance de explotar los espacios y jugar con la desesperación del rival se presentaba como tentadora. Habría que esperar una semana para conocer el final de la historia.