Sergio Busquets se convirtió en el Hombre Clásico. Disputó su partido número 46 contra el Real Madrid y superó los 45 que jugaron Sergio Ramos y Leo Messi para ser el número uno de la historia. Y lo celebró con una victoria especial. Trascendental por significar tomar ventaja en una eliminatoria de Copa, que da acceso a la final, y que quedará en el recuerdo.
A pesar de que él, Busquets, pasó por el Bernabéu casi de puntillas. Si el Barça no se hace notar con el balón es, en gran medida, porque su capitán no toma los galones. Y siendo él, un personaje tan indiscutible como innegociable en el adn futbolístico del equipo azulgrana, participó de un partido imposible de calificar.
El Barça tuvo apenas un 35 por ciento de posesión, un hecho no recordado alrededor del club. Y remató solo una vez a puerta, siendo sometido por un rival que no le arrasó ni le hizo sufrir en demasía. Pero que dejó al descubierto una imagen insólita porque podría decirse que hace al menos 15 años que no cerraba un partido sin ser protagonista con el balón.
Ese balón que siempre fue posesión de Busquets. Y el día que menos balón tuvo fue el día que pasó él a la historia.
VINICIUS Se estrelló, otra vez, contra un soberbio Araújo que le obligó a cambiar de registro. Y sin tener la opción de correr la banda, perdiendo en ocasiones su trascendencia, se dejó ganar por los nervios, perdiendo la concentración y perjudicando a su propio equipo en la segunda mitad del primer tiempo.
Mejoró tras el descanso, siempre alejado de la pesadilla Araújo, pero no encontró el camino de la portería, debiendo buscar más de lo habitual combinaciones en diagonales y llegando a la línea de fondo en contadas ocasiones.
Tan desequilibrante y decisivo en muchos partidos, enfrentarse al Barça le supone un martirio más veces de lo que se esperaría.
MARCOS ALONSO Titular por urgencia y necesidad debido a la lesión de Christensen, cumplió el examen con nota. Excelente en defensa, apoyó a un nervioso Balde en la primera mitad y supo sacar el balón con solvencia, constancia y tranquilidad.
Se entendió a la perfección con Koundé, majestuoso el francés en el juego aéreo, y le sacó provecho a su buen manejo de balón para iniciar la jugada, buscando a De Jong para mantener su posición con firmeza.