San Mamés volvió a ser una pesadilla para el Barcelona, por tercera vez en las cinco últimas temporadas cayó eliminado a manos del Athletic y quedó fuera de la Copa del Rey.
San Mamés volvió a ser una pesadilla para el Barcelona en la Copa. Por tercera vez en las cinco últimas temporadas cayó eliminado a manos del Athletic por 4-2, a partido único y para dejarse otro título por el camino. Otra vez una prórroga maldita, como en 2022, resuelta, también, en el añadido del primer tiempo extra. Entonces fue un penalti convertido por Muniain, ahora un remate cruzado de Iñaki Williams, aprovechando un error de principiante de Koundé. En un momento providencial.
En dos semanas ya perdió la Supercopa y la Copa del Rey. Dos golpes duros y difíciles de asimilar que le dejan colgado de la remontada en LaLiga y pendiente de, quien sabe, un milagro en la Champions.
Si está medianamente bien durante el juego, está el equipo de Xavi, demasiado a menudo, horroroso en los extremos del mismo. Principios de pesadilla y finales de terror. Así se explica su KO en Bilbao, donde antes de llegarse al primer minuto ya perdía por un error propio y en el tiempo añadido del primer tiempo de la prórroga encajó el fatal 3-2 por otro error imperdonable, redondeado en el último suspiro. Iñaki y Nico, los hermanos Williams le enterraron.
Koundé señalado siempre. Primero junto a Lamine Yamal, después con Sergi Roberto y como colofón con si mismo. Blando, blandísimo, el francés arrastró al equipo a una derrota dolorosa en un partido peleado hasta la extenuación. Para nada.
Casi siempre a contracorriente, el Barça repitió nuevamente los errores que tanto le han penalizado esta temporada. Apenas habían transcurrido 36 segundos de partido cuando Guruzeta anotó el 1-0, convertido en el tercer gol encajado por el equipo azulgrana antes de llegarse al primer minuto de juego este curso. No llegó a los 17 segundos del Granada o los 18 del Alavés, pero el error compartido entre Koundé y Lamine Yamal en la banda permitió un centro al área, un despiste insólito de toda la defensa y el remate del delantero rojiblanco prácticamente a placer.
De un lado al otro fue el balón sin que ningún defensa acertase a rechazarlo, siguiéndolo con la mirada ante la intensidad de los leones por perseguirlo hasta encontrar el premio y provocar el tembleque en un Barça incrédulo.
Tantas veces ha tenido que remar a la contra el Barça que parece haberse convertido en una costumbre. No pocas ha sido incapaz de recuperar el ánimo y en San Mamés, enfrentado a un ambiente infernal y a un rival tan entusiasta como enérgico en la presión adelantada, le costó lo suyo sacarse de encima el agobio.
Necesita el equipo de Xavi el balón y la combinación con agilidad para encontrarse a sí mismo. Y en un partido de riesgo altísimo, con los nervios a flor de piel, consiguió hacerse valer. Poco a poco disminuyó el ahogo y aumentó el dominio, hasta encontrar un cacho de fortuna con el pie de Lewandowski, que en su única acción destacada lo colocó para que le rebotase un rechace de Yuri para empatar.
Cuando se convence de su buen hacer, sin embargo, el Barça crece. Y tras el empate apareció Lamine Yamal, disfrazado de Messi, para anotar el 1-2. Despertó de su mal inicio y volvió a convencer con su juego el equipo de Xavi hasta el descanso. A partir de ahí ya fue un querer y no poder. Pelear... Para nada.
Tras el empate apenas comenzar la segunda parte en una jugada que dejó señalado el despiste de De Jong, Athletic y Barça se encararon con furia y si se llegó a la prórroga fue porque Lamine Yamal, el más incisivo delantero ante la invisibilidad de Lewandowski, falló en el minuto 85 una ocasión determinante y de oro.
Y la prórroga, el hundimiento. Recuperó el tono el Barça hasta que le hundió Koundé. Y se acabó. Así se escribe un nuevo fiasco en una noche, otra, de pesadilla copera en San Mamés.