Para el Barça la pandemia significó una bofetada, un golpe que cuatro años después sigue perjudicando al club azulgrana.
El 12 de marzo de 2020 es una fecha que quedará para la historia. Fue el día en que se detuvo el mundo. El coronavirus, dos meses después de aterrizar en Europa, ya era pandemia y el deporte, como todas las demás actividades, quedó paralizado. Y el fútbol, claro, también. Y el Barça. Para el Barça la pandemia significó una bofetada. Un golpe que cuatro años después sigue perjudicando al club azulgrana.
No se recuerda una crisis económica de tal calibre en el Barcelona desde hace 60 años, cuando el coste de la construcción del Camp Nou se multiplicó casi por cuatro y provocó un hundimiento desconocido en el club, hasta el punto de obligarle a vender a Luis Suárez y solicitar una serie de créditos que le mantuvieron endeudado durante cerca de una década.
Hoy se sospecha una realidad similar, con sus diferencias y acaso más grave. Ganador del triplete en 2015, el Barça intuyó que a partir de la MSN (Messi-Suárez-Neymar) su capacidad de seducción sería tan poderosa que se multiplicarían los patrocinios y se dispararían los ingresos. Así no atendió a mantener los gastos y aunque fuera el club con mayor nivel de ingresos, los famosos mil millones de euros, los gastos también eran superiores a cualquier otra entidad, rozando los 900 millones (por encima de los 600 en salarios) y manteniéndose en unos teóricos beneficios muy ajustados... Que desaparecieron dramáticamente en cuanto el llegó el coronavirus.
La entidad azulgrana arrastra hoy una deuda superior a los mil millones de euros que se desarrolló, aumentando de manera tan paulatina como imparable, a partir de la pandemia. Al acabar la temporada 2019-20 la directiva encabezada por Josep Maria Bartomeu ya anunció una pérdida cercana a los cien millones de euros (97) motivada por el cierre de toda actividad a causa del coronavirus y se derrumbó hasta los 217 millones unos meses más tarde.
La carrera desenfrenada de la anterior junta por alcanzar esos mil millones de ingresos no tuvo en cuenta el crecimiento de los gastos paralelos, disparando la partida de los salarios deportivos y motivando que la deuda se catapultase un 48 por ciento, hasta los 820 millones de euros.
¿Las razones? El impacto inmediato del coronavirus fue una reducción de ingresos superior a los 200 millones de euros. Se cerró el estadio, se cerraron las tiendas, el museo, desaparecieron los turistas... Y se desplomaron los derechos de televisión además de desaparecer las giras y caer los patrocinios. Por más que el club impusiera un plan de choque para minimizar en lo posible el impacto del Covid-19 y anunciase en su momento un ahorro superior a los 40 millones de euros por el descenso de los salarios deportivos no fue, en absoluto, suficiente para evitar que el desplome de todos los ingresos afectase a un balance en el que la deuda ya existente siguió, y sigue, creciendo.
Si en octubre de 2020 el anterior vicepresidente económico Jordi Moix la cifró en 488 millones, en mayo de 2021 (dos meses después de acceder la nueva directiva al cargo) Eduard Romeu, el actual, anunció que esta deuda ascendía a 1,200 millones... "y la hemos reducido porque a 17 de marzo estaba en 1,350 millones. No teníamos ni para pagar las nóminas".
El club ha soportado, y sigue soportando, esta pesada losa gracias a unos beneficios de 300 millones de euros aportados por las palancas de los derechos de televisión y Barça Vision, una venta de activos que ayuda a corto plazo y que, afirmó el propio Romeu, "hicimos por necesidad", pero a pesar de que desde el gobierno azulgrana se afirma, y asegura, que lentamente se va saliendo a flote y que, según palabras de Laporta, "en dos años la situación estará ya normalizada", la realidad es que la deuda sigue por encima de los mil millones.
De esta manera al Barcelona le resulta imposible competir con los grandes clubes de Europa en el mercado de fichajes, puesto que tanto LaLiga como la UEFA le exigen unos parámetros económicos imposibles de cumplir para la directiva. Y sin la capacidad de seducción de antaño que personalizaba Leo Messi, el desplazamiento al Estadio Olímpico de Montjuïc ha agravado más si cabe la situación, cayendo la asistencia de aficionados y, lejos de mejorar el panorama, enfrentándose a un futuro inmediato de impredecibles consecuencias.
El Covid golpeó a todos los clubs, sí, pero la mayoría supieron y pudieron hacer frente a sus consecuencias por tener unas reservas y unos cálculos para imprevistos que provocaron que en un plazo de uno o dos años pudieran recuperar el músculo económico. El Barça, en cambio, demostró no atender a ninguna contingencia en aquellos años de desenfreno anteriores a 2020...
Y al cabo de cuatro años de aquel fatídico 12 de marzo, sigue pagando las consecuencias sin que se pueda adivinar cuándo volverá a mostrar la grandeza que se le supone.