BARCELONA -- Arturo Vidal, descartado por Ronald Koeman en cuanto se convirtió en entrenador del Barcelona, cerró definitivamente este martes su etapa azulgrana regresando a un Calcio, esta vez al Inter de Milán, donde su estilo de juego es tan valorado como discutido fue durante sus dos temporadas en el Camp Nou. Alejado del estilo que se toma como dogma en Barcelona, el Rey Arturo dejará opiniones enfrentadas: innegociable en su entrega, no encajó casi nunca en el idioma futbolístico del club. Y en tiempos de crisis, la crítica se lo llevó por delante.
Vidal, que fue despedido de manera muy emotiva por varios compañeros de vestuario como Lionel Messi, también se despidió el lunes desde Milán del Barcelona a través de las redes sociales, advirtiendo el cariño que siempre mantendrá por el club azulgrana.
El mediocampista chileno deja el Barça después de sumar 5 mil minutos en 96 partidos durante dos temporadas, en las que marcó once goles y siendo titular en solo 51 de ellos (apenas un 53 por ciento) se destacó como pieza fundamental, muchas veces llamado a revolucionar el juego con su buena llegada desde la segunda línea y con un desempeño físico tan notable que le ganó el cariño de la afición...
Y de una parte concreta, no muy amplia a lo visto, del vestuario. Si Ivan Rakitic no mereció ni un solo recuerdo en las redes sociales por parte de sus excompañeros en el Camp Nou, a Vidal se apresuraron a despedirle con todos los honores Lionel Messi, Luis Suarez o Jordi Alba, con encendidos elogios que quisieron poner en el escenario su obvio desacuerdo con la marcha de su ya ex compañero.
Es el de Arturo Vidal un caso curioso. Desde que llegó a Europa en 2007, reclutado por el Bayer Leverkusen, su trascendencia en el terreno de juego fue indiscutible. Ya fuera en el equipo de la aspirina primero como en la Juventus y Bayern Munich después, Vidal se convirtió en una referencia para entrenadores tan distintos como Heynckes, Conte, Guardiola o Ancelotti, por lo que su aterrizaje en Barcelona fue, de entrada, recibido con la expectativa del fichaje de un jugador que mejoraba las prestaciones de Paulinho.
Pero si el público del Camp Nou le acogió con mayoritario apoyo y superó sus primeros desencuentros con Valverde por no obtener de entrada una titularidad que creía merecer, la crítica periodística siempre le señaló como un elemento extraño, como un jugador que tanto podía revolucionar un partido como condenar un resultado con base en su poco rigor táctico y menor disciplina en el engranaje futbolístico del equipo.
Y a esa crítica de los medios se sumó, con inusitada dureza, el ensañamiento de las redes sociales, donde su presencia se contempló como un freno primero para Carles Aleña y después para Ricard Puig, no atendiendo en muchas ocasiones a la evidente diferencia entre los canteranos y el chileno, pasando de ser trascendente con Valverde a poco menos que indiscutible con Quique Setién, quien convirtió su discurso de apoyo a los canteranos y al juego de posición en una realidad totalmente distinta.
Vidal se destacó en la derrota, en la caída de un equipo al que no le alcanzó ni el físico ni el fútbol para mantener su liderato en la Liga y que se hundió clamorosamente en la Champions. Arrastrado en el derrumbe, hacía muchas semanas que su nombre figuraba entre los señalados por el club en la operación limpieza y muy probablemente sabiendo esa circunstancia se dejó ir con sus palabras.
"El club tiene que mejorar y hacerlo de la mejor forma. Pero no es fácil, no es llegar y sacar a los más grandes y las cosas van a cambiar. El Barcelona primero tiene que cambiar su forma de pensar, el fútbol ha evolucionado mucho, ya el ADN está quedando atrás; el fútbol en estos momentos es más físico, de más fuerza y velocidad, y la técnica a veces pasa a un segundo plano”, proclamó Vidal en una entrevista en la que solventó que el Barça "debe cambiar muchas cosas. Un equipo, que yo pienso es el mejor del mundo, no puede tener 13 jugadores profesionales y los demás sean menores... Cuando piensas que con tu ADN puedes llegar a ganar siempre, estás muy equivocado".
Fue una proclama con sabor a despedida, un aviso, una declaración firme, de que su personalidad futbolística nunca llegó a encajar en un club que perdió, como él, la costumbre del triunfo. Así se marchó. Incomprendido por muchos pero convencido de sí mismo.