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Messi y Luis Suárez, el reencuentro de los amigos con una Liga en juego

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BARCELONA -- Luis Suárez volverá este sábado al Camp Nou, como rival, con el reto de consumar la particular venganza que comenzó a gestar la última semana de agosto de 2020, cuando el Barcelona, por boca de Ronald Koeman, le agradeció los servicios prestados y le dijo que ya no le quería. El uruguayo, muy a su pesar, acabó en el Atlético de Madrid en un tránsito no muy distinto al de David Villa en 2013 y, como el asturiano, regresará al estadio azulgrana buscando dar el salto hacia un título liguero que sería su mayor felicidad.

Ausente por coronavirus en el partido entre ambos equipos de la primera vuelta disputado en el Metropolitano, el uruguayo se reencontrará por primera vez a sus ex compañeros, enfrentado a Marc-Andre Ter Stegen y cruzando su mirada con la de su íntimo amigo Leo Messi, compañero de fatigas y vecino durante cerca de seis años convertido ahora en rival, una circunstancia que poco, o nada, debieron ambos imaginar hace un año.

Tercer máximo goleador en la historia del Barça con 198 dianas (solo por detrás del inalcanzable crack argentino y de César Rodríguez), Suárez formó durante dos temporadas y media una delantera de ensueño junto a Messi y Neymar que después, tras la huida del brasileño a París, quedó en dupla legendaria hasta que el 25 de septiembre del pasado año se confirmó su trasvase al Atlético en una operación cifrada en seis millones de euros (en variables) que le ahorraba al Barça un salario inasumible.

El uruguayo se marchó muy a su pesar, molesto porque "me dijeron que ya no podía jugar al más alto nivel" y en el club se quedó (también contra su voluntad) un Messi que proclamaría que aquella salida de su colega "me pareció una locura. Lo que le hicieron, por cómo se fue y haciéndolo, gratis, pagándole su contrato y a un equipo que lucha por lo mismo que nosotros".

El tiempo cura las heridas, o debería hacerlo, pero no hace que se olvide el pasado. Menos aún si ese pasado se dubuja a través de los goles de Suárez vestido de azulgrana, su entendimiento con Messi y devuelve al presente contemplando el rendimiento que ha seguido ofreciendo vestido de rojiblanco para el Atlético de Madrid, sumando 19 goles en 34 partidos que han sido fundamentales para que el cuadro colchonero llegue como líder al partido del Camp Nou.

Dianas ante Elche, Getafe, Alavés, Eibar, Cádiz, Celta o Athletic que le valieron a Simeone puntos imprescindibles y que han ido motivando que la fuerte personalidad de ambos haya transcurrido con una relación no idílica pero si suficiente para que el equipo llegue al mes de mayo abrazado a la gloria liguera. Goles que, muchos de ellos, se clavaban como un puñal en el corazón de los barcelonistas por ver a su equipo directamente perjudicado.

En términos estadísticos los goles de Suárez le significaron al Atlético 19 puntos en momentos trascendentales de la temporada, anotando hasta 14 entre octubre y febrero y provocando que los únicos tres que marcó en los últimos once partidos ligueros coincidieran con el despertar del sueño de un equipo que en ese periodo de tiempo se dejó 15 puntos por el camino para llegar a este rush final agobiado por sus perseguidores.

El Pistolero llega al Camp Nou con esos 19 goles, nueve menos de los 28 que acumula Messi, y dispuesto a emular a David Villa, invitado a marcharse por el Barça en el verano de 2013 y que un año después conquistó en el templo azulgrana el título de Liga en la última jornada. No será el de este sábado un partido definitivo como aquel pero sí se entiende fundamental en la suerte del campeonato, mirado con atención por el Real Madrid y en el que la derrota se sospecha mortal.

Suárez recuperará aquellos recuerdos apenas pise el estadio, camine por su interior y salté a un terreno de juego que conoce como la palma de su mano. Faltará el calor del público pero no la sensación de estar de nuevo en casa. Una casa de la que le invitaron a marcharse y a la que volverá para poder mirar a los ojos a Ronald Koeman y darle a entender la equivocación que cometieron con él.

DESTINO

Y es que la historia del charrúa con el Barça no es habitual. Tenía 16 años la primera vez que viajó desde su Uruguay natal para visitar a su novia Claudia, que años atrás se había establecido con sus padres en la capital catalana, y fue entonces cuando se dijo que algún día jugaría en ese estadio en el que se coló junto a Claudia.

Lo que podía ser un simple sueño de juventud, irrealizable, acabó siendo cierto tras sus pasos, y goles, por Groningen, Ajax y Liverpool la casualidad quiso que se hiciera el milagro. Porque él, relacionado ya con el Real Madrid y no estando plenamente en la órbita del Barça, ni lo podía sospechar.

Y es que Luis Suárez llegó al Barcelona de rebote en el verano de 2014. No era el elegido por Andoni Zubizarreta, en aquel entonces Director Deportivo del club azulgrana, para ocupar el puesto que dejaba Alexis Sánchez, traspasado al Arsenal y que debía ser sustituido por el Kun Agüero, íntimo amigo de Leo Messi, que en tres temporadas había marcado 75 goles para el Manchester City y a por quien fue, directamente, el Barça.

Ocurrió que el City se negó en redondo a discutir el trasvase de su estrella y que entonces Zubizarreta activó un plan B llamado Suárez. "Su fichaje no fue fácil. Estaba el tema del mordisco, su carácter, la sanción... Me decían que no tenía ADN Barça, que no tenía movilidad, que no se adaptaría... Y era un precio muy alto, un riesgo" recordó tiempo después Zubizarreta, que, tal como hiciera con Ter Stegen, impuso su decisión.

El resultado nunca fue cuestionado, a pesar de que no estrenase su cuenta goleadora hasta su octavo partido como azulgrana (frente al Córdoba) después de un decepcionante debut en el Clásico frente al Real Madrid el 25 de octubre de 2014 (3-1) y que le costase habituarse a ese nuevo hábitat.

Pero su entendimiento con Messi y Neymar, su ascendente en el vestuario y su relación personal y de amistad con el astro argentino, de quien fue vecino y con el que llegó a compartir vacaciones junto a sus familias, le convirtieron en una de las claves para entender al Barcelona de sus últimos años.

Seis temporadas, 283 partidos y 198 goles después, con una mochila de 13 títulos y la consideración, para muchos, de ser el mejor delantero centro de la era moderna, el Barcelona le despidió sin honores. Se marchó proclamando tanto su estima por el club como su desengaño por las formas... Y ocho meses después se reencontrará con su pasado.