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Juventus quiere ser grande en Europa, pero debe conquistar al Nápoles primero

Getty Images

TURÍN – En una gélida noche a la sombra de los Alpes, la Juventus despachó fácilmente a la Bologna 2-0 y finalmente, el mundo de la Serie A podía concentrarse en el mayor enfrentamiento de la joven campaña: el regreso de la Napoli para chocar con la Juventus este sábado. Bajo el estadio, al filo de la medianoche, el técnico de la Juve Massimiliano Allegri tomó asiento para comparecer ante los medios en el pospartido. Por algún motivo, dos reporteros no le preguntaron a Allegri sobre su próximo oponente, pero el tercero fue directo al grano: la Napoli buscaba su segunda victoria al hilo en el Allianz Stadium.

“Los enfrentamientos directos en los partidos siempre son complicados”, expresó Allegri. “La Napoli es antagonista de la Juventus en estos momentos”.

Los equipos se ubican nuevamente en el primer y segundo puesto de la pizarra, lugar en el cual se han ubicado en gran parte de los últimos dos años. Al final de la pasada temporada, la Napoli viajó a Turín y venció a la Juventus. Esa noche se sentía como el final de una era y el inicio de otra. De cierta forma lo fue, aunque en una manera que nadie esperaba. Estaba en la ciudad para presenciar el partido y cuando sonó el pitazo final, la afición juventina salía de la arena con amargura y en silencio hacia los estacionamientos. El gran Gigi Buffon, en su última aparición de temporada regular como local, fue capaz de contener disparo tras disparo, pero no podía vencer a la Napoli por sí solo.

Esa noche no marcó de ninguna forma el final de una dinastía.

La Napoli no logró hacer que esa victoria pudiera embarcarlos hacia un campeonato. La Juventus se mantuvo firme y alcanzó su séptimo scudetto consecutivo para después cambiar el panorama del fútbol italiano al fichar a Cristiano Ronaldo. Ahora, Buffon viste la camiseta del PSG en lo que es una imagen sumamente extraña, como si Frank Sinatra vistiera pantalones abombados y Cristiano usa la elástica bianconera.

En la noche del miércoles, con Ronaldo comandando el ataque contra la Bologna, el partido estaba prácticamente decidido tras los primeros 16 minutos. Verlo jugar en persona sigue siendo un deleite: está constantemente presionando, haciendo hermosos pases a sus compañeros, intentando quedar despejado para así disparar. Crea espacios y caos y los dos goles anotados el miércoles fueron resultado de su agresividad, si bien no fue él quien lograra romper la malla contraria.

También es evidente que algunos de sus compañeros no están acostumbrados aún a jugar con él. A principios del partido, despejado a la derecha del arco, Cristiano pidió el balón, pero Rodrigo Bentancur no lo vio. Ronaldo alzó los brazos en señal de frustración. Juega de forma invisible para muchos jugadores que le rodean, exponiendo así el límite entre la grandeza y ser simplemente muy bueno. Hasta el final (fino alla fine), CR7 nunca dejó de atacar. La última jugada antes de sonar el silbato final fue un disparo del portugués contra el arco de la Bologna. Es incansable.

El escenario visto en el Allianz Stadium el miércoles era familiar: el amor expresado por el DJ del estadio por la música de Steppenwolf y AC/DC, los rugidos y cánticos constantes de las barras bravas de la Curva sud. Uno de los grandes placeres de Turín es que parece nunca cambiar. El pausado ritmo del almuerzo en Da Angelino, donde los comensales regulares degustan ravioli y aves de presa cocidas en Barolo y la hora del cóctel con vermut en la plaza central hacen del tiempo algo a ignorar en vez de temer, al igual que la Juventus sigue manteniendo su puesto en la cima de la Serie A. 
Sin embargo, las cosas se sienten distintas este año.

Apenas a seis semanas de haber comenzado la campaña, el resto del fútbol italiano sigue tratando de entender el fichaje de Cristiano. Nunca había quedado más evidente que la Juventus está dispuesta a gastar lo que sea necesario para así competir con los clubes más grandes del mundo (acordaron un transfer de €100 millones por los servicios de Ronaldo). Es algo gracioso. Los dueños de clubes deportivos trabajan tanto en mantener su privacidad y hacerse inescrutables y no parecen darse cuenta de que sus mayores inseguridades quedan en evidencia ante el público.

La familia Agnelli, dueña de la Juventus y fundadora de Fiat, ha sufrido múltiples humillaciones a medida que la industria automotriz italiana confronta dificultades. La Juventus ha ganado siete títulos consecutivos de liga italiana pero sólo se ha podido alzar con dos Copas de Europa (la más reciente en 1996) y ha perdido siete finales, la última en 2017. Parece obvio que el peor temor de la familia (siendo originaria de la provincia) es que la Juventus siga teniendo su fabuloso éxito en Italia mientras mantiene su frustración en el circuito europeo. Ver a la familia Agnelli manejar al equipo se asemeja a leer un diario. Los esfuerzos y ansiedades son palpables y cuando finalmente vuelvan a ganar la Champions, ciertamente sentirán más alivio que alegría.

La Juventus parece desesperarse en hacer que los demás los perciban con la grandeza que sienten al verse al espejo.

Aún faltan muchos meses para ver la final de la Champions League.

La campaña de Serie A es su lucha más vigente y urgente.

A la mañana siguiente de la victoria contra la Bologna, la batalla entre Juve y Napoli dominaba la portada del diario La Gazzetta dello Sport y sus páginas color salmón. Su titular anunciaba que el partido del fin de semana era la final anticipada. Allegri pensaba en el once titular que pondría en la cancha, esperando hasta la sesión de entrenamiento del viernes para tomar una decisión. Las primeras seis semanas han sido un preludio para este choque entre los dos equipos líderes de la Serie A.

Hay un fervor inherente.

La Juventus necesita demostrar que forma parte de los grandes clubes de Europa. La Napoli aspira imponerse sobre los clubes del Norte, cuyos hinchas miran con desprecio a los humildes del sur de Italia. El enfrentamiento que pronto veremos parece formar parte del negocio del deporte global, pero no deja de ser una fachada para las viejas y poderosas fuerzas que se verán las caras.