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El Azteca guarda silencio

“Alineaciones del partido.

Por las Águilas del América:

En la portería con el número 1, Adrián Chávez...”

Así eran mis domingos al mediodía a finales de los ochentas en el Azteca, cuando comencé a ir al estadio de la mano de mi padre. La potente voz de Don Melquiades Sánchez Orozco anunciaba la alineación titular del América, rodeado de la expectativa de los miles de aficionados que en ese entonces nos enterábamos gracias a él, quiénes serían las once águilas que arrancarían el partido.

Esa voz no estará más. Con la muerte de Don Melquiades se va una parte del alma del estadio Azteca.

Le gustaba mantener el suspenso en el estadio, pues en esas épocas, ante la ausencia de inmediatez en los medios, la única vía de información de lo que pasaba en otros partidos que se jugaban a la misma hora, era su voz y él lo sabía: “Marcador en Puebla... (hacía una breve pausa), Chivas un gol, Puebla... (otra pausa más larga) dos,” y el festejo en la tribuna no se hacía esperar, estoy seguro que disfrutaba haciendo “sufrir” al aficionado.

Testigo de miles de goles, era quizás el único que debía mantenerse ecuánime ante las historias épicas y a veces trágicas que se han vivido en el coloso de Santa Úrsula.

Poco más de 52 años mencionando uno a uno al anotador de cada gol, no importaba si era el América, el Cruz Azul, Necaxa o el Atlante, la Selección Mexicana o el Socio Águila de la segunda división, Don Melquiades mencionaba con la misma sobriedad y potencia un gol de Pelé o el gol del siglo de Maradona, un golazo de Cuauhtémoc Blanco o de Enrique Borja, uno de la visita o el gol de algún chico debutante. No era un porrista más, era la voz del estadio y cuando hablaba, el Azteca callaba para escucharlo.

Medio siglo asistiendo a su cabina para informar a los asistentes de cada anotación, cada tarjeta, hacer una mención comercial y hasta informarle a algún niño perdido que sus padres lo esperaban “en el túnel número 30.”

Con su ausencia queda un vacío tan profundo como la huella que deja en el estadio y el fútbol mexicano.

Siempre amable, para los asistentes al estadio era común encontrarlo por las rampas del Azteca, acompañado de su inseparable esposa (fallecida apenas el año pasado), siempre dispuesto a las fotos, al saludo o hasta favores como el que pidió un amigo hace unos años, cuando al encontrarlo en una de las explanadas del estadio, le dijo: “Don Melquiades, ¿le pido un favor, cómo diría un gol mío?“

El ‘Perraco’ como lo apodaban, tomó aire y como si estuviera todavía en juego el partido, dijo: “gol anotado por Jesús, número 10”. Aplaudimos, mi amigo estrechó su mano con firmeza, agradecido y se fue caminando entre nubes, mientras Don Melquiades lo despedía con una sonrisa.

El destino quiso que su último partido fuera el Clásico Nacional, América vs. Chivas, la tarde del 30 de septiembre fue la última vez que se escuchó su voz, Andrés Ibargüen anotó el último gol que mencionó.

Poco más de un mes después, en una fría noche de noviembre, el Azteca se queda afónico, parte de su alma se extinguió.