“Siempre fui igual, trabajé de la misma manera desde que soy profesional. Fui al Ajax y no me puse a jugar lindo porque la escuela del Ajax jugara lindo, no me puse a jugar a uno o dos toques. No, yo seguía con mi forma de jugar. De pelearme, de chocar, de que la pelota quedara ahí. En el Liverpool y el Barça igual. No he cambiado. Y tengo la mentalidad de no conformarme con un objetivo. He conseguido muchos objetivos con los que podría decir ‘ya está, hasta acá llegué, estoy tranquilo’ y no. Siempre tengo motivación extra de tratar de conseguir más”.
La autoexigencia lo define dentro del campo. Lo que pasó queda atrás. Por mejor que haya sido, Luis Suárez mira para adelante: “Si hago dos goles, al otro partido quiero hacer tres o ayudar un poco más al equipo”. Ese grado de exigencia que tantas veces le juega a favor, también puede jugarle en contra. “Me pasó con la jugada de Chiellini en el Mundial de Brasil. Me autoexigí dentro de la cancha, sentí que si no hacía algo quedábamos afuera y era mi culpa”.
Si en un punto coinciden quienes lo conocen, es en que Suárez se transforma a la hora de entrar a la cancha. “Hago mi trabajo con todo el amor del mundo, adentro de la cancha tengo mi manera de jugar pero también es verdad que afuera de la cancha soy totalmente distinto”.
Su forma de jugar lo ha llevado a tener roces con decenas de jugadores porque ahí dentro lo único que importa es ayudar a que el equipo gane.
“Intento hacer lo mejor para el equipo. Esa es la realidad. Y a la hora de competir, en lo que menos pienso es si enfrente hay un amigo mío. Me pasó con Diego Godín, nunca pensé que afuera es mi amigo. Peleamos los dos, competimos de la misma manera; y aunque nunca nos vamos a hacer nada con maldad, tratamos de sacar ventaja en algo”.
“Yo lo hice echar a Godín”, se ríe pícaro y confiesa que en el mano a mano le lleva ventaja porque los árbitros en general tienen más contemplación con los delanteros que con los defensas. “Ya le gané más de una vez. Tengo esa ventaja porque soy delantero y él defensa. Pero llegó un punto, después de los primeros partidos entre el Barcelona y el Atlético, en el que se empezó a hacer una bola muy grande que podía llegar a perjudicarnos. Porque aunque nosotros sabíamos que competíamos dentro de la cancha y que afuera estaba todo bien, también es cierto que somos un espejo para los niños, sobre todo en Uruguay, y que vieran que dos referentes se pelearan cada vez que jugaban no estaba bueno. Así que paramos un poco”.
Cada vez que se enfrentaban Atlético y Barcelona ambos jugaban un partido aparte. Había agarrones, insultos, discusiones. Los medios españoles dedicaban notas al respecto y llegó un momento en que fue necesario poner un punto. “Nos habíamos cruzado un par de veces y nos dijimos alguna cosa de más. Entonces lo hablamos con sinceridad. No era que nos preocupara, pero sí era bueno hablarlo y pararlo. Que pudiéramos pelear la pelota como siempre, disputar como siempre pero no de la forma que lo estábamos haciendo hasta ahí”.
Godín dice sobre su relación: “Con Luis somos muy buenos amigos, no es un tema de que seamos compañeros de Selección y ya está. Tenemos una gran amistad, charlamos a menudo y nos juntamos siempre que podemos. Pero es verdad que por la competitividad que tenemos y por nuestra forma de jugar y de ser, se dieron algunos episodios dentro de la cancha. Me acuerdo que en un partido en el Calderón nos pegamos por todos lados, nos dijimos cosas. Todo el mundo lo vio, hicieron un informe de eso en televisión”. El excapitán de la Celeste coincide con Suárez en que “sobre todo por los niños” de Uruguay era una mala imagen la que daban.
Tras ese partido ellos cruzaron mensajes, y si bien las cosas quedaron aclaradas, el diálogo no se mantuvo tan fluido como antes del episodio. Hasta que algo reafirmó qué era lo más importante de todo.
Con Suárez suspendido por FIFA, Uruguay enfrentó a Colombia en Montevideo por la Eliminatoria. Esa noche todo salió perfecto. Ante un Estadio Centenario colmado Godín anotó el primer gol para el triunfo 3 a 0 de la Celeste, que se afirmó en zona de clasificación para el Mundial de Rusia con el resultado.
Ya era de madrugada y el capitán uruguayo estaba en su casa a punto de dormirse. Al otro día debía volar a España para reintegrarse a los entrenamientos con el Atlético. En ese momento le llegó un mensaje desde Barcelona. “Luis había visto el partido y estaba extrañando, melancólico. El texto decía que me felicitaba, que estaba orgulloso y feliz por mí, que le encantaría estar conmigo y todos los compañeros y que quería dejar atrás lo que había pasado, que habíamos estado mal los dos y que no podía volver a pasarnos nunca más”. Godín le respondió agradecido y ambos decidieron pasar página. “Fue un mensaje, un simple mensaje que para los dos significó mucho porque Luis estaba lejos, sufriendo la sanción, viendo a la selección y a la distancia tuvo el gesto de escribirme”.
--
La primera persona que confió en Suárez, incluso antes que él mismo, un día lo desafió. Sofía creyó en la aventura de Luis y cuando le comunicó que se iba a Barcelona con su familia le dijo que si él quería volver a verla, iba a lograrlo. “Vos podés”, fueron sus palabras.
Luis juró volverse profesional y emigrar a Europa para reencontrarla. De Nacional al Groningen y del Groningen al Ajax. Ahí tuvo como técnico a Marco van Basten. Los recuerdos no son buenos: “Había cosas y actividades que no entendía. Por ejemplo, una semana después de que salió campeón el AZ nos mandó a andar en auto alrededor de su estadio para conseguir no sé qué objetivos. Otro día me mandó a pintar. Me acuerdo que en la esquina de casa había no sé qué cosa y me decía ‘tenés que pintarla’. Son cosas que me llamaban mucho la atención”.
Del Ajax de Holanda, Luis pasó al Liverpool de Inglaterra, donde se volvió ídolo indiscutible. Y luego llegó la transferencia al Barcelona. El destino quiso que Suárez y Sofía terminaran viviendo su sueño allí: “Es increíble. La ciudad que nos separó cuando éramos chicos es la ciudad que nos tiene unidos, felices, donde nuestros hijos están creciendo. Y eso nos tiene muy contentos y disfrutando después de tantos momentos malos que pasamos”, decía por entonces.
Sofía es su sostén, quien lo guía y lo aconseja. “Llego a casa después de hacer, por ejemplo, dos goles y me hace ver que soy padre y marido. Me felicita, pero no me deja creerme nada. Y yo voy a estar agradecido siempre con ella. Muchas veces los jugadores de fútbol se comen el cuento y se piensan que son unos fenómenos. Ella me ha guiado siempre. Estar con una persona que te valore desde chico es muy importante. Además, los dos sabemos valorar lo que nos costó llegar a esto”.
Suárez recuerda especialmente un partido del Liverpool contra el Norwich, por la Premier League, en el que hizo cuatro goles. “Cuando llegué a casa, Sofía me felicitó y después la miraba como diciendo ‘¿no me vas a decir nada que hice cuatro goles?’. Al otro día me levanto y le digo: ‘Gorda, ¿no me vas a decir nada?’. Y me contesta: ‘Ya te felicité, y acá sos mi marido y hay otras cosas’. Y era verdad. Me mantiene los pies en la tierra, y eso ayuda mucho”.
En base al libro Nuestra generación dorada, de Diego Muñoz. Publicado en mayo de 2018.
