<
>

Wanderers aportó otro golpe de realidad para el fútbol uruguayo

El problema es tan profundo que se ha naturalizado. Se toma con desdén. Eso es lo más doloroso de todo. A nadie le llama la atención que los uruguayos pierdan contra el rival que sea e, incluso, que reciban una goleada.

Da lo mismo si es un buen equipo como el Bolívar, uno más modesto como la Universidad Católica de Ecuador, si es el Palestino o la Unión Española. La lista sigue y hasta podría ampliarse a la Copa Sudamericana. Ahí se encuentran eliminaciones ante rivales de escasísimo nivel y nulo peso copero.

Excusas disfrazadas de argumentos, sobran. Las preferidas son la pobreza del medio y que siempre se llega con falta de rodaje. Pues ninguna de las dos aplica. Por un lado, hay adversarios de similares recursos que avanzan en los torneos internaciones y, por otro, este año tanto Liverpool como Wanderers llegaron en plena competencia a enfrentar oponentes que hacía meses no jugaban.

Por supuesto que no es un tema de Liverpool y de Wanderers. Al contrario. Incluso agrava la situación que ambos son de los clubes que más claro tienen el camino. La cuestión es mucho más global y de fondo que coyuntural.

Quizá algún día tengamos ganas en serio de cuestionarnos el estado del campeonato interno y del fútbol uruguayo en general. Su ambiente tóxico, el entorno que todo lo justifica, las conspiraciones inventadas para negar la realidad en la cancha, la falta de continuidad en los partidos, la cantidad de faltas, la escasez de juego, las horas hablando de arbitrajes, la tentadora y facilista postura de echarle la culpa siempre al otro.

Mientras en el resto del continente las instituciones se superan, crecen, elevan la mira, en Uruguay ocurre todo lo contrario.

Con la excepción de la selección, el inmenso fútbol uruguayo se ha empequeñecido. No hay nada peor que encarar algo sin expectativas. Y justo esto es lo que les sucede a los uruguayos a nivel internacional hace demasiado tiempo. Melancólicos y adormecidos, los hinchas asisten a los continuos traspiés mientras se refugian en los resultados del fin de semana.

El fútbol local está en un estado ruinoso. Y ninguno de los encargados de definir parece dispuesto a asumirlo para, luego, intentar modificarlo. Mientras, en sus mundos paralelos, los dirigentes de los clubes siguen peleando por sus pequeñas parcelas de poder dentro de la AUF y haciendo asados para crear torneos llamados al fracaso antes del inicio.