El español llegó a nueve títulos del mundo de motociclismo, cosechó el séptimo en MotoGP, e igualó a Valentino Rossi. El piloto de Ducati retornó a lo más alto después de años durísimos en los que pensó en el retiro.
Marc Márquez vivió el fin de semana del GP de Japón con una tensión inusitada para su habitual soltura. La visita a Motegi no fue una más: estaba ante la gran chance de volver a reinar en MotoGP. A pesar de ya tener ocho títulos del mundo en su palmarés, el español llegó a la cita asiática con nerviosismo. “Pesa el fin de semana. Lo supe llevar todo el año, pero ahora que se acerca pesa el hecho de no tener que cometer ningún error, no te quieres pasar y eso hace que vaya más rígido de lo normal”, dijo el piloto de Ducati después del sprint. Por eso, una vez que cruzó la meta de la 17ª fecha en el segundo puesto y el título ya era una realidad, rompió en llanto y desató el festejo sobre su moto, a puro grito.
No fue un campeonato más para el catalán. Solo él y su círculo más íntimo saben perfectamente todo el sufrimiento que pasó en esos años oscuros que lo tuvieron al borde del retiro. Para Márquez todo era gloria y felicidad en MotoGP desde su debut, en 2013. Ganó seis coronas de la categoría mayor en sus primeras siete temporadas, solo se le escapó la de 2015. Pero todo cambió en aquel recordado GP de España de 2020. Entre barbijos y cuarentenas, en plena pandemia de Covid-19, Márquez sufrió un accidente tremendo en Jerez de la Frontera, primera fecha de aquella trastocada temporada. El brutal highside que le hizo su Honda lo desparramó por el suelo y, para colmo, la moto le pegó en el hombro. La fractura del húmero derecho fue el resultado y el comienzo de un tortuoso deambular.
Fueron cuatro operaciones en dos años y tres temporadas en las que apenas pudo correr 27 de los 52 Grandes Premios disputados. Fueron tiempos en los que por la cabeza de Márquez se cruzó la posibilidad del retiro. Sin embargo, después de horas y horas de recuperación, finalmente logró poner su cuerpo en las condiciones que se necesitan para manejar una moto de MotoGP para el Mundial de 2023.
Pero la mala seguiría. Su ausencia prolongada llevó a Honda a perder completamente el rumbo de desarrollo. Y Márquez dejó de estar en la pelea con la máquina del Ala, la única marca que había defendido desde su desembarco en la máxima categoría. La RC213V se volvió impredecible y, por momento, inmanejable. Cada vez que el español trataba de exprimir un poco más de rendimiento, la moto se ensañaba en escupirlo por el aire. Marc emplazó a los popes del equipo japonés para que recuperaran el rumbo, porque quería volver a ganar. Pero la mejora no llegaba.
Y Márquez pateó el tablero. Para 2024 resignó los 12 millones de dólares que tenía asegurados por contrato con Honda y se fue en busca de una Ducati, la marca dominante, para reverdecer laureles. Era eso o el retiro, como él mismo contó en una entrevista con el sitio oficial de MotoGP. “Estuve muy cerca de retirarme. Pero dentro de mí había algo que decía, ¿por qué tengo que parar? Era una prueba para mí mismo. La respuesta fue tratar de pelear y encontrar la mejor moto que había en la parrilla y era Ducati. Y ese fue mi objetivo. Álex me ayudó a tomar la decisión. Se trataba de un año nada más, a ver si era competitivo. Sabía que, si no lo era, mi carrera estaría terminada”.
Marc se puso el overol y bajó al llano de un team privado para sumarse al Gresini, con su hermano Álex como compañero y sin sueldo. Sí, fue gratis, solo ganó dinero por sus publicidades. Y volvió a brillar: ganó tres carreras largas y subió otras siete veces al podio, para finalizar tercero en el torneo. El piloto de Cervera había logrado desempolvar su bagaje y mandó un mensaje claro, estaba de vuelta. Su actuación llevó a los popes de Ducati a enrolarlo para su equipo de fábrica y darle el sillín por el que Jorge Martín había hecho absolutamente todo, hasta ganar el título de 2024. Pero la casa de Borgo Panigale no quiso dejar pasar el tren de la vuelta de Márquez a los primeros planos. Algunos los señalaban como que habían optado por el marketing en detrimento de lo deportivo que había mostrado Martín.
Márquez se subió a la moto roja y aplastó. Llegó a Motegi, para la 17ª fecha, con 11 triunfos en carreras largas y 14 competencias sprint. Fue tal el dominio, que puso en jaque a Pecco Bagnaia, quien pasó de ser la estrella principal de Ducati (campeón en 2022 y 2023) a un simple partenaire, hundido en la falta de confianza a la que cayó por el solo hecho de compartir equipo con esa bestia que es Marc Márquez.
El español igualó a un tal Valentino Rossi con nueve títulos y siete de la máxima categoría. Seis años después del que había sido su último campeonato ganado, Márquez volvió a lo más alto. En el medio, una odisea de sinsabores que lo tuvieron al borde de colgar el casco. Por eso el loco festejo de Japón y la tensión con la que vivió el fin de semana en la que se convirtió en el primer piloto en volver a ganar una corona con un intervalo de cinco años en el medio. Ni los más fanáticos hinchas de Marc imaginaban una vuelta a su mejor nivel, a aquellos viejos años de dominio absoluto mientras mantenía duelos polémicos, y cercanos a las piñas, con el Doctor. Pero ahí está de vuelta, con 32 años y bastante hilo en el carretel para seguir sumando coronas.
"Es imposible hablar. La verdad que no quiero recordar todo lo que pasé, pero fue muy difícil. Ahora estoy en paz conmigo mismo. Cometí errores en mi carrera, el más grande fue el querer volver demasiado rápido después de aquella fractura. Ahora estoy en paz", confesó. El rey ha vuelto.
