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El hincha siempre tiene razón

Después del partido contra Argentinos, el DT pidió perdón a los hinchas Fotobaires.com

BUENOS AIRES --
Cada vez que la violencia deja alguna víctima grave en la cancha reaparece la discusión sobre la naturaleza del público. Y suele hacerse la tajante distinción entre el hincha "genuino", sentimental, y el barra brava.

Estamos de acuerdo en que el sector organizado de la hinchada, que ya no funciona tanto como grupo de presión sino como pequeña empresa, no es lo mismo que los simpatizantes "independientes", que concurren de a uno y a los cuales, se supone, les interesa más el fútbol y la suerte del equipo que la construcción de un espacio de poder.

De todas maneras, en la intolerancia frente a la derrota y la adicción al insulto, por decir cosas ligeras, son idénticos unos y otros. Y, sobre todo, en el derecho a la impunidad que creen haberse ganado en su calidad de hinchas (con los adjetivos románticos que correspondan), por lo que se sienten autorizados a "reaccionar" cada vez que los jugadores profesionales (con todos los adjetivos mercantilistas que correspondan) los defraudan.

Los hinchas "civilizados" no irían a apretar a los jugadores un día de semana por haber perdido el clásico. Pero no les parece mal que los más duros lo hagan. Comparten la idea de que poner en vereda al plantel es una misión que les compete. Una violencia menor y necesaria.

Mejor hablar de esto ahora, no sólo cuando algún muerto nos impone la agenda. Hablemos ahora de la jerarquía y las atribuciones conferidas por el técnico de Racing, Miguel Angel Russo, a los césares de la popular.

Luego de la derrota ante Independiente, los barras les hicieron saber su disgusto a los jugadores con alguna visita oportuna al entrenamiento. En la fecha siguiente, ante Argentinos, arreciaron las puteadas y los silbidos, atenuados ligeramente una vez sellada la victoria (tanto los hinchas "genuinos" cuanto los barras sólo se conforman con el triunfo, sólo alientan a los ganadores).

Total de estos chisporroteos: el equipo de Racing cometió lo que, al parecer, es una transgresión imperdonable, se fue sin saludar al público. De inmediato, Russo, hombre diplomático si los hay, ofreció sus disculpas, y mentó la retribución a la que está obligado el jugador por el acompañamiento recibido.

Es decir: como el cliente, el hincha siempre tiene razón. Cuando insulta a su equipo hasta el desmayo, también. Y el razonable reflejo de los futbolistas es pintado como herejía. ¿Qué diría Russo si los hinchas apalearan a la salida del vestuario a un futbolista porque lo consideran "pecho frío", imperdonable deuda genética para una barra que valora "los huevos"?

Plantear tal sumisión suena peligroso. No creo que haya que convalidar la extorsión como "razón popular", sino desarticularla. Conviene evitar que la hinchada se entronice como tribunal superior y que defina caprichosamente quién se salva y quién no. Quien vive bajo amenaza y a quién le conceden unos días de tranquilidad.
Los jugadores están en todo su derecho de no saludar a un público hostil, que ni siquiera afloja cuando el equipo gana. Y no deberían pedir disculpas ni aceptar forma alguna de violencia como parte de las reglas del juego.