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El adiós de una Peque gigante: 2021 fue el año del retiro de Paula Pareto

Cuentan que en la villa olímpica, los pocos que se enteraron, se quedaron sorprendidos. Faltaban días para el debut en su cuarto y último Juego Olímpico, pero la argentina Paula 'Peque' Pareto se encerraba por momentos en su habitación para primero estudiar y luego rendir el examen final de Ortopedia y Traumatología.

Porque además de ser una de las mejores judocas del mundo, la doble medallista olímpica argentina buscaba dar bien el examen oral para aprobar el curso de tres años y así avanzar en su profesión, la misma que transitó durante estos últimos años en los que se mantuvo en la elite mundial de su deporte.

Un caso ejemplar, inspirador, sin dudas. “Nunca quise un trato privilegiado, al revés... Desde el primer día les pedí a los profesores que me exigieran como una más. Esta vez, los dos que me tomaron sólo me dieron el beneficio de rendir primera porque sabían que estaba en la villa y tenía que irme a entrenar. Pero nada más. Yo soy una persona normal, como todos mis compañeros, y no corresponde tener un tratamiento especial. Tal vez en un tatami pueda tenerlo, por lo que hice y pese a que tampoco me gusta, pero como médica no tiene nada que ver”, explica la Peque, de forma tajante, tras regresar de Japón, donde arañó pero no pudo conseguir una tercera medalla olímpica.

Cuando terminó la última pelea, ese 24 de julio, Pareto anunció su retiro tras 16 años en la elite mundial, que incluyen 13 medallas panamericanas (seis oros), tres en Juegos Panamericanos (un oro), tres en Mundiales (un oro) y dos en Juegos Olímpicos (oro en 2016 y bronce en 2008).

Ahora se le abrió otra etapa en su vida pese a que, mientras hacía la cuarentena en su casa al retorno de Tokio, se la pudo ver entrenando como si fuera a disputar otro torneo. “Yo soy así, no puedo parar y más cuando son algunos desafíos que me gustan. Yo me motivo y la gente se prende con estos ejercicios de dificultad. Tienen mucha repercusión, la gente te devuelve con comentarios como ‘me diste fuerza para salir o para ir a entrenar’. Con que motive a una persona, el objetivo está cumplido”, dice, aunque no sin admitir que estas acciones serán excepciones.

“Entrenar no voy a dejar de entrenar, pero ya no tanto judo, más que nada por el cansancio físico y las lesiones que fui acumulando en estos últimos años. Si me tengo que poner el kimono para ayudar a las chicas de la Selección, lo voy a hacer, sin un cargo, aunque me lo hayan propuesto... Pero ya sin la obligación de tener que entrenar para una competencia como antes”, explica.

-Para los padres existe el Síndrome del nido vacío cuando se van los hijos de la casa. ¿Creés que te pasará lo mismo, un vacío, que vas a extrañar este entrenamiento y ser una deportista de elite?

-No creo que sienta ese síndrome del nido vacío (se ríe). El otro día estaba en un entrenamiento y le decía a Laura (Martinel, su coach) ‘qué feliz estoy de verlo desde afuera’. Ella, justamente, me decía que, cuando se retiró, estuvo cinco años sin ponerse el kimono. Yo no creo que tanto, pero siento que ya di todo, como dije en Tokio, que no tengo más. Los últimos meses no fueron fáciles. No digo que los sufrí, pero ya no era como antes. Los dolores, las lesiones, el tiempo sin dormir bien, los viajes... No es fácil soportar todo eso, te va costando mentalmente. Di todo y un poco más.

Fue el final de una historia hermosa. La historia de la primera argentina en lograr una medalla olímpica de oro. La de quien fuera responsable de que muchos de sus compatriotas empezaran a entender algunas reglas del judo.

En definitiva, la historia de una enorme embajadora de Argentina en el mundo.