Cargar con Nolan Arenado es una apuesta de alto riesgo
Ya están listos los cinco equipos de la Liga Nacional que irán a la postemporada y parecen casi definidos los clasificados por la Americana a la fiesta de octubre, pero cuando nos encaminamos al último fin de semana del calendario regular, todavía queda tela por donde cortar.
En el viejo circuito, los Atlanta Braves y Los Angeles Dodgers aseguraron hace rato sus respectivos banderines divisionales del Este y el Oeste, mientras que los St. Louis Cardinals, los Washington Nationals y los Milwaukee Brewers ya aseguraron sus boletos a los playoffs.
Sin embargo, los Cardenales, líderes en la división central, todavía no terminan de finiquitar ese asunto y los Cerveceros podrían darle alcance y enviarlos al infartante partido entre comodines ante los Nacionales.
St. Louis (90-69) exhibe una ventaja de juego y medio sobre Milwaukee (88-70), que tiene un partido más por celebrar.
Los Cerveceros son el equipo más caliente de la actualidad en la Nacional, con diez triunfos en sus últimos 11 choques y 13 en 15 desde que perdieron a su estrella Christian Yelich por una lesión el 10 de septiembre en Miami.
Lo interesante de la tropa que comanda Craig Counsell es la manera en que se ha comportado el cuerpo de lanzadores en esta recta final.
En diez de esos últimos 11 partidos, los serpentineros de Milwaukee han tolerado tres o menos carreras, mientras que sus bateadores han producido 56 anotaciones.
A los Cerveceros les resta un partido este jueves en Cincinnati y tres choques en Colorado, mientras que los Cardenales recibirán en casa durante viernes, sábado y domingo a los Chicago Cubs.
Pero suponiendo que St. Louis consiga aguantar la presión y termine coronándose en la división central, a Milwaukee le queda el incentivo de tratar de luchar por el primer comodín que ahora ostenta Washington con un juego de ventaja.
El orden de los wildcards es clave, pues define cuál de los dos juega en su casa el partido de muerte súbita.
El equipo de la capital tendrá un fin de semana complicado, con una serie interligas contra los Cleveland Indians, el único de los 30 equipos que ahora mismo está fuera del cuadro de clasificados, pero que todavía conserva opciones de entrar al baile.
Antes, los Nacionales deberán celebrar un choque este jueves ante los Philadelphia Phillies y ante el sentido de urgencia, el manager Dave Martínez echará mano en tres de esos cuatro desafíos a sus tres caballos de la lomita.
Stephen Strasburg va contra los Filis y Patrick Corbin y Max Scherzer abrirán sábado y domingo, respectivamente, contra la Tribu, con el novato Austin Voth intercalado en el primer juego de la serie el viernes.
El tener que apelar a estos tres astros en esta recta final deja a Martínez con pocas opciones para el juego de comodines del próximo martes: o va con Strasburg con un día menos de descanso o se las juega todas con el veterano venezolano Anibal Sanchez.
Desde que esta franquicia nació en 1969 con el nombre de Expos, en la ciudad canadiense de Montreal, nunca ha podido pasar de la primera ronda en las cinco ocasiones anteriores en que clasificó a la postemporada.
En 1981, los Expos perdieron la serie de campeonato de la Liga Nacional (entonces no había playoffs divisionales) contra los Dodgers.
Desde que se mudaron a Washington en el 2005, los Nacionales perdieron las series divisionales del 2012, 2014, 2016 y 2017.
Tres por dos boletos en la Americana
En el joven circuito, los Minnesota Twins recién se coronaron en la división central y todo indica que rivalizarán en la primera ronda ante los New York Yankees, campeones del Este, ya que los Houston Astros, reyes del Oeste, se han despegado en la lucha por el mejor récord de todo el béisbol.
Los Astros (104-54) cierran su calendario con una serie de cuatro encuentros de jueves, viernes, sábado y domingo contra Los Angeles Angels en Anaheim.
Los Yankees (102-57) se van hasta Arlington para sus tres partidos finales ante los Texas Rangers.
Y entonces queda la batalla por los comodines, que ahora mismo tienen en la mano los Oakland Athletics (95-63) y los Tampa Bay Rays (95-64), con apenas media raya de diferencia entre ambos.
A Oakland le faltan cuatro juegos entre jueves y domingo con los Seattle Mariners y a los Rays tres con los Toronto Blue Jays.
Para ambos conjuntos son cruciales estos desafíos no sólo para resistir los embates de los Indios, sino para ver cuál de los dos juega como home club el juego de vida o muerte del próximo miércoles.
Por su parte, Cleveland la tiene muy difícil, aunque no imposible, pero esa diferencia de 1.5 se hace enorme, dado el poco camino que queda por recorrer.
Los Indios recibieron una valiosísima ayuda de último momento con la reincorporación del dominicano José Ramírez, cuando se pensaba que estaría fuera de acción hasta el 2020.
En dos partidos desde que regresó lleva tres jonrones y ocho carreras impulsadas en seis turnos.
Pero la derrota que sufrió Cleveland el miércoles en la noche ante los Chicago White Sox podría haber sido la más costosa de toda la temporada.
A Terry Francona y compañía le falta un último partido contra Chicago el jueves y los tres de la serie interligas ante los Nacionales, que será, sin dudas, la más dramática de todas las del fin de semana.
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Del béisbol que se jugaba hace 20 años apenas queda un recuerdo.
Entonces, los managers tenían más autoridad, aplicaban múltiples estrategias y el juego era tácticamente más rico.
También era la época en que el uso de sustancias para mejorar el rendimiento deportivo era rampante y muchos peloteros parecían más linieros de la NFL que beisbolistas.
Para bien, el tema de los esteroides se atajó con una política cada vez más restrictiva que si bien no logró eliminar el problema por completo, lo limitó a unos pocos que siempre intentarán burlar al sistema.
Pero en las últimas dos décadas —o más específicamente, en los pasados diez años— el béisbol se empobreció en muchos sentidos, tanto desde el punto de vista estratégico, hasta del entendimiento por los fanáticos, confundidos con nuevos análisis estadísticos que buscan —y no siempre encuentran— la excelencia atlética.
Olvidemos por un momento las pelotas adulteradas del 2019, con todo y que el comisionado Rob Manfred insista en negarlo, que han traído como resultado una explosión jonronera inédita, mayor aun que en la era de los esteroides y que ha inflado los números de muchos bateadores que en otros tiempos ni soñaban con disparar tantos bambinazos.
El juego se ha simplificado tanto que ya sólo importa enviar la pelota más allá de las cercas.
Los sencillos, dobletes y triples ya han pasado a un segundo plano y ni hablar de intentar ganar una base extra con un robo o adelantar un corredor con un toque de sacrificio.
Y de igual manera, a la par de los vuelacercas, han subido los abanicados.
Es o todo o nada. O jonrón o ponche.
Pero, aunque parezca una paradoja, este béisbol de ahora es menos ofensivo, a juzgar por las estadísticas, tanto las tradicionales, como las sabermétricas, a pesar de esta hemorragia de cuadrangulares única en la historia.
Si comparamos los promedios por juego de la temporada de 1999 con la que está a punto de concluir, observamos que las únicas cifras que han subido son las de jonrones y los chocolates.
Morir por la vía de los strikes no es un out más, como algunos pretenden hacer ver. Poncharse anula por completo la posibilidad de jugada y le da una bocanada de oxígeno al lanzador.
Hace 20 años, los bateadores se tomaban 6.41 ponches por juego. Ahora lo hacen en 8.77 ocasiones.
Dos décadas atrás, se disparaban 1.14 bambinazos por choque, cifra que se ha elevado a 1.40 en el 2019.
Pero más vuelacercas no necesariamente implican más carreras, sino que es la manera más directa de producir una anotación.
Volvamos dos décadas atrás en el tiempo y observemos los diferentes promedios en otros indicadores y a su lado, entre paréntesis, los indicadores del 2019.
En los partidos se anotaban como media hace 20 años 5.08 carreras, mientras que ahora son solamente 4.84.
En 1999 se bateaban 9.15 imparables por encuentro (8.66 hoy), los dobles eran 1.80 (1.76), triples 0.19 (0.16), bases robadas 0.70 (0.47), los sacrificios de toques 0.33 (0.16). El average promedio de las Grandes Ligas fue de .271, mientras ahora es de .253.
Aunque la sabermetría valora más el porcentaje de embasamiento, hace 20 años la gente llegaba más a las almohadas, con un OBP de .345 por .323 en la actualidad.
Esas diferencias decimales, si bien a simple vista pueden parecer ínfimas, cuando se multiplican por los más de 4.800 juegos que componen el calendario regular hacen números globales muy superiores.
Entonces, esta simplificación del juego, esta apuesta a todo o nada entre el jonrón y el ponche, está alejando al público de los estadios.
En 1999, todavía fresca en la memoria de los fanáticos la huelga de 1994, la asistencia total en temporada regular superó los 70 millones.
A menos de una semana para que concluya la presente contienda, la cifra anda en poco más de 66 millones, la menor desde 1997.
A eso súmenle la pobre promoción que la actual administración de las Grandes Ligas le hace al béisbol.
¿Desde hace cuánto tiempo no vemos a un pelotero protagonizando un anuncio comercial en televisión, como hacen los deportistas de la NFL o la NBA?
Si mi memoria no me falla, el último fue Derek Jeter a principios de los 2000, quien participó en un anuncio de Gillette junto al golfista Tiger Woods y otros atletas de diferentes disciplinas.
No es extraño entonces que los beisbolistas no aparezcan casi nunca en la lista de ESPN de los 100 deportistas más famosos del mundo, a pesar de ser un juego que practican más de 65 millones de personas en 140 países de todo el planeta.
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Cuando se abra el mercado de agentes libres después de la Serie Mundial, el antesalista Anthony Rendón será una de las piezas más cotizadas, pues al parecer, los Washington Nationals no tienen intenciones de retenerlo.
Obviamente, los Nacionales le harán una oferta calificada e incluso le presenten un contrato sobre la mesa, como dicta el protocolo, que quizás Rendón termine aceptando.
Pero no es igual. Si Washington realmente hubiera querido mantener en sus filas a uno de los mejores, pero al mismo tiempo más subvalorados peloteros de los últimos años, habrían negociado una millonaria extensión contractual, con todo y que su agente es Scott Boras, conocido por apostar siempre a la agencia libre.
Pero hasta Boras tiene un precio por el cual abandonaría su rígida postura respecto a las extensiones de contratos.
La cosa es ver si la gerencia del equipo capitalino está dispuesta a pagarlo.
Pero si yo fuera Mike Rizzo, presidente de operaciones de los Nacionales, movería cielo y tierra por quedarme con Rendón.
Obviamente, ya no lo hará antes de que concluya la temporada y mucho menos con el equipo en plena batalla por incluirse en los playoffs.
Pero ya Washington perdió en el invierno pasado a Bryce Harper y no debería darse el lujo de dejar partir a su antesalista, quien ha sido un ejemplo de consistencia y que está teniendo en el 2019 la mejor campaña de su vida.
Rendón encabeza la Liga Nacional en average (.330), dobletes (43) y carreras impulsadas (119). Sus 34 cuadrangulares y 113 anotadas son las mayores cifras de su carrera en ambos departamentos y debe superar también su tope en hits, que es de 176 y lleva 171.
Su OBP es de .414, con slugging de .622 y OPS de 1.036, todos ellos también los más altos de su vida.
José Abreu (Chicago White Sox)
El cubano José Abreu ha sido uno de los mejores bateadores de todas las Grandes Ligas desde su debut en 2014, cuando ganó unánimemente el premio de Novato del Año de la Liga Americana.
Los Chicago White Sox han dicho que quieren conservarlo y Abreu desea quedarse.
El pelotero de 32 años es el líder dentro del clubhouse y más allá de su siempre extraordinaria productividad ofensiva, es un mentor para figuras jóvenes como el también cubano Yoan Moncada o el dominicano Eloy Jimenez, como lo será en un futuro inmediato de su compatriota Luis Robert.
Es tanto el deseo de Abreu de seguir en el equipo, que el gerente podría conseguir descuento de casa y quedarse con él por un precio justo y razonable, sin ser excesivo.
¿80-100 millones por cuatro o cinco temporadas?
El dominicano Nelson Cruz no da señales de declive y cada día se burla más del almanaque.
Los Minnesota Twins tienen una opción por un año y 12 millones de dólares que deberían ejercer con los ojos cerrados, si es que no deciden ofrecerle un merecido par de campañas más.
No se consiguen bateadores habituales de 30-100 en cualquier parte.
Starlin Castro (Miami Marlins)
El dominicano Starlin Castro ya consiguió en el 2019 una veintena de cuadrangulares y suma 79 remolcadas, ambas cifras las mayores de su carrera en esos departamentos.
Luego de una primera mitad de campaña miserable, Castro ha sido una fuerza ofensiva indetenible después del Juego de las Estrellas: .301 de average, OBP de .335, slugging de .549 y OPS de .884, con 14 bambinazos y 45 empujadas.
Es apenas el segundo bateador de los Miami Marlins con 20 jonrones (el otro, Brian Anderson, hace rato quedó fuera por el resto de la temporada).
Los Marlins tienen una opción sobre Castro de 16 millones para el 2020, lo cual complicaría las cosas, dado el estado de las finanzas de Miami, pero es ahí donde la gerencia debería negociar una extensión por al menos tres temporadas, que le garantice más dinero y empleo a largo plazo, aunque baje el promedio anual.
El dominicano es un veterano joven de apenas 29 años y su movida de la intermedia a la antesala le da flexibilidad al equipo para destinar a Anderson a tiempo completo al jardín derecho y además la opción de regresar a Castro a la intermedia, en caso de que el puertorriqueño Isan Diaz, proyectado para ser el titular de la posición, no consiga su esperado despegue.
Brett Gardner (New York Yankees)
Si hace cinco años alguien hubiera dicho que Brett Gardner iría a ser mejor pelotero que Jacoby Ellsbury lo hubieran tildado de loco.
El tiempo pasó y ahí está Gardy, a punto de completar su duodécima campaña con el uniforme de los New York Yankees, una rareza en estos tiempos y con una carrera tan digna que sin estadísticas de Salón de la Fama, ni mucho menos, pueden apostar que su número 11 será retirado y colocado en el Monument Park.
Con toda la profundidad que tienen los Yankees en los jardines, tenerlo al menos una campaña más es una especie de seguro de vida, sobre todo cuando es incierta la participación de Aaron Hicks en el 2020.
Gardner es un obrero del béisbol, de esos que se levanta cada mañana para ir a trabajar en lo que necesite el equipo, entregado en cuerpo y alma al juego como ejemplo para sus compañeros más jóvenes.
Eso le ha valido ser uno de los peloteros más queridos de la exigente afición en la Gran Manzana en la última década y merecedor de terminar su carrera en el único equipo que ha conocido.
Entretanto, nadie se acuerda de… ¿cómo se llama?... Ah, Jacoby Ellsbury.
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Mike Trout y el verdadero significado del Más Valioso en MLB
Tres debates han dominado el mundo del deporte en los últimos años.
1.- ¿Quién es mejor futbolista, Messi o Cristiano?
2.- ¿Quién es el mejor de la NBA de la historia, Jordan o Lebron?
3.- ¿Qué significa realmente ser “jugador más valioso”?
Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, valioso es sinónimo de apreciado, estimable, preciado, meritorio, admirable, eficaz, útil y provechoso.
Mike Trout, el estelar jardinero de Los Angeles Angels es, a no dudarlo, el mejor pelotero de la actualidad en las Grandes Ligas.
Todo lo hace bien y en grado superlativo. Sus números han sido extraordinarios desde que fue Novato del Año de la Liga Americana en el 2012.
En el 2019, por no variar, sus estadísticas deslumbran y prácticamente desde que se dio la voz de playball a finales de marzo, muchos colegas le endilgaron de oficio el premio de Jugador Más Valioso del joven circuito, galardón que ya se ha llevado dos veces en su carrera, en 2014 y 2016, mientras que en cuatro campañas quedó segundo en la votación.
Ya Trout está fuera de acción por lo que resta de temporada, debido a un neuroma en su pie derecho que requiere cirugía y limitó su juego en septiembre a apenas 15 turnos al bate.
Se va entonces con muy buen average de .291 y encabeza la Liga Americana en OBP (.438), slugging (.645) y OPS (1.083).
Terminó con 104 carreras impulsadas y sus 45 jonrones son de momento la mayor cantidad de la Liga Americana, aunque ya el cubano Jorge Soler, de los Kansas City Royals, le dio alcance y debería superarlo. También es puntero en bases por bolas recibidas, con 110, la misma cifra de Alex Bregman, de los Houston Astros.
Detrás de Trout en casi todas las categorías está precisamente Bregman, quien lo supera en average (.296), carreras anotadas (115 por 110), impulsadas (105 por 104), hits (154 por 137) y dobles (35 por 27). Además ha despachado 37 bambinazos.
El OBP del antesalista de Houston es de .420, su slugging es .583 y su OPS es de 1.004. Volvemos a las dos últimas acepciones de la palabra valioso que mencionamos al principio: útil y provechoso.
¿Cuán útiles y provechosos han sido los números de Trout para su equipo, que ya tiene asegurado terminar la temporada con récord negativo (68-83) y va penúltimo en el Oeste de la Liga Americana, a 30.5 juegos de los Astros?
¿Estaría Houston tan cómodamente instalado en la cima divisional sin el aporte de Bregman?
Cuando el equipo ha perdido temporalmente por lesiones al boricua Carlos Correa, a George Springer o al venezolano Jose Altuve, ahí ha estado él, con una salud de hierro, para cargar al resto del conjunto en 146 de los 152 partidos disputados hasta el momento.
Con el guante, ha defendido con igual acierto tanto la antesala, como el campocorto, cuando las circunstancias lo han requerido y su liderazgo es indiscutible dentro del equipo que tiene, junto con los New York Yankees, el mejor récord de todas las Grandes Ligas.
Eso es ser valioso, útil y provechoso. Lo otro es poner mejores cifras individuales para nada, sin tomar en cuenta esos intangibles que hacen en realidad una diferencia.
Y no me vengan a hablar del WAR, porque esa es la estadística más absurda, ilógica e inexacta que se haya inventado, aunque lamentablemente muchos toman como única referencia a la hora de emitir sus votos.
Si no lo creen, que alguien venga y explique por qué el WAR de Mike Minor, de los Texas Rangers, es mejor que el de Justin Verlander, de los Astros, quien lidera el circuito en victorias (19), efectividad (2.50), entradas lanzadas (212) y WHIP (0.79), mientras es segundo en ponches propinados (283) y es tiene prácticamente en el bolsillo el segundo Cy Young de su carrera.
Minor tiene un WAR de 7.9, por 7.8 Verlander, a pesar de tener seis victorias menos y tres derrotas más, una efectividad de 3.33, casi 100 abanicados menos, 22 pasaportes más y un WHIP de 1.21.
¿Es Trout el mejor? No lo duden. ¿Es el más valioso? Respóndanse ustedes mismos.
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Los mánagers en la silla caliente en las Grandes Ligas
Más allá de la hemorragia de jonrones, el 2019 nos ha dejado una rareza histórica: ningún manager de los 30 que iniciaron la temporada ha sido despedido.
Y a menos de dos semanas para que concluya el calendario regular, no tiene mucho sentido echar a alguno antes del final.
Los ajustes de cuenta vendrán después del último out, cuando sólo diez equipos sigan jugando pelota en octubre y los otros 20 comiencen a pasar balance y a lamer las heridas de la eliminación.
¿Quiénes son los dirigentes que podrían no regresar para el 2020?
1.- Alex Cora (Boston Red Sox)
Los campeones del 2018 son, a no dudarlo, la mayor decepción de esta contienda. Los Medias Rojas tienen récord de 79-70 y con tres victorias más asegurarán terminar con balance positivo, pero eso es insuficiente para el monarca defensor, que hace 12 meses atrás tuvo marca de 108-54, la mejor en la historia de la franquicia.
Aquel equipo que en el primer año del puertorriqueño Alex Cora como manager funcionó como un reloj suizo de principio a fin se descompuso prácticamente desde que se dio la voz de playball en marzo pasado.
Después de que fuera despedido el presidente de operaciones del club, Dave Dombrowski, no sería de extrañar que Cora siga sus pasos a la fila de desempleados.
2.- Gabe Kapler (Philadelphia Phillies)
Cuando los Filis firmaron en el invierno a Bryce Harper se convirtieron automáticamente en el gran favorito para ganar la división Este de la Liga Nacional.
Un año antes, en el primero de Kapler al frente de Filadelfia, le pusieron en las manos un equipo competitivo y ni siquiera logró balance ganador (80-82).
Ahora nuevamente quedará fuera de la postemporada y el ambiente que se respira en el clubhouse del equipo es tenso, por las frustraciones de no cumplir con las elevadas expectativas, luego de que la gerencia comprometiera 572 millones de dólares en agentes libres en las dos últimas campañas.
Difícilmente Kapler consiga llevar hasta el final su contrato, que vence en el 2022.
3.- Clint Hurdle (Pittsburgh Pirates)
Nueve años lleva Hurdle al frente del barco pirata, pero ahora mismo enfrenta un motín a bordo.
Al manager se le ha ido de las manos el clubhouse, con constantes disputas que han salido a la luz, lo cual se ha reflejado en el récord de 65-85, el peor desde que tomó las riendas del equipo en el 2011, válido para el último lugar de la división central de la Liga Nacional.
Cuando eso ocurre, es hora de cambiar el rumbo. Si le pasó a Terry Francona en el 2011 con Boston, después de haber roto la maldición del Bambino en el 2004 y ganar también la Serie Mundial del 2007, ¿cómo no le sucederá a Hurdle, que no ha ganado nada?
4.- Don Mattingly (Miami Marlins)
No puede culparse 100 por ciento a Mattingly por el pobre desempeño de estos Marlins del 2019, pues en realidad no tenía mucho de dónde sacar agua del pozo.
Pero en su segundo año del proceso de reconstrucción, Miami ha tenido un retroceso en comparación con el 2018, cuando evitó las 100 derrotas que le pronosticaron los entendidos.
En sus dos primeras temporadas de las cuatro de su contrato tuvo en sus manos equipos mucho mejores, con Giancarlo Stanton, Marcell Ozuna, Christian Yelich, J.T. Realmuto y el difunto José Fernández, entre otras estrellas, pero nunca consiguió terminar con récord ganador.
No hay mucha razón para que le renueven el contrato y los jefes encabezados por Derek Jeter probablemente escogerán a otra persona para que siga adelante el plan de remodelación.
5.- Bruce Bochy (San Francisco Giants)
Este caso es obvio. El veterano Bochy, ganador de tres Series Mundiales con los Gigantes (2010, 2012 y 2014) ya había anunciado su retiro para cuando terminara la temporada.
El único manager nacido en Francia se irá del béisbol después de 25 campañas, 12 al frente de los San Diego Padres y 13 con los Gigantes.
Con los Padres tuvo récord de 951-975, mientras que en San Francisco, hasta los juegos del lunes 16 de septiembre, ha tenido la misma cantidad de victorias, que de derrotas: 1,047.
En la silla caliente: Joe Maddon (Chicago Cubs)
Aunque Joe Maddon logró lo que no pudieron otros 52 managers en 108 años, la paciencia tiene un límite, por muy santificado que esté por la Diosa Victoria.
Después de ganar la Serie Mundial del 2016 y romper la Maldición de la Cabra, los Cachorros perdieron la serie de campeonato de la Liga Nacional ante Los Angeles Dodgers en el 2017 y fueron eliminados en el juego de comodines en el 2018 por los Colorado Rockies.
Excéntrico y polémico, Maddon es un estratega muy cuestionable, que muchas veces va en contra de la lógica más elemental.
Ahora mismo, Chicago tiene el segundo wildcard del viejo circuito, con un juego por delante de los Milwaukee Brewers, pero si no consigue avanzar a la postemporada, podríamos ver a Maddon buscando nuevo trabajo en el invierno, a juzgar por las recientes declaraciones del presidente de la organización, Theo Epstein, quien lamentó la incapacidad del equipo de jugar béisbol ganador de manera consistente.
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Diga lo que diga el comisionado Rob Manfred, algo le han hecho a las pelotas.
Siempre se ha dicho que el jonrón es la emoción suprema del béisbol, como el gol en el futbol o la canasta de tres puntos en el baloncesto.
Pero cuando lo excepcional se convierte en habitual, la emoción pierde ese toque extraordinario.
Lo estamos viendo en la NBA, que se ha convertido en una competencia de francotiradores de larga distancia, en detrimento de otros aspectos del juego y del espectáculo.
Es cierto que los bateadores han modificado su swing para darle mayor ángulo de salida a la pelota, lo cual se traduce en mayor distancia de los batazos, aunque menos contacto.
Pero también se le ha perdido el respeto al ponche. Abanicar ya no es algo que avergüence y cualquiera se traga un centenar de ellos en una temporada con la misma naturalidad que tomarse un vaso de agua.
En cuenta de dos strikes, los bateadores tendían a recortar el swing para tratar de evitar el ponche y simplemente poner la bola en juego.
Ahora no. Ahora en conteo adverso, le tiran a la pelota con la misma fuerza, igual proyección en busca de un batazo grande, sin importar si se consigue o no.
Y por supuesto que ello ha influido en alguna medida en el aumento de la cantidad de los cuadrangulares, en la misma dimensión en que han crecido los ponches. Pero tiene que haber más y tiene que ver con las pelotas.
Si hacemos un símil, esto recuerda los años 90, la década de los esteroides, cuando cualquier hijo de vecina, con cierto talento y muchos pinchazos, era capaz de sacar 30, 40 pelotas del parque en una campaña, mientras los ejecutivos miraban hacia otro lado.
Vamos a los hechos. Hasta el martes 6 de agosto se habían disputado en la temporada del 2019 un total de 1,704 partidos, de los cuales, sólo en 125 de ellos, ninguno de los dos equipos bateó un cuadrangular.
Eso significa que en el 93 por ciento de los juegos que se han celebrado al menos una pelota se fue sobre las cercas.
Los Seattle Mariners llevan una cadena de 107 encuentros consecutivos en que han bateado o recibido un jonrón, lo cual supera por 38 juegos el récord anterior.
Siempre que las Grandes Ligas han tomado acciones modificadoras, benefician a los bateadores y perjudican a los serpentineros.
Entre el 2010 y 2015, los pitchers propinaron 30 juegos sin hits ni carreras e inmediatamente empezó a hablarse de la necesidad de bajar la altura del montículo para "emparejar" la guerra entre lanzadores y bateadores. Del 2011 a la fecha, solamente se han registrado ocho no hitters.
En el 2014, los líderes en jonrones de ambas ligas fueron Giancarlo Stanton, de los Miami Marlins, en la Nacional, y Nelson Cruz, de los Seattle Mariners, en la Americana, apenas con 37 y 40, respectivamente.
El año pasado, Nolan Arenado encabezó el viejo circuito en cuadrangulares, con 38, a pesar de jugar la mitad de sus partidos en la altura de Colorado, mientras que Khris Davis, J.D. Martinez y Joey Gallo, en la Americana, fueron los únicos que superaron los 40 bambinazos, con 48, 43 y 40, respectivamente.
Este año, Christian Yelich ya va por 39 y amenaza con llegar a 50, más no es el único que le apunta al medio centenar.
Mike Trout (38) y Cody Bellinger y Pete Alonso, ambos con 37, llevan proyecciones para llegar a esa cifra.
Las únicas veces que cuatro bateadores pegaron 50 o más vuelacercas en una misma campaña fue en plena era de los esteroides.
En 1998 lo hicieron Mark McGwire (70), Sammy Sosa (66), Ken Griffey Jr. (56) y Greg Vaughn (50) y en 2001 lo consiguieron Barry Bonds (73), el propio Sosa (64), Luis González (57) y Alex Rodríguez (52).
No es sólo la cantidad de jonrones que se están pegando, a ritmo de más de mil por cada mes, sino las dimensiones de ellos.
En el 2018 hubo 82 jonrones de 450 pies de largo y solamente cuatro a más de 480.
No son especulaciones. Son hechos. Rob Manfred podrá decir lo que quiera. Nosotros tenemos el derecho de no creerle ni una palabra.
Yo prefiero quedarme con las opiniones más que autorizadas de Justin Verlander y Pedro Martínez, pues cada cual se da cuenta cuando su herramienta de trabajo ha sido alterada o modificada, a diferencia de Manfred, que no se sabe si alguna vez tomó una bola en su mano.
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Los Angeles Dodgers, los Houston Astros, los Atlanta Braves y los New York Yankees cabalgan al galope en sus respectivas divisiones y parecen inalcanzables por sus rivales.
Los Dodgers comandan el Oeste de la Liga Nacional con 18 juegos de ventaja sobre los Arizona Diamondbacks y los San Francisco Giants.
Los Astros se han escapado en el Oeste de la Americana, con nueve de diferencia sobre los Oakland Athletics, la misma separación entre los Yankees y los Tampa Bay Rays en el Este.
Y aunque seis rayas no es una ventaja insalvable, los Braves lucen sólidos sobre los Washington Nationals y los Philadelphia Phillies, que no consiguen la consistencia para remontar.
A falta de más-menos 50 partidos para que se complete el calendario regular, la lucha se enfoca en las divisiones centrales de ambos circuitos.
En la Americana, los Minnesota Twins van delante de los Cleveland Indians por cuatro rayitas, mientras que en la Nacional, los Chicago Cubs tiene 2.5 por delante de los St. Louis Cardinals y cuatro de los Milwaukee Brewers.
A los Twins (70-42) les restan exactamente 50 compromisos por jugar, de los cuales diez serán contra los Indians, siete en casa y tres en Cleveland.
Hasta ahora, la serie particular entre ambos va bastante pareja, con cinco triunfos para los actuales líderes y cuatro para la Tribu.
El organigrama parece favorecerle a Minnesota, pues de los otros 40 encuentros, 26 serán contra los Chicago White Sox (9), los Kansas City Royals (7) y los Detroit Tigers (10), todos con récord perdedor.
En 30 enfrentamientos anteriores frente a White Sox, Royals y Tigers, los Twins tienen récord de 22-8.
Tienen además pendientes siete choques interligas contra Atlanta (2), los Cerveceros (2) y Washington (3), además de cuatro ante los Texas Rangers y tres frente a los Boston Red Sox, todos con balance positivo en ganados y perdidos.
Por su parte, los Indians (66-46), además de los diez encuentros con Minnesota, tienen en el camino a varios contendientes con récord ganador y en lucha por entrar a la postemporada, por lo que se antoja un calendario más complicado y de mucha intensidad.
A Cleveland le resta una serie de cuatro encuentros con los Yankees, tres juegos con Boston, tres con Tampa Bay y tres series interligas con los New York Mets, Filadelfia y Washington, aparte de dos ante Texas.
Son en total 31 de 50 juegos ante conjuntos ganadores, mientras que los 19 faltantes serán ante Los Angeles Angels (3) y sus rivales divisionales Chicago (7), Kansas City (3) y Detroit (6).
No puede la tropa de Terry Francona darse el lujo de ceder ante White Sox, Royals y Tigers, ante quienes ha jugado de manera combinada para 26-14, porque esos son los juegos que de perderse, pueden costar carísimo y hacer la diferencia entre lograr y dejar escapar el boleto a la postemporada.
Panorama más complicado en la Nacional
Las cosas se complican más en el centro del viejo circuito, donde hay tres equipos con posibilidades reales de ganar la división, alternándose el liderazgo semana tras semana, sin que ninguno consiga despegarse.
A los Cubs, líderes actuales, así como a los Brewers, que van terceros, les faltan 50 juegos exactos, mientras que a los Cardinals les restan 51.
Chicago (61-51) tendrá que medirse siete veces a ambos. La serie ante los dos les favorece 7-5, mientras que de los otros 36 choques pendientes, 11 serán frente a conjuntos con balance ganador: dos interligas ante Oakland, tres con Philadelphia, tres con Washington y otros tantos con los Mets.
Y hay 25 partidos contra equipos perdedores: siete ante Cincinnati Reds, nueve versus Pittsburgh Pirates, tres con los Giants, cuatro con los San Diego Padres y dos interligas frente a los Seattle Mariners.
Entretanto, los Cardinals (58-53), aparte de los siete encuentros pendientes con los Cubs, tienen nueve con los Brewers, con la serie empatada 5-5 hasta ahora.
El calendario para los pájaros rojos incluye también dos choques ante los poderosos Dodgers y tres frente a los Nationals, como únicos rivales con récord ganador.
Los demás partidos serán seis ante Pittsburgh, ocho con Cincinnati, cuatro con San Francisco, tres con Arizona, siete con los Colorado Rockies y dos interligas con los Royals, sin dudas un programa menos complicado.
Y Milwaukee (58-56), más allá de los 16 que le quedan por jugar con Chicago y St. Louis, tiene por delante siete difíciles partidos interligas ante Texas (3), Minnesota (2) y Houston (2), además de una serie de tres con los Nationals.
El resto de los rivales son perdedores: cinco choques con Pittsburgh, tres con Arizona y para cerrar, en las últimas dos semanas de septiembre, cuatro con los Miami Marlins, otros tantos con los Padres y tres frente a los Reds y los Rockies.
Está entonces por verse cuál de los tres sobrevivirá a esta lucha fratricida que podría durar hasta el último día, cuando Cubs y Cardinals se enfrenten entre sí, mientras Milwaukee cierra en la complicada altura de Colorado.
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No se han acallado aún los ecos y las emociones de la ceremonia de exaltación de Mariano Rivera, Edgar Martínez, Mike Mussina, Roy Halladay, Lee Smith y Harold Baines y ya Cooperstown empieza a preparar el camino para la clase del Salón de la Fama 2020.
Derek Jeter es la cara más visible entre los que aparecerán en la boleta por primera vez y una vez que su ex compañero de equipo en los New York Yankees, el panameño Rivera, rompió la barrera de la unanimidad, el Capitán debería recibir el favor de todos los votantes de la Asociación de Escritores de Béisbol de América (BBWAA).
La carrera de Jeter a lo largo de 20 temporadas fue intachable, más allá de sus números fríos, entre los que sobresalen sus 3,465 hits, la sexta cifra más alta entre todos los peloteros que han pasado por las Grandes Ligas.
Su liderazgo, entrega y respeto al juego, su imagen de modelo para la juventud y su grandeza en los momentos clave son cosas que no se miden en estadísticas.
Fuera del ex campocorto de los Yankees, entre los primerizos del 2020 no hay un clásico “monstruo”, de esos que con los ojos cerrados se sabe que merecen la inmortalidad, sí o sí.
Paul Konerko, el venezolano Bobby Abreu, el dominicano Alfonso Soriano, Jason Giambi y Josh Beckett son los nombres más notables entre los que se estrenan en la boleta, pero ninguno de ellos parece que vaya a conseguir el 75 por ciento en su primer año de elegibilidad.
Entrar al Salón de la Fama tiene una dosis de suerte también, independientemente de las cifras que haya puesto cada uno de ellos.
Depende también del timming, del quienes acompañen a cada cual en la boleta en ese momento.
Ahí está el caso de Barry Larkin, ex campocorto de los Cincinnati Reds entre 1986 y 2004, inmortalizado en el 2012, en su tercer año de elegibilidad.
Sus números, si buenos, no son impresionantes, de esos que despejen de golpe cualquier duda que tengan los votantes.
Fue Larkin el único elegido en el 2012, cuando aparecieron por primera vez en las papeletas 13 peloteros, de los cuales ninguno ha llegado a Cooperstown.
Estaba floja la clase del 2012 y ahí aprovechó el de los Rojos para superar el 75 por ciento.
Como débil se ve la camada del 2020, con la excepción de Jeter, lo cual debe redundar en beneficio de otros candidatos que ya llevan varios años en el círculo de espera.
Y ya que hablamos de campocortos ilustres, como Jeter y Larkin, el 2020 podría ser el año del venezolano Omar Vizquel.
En realidad es inexplicable cómo “Manos de Seda” no esté inmortalizado ya.
Defensivamente, quizás solamente Ozzie Smith lo supera en excelencia, pero 11 Guantes de Oro no son cosa que se compre en el mercado.
Aunque el “Mago de Oz” lo aventajó con 13 Guantes de Oro, el promedio de fildeo de Vizquel de .985 es el mejor de todos los tiempos entre los defensores de la llamada llave del cuadro.
Con el madero no fue el clásico abusador, pero sus números no son para nada desdeñables. Disparó 2,877 imparables, 537 más que Larkin y 417 más que Smith, por ejemplo.
Solamente Jeter, Honus Wagner (3,420), Carl Ripken Jr. (3,184), Robin Yount (3,142) y Alex Rodríguez (3,115) tienen más hits que él.
Pero Wagner, Ripken, Yount y ARod, aunque fueron torpederos originales, pasaron grandes porciones de sus carreras en otras posiciones, mientras que el venezolano defendió las paradas cortas en 2,709 de los 2,940 partidos de su vida.
Así que como campocorto puro, solamente el Capitán de los Yankees consiguió más imparables que Vizquel.
Algunos alegarán en su contra que sus números fueron producto de la acumulación tras 24 años de juego, pero la durabilidad es un mérito adicional, que favoreció también a Ripken.
Estamos hablando de uno de los mejores peloteros de su posición en toda la historia, no de cualquier hijo de vecino que pasó sin dejar huellas.
Tarde o temprano, creo que Vizquel acompañará a su compatriota Luis Aparicio en el Templo de los Inmortales, pero en buena lid, debería entrar junto con Jeter en el 2020, su tercer año de elegibilidad, y no tener que sufrir una agónica demora como la del puertorriqueño Edgar Martínez, recién exaltado tras una década de espera.
En su primer año (2018), el venezolano obtuvo el 37 por ciento de los votos de la BBWAA y subió al 42.8 en el 2019.
Tendría prácticamente que duplicar lo conseguido hasta ahora para colarse en el 2020 y aunque parece difícil, no es imposible, teniendo en cuenta la ausencia en las boletas de figuras de primerísimo orden.
La vida es timming. Es estar en el lugar indicado, en el momento justo.
Este parece ser el tiempo perfecto para el venezolano y quién sabe si también lo sea para Roger Clemens y Barry Bonds, hasta ahora tácitamente vetados por la sombra de los esteroides
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Como bateador, Gaylord Perry fue un gran pitcher, como diría el inmortal Felo Ramírez cuando se refería a serpentineros que eran nulos con el bate.
Perry, miembro del Salón de la Fama de Cooperstown, ganador de 314 juegos en su carrera de 22 temporadas, fue el clásico out por regla cuando se paraba en la caja de bateo.
En 1,220 turnos, apenas promedió .131, con 141 imparables, de los cuales 118 fueron sencillos, en tanto se ponchó en 369 ocasiones.
Su incapacidad para chocar con la pelota llegó al extremo en 1964, donde promedió .054 y abanicó prácticamente en la mitad de sus turnos.
Ese año, durante una práctica previa a un juego de los San Francisco Giants en Pittsburgh, golpeaba tan mal la bola, que un reportero le preguntó si alguna vez en su vida batearía un cuadrangular.
El manager de los Giants, Alvin Dark, escuchó la pregunta y anticipó la respuesta.
“¿Jonrón?¿Gaylord? Primero llega el hombre a la Luna antes de que él logre batear un jonrón”.
Entonces, Estados Unidos y la Unión Soviética estaban inmersos en la carrera espacial, que se había convertido en uno de los principales frentes de la Guerra Fría.
La conquista de la Luna era el objetivo principal de la NASA para dar un golpe de autoridad en una competencia que hasta el momento iba perdiendo ante los soviéticos y dos años antes, en 1962, el presidente John F. Kennedy había anunciado la decisión de Estados Unidos de poner al primer hombre allí.
Pasaron cinco años y la frase del manager de los Giants cayó en el olvido, hasta que el 20 de julio de 1969, Neil Armstrong, comandante de la nave Apollo 11, se convirtió en el primer ser humano en poner un pie en el satélite natural de la Tierra.
“Un pequeño paso para un hombre, un gran salto para la Humanidad”, dijo Armstrong tras el histórico alunizaje, que fue seguido con el aliento contenido por todo el mundo.
Ese día, nadie hablaba de otra cosa que de la hazaña de Armstrong y su compañero Buzz Aldrin, quien lo acompañó hasta la superficie lunar, mientras el piloto Michael Collins permanecía en el Apollo 11 circunvalando la Luna y esperaba ansioso el retorno de ambos a la nave.
Esa misma noche, en el Candlestick Park de San Francisco, los Giants enfrentaban a sus archirrivales Los Angeles Dodgers, con Gaylord Perry en la lomita frente al zurdo Claude Osteen, abridor por los visitantes.
En el tercer inning, Perry dejó boquiabierto a medio mundo, al disparar frente a Osteen el primer cuadrangular de su carrera.
Se cumplió así la profecía de Alvin Dark, horas después de que el hombre llegara a la Luna.
El abridor de San Francisco lanzó el juego completo y se apuntó la victoria con pizarra de 7-3.
En total en su carrera, conectó otros cinco vuelacercas y en 1991 fue exaltado al Salón de la Fama. Sus 314 triunfos lo colocan en el lugar 17 de todos los tiempos.
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