Lo mismo pasa cuando se encuentran en semifinales tres equipos con historias basquetbolísticas modestas, sobre todo Nueva Zelanda. Ante esto es ineludible plantearse si existe un "Nuevo Orden Mundial" en el básquetbol, después de Indianápolis. Pero aún aceptando que el mapa mundial de este deporte puede haber sufrido variaciones, algunas de ellas notorias, la estructura general siguen manteniéndose como hasta semanas atrás.

Evidentemente el orgullo herido de los estadounidenses, que con su sexto puesto penará por su más bochornosa participación en un evento internacional, disparó una serie de reproches y análisis que terminan sonando exagerados. Es cierto que Estados Unidos fracasó en el Mundial, que esta quinta versión del Dream Team, formado por jugadores elegidos por las propias autoridades de la NBA porque son figuras, a excepción de Raef Lafrentz en Dallas y el novato Jay Williams en Chicago, en cada uno de sus equipos, fue indignada discípula de las anteriores. Se acepta que la soberbia que a veces los jugadores de la NBA muestran sobre el resto, esta vez recibió una cachetazo que nunca podrán olvidar.

Tan certificable es todo esto como que el resto del mundo ha crecido de tal manera que ya se planta ante cualquier equipo de la NBA con una determinación notable. Sin embargo, nada de esto hace pensar que los norteamericanos, como algunos señalan, hayan dejado de ser la primera potencia mundial basquetbolística. Siguen siendo, por mil razones los mejores, porque entre otras causas son los que más saben de este deporte. Eso no quita que ya no les alcance con cualquier formación para demostrarlo, ni que a la mismísima NBA le haya llegado el momento de replantearse el nivel técnico de sus jugadores jóvenes.

Ahí nomás, muy cerca, amenazante, asoma el actual bicampeón mundial, Yugoslavia, cada vez más grande, lujosa, repleta de títulos y proveedora de talento para la NBA. Hay que reconocer que esta vez no impuso su superioridad de manera abrumadora: todo le costó más de lo esperado, con dos derrotas y una victoria final salpicada de sufrimiento y malos fallos arbitrales. Sin embargo, la inagotable cantera balcánica sigue generando básquetbol del máximo nivel.

¿Qué hay detrás de ellos, entonces? Como se preveía el segundo escalón lo componen varios países que se alternan el dominio de acuerdo a la calidad de las generaciones de turno.

Es evidente que Argentina, tras su rutilante medalla de plata, se consolidó en ese grupo y demostró que quiere liderarlo. La edad de su plantel y un aceptable recambio inmediato, avalan ese intento, que deberá reeditarlo el año próximo con la clasificación para los Juegos Olímpicos de Atenas 2004.

ambién Alemania, tercero en el Mundial, ya tiene un lugar allí, al influjo de la jerarquía de Nowitzki y un grupo de buenos acompañantes.

A ese segundo pelotón pertenece España, el que si bien siempre amenaza con un gran golpe y nunca lo concreta, tiene el mérito de no bajar a la zona del fracaso.

Los latinoamericanos Brasil (noveno) y Puerto Rico (octavo), sin el poderío de otros años, también se aferran al segundo escalón, aunque con variantes. Brasil se afirma en un grupo joven que tiene los mejores momentos por venir, mientras que Puerto Rico deberá afrontar el traumático retiro de Piculín Ortíz y Mincy, aunque siempre pueden apelar a esos reclutamientos de estadounidenses con dudoso origen borícua.

Aunque no hayan estado en Indianápolis, nadie puede dudar de que Lituania, Italia, Francia, y hasta el mismo Australia, tienen su lugar en ese grupo con aspiraciones, y podrán demostrarlo si se confirma el aumento a 24 plazas para el Mundial de Japón.

Dos casos especiales son Nueva Zelanda y Turquía. Los oceánicos, cuartos en el Mundial, salieron de la nada y se metieron entre los mejores. Su actuación en los próximos torneos dejará al descubierto si fue circunstancial y está sustentado en algo sólido, aunque en el Mundial evidenciaron un enorme progreso y jugadores con calidad como para se tenidos en cuenta.

Para Turquía el noveno puesto sabe a mucho menos de lo esperado y lo pone en el borde del grupo. Pero cuenta con un grupo con años por delante como para lavar la pálida imagen dejada en Indianápolis.