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Por qué ahora Durant ve el mundo de una manera distinta

Eligió la casa en las montañas porque le brindaba la vista más amplia: la Bahía, el puente, su nueva ciudad, su nuevo hogar. Pero ahora Kevin Durant temía que solo fuera un lugar privilegiado para entretenerse mientras se reponía de otra lesión más.

Todo estaba yendo tan bien. Tras cincuenta y ocho juegos desde su debut en Golden State, había estado promediando 25,8 puntos y 8,4 rebotes, con una efectividad del 53,8 por ciento, la máxima de su carrera. Era el 28 de febrero, una fecha que había subrayado en su calendario -la noche en que retornaría a su Washington, D.C. natal, por primera vez vistiendo su brillante equipo oro y azul, para jugar ante cerca de 80 familiares y amigos.

Justo cuando habían transcurrido 57 segundos del juego, Markieff Morris, delantero de los Wizards atrajo a Klay Thompson al poste mientras Durant miraba desde el lado débil. El tiro en suspensión de Morris rebotó en el aro, y el centro de los Wizards, Marcin Gortat atropelló a Zaza Pachulia cuando quiso atrapar la pelota -y Pachulia cayó hacia atrás, y sus 275 libras (125 kg) impactaron en la pierna izquierda de Durant. Esta se torció extrañamente. Cuando Durant se tomó la rodilla y avanzó dando tres saltos por la cancha, su padre, Wayne Pratt, le dijo a su mujer: "Kevin se lesionó".

"Pasé de ser el MVP (Jugador Más Valioso) a estar en una silla de ruedas en un instante." Kevin Durant

"Lo supe", dice Pratt ahora, "porque él nunca se toma la pierna de esa manera".

Durant permaneció en el juego durante 36 segundos más, trotando dificultosamente antes de llegar al banco. "Algo no está bien", le dijo al entrenador Steve Kerr. En la línea lateral, el entrenador de los Wizards, Scott Brooks, no pudo evitar hacer un gesto de dolor. Había llegado a adorar a KD durante los siete años que compartieron en OKC, en la época en que el básquetbol era lo único que le importaba a Durant. "Yo le decía, '¿Kevin, has desayunado hoy?' O, 'Kevin, tienes que lavarte la cara'. 'Kevin, necesitas un corte de pelo'. A él no le importaba. Solo quería jugar al básquetbol".

Justo cuando Durant salía rengueando de la cancha, su madre, Wanda, llegaba a su asiento. Se había demorado en la entrada, haciendo la cuenta de todos los familiares que habían asistido al juego. Antes de que se pudiera sentar, Tony, el hermano de Durant, la detuvo. "Mamá", le dijo, "es Kevin".

Wanda se apresuró a ir al vestuario de los visitantes, tratando de contener el pánico que crecía en su pecho. Todo parecía demasiado familiar -extrañamente reminiscente de como se había sentido dos años atrás después de la última lesión grave de su hijo, cuando Durant se había fracturado el pie. Ahora, cuando se encontró con Kevin, él estaba siendo atendido por Chelsea Lane, la directora de desempeño físico y medicina deportiva de los Warriors. También estaba presente, Rich Kleiman, el socio comercial de Durant. Las primeras radiografías no mostraban una lesión, pero Durant estaba sufriendo dolor. "Iré contigo al hospital", le dijo Wanda a su hijo.

"No, Mamá", le dijo Durant. "Tengo esto".

Kleiman acompañó a Durant en el viaje de 2,7 millas (4,345 km) hasta el MedStar Washington Hospital Center, donde su padre alguna vez cumplió guardia policial. Allí, los ordenanzas, enfermeras y guardias de seguridad todavía lo recordaban como el larguirucho de 13 años que corría por los pasillos. Pero cuando lo saludaron, Durant no pudo responder. "Estaba aturdido", dice.

Aunque los resultados de una resonancia magnética preliminar revelaron una "lesión significativa", se le aconsejó a Kleiman no decirle nada a Durant hasta que una tomografía computada pudiera confirmar el diagnóstico. Pero Durant era más que un cliente para Kleiman -ellos hablan por teléfono entre ocho y diez veces por día. No habría secretos. "Tienes una fractura de tibia", le dijo a Durant. Era una lesión que le pondría fin a su temporada.

Durant trató de detener las lágrimas. Pronto estaba sollozando, su cabeza apoyada en sus manos. "Fue una lesión tan inesperada", dice Durant ahora. "Vuelvo a recordar a OKC, donde tuve todos esos problemas con mis pies, y me pregunto, ¿Otra vez? ¿Por qué otra vez?"

Kleiman llamó a Wanda. Ella también lloró cuando se enteró. Durant se comunicó con Draymond Green por mensaje de texto. "Fractura de tibia", le escribió en su teléfono. "Acabado por este año". Green le contestó inmediatamente: "¿Hablas en serio?"

Todos esos meses de rehabilitación con mi pie, toda esa angustia acerca de elegir mi propio camino, ¿y esto es lo que merezco? La mente de Durant estaba acelerada. Recordó el aislamiento y la incertidumbre de su última lesión. Pero entonces, repentinamente, el humor de Durant cambió.

Levantó su cabeza. Se frotó la cara. Se enderezó y le dijo a Kleiman, "Vamos. Salgamos de aquí".


KEVIN DURANT TENÍA apenas 18 años cuando los Seattle SuperSonics lo eligieron en la selección No. 2 del "draft" 2007. Ansioso por establecer raíces en su nueva ciudad, compró una casa a la que esperaba llamar hogar durante la siguiente década. En cambio, la franquicia cambió de sede y pasó a Oklahoma City después de la primera temporada. Durant se negó a vender esa casa de Seattle durante casi seis años.

Si ese caso encerraba una lección, Durant no estaba preparado para aprenderla. Para lo que sí estaba preparado era para el básquetbol. Se sumergió en un núcleo joven de OKC que incluía a Russell Westbrook, Serge Ibaka y James Harden -y los cuatro se quedaban a menudo en las instalaciones bastante tiempo después de la práctica, enfrentándose entre sí a ver quien entrenaba más. ¿Quién va a parar primero? ¿Quién va a irse primero? No Kevin. Nunca Kevin.

"En esa época estaba en un lugar diferente", dice Durant. "Estaba en la burbuja del básquetbol y ninguna otra cosa me importaba".

Todo sucedió tan rápido. Sin embargo, todo tomó tanto tiempo. Después de ganar solo 23 juegos en la temporada 2008-2009, los Thunder pasaron a 50 victorias la temporada siguiente, llegaron a las finales de la Conferencia Oeste en 2011, a las finales de la NBA en 2012, y Durant obtuvo su primera distinción como MVP en 2014. Pero entonces Harden fue transferido y comenzaron a producirse las lesiones. Westbrook tuvo que ser operado de los meniscos en 2013 y se fracturó la mano en 2014. Y luego, en 2014, se detectó una fractura Jones en el pie derecho de Durant, y los detalles de esa lesión son más asombrosos que lo que la mayoría puede imaginar.

El 16 de octubre de 2014, los médicos insertaron un tornillo en el pie de Durant y proyectaron su retorno luego de 6 a 8 semanas. Volvió al equipo el 2 de diciembre, pero el dolor persistía. Durant cambiaba de calzado de manera regular, tratando de fabricar comodidad. Según el Dr. Martin O'Malley, uno de los especialistas consultados, el culpable era el pie tamaño 19 triple A de Durant. Es extremadamente largo con una curvatura inusual. "Las fotografías de los pies de Kevin se parecen a palos de hockey, dice O'Malley. Era tan angosto, que la cabeza del tornillo estaba irritando al hueso adyacente.

El 22 de febrero de 2015, Durant fue sometido a otra operación, esta vez para insertarle un tornillo sin cabeza, que se hundiera más dentro del hueso. Y luego, después de cuatro semanas y ningún contacto, dice O'Malley, Durant se fracturó el pie otra vez-exactamente en el mismo lugar.

O'Malley recomendó un injerto óseo usando un trozo de la pelvis de Durant, más un injerto sintético hecho de proteínas óseas que formarían un hueso grande y grueso alrededor del exterior del pie de Durant como una protección adicional. En cierto sentido, O'Malley estaba creando un pie biónico, una técnica que nunca había probado con jugadores de la NBA. "Fueron momentos desesperados", recuerda O'Malley. "Le dije a Kevin, 'nunca he atendido a un jugador de la NBA que perdiera su carrera por una fractura de Jones'. Pero no podía cortar y reformar el pie de Kevin. Daba miedo. Todos estábamos un poco asustados".

Después que O'Malley lo operó el 31 de marzo, en el Hospital de Cirugía Especial de la Ciudad de Nueva York, Durant tenía órdenes de permanecer completamente inmóvil durante las seis semanas siguientes. No apoyar peso sobre su pie. Nada de básquetbol.

Estaba prisionero en su propio mundo. Su madre tomó un vuelo para cuidarlo, dosificando sus medicamentos, cambiando sus sábanas y cocinándole comidas. "Pasé de ser el MVP (Jugador Más Valioso) a estar en una silla de ruedas en un instante", dice Durant. "Fue horrible". Sus pensamientos se aceleraban. ¿Qué puede ocurrir si el injerto no se fija? No había otras opciones médicas. ¿Qué pasa si mi carrera ha terminado?

Después de tres semanas, le permitieron desplazarse en una motoneta. Brooks trataba de mantener a KD comprometido animándolo a diseñar jugadas e invitándolo a las reuniones de los entrenadores, pero Durant ya conocía la rutina: Si no puedes jugar, podrías ser invisible. Cinco semanas después, podía desplazarse pero tenía prohibido asistir al gimnasio, así que pasaba el tiempo experimentando en el estudio de sonido de su hogar en OKC. Cuando su amigo Drake lo invitó a Montreal para un programa en mayo, Durant se dio cuenta que por primera vez no había razón por la que no pudiera asistir. Supuso que Montreal era igual a Toronto, donde había estado para jugar contra los Raptors. "Pero cuando llegué me encontré que todos hablaban francés", comenta riéndose. "Me dije, 'hombre, tienes que salir más'".

Su rutina normal en una gran ciudad es esta: permanecer dentro de los confines del hotel, comer sus comidas, acostarse para una siesta antes del juego. Pero en Montreal, Durant caminó sin inhibiciones por todos lados, pasando dos días en una ciudad que vive al ritmo del hockey, mirando vidrieras y comiendo pastelitos canadienses. "Cuando volví a casa después de ese fin de semana, me sentí tan renovado y tan diferente. Y desde ese momento, miro todo como con un gran angular".

Como lo que él más deseaba -jugar al básquetbol- todavía le estaba prohibido, analizó su panorama y se dio cuenta que su mundo necesitaba un baño de realidad. Por primera vez en su vida, se aventuraría fuera de su burbuja de básquetbol. "El básquetbol me estaba vedado", dice. "Así que pensé, Voy a salir y ver este mundo en el que vivo".

Más tarde en ese verano, en un viaje anual al extranjero con Nike, Durant alquiló una bicicleta de montaña en Madrid. Pasó una tarde paseando por la ciudad. Cenó en un café al aire libre y se sentó a descansar en unos escalones. Miró a la gente.

En 2016, cuando The Players' Tribune le ofreció una acreditación de prensa para el Super Bowl 50, aceptó inmediatamente, tomando fotografías desde el borde del campo de juego del último partido de Peyton Manning. Desarrolló un renovado interés en sus iniciativas de negocios. Siempre había confiado su programa AAU (Amateur Athletic Union) en el área de Washington DC a su padre, pero ahora KD se hacía algunas preguntas: ¿Por qué no usan todos los niños mis zapatillas? ¿Tenemos un componente de servicio comunitario en nuestro programa?

Eso fue, nos dice ahora, "un joven jugador pensando en lo que vendrá después. El período de mi vida en el que podré jugar al básquetbol es corto. Tengo la esperanza de vivir hasta los 85 años o más. Me debo a mi mismo experimentar todo lo que está allí afuera".


AHORA DE NUEVO EN DC a fines de febrero, en esa habitación del hospital, enfrentando noticias de una lesión más que podría poner fin a esa temporada, Durant sabía lo que tenía que hacer: Tenía que apoyarse en las lecciones que había aprendido dos años atrás. Hay otras cosas en la vida aparte del básquetbol.

Sus deliberaciones antes de dejar OKC habían sido angustiantes. Odiaba decepcionar a las personas. Había caminado por su habitación de hotel en Hamptons hasta la madrugada. Cuando finalmente se decidió por Golden State, "él no abrió una botella de champagne y gritó '¡Warriors!'" Kleiman dice. "No se podía mover". De la noche a la mañana, Durant había sido vilipendiado como un renegado, un traidor, un farsante. "Fue sorprendente", dice Green. "Kevin Durant era el muchacho con la mochila que todos adoraban". Sin embargo, si había pasado por todo eso, debía poder pasar por esto.

De vuelta en el vestuario de los Warriors, la lesión estaba empañando todo. Los entrenadores, en contacto telefónico con Kleiman, habían evitado a propósito decirles a los jugadores lo que habían escuchado. Pero Green, que se comunicaba por mensajes de texto con Durant, no estaba bajo esas restricciones. Estaba pasando la palabra en voz baja de un armario a otro. KD estaba acabado. Dice Green: "Todos estábamos en estado de shock".

Y entonces, mientras Durant estaba volviendo al hotel Four Seasons, donde estaba el equipo, el doctor llamó con asombrosas noticias: La tomografía computada había revelado una profunda contusión en la tibia, no una fractura. ¿El nuevo diagnóstico? Esguince del ligamento colateral medial. Durant estaría de vuelta antes del fin de la temporada regular.


ESTA VEZ, ESTA lesión, Durant sabía lo que tenía que hacer. Con ocho semanas libres en una nueva ciudad, aprovecharía para sumergirse en la cultura que lo rodeaba. Hizo un viaje al condado de Sonoma, 90 millas (145 km) al norte, para aprender cómo los suelos y los climas afectan el cuerpo de un vino fino. Se convirtió en algo así como un sibarita, explorando los restaurantes de Oakland y San Francisco. Cuando Wanda lo visitó en el otoño, eligió una de sus nuevos lugares favoritos, el Tosca Café, y la acompañó a una mesa privada en un rincón. Los dos compartieron una sabrosa comida de pasta con albóndigas que Wanda jura que era tan grandes como pelotas de béisbol. Algunas noches, sorprendió a los aficionados del Área de la Bahía asistiendo a un juego de béisbol de los Giantetes o los Atléticos, con su "hot-dog" en la mano, y la gorra de béisbol encajada en su cabeza.

"Creo que estar aquí ha sido liberador para él", dice el base de los Warriors, Shaun Livingston. "Está viviendo de acuerdo a sus propios términos, tal vez por primera vez en su vida".

Sin embargo, no importa con qué frecuencia Durant insista en que su mudanza a Oakland no fue solamente para ganar un campeonato, los negadores seguirán afirmándolo. Su relato es claro: Si los Warriors ganan un título, Durant habrá logrado lo que todos esperan. Si ellos pierden, KD es el tipo que todavía no lo puede lograr.

"¿Y qué pasa si en realidad ganamos?" pregunta Bob Myers, el gerente general de los Warriors. "¿Se supone que tenemos que cerrar el libro en todo? ¿Nos detenemos? ¿Kevin no jugará más al básquetbol?"

"Dos o tres años atrás, esos comentarios me hubieran preocupado", dice Durant. "Ya no más. Me estoy divirtiendo y disfruto mi vida. Yo sé que me quieren hacer sentir mal, pero eso no sucede. Lo lamento". Ganando o perdiendo, el plan ahora es el mismo en la casa en la montaña. Kevin Durant jugará al deporte que ama, luego volverá a casa, pondrá el disco clásico de vinilo de Marvin Gaye que su padre le compró para Navidad y mirará la puesta del sol en la Bahía, el puente, su nueva ciudad, su nuevo hogar.

Olvídense del muchacho con la mochila. Se ha ido. En su lugar se encuentra un hombre que observa el paisaje que lo rodea y aprecia lo que ve.