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Ensayo sobre la fidelidad según Golden State Warriors

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¡Los Warriors se consagraron campeones de la NBA! (3:59)

El equipo de Golden State superó como visitante a Boston Celtics por 103 a 90 y cerró la serie 4 a 2 para quedarse con el título. Curry, el MVP, terminó con 34 puntos. (3:59)

Los Golden State Warriors ganaron el campeonato de la NBA y significó mucho más que una nueva distinción para sus vitrinas. La victoria, con Stephen Curry MVP de Finales por primera vez, fue un grito de alivio y un mensaje en sí mismo.

En tiempos líquidos en los que se acostumbra a cazar tesoros como sea y donde sea, Curry, Klay Thompson y Draymond Green, con Steve Kerr como conductor elite, demostraron que existe otra manera de hacer las cosas. Quedarse aún en tiempos de tempestad, construir y edificar en el silencio. Bien vale la pena, a veces, taparse los oídos para evitar el sonido encantador de las sirenas que piden modificaciones urgentes. Saber soportar el dolor de las lesiones, trabajar para recuperar la felicidad, creer que un retorno mágico puede ser posible.

La vida, cuando esta clase de milagros deportivos ocurren, nos recuerda que puede ser maravillosa.

Regresemos un poco en el tiempo: dos temporadas atrás, Golden State finalizó con el peor récord de la NBA (15-50). Curry, en la temporada burbuja, jugó solo cinco partidos y Thompson, como ya sabemos, se perdió la liga completa. Hoy son campeones NBA y se convirtieron en el primer equipo de la historia en dar vuelta por completo su presente en un lapso de tres temporadas. De pobreza deportiva deprimente a riqueza absoluta. Es el cuarto título juntos de Curry, Thompson y Green, y empataron al Big Three de los Spurs de Tim Duncan, Manu Ginobili y Tony Parker con la mayor cantidad de títulos de un trío All-NBA en las últimas 50 temporadas.

He aquí un caso fundamental llamado Draymond Green. Pudo haber tomado un camino diferente, pudo haber elegido unirse a otros coros saludables por el beneficio personal, pero dijo que no. Prefirió ser piedra angular de un coro de jóvenes sin experiencia y soportó el dolor de la derrota. Sin excusas, sin llantos, sin quejas. Mordió el polvo de la crítica despiadada y se rió a carcajadas del cortoplacismo de un mundo acostumbrado a que lo que pasó ayer ya no importa. La lógica del segundo a segundo puede ser atractiva para redes sociales, pero para el deporte nunca jamás dio resultado.

Green esperó, y en el silencio, Curry y Thompson se embarcaron en un regreso fenomenal que tuvo llantos, alegrías, decepciones y esperanzas. De los consultorios médicos al gimnasio. Del gimnasio a la cancha para intentar al menos un tiro más para el lado del merecimiento. Y vaya si lo conquistaron.

Si Noé edificase hoy un arca de basquetbol para preservar especies, salvaría a Curry y Thompson como sus tiradores de excelencia. Con ellos el molde se quebró para siempre. Existe una realidad inexpugnable: algunos profesionales, no todos, son mejores jugando con amigos. Hay una cuota de amateurismo que sobrevive también a esta clase de niveles. La alegría de emprender un trabajo con la gente que uno quiere es determinante para el éxito a posteriori. Y este trío lo demostró en cada momento que estuvieron juntos en estas Finales NBA. Curry asiste a Thompson y los Splash Brothers se abrazan en el centro de la cancha. Thompson sostiene a Green para evitar que pierda los estribos. Green cortina a Curry con tanta determinación que es un mensaje en sí mismo, una manera de decirle, sin hablar, "lucite que yo estoy acá para defenderte". Esa convivencia de años, ese ir espalda con espalda con el otro, terminó siendo crucial a la hora de la verdad.

Quizás sea eso lo que hemos aprendido con estos Warriors. La fidelidad no viene con garantías: es un camino más largo, espinoso, que puede no llevar al puerto que se busca. Pero cuando se logra resurgir, cuando la redención se conquista, el sabor es otro. Esas son las lágrimas de Curry, ese es el abrazo con Thompson y ese es el grito de Green. Un alarido que explica que acá, esta noche, las cosas serán como nosotros prometíamos que iban a ser. Yo no quería ganar: quería ganar con ustedes, que es algo muy distinto en esencia y concepción.

¿Quién no disfruta con un guión de estas características?

Vivimos en tiempos en los que todo tiene que ser rápido. Nadie puede esperar por nada. La paciencia, valga el juego de palabras, es hoy vista como una pérdida de tiempo. Si los beneficios no llegan pronto entonces mejor cambiar. De trabajo, de pareja, de amigos, de barrio, de ciudad, de país. "Publique cuatro videos y conviértase en millonario. Hágase diseñador gráfico en un mes y medio. Aprenda a tocar la guitarra con tres hilos de Twitter". Siento decepcionarlos, pero la vida real es otra cosa. Hay que entrenarse, hay que prepararse y hay que hacer un esfuerzo para lograr cosas. Levantarse temprano y acostarse tarde. La teoría de lo descartable, de lo efímero, de lo express, hoy perdió varios cuerpos de ventaja ante los ojos del mundo.

Qué lejos quedan esta noche los atletas que corrieron meses atrás a ponerse la camiseta más bonita posible, con los compañeros más prestigiosos, para festejar como sea en junio. Lo lamento por ellos: la fidelidad, el trabajo, el compañerismo y la hermandad vuelven a tener premio.

Alcen las copas, muchachos. Curry, Thompson, Green y Kerr están de regreso.

Y la historia, una vez más, les da la razón.