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Los movimientos que permitieron afianzar el triplete de Kobe Bryant y Shaquille O'Neal

LA DÉCADA DEL 90 fue una de las peores en cuanto a logros para Los Angeles Lakers. A lo largo de su rica historia, solo durante dos décadas no pudieron ganar campeonatos: una fue durante los años 60, cuando se quedaron con las manos vacías a pesar de haber llegado a seis finales. Todas las perdieron contra Boston Celtics. El otro decenio fue el de los 90 cuando solamente pudo llegar a una final para perderla contra los Chicago Bulls de Michael Jordan.

Por esa razón, el dueño Jerry Buss y el vicepresidente ejecutivo Jerry West sabían que para terminar con la sequía, los tiempos requerían de cirugía mayor. Entonces decidieron poner en marcha una operación que le devolviera a la ciudad de Los Ángeles los días gloriosos que supieron disfrutar en el pasado.

El modelo a seguir era el que habían implementado en los 80, cuando ganaron cinco títulos en ocho finales disputadas. Había que tener una base de jugadores liderados por estrellas capaces de cargarse el equipo al hombre como Kareem Abdul-Jabbar, Magic Johnson y James Worthy, un sólido elenco con buenos actores de reparto y un entrenador capaz de dirigir los egos y transformarlos una unidad como lo había hecho Pat Riley.

La llegada de Phil Jackson como entrenador fue la piedra angular de dicho proyecto. Ya contaban con una buena base formada por Shaq, Kobe, Glen Rice, Robert Horry, Rick Fox y Derek Fisher, solo faltaba añadir piezas que le permitieran tener un plantel balanceado y con diferentes alternativas en todas las posiciones.

Así sumaron AC Green, un viejo conocido de la casa, proveniente de Dallas vía cambio, a Brian Shaw, un base que había jugado con Shaq en Orlando, a John Salley (ex Bad Boys de Detroit) y Ron Harper quien había ganado tres títulos con Chicago Bulls. Fue precisamente el de Ron Harper un movimiento clave para el inicio de la dinastía angelina: su experiencia en la ofensiva triángulo, su buena relación con Kobe Bryant y sus habilidades en materia defensiva así como en la lectura del juego, fueron decisivas para que ese año los Lakers ganaran el primero de sus tres campeonatos.

Shaquille O’Neal con promedios de 29.7 puntos y 13.6 rebotes, Kobe Bryant (22.5 puntos y 4.9 asistencias) y Glen Rice (15.9 y 41.8% de efectividad en triples en los playoffs) conformaron el tridente con el que se afianzaron las posibilidades de volver a ganar un campeonato.

El momento más adverso lo vivieron en los playoffs cuando después de tomar ventaja por 3-1 en las finales de Conferencia ante Portland, los Portland Trail Blazers forzaron a un séptimo juego y llegaron a a tener ventaja de 16 puntos en el tercer cuarto. Pero los Lakers ganaron el último cuarto por 31-13 aprovechando la buena puntería en triples de Brian Shaw (3-4) y Robert Horry (1-1 en el último cuarto), para demostrar que los jugadores de rol también ayudan a ganar títulos.


PARA LA TEMPORADA SIGUIENTE, un cambio resultó decisivo. Sabiendo que uno de los problemas a corregir era el aspecto defensivo en la posición de ala-pívot, decidieron salir a buscar refuerzos en esa zona. A.C. Green había emigrado a Miami y fue entonces cuando un cambio tripartito con Seattle SuperSonics y New York Knicks provocó que se desprendiera de Glen Rice y sumaran a Horace Grant y Greg Foster. El objetivo estaba cumplido.

Horace Grant ya sabía lo que era jugar junto a Shaq y Brian Shaw en Orlando Magic, al tiempo que conocía perfectamente la ofensiva triángulo de Phil Jackson, quien lo había dirigido en Chicago desde su llegada a la NBA hasta la temporada 1992-93.

La temporada regular no fue muy buena. Fue cuando comenzaron los problemas de ego entre Shaquille o Kobe, cuando Derek Fisher estuvo 62 partidos ausente en dicho lapso y hasta Kobe debió ausentarse por lesión en la parte final del calendario, perdiéndose 14 juegos en total en dicha temporada.

Fue precisamente durante la ausencia de Kobe, cuando el equipo empezó a mostrar un juego colectivo más afinado. Bryant, por su parte, tuvo una charla con Jerry West (quien ya no estaba en la franquicia pero actuaba como consejero) quien le hizo entender que si dejaba de lado sus diferencias con Shaq, podrían repetir el campeonato logrado un año antes.

Los playoffs vieron la mejor versión de este equipo, dominando por completo a sus rivales y consiguiendo una marca de 15-1, la mejor en la historia de la NBA. Portland, Sacramento y San Antonio fueron barridos sin piedad, mientras que Philadelphia fue el único equipo capaz de derrotarlo en un partido aunque necesitó ir a tiempo suplementario para hacerlo.

Shaq seguía siendo la pieza central de la ofensiva, aunque el rol de Kobe había crecido considerablemente. Aunque lo más importante fue que la tregua que se habían prometido para intentar ganar el segundo anillo había funcionado de maravillas.

NINGÚN EQUIPO DE LA NBA había podido encadenar tres títulos seguidos desde que Chicago lo hiciera en dos oportunidades diferentes en la década del 90. Cinco años más tarde de lo que se conoció como The Last Dance, los Lakers se encontraban en una encrucijada similar: dejar de lados todos los problemas internos que pudieran tener para intentar ganar el tercer título en línea.

Curiosamente y pese a lo bien que le había sentado al equipo su presencia en la temporada anterior, el ala-pívot Horace Grant se convirtió en agente libre y decidió regresar a Orlando con un contrato más lucrativo. El tope salarial comenzaba a darle dolores de cabeza a la gerencia y había que ser creativos a la hora de contratar.

Las contrataciones nuevas fueron las de Lindsay Hunter y Samaki Walker, pero ninguno de los dos aportó demasiado. ¿Cómo se las arreglaron para seguir vigentes y ganar un tercer título consecutivo? Las respuestas estaban en la base del equipo. Horry, Fisher y Fox estaban consolidados como piezas clave, al igual que Brian Shaw y un emergente Devean George, que ganaba minutos desde la banca como reemplazo de Rick Fox en el puesto de alero.

Kobe y Shaq tuvieron que ponerse el equipo al hombro y enseñar el camino para no renunciar al objetivo. Los triples de Horry y Fisher en momentos decisivos fueron más que necesarios. La serie con Sacramento se resolvió a favor en un séptimo juego en calidad de visitante y que necesitó de un tiempo extra para que el marcador final fuera de 112 a 106. Si la batalla ante Sacramento fue complicada, las Finales fueron un trámite para los Lakers ya que ni siquiera tuvieron que despeinarse para barrer 4-0 a New Jersey Nets y festejar el tercer título en fila.


DOS ESTRELLAS, un entrenador que fue líder en todo momento, un grupo de excelentes jugadores de rol y una buena dosis de experiencia para enfrentar los momentos críticos que pudieran presentarse, fueron los principales ingredientes de una receta ganadora de tres anillos consecutivos que dieron vida a la primera dinastía del Siglo XXI.

Esa marcha triunfadora no se pudo mantener en el tiempo por distintas razones, aunque más allá de que sus rivales fueron mejorando y acortando distancias, los problemas internos, especialmente los que se generaron entre Kobe y Shaq, fueron el gran detonante que terminó con una era irrepetible.

Acaso los Lakers del 2002-03, resultaron la confirmación clara y contundente de aquel dicho que sostiene que las dinastías se rompen desde adentro.