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Pérez sobre los apagones por el huracán María: 'No le deseo eso a nadie'

Nota del Editor: Pueden ver la versión en inglés de esta historia aquí.

28 de septiembre de 2017: Los Indios de Cleveland vencieron a los Mellizos de Minnesota por marcador de 5-2. Fue su triunfo número 100 de la temporada, apenas semanas después de concluir una histórica racha de 22 victorias consecutivas en la Liga Americana. El receptor Roberto Pérez conectó su primer imparable tras haberse ido de 18-0, su octavo cuadrangular de la campaña.

Fue un gran día Pérez, pero por ninguna de esas razones: había hablado con su mamá por primera vez en casi una semana.

El 20 de septiembre, el Huracán María se convirtió en la primera tormenta de categoría 4 en tocar tierra en Puerto Rico desde 1932, devastando a la isla con vientos sostenidos de 155 millas por hora y lluvias torrenciales. Y sucedió algo sin precedentes: la gran mayoría de la población de 3.4 millones se quedó sin electricidad y sin comunicación. Apenas una semana antes, el Huracán Irma se había alejado tras amenazar a la isla, y todos los puertorriqueños dieron un suspiro de alivio y abrigaron esperanzas de que esta tormenta también daría un giro de última hora hacia el océano Atlántico. No fue así.

"Estuvimos hablando del huracán: yo, Francisco (Lindor) y Sandy Alomar, en Anaheim", explicó Pérez. "Estábamos en el clubhouse y vimos que se estaba poniendo más grande".

Pero siempre cuando tenemos huracanes, cuando pegan contra las montañas, se debilitan; con todos los huracanes pasa así. Era lo que esperábamos que pasara. Era lo que yo esperaba que pasara".

Todo lo contrario sucedió. El Huracán María se estrelló contra el pueblo de Yabucoa, ubicado en la costa sureste de Puerto Rico, a las 6:15 de la mañana, hora local. Eran las 3:15 de la madrugada en Anaheim, donde los Indios estaban programados para jugar el segundo juego de una serie de tres partidos contra los Angelinos esa misma noche.

Todo el día, Pérez intentó llamar a su mamá y a su hermano Michael, pero sus esfuerzos fueron en vano. Pasó horas en redes sociales buscando información, pero no supo nada de su familia.

"El mismo día ya los teléfonos no funcionaban. El mismo día del huracán. Cuando empezó el viento tumbaron la luz eléctrica. Entonces ahí después tratamos de llamar y no pudimos llamar: los teléfonos no funcionaban", explicó su madre, Lilliam. "Eso es una cosa que yo pienso que como le da sentimiento a uno porque pues al no saber de él. Imagínate, madre e hijo que siempre hemos estado, verdad, juntitos... malo no saber de él".

A pesar de todo, Pérez estuvo en la receptoría esa noche, con tristeza en el corazón y casi sin dormir, trabajó el plato para Josh Tomlin; los Indios ganaron 6-5.

"De verdad que fue bien difícil. Lo mejor que pasó ese día fue estar jugando porque creo que si me hubiese quedado en el banco me hubiese vuelto loco. Fue difícil, especialmente porque estábamos cerca de los playoffs y era difícil concentrarme, y más siendo cátcher", dijo Pérez. "Tengo tantas cosas que hacer detrás del plato, ya sabes, llamar el juego ... bloquear los pitcheos. Fue algo muy difícil para mí, pero yo, Lindor y Sandy, nos apoyábamos uno al otro. Pero no le deseo eso a nadie".

Los Indios barrieron a los Angelinos y partieron para Seattle, y Pérez aún no había escuchado ni una palabra de su familia. Finalmente pudo comunicarse al teléfono del colmado de la esquina en su vecindario, el Barrio Colombia en Mayagüez, donde la dueña le dijo que su familia estaba bien, pero que la tormenta se había llevado la casa.

"Yo soy de una familia muy humilde. Yo amo a Mayagüez, ahí es donde yo nací y crecí, en un barrio con mucha gente buena", dijo Pérez. "Fue difícil ... cuando la casa en la que naciste y creciste, se destruyó, tengo muchos recuerdos de esa casa".

Los Indios perdieron su primer juego en Seattle, en lo que fue sólo segunda derrota en un increíble tramo de 29 partidos, pero ganaron los siguientes dos para llevarse la serie, antes de regresar a Cleveland para cerrar la temporada. Un día después, el teléfono de Pérez sonó con un código de área desconocido.

"Recibí una llamada de un número extraño. Entonces me dicen, 'Mira Bebo', y yo, 'Sí, que pasó'. Me dice, 'Mira es la hermana de un vecino de tu mamá, llama a este número que te voy a dar. Ella está ahí, por favor llámala'", recordó Pérez.

"Después que ella me dio el número y yo llame rápido, y mami lo cogió. Lo primero que le pregunté fue que si estaba bien y ella empezó a contarme que si Dios mío, que si le llevó la casa, y yo le dije, 'Oye olvídate de eso, eso es material'. Y ella empezó a contarme lo fuerte que fue, las cosas que ella vio por la ventana. Pero de verdad que sentí un alivio súper brutal".

"Estaba nervioso, ansioso por saber de nosotros", señaló Martínez. "No es fácil. Entonces él dijo mira nosotros nos comunicamos en Facebook y preguntándole a la gente que me conoce y a Michael. Y le preguntaba, '¿Mira tú no sabes de mi mamá?'".

En cuanto colgó, Pérez se echó a llorar; no quería preocupar a su mamá haciéndolo estando en el teléfono. Le rompió el corazón no estar allí para apoyarla. "Fue difícil para mí no estar en Puerto Rico con mi familia. Quería estar con ellos", dijo.

Una vez pudieron evaluar los daños, Lilliam y Michael se encargaron de limpiar y rescatar lo poco que quedó de su hogar. Pero aún así, Martínez se siente muy agradecida, especialmente cuando piensa en la gran cantidad de personas en Puerto Rico que no tienen un lugar para vivir o quien los ayude a reconstruir, o incluso siete meses después de la tormenta, están sin agua y sin luz.

"Pues pegamos a llorar porque imagínate es bien duro tú tener tu vivienda y tantos años ahí pegado. Y entonces gracias a Dios estamos vivos como yo digo. Porque es verdad que estamos vivos y tenemos salud. Lo material se repone", destacó . "Lo próximo es que estamos reconstruyendo la casa en cemento. Estamos reconstruyendo. Estamos ahí tratando de que se termine porque la ansiedad de uno, verdad, de tener su casa. Pero gracias a Dios podemos dormir y comer. El espacio es pequeño, (pero) tuvimos muchas cosas que pudimos lograr salvar".

La temporada de ensueño de los Indios llegó a su punto final en la Serie Divisional de la Liga Americana, donde fueron eliminados por los Yankees de Nueva York. Pérez conectó un hit en cada uno de los últimos tres partidos, aunque en vano, ya que los tres terminaron en derrotas. Su mamá no pudo ver ninguno de ellos.

"Me desconecté por completo", dijo Martínez. "Porque yo siempre lo veía por la aplicación (de MLB). Pero increíble, no pudimos hacer nada. Entonces a los dos o tres días había un kiosquito ahí, y estaba dándole WiFi. Había (mucha) gente porque todo el mundo llegaba allí. Entonces yo registré en la página de él y pues me empapé de todo lo había hecho, los hits que había dado. Todo lo que había hecho durante los juegos"

Antes del Huracán María, Martínez nunca se había perdido un solo juego de su hijo, incluso desde que Pérez se puso su primer uniforme con el nombre de "Bebé" en el pecho cuando tenía tres años de edad. Ese fue precisamente de los pocos uniformes de niño que pudo salvar.

"Yo no tuve papá; ella fue la que me crió", destacó Pérez. "Ella fue mi papá y mi mamá, las dos cosas al mismo tiempo. Si no fuera por mi mamá no hubiera logrado lo que he logrado y no estaría aquí en este momento. Estoy aquí gracias a ella".


18 de abril de 2018: Los Indios de Cleveland jugarán contra los Mellizos de Minnesota, buscando su décima victoria de la temporada. El juego se llevará a cabo en el Estadio Hiram Bithorn en San Juan, la primera serie de partidos de Grandes Ligas en Puerto Rico desde que los Mets y los Marlins jugaron en junio de 2010. Pérez será el receptor titular en el segundo partido.

"Representar a los Indios de Cleveland y jugar frente a mi familia será algo muy especial ... espero que se lo disfruten y creo que mi mamá se va a sentir muy orgullosa", dijo Pérez. "Y creo que cuando juegue me voy a sentir muy emocionado, especialmente con todo por lo que ha pasado Puerto Rico".

Será un gran día para Pérez, por una razón más que ninguna otra: su mamá estará allí, viéndolo desde las gradas.