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Cuando los dioses pasan a ser demonios

ATLANTA, Georgia.- Una pesadilla. Un drama. Desconcierto. Decepción. Ese debe ser el entorno de los europeos, de los legionarios.

Antes eran la solución, la esperanza, los inamovibles, los intocables, los referentes, los semidioses.

Antes eran la base de la selección, los líderes, los predestinados a poner fín a la solemnidad fúnebre cíclica de cada cuatro años hundiéndose en el abismo de ese quinto partido... y tal vez un poco más.

Hoy, el palacio de cristal de una gloria falsificada se ha hecho añicos. Terminaron 2013 condenados, pero redimidos, por la odisea de EEUU en Panamá. La sentencia de muerte dictada en Costa Rica fue revocada en el Canal.

Y lo más grave: la oportunidad histórica de redención y expiación les fue arrebatada. Todos vieron y vivieron desde Europa, como revivían ante Nueva Zelanda los visados mundialistas.

Hoy los llamados europeos, han terminado siendo víctimas de sus propios errores, pero especialmente de los ajenos: de un entrenador que apostó por ellos.

Chepo de la Torre nunca administró la dimensión de la responsabilidad. Por el contrario, la sobredimensionó. Y en sus miedos, encendió los miedos de todos.

La situación es tan drástica que hasta antes del Holocausto en el Hexagonal Final de Concacaf, ellos nunca eran sometidos a objeciones o a dudas. Eran los de la Liga en México los que se veían sometidos a pruebas, a exámenes.

Hoy, por el contrario, los infalibles del Chepo son sometidos a verificación.

Antes, el hecho de jugar en Europa, parecía que era un certificado de titular intocable. Para todos.

Hoy, súbitamente, el hecho de jugar en Europa, los ha convertido en apestados, en los leprosos. Hasta se les ha tatuado el código de barras de responsables directos de que México estuviera a sólo un minuto de ser eliminado del Mundial, y que, encima, el rescatista fuera EEUU.

Debe ser hasta irritante, molesto, doloroso, ese cambio súbito de estatus. De la alfombra roja a la puerta trasera.

¿Es justo y merecido? En realidad no hay delito qué perseguir.

Son responsables, pero no los únicos culpables. Insisto; la sobrecarga emocional, anímica, física, promulgada íntimamente por el Chepo, terminó por asfixiarlos.

El Chepo terminó por conformar un equipo a su imagen y semejanza, es decir, un remedo puntual de lo que en verdad quería ser.

Por eso, los euromexicanos arrastran los lastres de penitencias propias y ajenas.

El mismo Miguel Herrera lo mencionaba como objetivo: sacarle de encima ese peso, ese agobio de que son los culpables pasivos de pecados activos colectivos.

A la reflexión de Nietzsche no sólo le sobran canas y arrugas, sino que no le falta un ápice de verdad: "lo que no te mata, te fortalece".

Y eso lo sabe El Piojo: los que pudo matar el Chepo, termina por entregárselos fortalecidos inconsciente e inintencionadamente, porque, de los valores y virtudes que puedan tener todos ellos, Chicharito, Moreno, Aquino, Guardado, Ochoa, Giovani, principalmente, por encima de todas esas facultades, está el carácter de, en su juventud, encarar todos los desafíos de jugar en Europa.