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Si Senna no hubiera muerto...

LOS ANGELES -- "Si Senna no hubiera muerto"... si esto fuera un danzón la siguiente frase sería "todavía viviría", pero desafortunadamente esto no es un danzón y Ayrton sí murió.

El danzón en cuestión es "Juárez no debió morir", de Esteban Alfonzo, dedicado al Benemérito de las Américas, Benito Juárez, presidente de México que gobernó en el Siglo XIX y por quien todavía muchos lloran ya que cambió a un país y su periodo fue de gran valor, patriotismo y reformas. Así como Senna gobernó la Fórmula Uno desde mediados de los 80's hasta los primeros años de los 90's.

¡No me crucifiquen, ahora les digo qué tiene que ver Juárez y Senna! Benito (1806) y Ayrton (1960) nacieron el mismo día pero con 154 años de diferencia, un 21 de marzo.

Senna como Juárez transformó su tiempo, fue más allá de los límites conocidos hasta ese momento y convirtió al factor humano en el motor más importante de su quehacer.

Juárez como Senna, hizo la guerra a sus enemigos pero propugnaba por la paz entre los pueblos, aunque hay que decirlo, "el respeto al derecho ajeno" no es un principio muy racing, que digamos.

Entonces, irremediablemente el danzón me lleva siempre, mientras lo tarareo y con perdón para los que odian los "hubieras" porque dicen que no existen, al utópico supuesto de pensar ¿qué habría sido de la Fórmula Uno si la varilla de la suspensión del Williams hubiera salido disparada 10 centímetros arriba, aquel 1 de mayo de 1994 en el Circuito de Imola y no se hubiera metido violentamente por la visera del casco del tricampeón y se pudiera decir que Ayrton "todavía viviría"?

Imagino a Senna quitándose los guantes con un gran enojo, luego de salir del auto para después charlar con el doctor Sid Watkins, tras la barrera de protección de la curva Tamburello.

Lo veo claramente yendo a discutir con los oficiales de la FIA sobre los grandes riesgos que se viven en la F1 y la urgencia de hacer los cambios que finalmente se hicieron en materia de seguridad.

Habría sido su tercer abandono al hilo en la temporada, pero me atrevo a decir que a pesar del gran Michael Schumacher, que vivía el lado opuesto de la fortuna al ganar los tres primeros Grandes Premios en su Benetton, Ayrton habría ganado el título mundial en ese 1994.

Lo habría ganado porque San Marino fue la gota que derramó el vaso en Williams, porque a partir de ahí Damon Hill, su coequipero un piloto trabajador pero a una gran distancia en condiciones, ganó seis carreras con ese auto y Nigel Mansell otro, así que no es descabellado pensar que el brasileño habría decidido a su favor un campeonato que, al final, "Schumi" se llevó por un punto sobre el hijo de Graham Hill.

Pero más allá de los resultados, récords y títulos que habría impuesto, o no, porque el agarrón con Schumacher y Hakkinen habría sido bueno, a sus 63 años habría visto vcon orgullo que nadie más habría muerto en la categoría en 21 años, pero habría sido el primero en reclamar cambios tras la pérdida de Jules Bianchi.

Porque el nativo de Sao Paulo era, a 29 años de distancia, era el más reciente antecedente de un deceso en la Fórmula Uno, antes de la tragedia de Bianchi y ese infortunado honor sería del austriaco Roland Ratzenberger, quien perdió la vida ese mismo Gran Premio, pero un día antes en las prácticas, el 30 de abril de 1994.

El choque de Ratzenberger y también el fortísimo contacto de Rubens Barrichello, del cual sobrevivió sólo con la nariz rota, ya tenían a Senna en alerta y, no sólo a él, a todos los pilotos.

La presión sobre los dirigentes de la categoría estaba en marcha. Senna encabezaría los cambios: costados más altos en los autos para proteger la cabeza de los conductores; escapes diseñados para evitar contactos con muros; rediseño de pistas y muchas reformas más.

Pero también es justo pensar que otro escenario posible es que sólo la muerte de Senna podía provocar los cambios que se dieron, y que sin ese golpe al automovilismo que vio marcharse a su más prodigioso exponente, la seguridad no habría tenido la evolución necesaria y habrían seguido los graves accidentes por algún tiempo, quizás hasta que fuera otro el infortunado con un destino fatal.

Hoy, sus tres títulos, los 161 Grandes Premios corridos con 41 victorias, la hazaña en la lluvia de Mónaco a bordo del Toleman, la victoria en Estoril, la cátedra inverosímil en Silverstone 1988 o hasta el sobrehumano triunfo en Interlagos en 1993, así como las 65 poles y los 80 podios, no son el legado principal de "Seninha", hoy la herencia de Ayrton fueron las 360 carreras consecutivas sin fatalidades de pilotos, hasta que el infortunado ángulo en que Jules Bianchi se topó con una grúa al despistarse en Suzuka, desembocó en su fallecimiento y en otros cambios radicales en la F1, como el halo protector de la cabeza de los conductores que ahora vemos en todos los monoplazas.

Senna fue un hombre que transformó la F1 desde el cockpit, pero aún más desde su ausencia. La Fórmula Uno es antes y después de Ayrton.

Hoy que todos hablarán de sus habilidades casi supernaturales, su misticismo y magia, es justo darle el valor a su "martirio", porque aunque en un accidente, y en el automovilismo el riesgo existe siempre, influye el factor suerte, pero también las medidas de seguridad se extremaron desde que el hijo más querido de Brasil dejó el mundo.

De cualquier manera, cuando veo la repetición de la carrera de Imola de 1994, en esa fatídica séptima vuelta, nunca dejo de desear que esta vez Ayrton salga caminando del auto y enojado se arranque los guantes y el casco.

Ojalá la muerte le hubiera hecho a Senna, "lo que el viento a Juárez", pero no, a 29 años de su partida me es inevitable entonar a ritmo de danzón "Si Senna no hubiera muerto..."