BELO HORIZONTE, Brasil – Catorce juegos invicta, un arquero con la valla intacta para la causa de su país desde el mes de marzo (603 minutos más alargue y contando), un técnico que emite confianza, delanteros que convierten sus oportunidades (y devuelven el favor), una hermética defensiva y un creador en el medio campo que está recuperando su nivel, lejos del Camp Nou.
Cierto: todo eso sin la presencia de Neymar.
Eso es suficiente para que Brasil mantenga su título extraoficial en el hemisferio sur contra su eterno rival, Argentina. La albiceleste fue despachada 2-0 en un apasionante partido que personificó todo lo que hemos visto en la Copa América: hinchas locales cercanos al éxtasis, afilados quites, miradas ácidas, discusiones llenas de acusaciones y malas palabras y momentos de destrezas sublimes. Lo más importante: fue agotador, tanto para ver como, presumiblemente, jugar. Todo lo que la Copa debería ser. Dani Alves (que sigue dándole al balón a sus 36 años) cantó el himno nacional, apoyado por una furibunda multitud con más de 55.000 personas como si fuera su propio Haka personal: ojos abiertos, mandíbula temblorosa. Todo lo que faltaba era la lengua y movimiento de codos. Alves estuvo presente en la última ocasión en la cual Brasil y Argentina se vieron las caras en la Copa América (tal como fue el caso de Lionel Messi) en 2007 y estuvo aquí, en este mismo estadio, viendo impotente desde la banca como la selección de Brasil sucumbió en el “Mineirazo”, el tristemente célebre espectáculo de horror en el cual la amarelha cayó 7-1 ante Alemania en el Mundial de 2014. Conoce más que la mayoría cuánto se necesitará para expiar los recuerdos de ese día y está consciente de que requerirán de mucho más que una victoria contra Argentina. Sin embargo, es un paso más en el largo camino de regreso al lugar al cual pertenece la Seleçao por historia y tradición.
Argentina no se ha impuesto a Brasil en un partido competitivo desde la era Messi, específicamente en junio de 2005. Para enterarse de la última ocasión en la cual Argentina había superado a la Seleçao en Brasil en un torneo, hay que retroceder más de medio siglo, a la competición organizada en 1964 para celebrar el 50 aniversario de la Federación Brasileña de Fútbol.
Sin embargo, a la Copa América, a pesar de estar cubierta en historia, le importa muy poco lo que haya ocurrido antes. Tite, el beta bloqueador humano que tiene la selección brasileña como director técnico, lo entiende demasiado bien. Muchas cosas pueden ocurrir en 90 minutos y a menudo ese es el caso, cuando estas dos selecciones se enfrentan. Volaron los quites desde el principio, Nicolás Tagliafico fue el primer sancionado (otros siete le seguirían en la cancha, incluyendo el DT argentino Lionel Scaloni) en un lapso de 10 minutos y Gabriel Jesús tendría que abandonar el terreno momentáneamente con una lesión que le hizo sangrar, poco tiempo después.
Sin embargo, Brasil puede hacer cine violento y vanguardista y la jugada que desembocó en el primer tanto fue evidencia de ello. Philippe Coutinho hizo un túnel frente a Leandro Paredes, Alves hizo un “sombrero” y un pase sin mirar que dio la oportunidad a Roberto Firmino por la banda derecha. Un cruce fuerte y raudo y Gabriel Jesús estaba allí para llevarla hasta la malla contraria.
La multitud gritó con euforia, solo para ver cómo se les recordaba que Argentina no es un castillo de naipes cuando Sergio “Kun” Agüero envió el tiro libre de Messi a chocar con el travesaño. Cayó sumamente cerca de la línea de gol, engañando a los argentinos antes de que se apartara. De hecho, el equipo de Scaloni fue muy emprendedor; no obstante, Tite tenía su plan de juego: un diamante a mitad de cancha con Casemiro y Firmino arriba y abajo, Coutinho y Arthur a los lados. “Nos dio la base para limitar a Messi y controlar el mediocampo”, dijo Tite después del partido. “Los hombres veloces por las bandas hicieron el resto”.
Tite describió a Messi como “extraterrestre” y se podía percibir muy bien lo que quería decir. Quizás la estrella del Barcelona se vio limitado, pero apenas requiere de un segundo para causar serios daños. Un feroz remate golpeó el palo a la derecha de Alisson, momentos después de que hizo que un balón serpenteara frente al arco, de la clase de tiros que el toque más ligero convierte en gol o, si no se tiene suerte, en autogol. Momentos después, uno de sus movimientos patentados de “acelerar y desviarse” produjo un tiro libre que pasó fuera del arco: Alisson soltó sus dos grandes garras mientras se dirigía a la esquina superior.
Luego, se pegó el último clavo del ataúd en un clásico cambio. Agüero corrió hacia Alves mientras éste tomaba el balón y se quedó en el suelo después de caer, quizás buscando una falta. Argentina no se detuvo del todo, pero titubearon lo suficiente para que Brasil diseñara un contraataque devastador en el cual Gabriel Jesús superó a Nicolás Otamendi y envió la esférica para que Firmino diera el zarpazo definitivo. La banca de Brasil se vació, la afición se regocijó pensando en su pase al Maracaná. Momentos después, los aficionados cantaban desde las tribunas: “¡E-LI-MI-NA-DO! ¡E-LI-MI-NA-DO!"
De hecho, Argentina estaba eliminada, aunque se irían con la cabeza en alto. No debido al hecho que, en un partido de pocos espacios, pudieran señalar las dos veces que golpearon el travesaño y un penal no cantado misteriosamente por un VAR que parecía haberse tomado la noche libre. Por el contrario, se debe a que se hicieron más fuertes a medida que avanzaba el torneo, porque (en mayor parte) mantuvieron la calma en circunstancias difíciles y parecía ser un equipo distinto a Leo y 10 jugadores elegidos a lo loco que jugaban por primera vez juntos. Esta fue la primera ocasión desde junio de 2016 en la cual Argentina puso en la cancha el mismo once titular en cotejos consecutivos. ¿Quién se imaginaba que eso podría, de hecho, mejorar la química?
“Hoy, por calidad de juego, merecíamos jugar la final”, dijo Scaloni en su comparecencia postpartido, exagerando sólo un poco, antes de culpar al árbitro. “No me agrada”. Su contrato está a punto de expirar y su futuro es incierto, aunque tiene razón al decir que, a pesar de ciertas debilidades evidentes, hay una base sobre la cual construir.
Los hinchas viajeros argentinos evidentemente estuvieron de acuerdo, ondeando sus banderas furiosamente como si fueran lazos ante el silbato final, negándose a verse ahogados por el júbilo verde amarillo que les rodeaba. Incluso, después de la noche más larga (y ahora tenemos 26 años y seguimos contando desde su último trofeo) siempre llega el amanecer.
En el caso de Brasil, ya pasó el amanecer y estamos en territorio del Duelo Final, que se disputará este domingo en el Maracaná (en vivo, 4 p.m. hora del Este por ESPN+). De arriba abajo, las piezas están en su lugar y la mentalidad también es la mejor. Emiten sensaciones de confianza y generosidad en la cancha que les ayuda a superarlos momentos difíciles. Esta no es la selección brasileña más talentosa de la historia (aunque siguen estando a años luz de otras naciones), pero bien podría ser la Seleçao más inteligente, eficiente y de mentalidad firme que hayamos visto en mucho tiempo.