El actual técnico de la Selección Mexicana, Jaime Lozano, encabeza a un grupo de futbolistas que está acostumbrado a lidiar con la adversidad y no le espantan los retos.
FILADELFIA -- Jaime Lozano tiene la dicha de dirigir a una cuadrilla de “desgraciados”. Y Jaime Lozano tiene la desdicha de dirigir a una cuadrilla de “desgraciados”.
En su convocatoria, en su Selección Mexicana, abundan los hijos bastardos de la desgracia. Una bendición, sin duda. Una maldición, sin duda.
Lozano es un devoto de la inteligencia emocional como uno de los recursos más poderosos para conducir e inducir al futbolista, especialmente al futbolista mexicano, a ése, al que el doctor Octavio Rivas (QEPD) esculpió exquisitamente con un implacable: “’Pérate, son mexicanos, están programados al revés”.
Y dirigir a esta banda de “desgraciados” debe ser un desafío monumental, delicatessen, pero desafío monumental también.
El término “desgraciado” puede pasar de lo peyorativo a la conmiseración. Puede atribuirse a un tipo desalmado, a un tipo desafortunado. Éste es el caso. O los casos.
Germán Castaños, escritor de “El Entrenamiento Visceral”, hace un razonamiento poderoso: el futbolista debe salir a la cancha, cada día, sabiendo que tiene su vaso medio lleno, pero también que tiene su vaso medio vacío. Ha ganado tanto que se siente medio lleno, pero le falta tanto por ganar que debe sentirse medio vacío.
Castaños lo expone así, en un mensaje que debería grabarse con letras escarlatas en todos los vestidores de futbol en el mundo:
“En el alto rendimiento como en la vida, la búsqueda de la excelencia y perfección debe estar atravesado por un pensamiento de ‘vaso medio vacío dentro de vaso medio lleno’.
“Los progresos son valorados (vaso medio lleno) dentro de una insatisfacción permanente (vaso medio vacío)”. ¿Estremece? ¿No es cierto? La satisfacción plena dentro de la insatisfacción plena. O la insatisfacción plena dentro de la satisfacción plena.
En la peculiaridad de Jorge Vergara (QEPD), ex propietario de Chivas, lo puntualizó de otra manera, brutal, sin duda, sin la caricia filosófica de Castaños. “¿En dónde está la constancia para ser campeones todos los pu… días?”, reclamó a los jugadores de Chivas tras perder en la Copa Mx ante los casi fósiles del Atlante.
Y ahí entra la banda de “desgraciados” de Jaime Lozano. Analice Usted, uno a uno, uno por uno.
1.- Guillermo Ochoa. Es el blanco favorito de las redes sociales. Hasta los americanistas lo denuestan, lo insultan, desde su primera titularidad mundialista en Brasil 2014. Hoy se perfila hacia un sexto mundial. Jugando en el Salernitana, como tiro al blanco en una feria peregrina y pueblerina, sigue ahí, inamovible, en medio del tsunami de ultrajes e injurias, como el más confiable portero mexicano –de momento--. Sí, un “desgraciado”, un caído en desgracia.
2.- Santiago Giménez. El epitafio de sus sueños mundialistas fue una de las mayores estulticias de Gerardo Martino: “(No va al Mundial de Qatar) porque anota muchos goles, pero juega pocos minutos”. El hijo del ‘Chaco’ Giménez ya despuntaba en el Feyenoord, donde hoy es el artillero por antonomasia. En la concentración en Girona, este reportero le preguntó a Martino: ¿Cómo rescatar a los que hoy usted margina del Mundial? “Ya vendrá otro técnico”, dijo escuetamente. Santiago hoy es el bienamado de la tribuna mexicana. Martino le cortó las alas mundialistas, pero no ese corazón guerrero. ¿De acuerdo en que es otro “desgraciado”?
3.- Raúl Jiménez. Aquel brutal cabezazo de David Luiz lo dejó, según los médicos del Wolverhampton, entre la vida y la muerte. Sabiendo que no estaba a plenitud, Martino lo lleva a Qatar 2022, pero lo segregó a la banca. La crueldad extrema de la afición se ensañó con memes injuriosos. No ha encontrado su mejor versión, aquella que vivió con los Lobos, pero persevera en el Fulham, y en la pasada convocatoria hizo tres goles en dos juegos. Los médicos dudaban que volviera a caminar y hoy, está ahí jugando con su vaso medio lleno, por su vaso medio vacío.
4.- César Montes. Desciende su equipo, el Espanyol, y queda a la deriva. Meses de incertidumbre. Se estrecha el mercado europeo. Nadie levanta la mano para pagar los 15 mdd que exige el equipo catalán. El defensa central no quería regresar a México. Finalmente, el Almería lo contrata. Hay un reajuste salarial. No era empezar de cero, era comenzar bajo cero. Sí, otro “desgraciado”.
5.- Hirving Lozano. Con el PSV, la Eredivisie empezó a quedarle chica. Lo firma el Napoli, en la contratación más cara de su historia. Incluso recibe la bendición del ícono eterno de Nápoles, Diego Armando Maradona. Carlo Ancelotti lo consiente y Gennaro Gatusso lo flagela, pero lo educa. Luciano Spalletti lo reubica en todos sentidos. ‘Chucky’ decide regresar al PSV. La desgracia de volver a “casa”, para evitar vivir otra desgracia. Una espina clavada queda ahí.
6.- Luis Chávez vive un vía crucis para vivir otro vía crucis. Desgracia sobre desgracia. Llega a un acuerdo con el Dínamo de Moscú, en una liga rusa apestada por el mundo entero, tras la cruenta invasión a Ucrania. El traspaso se demora. A raíz de los embargos financieros, no hay un cauce pulcro para que el dinero llegue a Pachuca. Finalmente, se cierra la operación, pero hoy, Chávez reconoce que se siente “incómodo con la liga y sus compañeros”.
7.- Gerardo Arteaga. Él mismo lo define: “mi sueño europeo comenzó como pesadilla”. Consolidarse en el Genk de Bélgica implicó sacrificios extremos, desde la inconformidad del club por las convocatorias de México, hasta adaptarse, bajo una sensación de aislamiento y soledad, a las exigencias de su equipo. ¿Más “desgraciado”?
Y hay muchos otros ejemplos entre estos “desgraciados” de Jaime Lozano. César Huerta salió estigmatizado, momificado, de Chivas. ‘El Turco’ Mohamed lo resucitó y hoy en el Guadalajara lagriman, mientras en Pumas celebran. Antes, ‘El Chino’ mendigaba un desgraciado mendrugo de oportunidad, pero hoy, habla de contactos en Europa.
O el caso de Orbelín Pineda. Llega al Celta de Vigo y los tentáculos turbios del promotor Christian Bragarnik lo segregan. Tenía club, pero no tenía equipo. Meses de desazón. En medio de su desgracia, Matías Almeyda lo rescata para el AEK de Grecia, donde se consolida.
Vaya, pues, banquete emocional para Jaime Lozano. Tipos que se reconstruyen a sí mismos, que son campo fértil para trabajar por ellos, con ellos, para ellos y desde ellos, en beneficio, incluso, del resto de seleccionados mexicanos.
Cierto, Lozano no es el rescatista absoluto de jugadores que han librado y labrado sus propias revoluciones, sus propias gestas, pero, encontrar esa granítica personalidad para levantar sus eventuales despojos y vestirse de gala con ellos mismos, necesita de un respaldo emocional, un bálsamo espiritual, que puede ser la Selección Mexicana.
No será fácil, porque hay otros que reniegan de sí mismos y de esa ayuda. El caso más dramático es el de Alexis Vega, con todos los atributos para ser un referente, pero más enamorado del escándalo que de la cancha, y de momentos turbios de concupiscencia, que de la gloria.
En términos de Castaños, ese es la encrucijada que acompañará a estos jugadores y a un catalizador como Jaime Lozano. “Los progresos son valorados (vaso medio lleno) dentro de una insatisfacción permanente (vaso medio vacío)”.
O en el mexicanísimo estilo del entrañable Jorge Vergara: “¿En dónde está la constancia para ser campeones todos los pu… días?”.
Qué dicha la de Jaime Lozano contar con esta banda de “desgraciados”.