La roja del final dañó aún más un partido que el mismo Yerry Mina condujo al abismo. Otra torpeza sumada a la que tuvo a los cinco minutos con un pase en falso en salida. Lastimó así, la reputación que construyó en silencio en los últimos cuatro años.
Yerry jugó mal y sus errores quedaron en evidencia en la discreta presentación frente a Uruguay. Se vio aparatoso, sin la efectividad de su juego aéreo, salvador agónico en el Mundial y preso de la irresponsabilidad por esa expulsión innecesaria.
Sometido a lapidación pública, la rabia pide penas severas para él. Lo que antes era simpatía ahora es cuenta de cobro.
El castigo ya lo recibió en la cancha. Lleva el dolor de la peor derrota como local de la Selección y la cruz de perderse la revancha inmediata frente a Ecuador en Quito. Tan necesaria para ponerse al día con el orgullo.
La autocrítica de camerino entre compañeros y cuerpo técnico, le señalará el camino de la redención. Consciente de sus fallas técnicas y de carácter, tendrá tiempo para volver a ser uno de los que mejor representó la alegría del fútbol colombiano.