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La historia los recordará por siempre

John Isner festeja en el final del maratónico partido Getty Images

LONDRES -- 40 iguales.

No es un game. Son games. 40 iguales.

¿6-1 y 6-1? No, 61 cada uno.

El tablero electrónico de la cancha Nº 18 colapsó. No pudo terminar su trabajo. En Internet, el marcador del sitio oficial de Wimbledon volvió a cero después de 50. Tampoco estaba preparado para tanto.

Eso fue ayer. Hoy finalmente lo arreglaron y pudo mostrar las cifras de básquet con las que terminó un encuentro histórico: 70-68. Sí, en serio. Acabó el partido más largo de la historia del tenis profesional. En un torneo sin interrupciones por lluvias, un choque de primera ronda encuentra su final el día jueves.

El Mundial pasó a un segundo plano, por un rato al menos. También la primera visita de la Reina Isabel II a Wimbledon en 33 años. Un hombre solitario, el juez sueco de origen marroquí Mohamad Lahyani, ya puede bajarse de la silla donde había permanecido ayer siete horas, con interrupciones para repartir pelotitas nuevas.

Su partido parecía de una serie de ficción. Era el partido perfecto, el que nunca termina.

Ante tanta imposibilidad de perder, el límite parecía físico, un calambre. O natural, la falta de luz. Hoy se resolvió con un par de devoluciones a los pies, y un revés paralelo en el match point. El cuerpo de John Isner se desploma en el césped. Merecido.

En la última cancha de Wimbledon, Nicolas Mahut y John Isner hicieron historia, no sólo del tenis, del deporte mismo. Para dimensionar lo ocurrido, no sólo hay que ver los récords conseguidos, sino por cuánto superaron a sus antecesores:

* 11 horas y cinco minutos. El partido más largo era de 6 horas y 33.
* 183 games. Pancho Gonzáles y Charlie Pasarell habían jugado 112, en Wimbledon '69.
* 70-68. John Newcombe había vencido 25-23 a Marty Reissen en el US Open '69, el otro set más largo.

* 112 aces Isner y 103 Mahut. El croata Ivo Karlovic había hecho 78 en la Copa Davis en 2009.

El último set duró más que el partido más largo de la historia. El partido demoró lo que tarda un avión entre Buenos Aires y Madrid. Emplearon más tiempo que Roger Federer para llegar a la final aquí en 2006.

Federer está ganando; Nadal, perdiendo. No importa.

El miércoles, a pocos les preocupaba que Alemania se convertía en el próximo rival de Inglaterra en Sudáfrica. Hoy, nos enteramos más tarde de la eliminación de Italia.

Testigos de un momento único, ¿queríamos que terminara o se extendiera por siempre? Las dos. ¿Era buen tenis lo que mostraban? Muy bueno para el físico de ambos, especialmente la mole Isner. No fue un partidazo, pero hasta último momento buscaron las líneas y la pelota entró; no sólo en el servicio.

La cancha Nº 18 tiene capacidad para 800 personas pero aquí había más de mil. En los balcones, en el sector de la televisión (la terraza del edificio contiguo se utiliza para transmisiones de TV), la gente se asomaba hasta peligrosamente. El público no era ruidoso sino correcto, ovacionaba de a ratos, especialmente cuando el marcador llegaba a cifras redondas.

Un 0-30 ya era motivo de murmullo.

Un partido así pudo ocurrir, en gran parte, por las características de los dos. Isner tiene un saque tremendo. Mahut es un especialista en césped, brilla con el servicio pero también con la volea, el slice, los movimientos felinos. No había devolución, no es la característica de ninguno.

Con los colegas enviados de Sportscenter hicimos la cuenta de la cantidad de golpes por punto. Costó, pero salió: 2,6 intercambios, con un récord de 17. No le podían pegar más fuerte.

¿No tienen ganas de ir al baño? ¿Cuántas remeras trajeron? ¿Hay stock de pelotitas para tantos games? ¿Cuántos mensajes de texto tendrán los jugadores al terminar?

El árbitro cambiaba la voz para darle gracia al asunto. La concentración de ambos no sabía de bromas. El cansancio se trasladaba a los jueces de línea, que erraban en los fallos. O el mismo Lahyani, que se confundía con el marcador. "Es la primera vez que me siento mal por el juez", bromeaba John McEnroe.

Isner seguía en carrera gracias a su hombro, a su saque. Ya no podía mover las piernas. Mahut se tiraba al suelo a lo Becker, en plena proeza atlética. El esfuerzo físico de ambos era destacable, la entrega y la superación de momentos difíciles. Isner tuvo match points y Mahut los levantó con aces.

Era una pulseada de nunca acabar, trabada en el medio, los dos con las venas hinchadas de tanto hacer fuerza.

A medida que el partido seguía, aumentaba el asombro pero también la preocupación sobre la salud de los protagonistas. ¿Tienen que desmayarse en la cancha? ¿Habría que instalar aquí el tie-break, como en el US Open?

¿Un tie-break en una cifra determinada, por ejemplo 20-20?

Afortunadamente para ellos, no hacía un calor sofocante. No me gustaría el desempate en un partido así. Un partido que es imposible de repetir.

"Apúrense que tengo baby-sitter (niñera) hasta las 19", gritaba un ocurrente en la tribuna.

"En 25 años todos recordaremos que estuvimos ahí", dijo Craig Boynton, coach de Isner. Los vecinos de un edificio de enfrente, asomados a la ventana, también.

El actor Jonathan Rhys Meyers, protagonista de la película Match Point, vio partes del duelo en cancha. Si sigue en contacto, alguna idea habrá sacado para recomendarle a Woody.