Stephen Curry no siente la presión. Es más, la disfruta. Le gusta tener la pelota en su poder en los momentos decisivos. Mente fría y mano caliente. El francotirador de Golden State Warriors se puso el traje de superhéroe para guiar a Estados Unidos a su quinta medalla dorada consecutiva en el torneo masculino de básquetbol de los Juegos Olímpicos. Steph convirtió 24 puntos, con un espectacular 8 de 12 en triples, en el triunfo 98-87 sobre Francia.
Quedaban apenas 3 minutos en el marcador y el seleccionado francés, en un enardecido estadio de París Bercy, se había acercado a solo 3 puntos con un doble de Victor Wembanyama. Había reducido la diferencia de 10 de un par de minutos antes. Mientras los dirigidos por Vincent Collet se ilusionaban y contagiaban a los hinchas, Curry sabía que su momento había llegado. También lo tenía claro Steve Kerr, su entrenador en el seleccionado estadounidense y en los Warriors.
Recibió la pelota de LeBron James, encontró el espacio y tiró con plena confianza y absoluta tranquilidad. Por supuesto, acertó. Con un gesto con las palmas de las manos hacia abajo transmitió calma. Tenía el partido bajo control y no lo podían defender. Era su quinto triple de la noche.
Francia no se rendía, empujada por la experiencia y la calidad de Nando De Colo. A Curry no le importaba: trasladó la pelota, se frenó, amagó para que Nicolas Batum pasara de largo y lanzó. Otro triple clave, otro acierto. A los gritos, de cara al público, Steph les hizo saber a todos que nadie iba a detenerlo.
La hidalguía de los franceses los mantenía en juego. Pero Curry tenía fuego en la mirada. Para él, no había nada más que una pelota y un aro. Guerschon Yabusele, Evan Fournier y De Colo intentaron frenarlo y que no lanzara. No pudieron. Otro triple. Las manos tomando la camiseta azul, la boca bien abierta para soltar el alarido del éxtasis de Steph. Joel Embiid y Tyrese Haliburton, en el banco de suplentes, hacían el festejo que patentó Curry de mandar a dormir a sus rivales. Pero él todavía no. Tenía una carta más bajo la manga.
Batum y Fournier fueron los testigos de lujo del cuarto triple consecutivo de Steph, que lo tiró con las manos de los dos franceses en la cara. Ni así, de tan cerca, se puede descubrir el truco del mago. ¿Cómo lo hace? No sé, simplemente lo hace. Póker de triples en menos de tres minutos. Cuatro aciertos desde larga distancia del número 4 en el cuarto período. Y ahí sí, las dos manos juntas y la cabeza apoyada sobre esa almohada imaginaria. Los mandó a dormir y toda Francia va a soñar con Curry y sus triples. Era casi medianoche en París y la magia había vuelto a suceder.
"En ese punto tu mente se pone en blanco, no te importa ni la instancia, ni el escenario, ni nada. Es solo un tiro", dijo Curry después de su lluvia de triples.
En un deporte colectivo y en un equipo con tantas figuras acostumbradas a ser líderes, Curry supo esperar su momento. En el inicio del camino ya había brillado Kevin Durant, ganador de su cuarta medalla de oro olímpica, algo que ningún otro basquetbolista consiguió en el torneo masculino. Ya se había destacado LeBron James, un competidor bestial que se hizo cargo en circunstancias complicadas y ganó, con justicia, el premio al MVP del torneo. Era la hora de Steph y ahí estuvo para mostrar su mejor versión.
De la calma a la tormenta perfecta de triples de Curry
Stephen Curry, el mejor tirador de la historia del básquetbol, había acertado apenas 5 de 20 intentos de triple en los primeros cuatro partidos de Estados Unidos en los Juegos Olímpicos. En un equipo repleto de estrellas, él no había necesitado sobresalir. Sabía que si lo necesitaban iba a responder.
En la ajustada victoria en semifinales contra Serbia apareció en su máxima expresión: 36 puntos, con 9 de 14 en triples. Decisivo como en tantas noches de playoffs de la NBA. Dueño de la pelota cuando quemaba. Nada nuevo para Steph.
Y ante Francia lo hizo de nuevo. 4-4 en triples en el último cuarto. 8-12 en el partido contra 9-30 de todo el equipo rival. Impactante. Curry metió 60 puntos entre la semifinal y la final, algo que ningún basquetbolista había hecho en la historia de los Juegos Olímpicos. Y estos de París fueron sus primeros JJ.OO., a los 36 años.
Curry disfrutó de los Juegos Olímpicos
Stephen Curry había jugado, y ganado, dos Mundiales con Estados Unidos: 2010 y 2014. Sin embargo, por distintas circunstancias, no había podido participar en unos Juegos Olímpicos, algo que anhelaba.
"Es una experiencia única", decía Curry en una entrevista posterior al primer partido. Era la concreción de un sueño postergado para Steph. Quería disfrutar de la atmósfera que envuelve al evento más importante del deporte. Y lo hizo. Se divirtió en el paseo por el Sena en la ceremonia inaugural; alentó como un fanático más a Simone Biles desde la tribuna en la final del all-around de gimnasia artística; se sacó fotos con el equipo femenino de tenis de mesa. Estuvo donde quiso. Y como quiso. Con calma y vuelo bajo en los primeros partidos, sin ansias de protagonismo. Sobresalió en los encuentros cruciales.
Steph sostuvo el dominio de Estados Unidos
Curry guio a Estados Unidos hacia un nuevo oro olímpico, el séptimo en ocho torneos desde 1992, cuando comenzó a presentar equipos compuestos por jugadores de la NBA. Solo Argentina en Atenas 2004 pudo interrumpir ese dominio.
El seleccionado estadounidense sabe que la única manera de mantener su posición en lo más alto del básquetbol mundial es con los mejores planteles que pueda reunir. El resto de los conjuntos, especialmente los europeos, ofrece cada vez más resistencia. La globalización de la NBA ha elevado el nivel de los oponentes, cada vez más acostumbrados a estar cara a cara con las estrellas de Estados Unidos.
El talento individual de las grandes figuras volvió a ser suficiente. Pero el escenario cambió. Ya no hay fotos con los rivales como en Barcelona 1992. Desde aquel histórico Dream Team hasta hoy, el mundo del básquetbol evolucionó. Y el dominio de Estados Unidos, aún vigente, ya no es tan claro para el futuro cercano. Excepto que Curry, a los 40 años, quiera seguir metiendo triples en Los Angeles 2028.